dilluns, 29 de juny del 2015

SALMO19:11

“Tu siervo es además amonestado con ellos (los preceptos del Señor), en guardarlos hay grande recompensa”
Dios le habla al hombre de dos maneras: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y  el firmamento anuncia la obra de sus manos” (v.1). El salmista está de acuerdo con lo que escribe el apóstol Pablo: “Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Ambos textos ponen en entredicho  la filosofía que enseña que la creación es obra del azar. El apóstol Pablo afirma categóricamente que quienes no desean leer lo que dice el libro de la creación “no tienen excusa”, si afirman que Dios no existe. El salmista declara de manera contundente: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (1:1). El diccionario define necio así: “Ignorante de lo que podía o debía saber. Imprudente u obstinado sin razón”. El necio que no ve la mano de Dios en la creación, además del dogmatismo científico que confunde a los no versados, es un ignorante porque no sabe lo que podía o debía saber. Para el creyente en Cristo “los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”
El salmo 19 también nos expone la otra manera de hablar dios al hombre: por medio de la palabra revelada y que se ha conservado impresa sobre pergamino, papel y recientemente con soporte digital. Esta palabra revelada que ha sido transmitida por medio de la escritura con la participación de profetas y apóstoles, constituye las Sagradas Escrituras “las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:15-17).
El salmista denomina a las Escrituras: Ley del Señor, testimonio del Señor, mandamientos del Señor, preceptos del Señor, temor del señor. ¿Qué son para el Señor las Sagradas Escrituras que las presenta bajo distintos nombres que ayudan al hombre a entender la profundidad de la sabiduría que guardan  sus páginas? Lo dice con estas palabras: “Deseables son más que el oro, y más que el oro afinado, y dulces más que a miel, y que la que destila el panal” (v.10).
Entre otras cosas el salmista dice que “los mandamientos del Señor alegran el corazón” (v.8). Hoy, cuando hay evidencia de que existe mucha tristeza en el corazón, ¿no sería hora de que nos volviéramos a las Sagradas Escrituras que dan testimonio del Señor Jesucristo que alegra el corazón?




LUCAS 4: 18

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos”
Hoy es socialmente bien visto hablar de los pobres y de sus derechos. No estoy en contra de ello. La Escritura está al lado de la justicia social. Se debe procurar el bienestar de los socialmente desfavorecidos. Si nos tomamos la molestia de leer el Nuevo Testamento descubriremos que las iglesias apostólicas daban un alto valor a suplir las necesidades que se daban en sus comunidades. Debido a la degeneración doctrinal que hoy existe en la cristiandad el sentido de la pobreza prácticamente recae en la pobreza material en detrimento de la espiritual.
Hoy, a menudo se oye la expresión iglesia de los pobres. Se insta a aportar a la Iglesia católica la parte correspondiente en la declaración de la renta gracias a la publicidad que se viene haciendo sobre los esfuerzos y la aportación monetaria que hace en beneficio de los pobres. No me quejo de ello. Mi queja recae en el escaso énfasis que se pone en la pobreza espiritual de las personas. Olvido que es de censurar porque la pobreza espiritual no sólo afecta al bienestar temporal de las personas. Lo que es más grave, afecta  también a su eternidad. El texto que hoy comentamos es una cita que Jesús hace del texto de Isaías 61:1,2. No existe duda alguna de que el profeta se refiere a Jesús, el Mesías que tenia que venir, anuncio que el mismo Jesús se encarga de anunciar que se ha cumplido al finalizar la lectura del texto profético: “Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta  escritura delante de vosotros” (v.20).
En cierta ocasión Jesús disponiendo únicamente de cinco panes de cebada y dos pececillos alimentó a una multitud que, visto el milagro pretendía hacerle rey, pero Jesús se retiró al monte solo. La misión principal de Jesús no fue la de alimentar cuerpos, sino darse a sí mismo a la muerte porque por medio de ella  puedan encontrar los hambrientos en espíritu el pan de vida. Cuando los que comieron el pan de cebada salieron en busca de Jesús éste les dijo que no lo buscaban por las señales que habían visto sino porque comieron el pan que llenó sus vientres. La desnutrición de sus almas no les importaba. Sacaron a relucir el maná que a cada amanecer encontraban en el suelo. Le piden señal y Jesús  les dice: “El pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:33). Le dijeron: ¡Danos siempre de este pan porque así no tendremos que sudar para obtenerlo” Jesús saca de dudas a quienes tienen oídos para oír: “Yo soy el pan de vida, el que a mí vienen nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v.33). La bienaventuranza se cumple en “los pobres en espíritu,(los que tienen hambre y sed de Dios)  porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3)
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