diumenge, 29 de desembre del 2024

 

MATEO 7: 7, 8

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque  todo aquel que pide, recibe; y el que  busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”

Jesús cita una parábola para ilustrar la bondad de prestar ayuda a quien se la pide. Jesús explica: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente?” Basándonos  en el bien que hacen los voluntarios que hacen tareas de ayuda a los necesitados, a estos individuos se les considera buenas personas. En las relaciones sociales se efectúan muchas obras buenas. Ceder a un anciano o a una persona minusválida el asiento en el autobús. Recoger alguna cosa que se le caído a alguien. En el día a día se hacen muchas pequeñas acciones bondadosas. Decimos  que quienes hacen estas buenas obras son buenas personas. Aparentemente, sí. Si se nos presenta la oportunidad de observar detenidamente a estas “buenas personas” descubriremos que de buenas poco tienen. Ello se debe a que por ser descendencia de Adán han heredado de él su naturaleza pecadora que les incita a hacer el mal. La gracia de Dios  que se manifiesta por medio de su Hijo Jesucristo es un freno que impide que la maldad que se esconde en lo profundo del corazón se manifieste en toda su virulencia.

Jesús finaliza la parábola diciendo: “Pero si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que se las piden? (v. 11).

Momentáneamente olvidemos del prójimo  y ciñámonos a nosotros mismos. Cuando nos miramos en el espejo, ¿cómo  nos vemos? Si somos narcisos veremos la paja en el ojo del vecino pero no la biga en el propio. Si reflexionamos en lo que el espejo nos muestra nos daremos cuenta de que somos personas muy necesitadas. Apliquémonos las palabras de Jesús: “Si vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que se las pidan”. ¿Cuánto tiempo hace que el lector no ha acudido a Jesús que es el brazo ejecutor de la misericordia divina para humildemente hacer caso de su oferta: “Pedid, y se os dará, buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque  a todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.

El lector, como las demás personas que son malas sabe dar buenas obras en momentos puntuales, pídale al Señor que le dé fuerzas para hacer aquellas buenas obras que glorifican su Nombre y que son realmente gratificantes.

 

   


 

1 REYES 11: 1

“”Vive el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años sino por mi palabra”  

El reino de Israel atravesaba una grave crisis económica debido a una larga sequía que el profeta Elías había anunciado al rey: “Vive el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años sino por mi palabra”  (1 Reyes 17: 1). Recientemente hemos estado atravesando una dura sequía que ha afectado duramente al campesinado. ¿Quién es el culpable de las graves sequías  que castigan duramente a la economía? El texto que sirve de base a este comentario dice que es Dios y el profeta es el encargado de comunicar al monarca su decisión.

¿Qué es lo que motivó a Dios castigar a Israel con una sequía tan dura? La respuesta nos llega cuando Dios determinó que la sequía estaba a punto de finalizar la Palabra de Dios vino al profeta Elías diciendo: “Ve, preséntate a Acab y yo haré llover sobre la tierra” (1 Reyes 11: 1). “Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Elías le responde: “Yo no he turbado  a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los baales” (vv. 17, 18). Durante la sequía algunas parroquias han organizado procesiones presididas por santos y vírgenes, que son los baales de nuestros días.. Pero no se han arrepentido de sus peados.

El texto que sirve de base a esta meditación nos dice que la sequía nada tiene  que  ver con alguna causa atmosférica. Acab acusó al profeta Elías de ser el causante de la sequía. El profeta responde que es el monarca de la catástrofe por haber abandonado el Dios de Israel y seguir a los falsos dioses. En esta época de tanto  desconcierto culpabilizamos a los políticos por la mala administración de los asuntos públicos. Sí que son malos administradores, pero detrás de ellos se encuentra la ciudadanía en general que ha abandonado a Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo dándole la espalda. En el caso de que se encuentre alguna muestra de religiosidad  se vuelca hacia los ídolos de santos y vírgenes que tienen ojos que no ven; oídos que no oyen; pies que no andan y que tienen que ser levados a cuestas. La respuesta que el profeta Elías le da al rey Acab es la que tenemos que hacernos nuestra: “Yo no he turbado  a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los baales”. Todos los males que acaecen a nuestro país no son culpa de unos pocos sino responsabilidad de todos por haber abandonado a Dios.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada