CORRUPCIÓN IMPARABLE <b>palabra<b>
La corrupción política es un mal que atenta
contra el bienestar de la sociedad
Muchos
creen que en la puerta del cielo cuelga
un cartel que dice: “Cerrado por vacaciones”. Para muchas personas la condición
humana se ha convertido en inhumana. Si Dios está de vacaciones o muerto para
muchos, el hombre creado a imagen y semejanza de Dios, se ha convertido en
imagen y semejanza de Satanás que es homicida desde el principio y padre de la
mentira (Juan 8: 44).
Thomas
More que fue un jurista inglés brillante, consejero del rey Enrique VIII de
Inglaterra. Es un ejemplo de político que no se deja llevar por la corrupción.
Prefirió morir decapitado antes que abandonar sus principios cristianos. Antes
de que el verdugo le cortase el cuello dijo unas palabras que han quedado
registradas para la posteridad: “Soy el
fiel servidor del rey, pero primero lo soy de Dios”. Thomas More prefirió morir
que perder su humanidad. En un momento como el nuestro que en política se hace
mucho ruido pero se dan pocas nueces, sería muy conveniente conocer la causa de
la humanidad de Thomas More. La inhumanidad de los políticos de nuestros días
hace que la política se parezca a una nave que se hunde debido a las vías de
agua en el casco.
Para
regenerar la política es imprescindible ir al cimiento. ¿Quién es el ser
humano? Si no se va a la raíz del problema que consiste en reconocer que las
personas, todas sin excepción, son seres caídos en pecado. Si tal
reconocimiento no se efectúa, el problema de la corrupción política que tanto
nos preocupa no tiene solución. La política que puede ser un medio para que las
personas que se dedican a ella trabajen para el bienestar de la sociedad, dada
su condición de pecadores los políticos tienen vivo el virus de la corrupción.
Las leyes que se puedan legislar para luchar contra ella no sirven de nada.
Pueden cortar alguna rama, pero la raíz permanece bien viva. La conciencia de
los políticos si no ha sido regenerada por la fe en Jesús es totalmente
imposible que los guie por el camino de la justicia. Del árbol malo no puede
esperarse que dé frutos de calidad.
Dado
que el ser humano está muerto en sus delitos y pecados, el apóstol Pablo
intenta abrirnos los ojos cuando escribe: “Y en los cuales anduvimos en otro
tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al Príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne
y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de la ira, lo mismo
que los demás” (Efesios 2: 1-3).
Si los
políticos no dejan de ser hijos de la ira y se convierten en hijos de Dios por
la fe en Jesús, es totalmente imposible que puedan andar por el camino de la
justicia. Del árbol malo no se puede esperar que dé fruto bueno. Así que, si el
ser humano persiste en dejarse guiar por Satanás que es el padre de la mentira
y homicida desde el principio (Juan 8: 44), la corrupción política no
tiene solución.
La
sociedad no necesita políticos perfectos, impolutos. No se encontrarán.
Diógenes, con el candil de aceite encendido en plena luz del sol, no encontró
al hombre perfecto que buscaba, porque no existe. La sociedad no necesita
políticos, hombres y mujeres perfectos, porque no se encontrarán. Con urgencia
necesita hombres y mujeres que por la fe
en Jesucristo aborrecen su pasado carnal y andan en novedad de vida. No son
perfectos pero andan por el camino de la santidad. No son perfectos pero andan por el camino de
la justicia. Cometen errores, sí, pero no se embolsan ni un euro ilegalmente.
Antes de creer en Jesús fueron ladrones, mentirosos, corruptos… Ahora son hijos de Dios que andan en santidad.
Si no
es por la intervención divina que cambia la naturaleza espiritual de los
políticos y de aquellos que quieren dedicarse a la política, la corrupción que
tanto abunda en este sector no desaparecerá a pesar de las medidas anti
corrupción que puedan tomarse. Los impíos que se creen ser muy listos piensan
que a ellos no los atraparán. Pero Dios que supervisa todo lo que sucede en la
tierra los hace caer en su propia trampa.
Octavi Pereña Cortina
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