SIN NORMAS: EL CAOS
Para la buena convivencia se redactan instrucciones para convivir en
sociedad. Para evitar el caos circulatorio se debe circular por la derecha,
respetar las luces de los semáforos, en un cruce ceder la preferencia al
vehículo que viene por la derecha…Existen ordenanzas municipales que sirven
para que los ciudadanos convivan sin dificultades. Las instituciones aprueban
normas de régimen interno con la finalidad de que no se produzcan altercados
entre los socios. No se puede vivir sin normas. Con el paso del tiempo deben
renovarse. Unas desaparecen siendo sustituidas por otras. Pero siempre existen
normas. Gusten o no se deben cumplir porque facilitan la buena convivencia con
el resultado de que todos salimos ganando. Sin normas de obligado cumplimiento
la vida social se convierte en un caos. La desobediencia a las normas
legisladas le acompaña le acompaña una sanción establecida para que la
administración de justicia sea coherente. Es fácil saltarse las normas porque
en el ser humano se da la predisposición a hacerlo. Basta con la prohibición
para intentar infringirla. He aquí el caos que se genera cuando se infringen
las normas que son parra bien de todos. En las rotondas se producen situaciones
de riesgo cuando no se circula por el carril adecuado y por el desuso del
intermitente, está prohibido pararse en los pasos de peatones y los conductores
lo hacen dificultando que los transeúntes puedan cruzar la calle. Las
relaciones familiares se desintegran porque no se tiene en cuenta la ley del
amor. La política se convierte en un desbarajuste porque no se respeta el
principio de servicio que se debe prestar a los ciudadanos y los políticos se
dejan guiar por la ambición…
La existencia de normas implica la actuación de autoridades acreditadas
para dictarlas y hacerlas cumplir. Creemos en su conveniencia aunque no siempre
nos gusta su actuación. La existencia de autoridades capacitadas para legislar
y hacer cumplir la ley pone de manifiesto que existe una Autoridad suprema que
las ha delegado para que legislen y administren justicia según los principios
morales y éticos que emanan de la Autoridad suprema. Los animales irracionales
carecen de dicho privilegio. La desobediencia a la Autoridad suprema va seguida
del descrédito de las leyes procedentes de las autoridades delegadas porque al
no tener un punto de referencia inmutable la ley se degrada y en vez de servir para el bien de los
ciudadanos produce pesadillas. La situación conflictiva que se da en nuestros
días es el resultado de no tener en cuenta a la Autoridad suprema a la hora de
legislar y gobernar, cosa que desacredita a la Democracia de la que estamos tan
orgullosos.
La Historia se repite en escenarios y actores distintos. Se considera
normal que se presenten épocas de prosperidad seguidas de otras de penuria. Lo
que no se dice porque no se sabe o no se quiere saber es que la Biblia da
respuesta al por qué de la monotonía de estos ciclos. Ya sé que para muchos
hablar de Dios es un retroceder a una etapa ya superada de la supuesta evolución del hombre. ¿Qué solución se aporta
a la degradación democrática si se elimina
Dios del escenario social?
Si partimos de la base de que el hombre es creación de Dios y que Adán y
Eva no fueron el resultado de un millonario proceso evolutivo encontramos
respuesta a la monotonía de ciclos prosperidad
decadencia. Adán y Eva según la Biblia fueron puestos en un jardín para
gozar de la vida, como decimos nosotros, con una condición que es la primera
norma que registra la Historia: “Puedes comer de todo árbol del jardín, pero
del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comas, porque el día que
comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16,17). Las consecuencias de la
desobediencia de la ley de Dios fue ser expulsados del jardín, la aparición de
desavenencias conyugales, fratricidio. Así ha ocurrido a lo largo de la
Historia. En el tiempo de Noé la Biblia describe la condición en que se
encontraba el hombre: “Y la tierra se había corrompido delante de Dios, y la
tierra estaba llena de violencia. Y Dios miró la tierra, y he aquí, estaba
corrompida, porque toda carne había pervertido su camino sobre la tierra”
(Génesis 6:11,12). Viene el Diluvio y a volver a empezar. En el momento en que
el hombre prescinde de la normativa divina las cosas no le van bien. La Biblia
enseña que los asuntos de los pueblos funcionan bien cuando de respeta la
normativa divina. En el momento en que se arrincona Dios y se prescinde de su ley los pueblos se
degeneran ética y moralmente.
Una de las épocas mas oscura de la historia de Israel se la conoce como la
de los Jueces, por el nombre del libro que la describe. El caos de la época el
texto que cito la describe con pocas palabras: “En aquellos días no había rey
en Israel, cada uno hacía lo que le parecía recto en sus propios ojos” (21:25).
Sin la ley de Dios no existe autoridad humana que sea justa. La degradación es
una constante. Sin las dos autoridades: la de Dios y la delegada no existe ley
justa porque se encuentra en una situación de persistente contaminación. Hacer
cada uno lo que le parezca recto en los propios ojos conduce al caos. ¿No nos
hundimos en la oscuridad característica de una de las etapas mas negras de la
historia de Israel, la de los Jueces?
Octavi Pereña i Cortina
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