“No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
El cristiano no es una persona
estática, inmóvil. Siempre en el mismo sitio con el paso del tiempo. Un
cristiano de estas características se parece a un charco de agua estancada que
hiede y que obliga a las personas que se le acercan a taparse la nariz. El
Señor quiere que del interior de sus hijos corran ríos de agua viva. El inmovilismo
no debe formar parte de la vida del cristiano.
En el texto que comentamos el
apóstol Pablo no da un empujón para ponernos en movimiento al decir: “No os
conforméis a este siglo”. No debemos asemejarnos al mundo que nos envuelve.
Debemos distinguirnos de él. Estamos en el mundo pero su filosofía no es la
nuestra. Debemos diferenciarnos para que la luz de Dios que hay en nuestro
corazón fluya de nosotros y alumbre en medio de las tinieblas en que vivimos
quienes creemos en el Señor Jesús.
“Transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento”. La mente
del cristiano debe encontrarse en un proceso de renovación continuada si es que
desea que de sus labios broten palabras de vida que sirvan de bendición para
las personas que las escuchan. Si el entendimiento no se renueva los
pensamientos que se convierten en palabras son siempre las mismas. La monotonía
es el resultado de la falta de renovación mental. Decir siempre lo mismo
aburre. Una persona que cansa se queda sola porque nadie quiere estar al lado
de alguien que cansa con sus pláticas.
La renovación de nuestro
entendimiento debe llevarnos a comprobar “cual sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta”. Si en verdad deseamos saber cual es la ”buena
voluntad de Dios”, este propósito “no nos dejará estar ociosos ni sin
fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:8).
Dios es infinito, sus pensamientos no son los nuestros. Entre Él y nosotros nos
separa un abismo infranqueable si deseamos conocerle a base de nuestros
razonamientos. Nuestros pensamientos deben concordar con los suyos. En su
misericordia Dios a lo largo de los siglos ha levantado profetas y apóstoles en
quienes ha revelado todas las cosas que quiere que conozcamos y que se han
reunido en un libro que llamamos Biblia. Sumergirnos en sus páginas para
extraer de ellas toda la sabiduría divina es tarea de toda una vida y aún le
queda mucho por explorar. Si en verdad deseamos conocer la “buena voluntad
de Dios agradable y perfecta”, la magna tarea no nos dejará estar ociosos
cosa que provocará la renovación de nuestro entendimiento que permitirá que de
nuestro “interior corran ríos de agua viva” (Juan 7:38) que fertilizarán
el entorno en el que nos movemos.
GÉNESIS 13:12
“En tanto que Lot habitó en las
ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma”
Llega un momento en que las
posesiones de Abram y de su sobrino Lot son tantas que no pueden seguir juntos.
La abundancia de ganado en un espacio limitado hacía que los pastores de tío y
sobrino se pelearan. Abram como hombre sensato que era y no dado a las
discusiones le dice a su sobrino: “No haya ahora altercado entre nosotros
dos, entre mis pastores y los tuyos porque somos hermanos” (v.8). Abram
le dice a Lot que escoja. “Y alzó Lot sus ojos y vio toda la llanura del
Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto del Señor…Entonces Lot
escogió para sí toda la llanura del Jordán” (vv.
10,11).
La elección que hizo Lot pone en
evidencia la codicia que anidaba en su corazón. Escogió la llanura del Jordán
porque era tierra fértil debido a la abundancia de agua. Si su rebaño ya era
numeroso de ahora en adelante lo sería mucho más. Pero Lot no tuvo en cuenta en
el momento de hacer la elección que “los hombre de Sodoma eran malos y pecadores contra
el Señor era en gran manera” (v.13)
El texto que comentamos dice que “Lot habitó en
las tiendas de la llanura”, es decir comenzó a vivir entre “entre hombres
malos y pecadores contra el Señor”. La Biblia habla del “justo Lot”
(2 Pedro 2:7), es decir, que Lot era un verdadero hijo de Dios, aún cuando no
lo pareciese. El hijo de Dios vive en el mundo pero no es del mundo. El hijo de
Dios vive junto a hombres malvados y pecadores contra el Señor, pero debe dejar
claro que no es uno con ellos. Por ello la Escritura es tan enfática al decir
que la luz y las tinieblas no pueden ir juntas. Lot se mezcla con los
habitantes de los pueblos de la llanura que no habían llegado al extremo de la
maldad de los de Sodoma. Pero Lot hasta
cierto punto se encontraba a gusto con ellos. Aún cuando Lot “afligía cada
día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos”
no se aparta de ellos como exige la Ley de Dios. Poco a poco ”fue poniendo
las tiendas hasta Sodoma”. La tienda es un tipo de
habitáculo temporal, no es un lugar fijo de residencia. Pero en Sodoma vivía en
una casa, es decir, se había asentado de manera definitiva en el corazón de la
maldad.
La historia del justo Lot debe ser
motivo de profunda reflexión por parte de los cristianos del siglo XXI, como
personas y como iglesias. Si no vigilamos atentamente, si nos relajamos, si no
permitimos que la palabra de Dios sea el guía de nuestras vidas poco a poco
iremos “poniendo nuestras tiendas hasta Sodoma”, es
decir, como personas y como iglesias estaremos dominados por la filosofía impía
de este mundo que está controlada por Satanás que es totalmente contraria a
Dios. Si esto sucede, el Señor tendrá que decirnos lo mismo que dijo a la
iglesia de Laodicea; “Yo reprendo y castigo a todos los que amo, sé pues
celoso y arrepiéntete” (Apocalipsis 3:19).
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