diumenge, 8 de desembre del 2024

 

GÉNESIS 3: 19

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado, pues polvo eres, y al polvo volverás”

El concepto mayoritario que se tiene del hombre es que es fruto de una célula que apareció espontáneamente, que evolucionó, se  convirtió en un  homínido y de ahí en “homo sapiens”. El homínido aunque se suponga que evolucionó hasta convertirse en un animal racional no deja de ser “semejante a las bestias que perecen”.

El hombre tiene en común con  los animales irracionales  que tiene cuerpo, pero no desciende de los homínidos porque Dios lo creó independientemente de los animales. Dios después de haber creado a los “animales de la tierra según su género” (Génesis 1: 25), “entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, y conforme a nuestra semejanza  (v. 26). A continuación específica “y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó” (v. 27). “Puso Dios al hombre en el huerto de Edén…y mandó el Señor Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2: 15, 16). Este texto enseña que Dios creó al hombre inmortal y que la muerte hizo acto de presencia cuando Adán desobedeció  la prohibición de su Creador. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (3: 6). El resultado de la degustación: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron taparrabos” (v. 7). La muerte espiritual hizo acto de presencia. La vergüenza que sintieron al verse desnudos, es muestra de ello. Los años que vivió Adán quedan registrados: “novecientos treinta años, y murió” (5: 4). Dios no creó mortal al hombre. Fue la consecuencia de la desobediencia.

Dios no se inhibe del hombre. Le ofrece la oportunidad de recuperar la inmortalidad y la vida eterna al anunciarles la venida del Mesías que se haría cargo de su pecado (Génesis 3: 13-15)

El 1 y 2 de noviembre la Iglesia Católica celebra las fiestas de Todos los Santos y la de los Fieles difuntos, en memoria de los familiares fallecidos. Se engalanan los cementerios como si los finados pudiesen ver lo que sus parientes hacen por ellos. Los vivos se preocupan por los fallecidos sin prestar atención a sus propias necesidades. Un día más o menos lejano tendrán que comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus hechos. ¿Qué espera el lector oír de los labios de Jesús: absolución o condenación. Vida eterna o muerte eterna. Es una decisión que tiene que tomar hoy porque mañana tal vez no tenga la oportunidad de pedir perdón a Jesús, el Mesías anunciado para perdón de los pecados.


 

1 SAMUEL 25: 21

“Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de lo que es suyo, y él me ha vuelto mal por bien”

David, el rey escogido por el Señor pero todavía sin reinar, es perseguido por su suegro el rey Saúl, como un galgo a su presa. Durante el tiempo de caería  David  busca escondrijos donde guarecerse. Encontrándose en Maón acompañó a los pastores de Nabal. Oyó David que Nabal trasquilaba las ovejas  y envió a diez de sus hombres a pedirle ayuda con la recomendación de que todo el tiempo que estuvo con sus pastores “no los tratamos mal, ni les faltó nada todo el tiempo que han estado en Carmel” (v.7). Nabal despide de malas maneras a los mensajeros de David. En su despecho, al ver que se le pagaba el bien con el mal, jura “que de aquí a mañana, de que todo lo que fuese suyo no he de deja con vida ni un varón” (v. 22).

Abigail esposa de Nabal “mujer de buen entendimiento” (v. 3), al saber las malas maneras con las que su esposo había despedido a los mensajeros de David, recogió abundante comida y al frene de la comitiva salió al encuentro de David. Al encontrarse cara a cara la mujer le dijo: “No haga caso mi señor de este hombre perverso, de Nabal, porque conforme a su nombre así es. Él se llama Nabal, y la insensatez está en él, mas yo,  tu sierva, no vi a los hombres que tú enviaste” (v. 25).

Haciendo honor a su entendimiento, las suaves palabas que Abigail dijo a David ablandaron la ira de su corazón (Proverbios 15: 1), “Y dijo David a Abigail: Bendito sea el Dios de Israel, que te envió para que me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive el Señor Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si tú no te hubieses dado prisa a venir a mi encuentro, de aquí a mañana no habría quedado con vida a Nabal ni un varón” (vv. 32-34).

   Un conjunto de factores intervinieron para que una historia que parecía que tenía que acabar en un baño de sangre  tuviese un final feliz. Por un lado las suaves palabras de Abigail que fueron dulces como la miel que suavizaron la ira que provocó en David la desafortunada reacción de Nabal a la petición de ayuda que le hicieron los mensajeros que envió David. Por el otro, David era un verdadero hijo de Dios que reconoció que Abigail fue una enviada de Dios para impedir que cometiese asesinatos que empañarían su honor cuando muerto Saúl fuese coronado como el rey ungido del Señor. Y, como director de orquestra, Dios guió todos los pasos que se dieron en el evento.

 

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