dilluns, 1 de juny del 2015


PROVEDRBIOS 28:26


“El que confía en su propio corazón es necio, mas el que camina en sabiduría será librado”

Se nos vende el yoga y las técnicas de meditación oriental como la panacea para los trastornos psicológicos que afectan a la sociedad opulenta. El yoga y sus parientes se basan en la mirada introspectiva, el aislamiento del exterior para encontrar el dios que según dicen se encuentra en cada una de las personas. Los gurús  de la meditación siguen el engaño de Satanás en el que ha caído la humanidad desde un principio: dejarse embaucar por la serpiente y dejarse guiar por el engaño de que seríamos como Dios sabiendo el bien y el mal si comían del árbol que se les había prohibido comer.

La meditación cristiana es parecida a la que enseñan los gurús orientales. En el fondo no tienen ningún parecido. La meditación cristiana es objetiva. Mira hacia fuera de sí mismo. Su objetivo es Dios y la revelación  dada por medio de los profetas, apóstoles y el mismo Jesucristo para que los creyentes se dejen guiar por ella y dejen de caminar en las tinieblas espirituales que les confunden.

El texto que comentamos lo dice bien claro: “El que confía en su propio corazón es necio”. Las filosofías orientales nos dicen que la  introspección, la mirada hacia el interior de uno mismo da la sabiduría. La Palabra de Dios nos dice que es un necio quien lo hace. La segunda  parte del texto que comentamos dice: “Mas el que camina en sabiduría será librado” (de la necedad). Si el confiar en el propio corazón produce necedad, caminar en sabiduría es hacer todo lo contrario, mirar a Dios y reverenciarle: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Proverbios1:7). Al mirar hacia Dios tres veces santo uno descubre no al  dios que supuestamente se esconde en su alma sino al depredador que se agazapa en ella y del que no puede prescindir porque forma parte de su naturaleza espiritual contaminada  por el pecado porque ha sido concebido en pecado por ser descendiente de Adán.

Adán y Eva inútilmente intentaron esconder su pecado haciéndose unos delantales cosidos con hojas de higuera. Hoy, los delantales cosidos con hojas de higuera se han convertido en las diversas técnicas de meditación. Inútilmente se intenta   esconder la propia miseria practicándolas. Dios cubrió la desnudez de Adán y Eva con unos vestidos confeccionados con pieles de animales que el mismo Dios sacrificó. Los animales sacrificados por Dios representan a Jesús, el Cordero de Dios que con su sangre derramada en el Gólgota limpia  todos los pecados de quienes creen en Él. Simbólicamente los cubre con vestiduras de lino blanco porque sus pecados han sido limpiados por la sangre de Jesús.


PROVERBIOS 18:14


“El ánimo del hombre soportará su enfermedad, mas, ¿quién soportará el ánimo angustiado?”

¿Cómo soportar la enfermedad, la adversidad, las situaciones difíciles que debido al pecado se nos presentan a menudo con más o menos intensidad? El texto que comentamos nos dice: “el ánimo del hombre”, lo conseguirá. Demos una ojeada a nuestro alrededor y descubriremos que el ánimo del hombre que ayuda  soportarlas brilla por su ausencia. ¿Es que Dios que inspiró al escritor sagrado  a redactar este texto, nos engaña? ¿Es que Dios quiere que creamos en falsas esperanzas para ir trampeando las dificultades de la vida sin tener el ánimo que nos permite afrontarlas victoriosamente?

La segunda parte del texto que comentamos dice: “mas, ¿quién soportará el ánimo angustiado?  Las personas angustiadas son legión. Estas multitudes no pueden soportar la angustia que hay en sus almas.¿La causa? Sólo una: el pecado. El pecado aleja al hombre de la fuente de poder que es Dios. Fijémonos en Adán y Eva. Tan pronto pecaron el miedo entró a formar parte de sus vidas. Sin que nadie les dijese nada, a pesar que cubrieron su desnudez con los delantales cosidos con hojas de higuera, tuvieron miedo. Su invento no les no les sirvió de nada porque el miedo siguió acompañándolos. “¿Qué habéis hecho”?, les dijo Dios. En su misericordia  cubre la desnudez de Adán y Eva con las pieles de unos animales que previamente había sacrificado. Dios es el primero en derramar sangre sobre la tierra, la sangre que significaba la que Jesús derramaría milenios más tarde. La sangre de Jesús al limpiarnos todos nuestros pecados nos devuelve la comunión con Dios  y con ello recuperamos el poder de Dios desaparecido. Todavía no somos lo que tenemos que ser porque la salvación todavía no ha sido plenamente realizada: falta la resurrección. Es por ello que el apóstol Pablo nos recomienda: “Hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10). En Filipenses nos aconseja: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (4:13).

En Cristo, el debilitado por el pecado recibe el ánimo que le permite soportar con serenidad y  confianza la enfermedad y todas las situaciones aflictivas que se nos puedan presentar. Las personas afligidas no necesitan tratamientos sicológicos sino a Jesús que es la fuente de poder ilimitado. El hombre está asediado por penalidades sin fin que le hacen malvivir, pero los creyentes en Cristo somos “más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

http://octaviperenyacortina22.blogspot.com

 

 

 

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