NOÉ Y NUESTRO TIEMPO
<b>La
Biblia deja bien claro que con la muerte se abren dos destinos eternos: Vida o
muerte. Ahora es el momento de decidir qué destino deseamos</b>
Hollywood
ha decidido hacer una superproducción con Noé como protagonista. Como todas las
superproducciones hollywoodenses de carácter bíblico Noé está saturada de
efectos especiales y recargada de
añadidos que no se conforman con el texto bíblico. Siguiendo la costumbre, las
superproducciones bíblicas que tienen la finalidad distraer al espectador antes que instruirlo en el contenido
bíblico consiguen confundirlo al
esconderle lo que dice al hacer la adaptación cinematográfica. En definitiva
Noé es un melodrama que exagera y deforma el texto bíblico con el propósito de
despertar sensaciones que mantengan al espectador enganchado hasta el The End.
El único valor positivo que puede tener Noé
es si despierta al espectador y lo impulsa a desear descubrir el
paralelismo existente entre el tiempo del patriarca y el nuestro, leyendo el
texto bíblico que le despierte del letargo espiritual y lo mueva al temor del
Señor. Como todas las novedades cinematográficas Noé pasará sin pena ni gloria
excepto si se descubre el valor que tiene el Noé bíblico para nuestros días.
La
tierra en que habitaba Noé “se había corrompido delante de Dios, y la tierra
era llena de violencia…estaba corrompida, porque toda carne había
corrompido su camino sobre la tierra”
(Génesis 6: 11,12) En este escenario de degradación moral causado por el
abandono de Dios hay un hombre: Noé que mantiene íntima comunión con Dios que le revela sus
propósitos: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de
violencia a causa de ellos, y he aquí yo
los destruiré con la tierra” (v.13). Examinemos quien era Noé.
El
texto nos dice: “Con Dios caminó Noé” (v.9). En el contexto bíblico caminar con
Dios significa cultivar diariamente y a lo largo de toda la vida la relación
íntima con Dios, obedeciendo los mandamientos divinos y vivir santamente. Noé
podía llevar ese estilo de vida porque
“halló gracia ante los ojos del Señor” (v.8). Dios, en su misericordia escogió
a Noé para que fuese su representante en la tierra y actuase como “pregonero de justicia” (2 Pedro 2: 5), no de
una justicia humana que lo es todo menos justa, sino de la justicia de Dios que
perdona al pecador que se arrepiente y lo convierte en amigo suyo. Noé sabía
por revelación divina el fin que le aguardaba a la humanidad si no se
arrepentía de sus pecados y retornaba a Dios. Durante todo el tiempo que duró la construcción del arca Noé predicaba
el perdón de Dios. El texto no nos dice cual fue la reacción de las personas al
anuncio que hacía Noé de la misericordia de Dios. Nos podemos imaginar que fue
parecida a la respuesta que los futuros yernos de Lot dieron cuando les
anunciaba la inminente destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra: “les
pareció que se burlaba” (Génesis 19:14). Finalizado el período de gracia:
destrucción irrevocable. La familia de Noé, un total de seis personas
encontraron refugio en el arca y sobrevivieron al Diluvio.
Jesús
cuado se refiere al Juicio Final reconoce la historicidad de Noé y del Diluvio
al decir: “”Mas como en los días de Noé, así será la venda del Hijo del Hombre.
Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo,
casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y
no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será
también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 37-39). El recordatorio que
Jesús hace de Noé y del Diluvio no es para ponerlo en saco roto pues es de
trascendencia eterna.
El
Diluvio con la destrucción de toda la tierra y de sus habitantes es un aviso
que nos recuerda que no se puede jugar con la ira de Dios. El apóstol Pedro
refiriéndose al Día Final, escribe: “El Señor no retarda su promesa, según
algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero
el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán
con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y
las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3: 9,10).
Jesús,
que jamás bromea explica la parábola de las diez vírgenes, cinco sensatas y
cinco insensatas. Las sensatas estaban preparadas para recibir al esposo y
“entrar con Él a las bodas y la puerta se cerró”. Las insensatas corrieron a
buscar aceite para sus lámparas cuando se dieron cuenta de que el Señor se acercaba.
Cuando regresaron encontraron cerrada la puerta que daba acceso al salón del
banquete. Se pusieron a golpear la puerta y gritar frenéticamente: “¡Señor,
Señor, ábrenos! Que el lector no se crea que Jesús bromea. La parábola de las
diez vírgenes es una súplica amorosa que intenta despertarnos del sueño
aletargador que nos impulsa a descuidar que la venida del Señor puede ser
inminente y que debemos estar preparados para cuando el hecho se produzca sin
avisar. “¡Velad!” es el clamor angustiado de quien ama al pecador ya que si
cierra la puerta ya no se vuelve a abrir. Será impresionante escuchar “el lloro
y el crujir de los dientes”.
Octavi
Pereña i cortina
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