MATEO 7: 7, 8
“Pedid,
y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá”
Jesús cita una parábola para ilustrar la
bondad de prestar ayuda a quien se la pide. Jesús explica: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan le dará una
piedra? ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente?” Basándonos en el bien que hacen los voluntarios que
hacen tareas de ayuda a los necesitados, a estos individuos se les considera
buenas personas. En las relaciones sociales se efectúan muchas obras buenas.
Ceder a un anciano o a una persona minusválida el asiento en el autobús.
Recoger alguna cosa que se le caído a alguien. En el día a día se hacen muchas
pequeñas acciones bondadosas. Decimos
que quienes hacen estas buenas obras son buenas personas. Aparentemente,
sí. Si se nos presenta la oportunidad de observar detenidamente a estas “buenas
personas” descubriremos que de buenas poco tienen. Ello se debe a que por ser
descendencia de Adán han heredado de él su naturaleza pecadora que les incita a
hacer el mal. La gracia de Dios que se
manifiesta por medio de su Hijo Jesucristo es un freno que impide que la maldad
que se esconde en lo profundo del corazón se manifieste en toda su virulencia.
Jesús finaliza la parábola diciendo: “Pero si vosotros siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los
cielos dará buenas cosas a los que se las piden? (v. 11).
Momentáneamente olvidemos del
prójimo y ciñámonos a nosotros mismos.
Cuando nos miramos en el espejo, ¿cómo
nos vemos? Si somos narcisos veremos la paja en el ojo del vecino pero
no la biga en el propio. Si reflexionamos en lo que el espejo nos muestra nos
daremos cuenta de que somos personas muy necesitadas. Apliquémonos las palabras
de Jesús: “Si vosotros siendo malos sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los
cielos dará buenas cosas a los que se las pidan”. ¿Cuánto tiempo hace que
el lector no ha acudido a Jesús que es el brazo ejecutor de la misericordia
divina para humildemente hacer caso de su oferta: “Pedid, y se os dará, buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque a todo aquel que pide, recibe; y el que
busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
El lector, como las demás personas que
son malas sabe dar buenas obras en momentos puntuales, pídale al Señor que le
dé fuerzas para hacer aquellas buenas obras que glorifican su Nombre y que son
realmente gratificantes.
1 REYES 11: 1
“”Vive
el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío
en estos años sino por mi palabra”
El reino de Israel atravesaba una grave
crisis económica debido a una larga sequía que el profeta Elías había anunciado
al rey: “Vive el Señor Dios de Israel en
cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años sino por mi
palabra” (1 Reyes 17: 1).
Recientemente hemos estado atravesando una dura sequía que ha afectado
duramente al campesinado. ¿Quién es el culpable de las graves sequías que castigan duramente a la economía? El
texto que sirve de base a este comentario dice que es Dios y el profeta es el
encargado de comunicar al monarca su decisión.
¿Qué es lo que motivó a Dios castigar a
Israel con una sequía tan dura? La respuesta nos llega cuando Dios determinó
que la sequía estaba a punto de finalizar la Palabra de Dios vino al profeta Elías
diciendo: “Ve, preséntate a Acab y yo
haré llover sobre la tierra” (1 Reyes 11: 1). “Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Elías
le responde: “Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre,
dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los baales” (vv. 17, 18).
Durante la sequía algunas parroquias han organizado procesiones presididas por
santos y vírgenes, que son los baales de nuestros días.. Pero no se han
arrepentido de sus peados.
El texto que sirve de base a esta
meditación nos dice que la sequía nada tiene
que ver con alguna causa
atmosférica. Acab acusó al profeta Elías de ser el causante de la sequía. El
profeta responde que es el monarca de la catástrofe por haber abandonado el
Dios de Israel y seguir a los falsos dioses. En esta época de tanto desconcierto culpabilizamos a los políticos
por la mala administración de los asuntos públicos. Sí que son malos
administradores, pero detrás de ellos se encuentra la ciudadanía en general que
ha abandonado a Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo dándole la espalda.
En el caso de que se encuentre alguna muestra de religiosidad se vuelca hacia los ídolos de santos y
vírgenes que tienen ojos que no ven; oídos que no oyen; pies que no andan y que
tienen que ser levados a cuestas. La respuesta que el profeta Elías le da al
rey Acab es la que tenemos que hacernos nuestra: “Yo no he turbado a Israel, sino
tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos del Señor y siguiendo a los
baales”. Todos los males que acaecen a nuestro país no son culpa de unos
pocos sino responsabilidad de todos por haber abandonado a Dios.
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