dissabte, 27 d’abril del 2024

 

PROVERBIOS 24: 3, 4

“Con sabiduría se edifica la casa, y con prudencia se afirmará, y con ciencia se llenarán las habitaciones de todo bien preciado y agradable”

¿De qué sabiduría habla Salomón que sirve para edificar una casa, no de cemento y tochos, sino la spiritual que es el alma? No de la sabiduría humana que produce celos amargos y contiendas  y de la que tanto nos jactamos. No de una sabiduría que está cimentada en la mentira. La sabiduría a la que se refiere Salomón “es la que desciende de lo alto” (Santiago 3. 15).

La sabiduría a la que se refiere el rey sabio es la misma que describe el apóstol Pablo cuando escribiendo a los cristianos de Colosas, escribe: “Porque quiero que sepáis cuán grande lucha sostengo por vosotros y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro, para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras perniciosas” (Colosenses 2: 1-3).

La sabiduría divina   cuya culminación está en Cristo se encuentra enfrontada con la diabólica. El apóstol Pablo que está interesado por nuestro bienestar espiritual nos alerta: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”               (2 Corintios 11: 3).

Desde el momento en que fue creado el hombre ha sido el blanco de los ataques satánicos que  ha empleado la mentira para apartarlo de Dios. Lo consiguió con Eva y lo sigue haciendo en nuestros días. Este ser espiritual diabólico se le ridiculiza con las comparsas de diablos que amenizan los pasacalles de las fiestas de los pueblos. El verdadero diablo se frota las manos de satisfacción al contemplar nuestra necedad. El Satanás auténtico es el verdadero enemigo de nuestras almas.

El apóstol Pablo no previene de él cuando escribe: “vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanza del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 11, 12).

Mantenemos una lucha sin cuartel contra poderes espirituales que por ser invisibles no dejan de ser reales. No podemos bajar la guardia porque si lo hacemos nos asestará un duro golpe que será muy doloroso. La oración es el arma  que Dios nos proporciona para poder resistir los ataques del Maligno: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4: 2).


 

GÉNESIS 45. 5

“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”

Son las palabras que José dijo  a sus hermanos al darse a conocer a ellos. Hacía unos veinte años que lo habían vendido a unos mercaderes. La voluntad de Dios se manifestó por etapas. El proceso se inicia cuando Dios le dice a Abram que abandone su tierra y su parentela para dirigirse a una tierra que le mostrará (Génesis 12: 1, 3). Para que la promesa pueda cumplirse es necesario que Abram tenga un hijo de su esposa Sarai. De momento el hijo no ha nacido pero Dios le garantiza a Abram: “Toda la tierra que ve la daré a ti y a tu descendencia para siempre”  (13: 15). “Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allá, y será oprimida cuatrocientos años” (15: 13). A la edad de cien años le nace a Abraham Isaac, el hijo de la promesa. Isaac se casa con Rebeca. Fruto de esta unión nace Jacob. Jacob se casa con Raquel. De este matrimonio Dios le concede entre oros hijos a José, que es el preferido. Esto tendrá sus consecuencias. José tiene dos sueños que revelan que tanto sus padres como sus hermanos se postrarán delante de él (Génesis 37: 5-10).

En parte debido a los sueños, que los cuenta, sus hermanos lo odian. Un día Jacob envía a José a ver cómo están sus hermanos que pastorean el ganado. Al verle llegar sus hermanos planean matarlo. Al ver  que se acercan unos mercaderes madianitas venden a José como esclavo. Para ocultar su delito manchan la ropa de su hermano con la sangre de una oveja como prueba de la muerte del hijo por una bestia salvaje.

En Egipto los mercaderes venden a José a Potifar, alto funcionario del faraón, cuya mujer lo denuncia falsamente de intento de violación. José es encarcelado. Pasado algún tiempo, el panadero y el copero del faraón son encarcelados. Una noche ambos funcionarios sueñan. José interpreta los sueños que se cumplen. El copero es liberado  pero no se acuerda más de José hasta que pasados dos años el faraón tiene dos sueños que nadie sabe interpretarlos. Es entonces cuando el copero se acuerda de José y explica su experiencia al faraón. Con urgencia José es conducido ante la presencia del faraón que le narra los sueños. El significado es que vendrán siete años de gran abundancia seguidos de otros siete de gran hambruna. El faraón le dice a José: “Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo” (Génesis 41: 40).

Jacob envía a sus hijos a Egipto a comprar alimentos  y José se da a conocer a sus hermanos. José fallece y un nuevo faraón gobierna en Egipto. Los hebreos son sometidos a una dura servidumbre que durará los 400 años que Dios anunció a Abraham. Moisés los saca de la esclavitud. La voluntad de Dios se cumple inexorablemente. Ante las situaciones adversas no nos airemos contra Dios. Como desconocemos su propósito, humildemente digámosle: Hágase, Señor, conforme tu voluntad.

 

 

LLAMADA A SOMATÉN

La gente se ha acostumbrado en demasía en el uso de la fuerza que hace que la violencia se haya  convertido en la manera normal de resolver los pleitos

Llamada a somatén. Resonar de tambores. Algunos países europeos vuelven a implantar el servicio militar obligatorio. Des de que Adán pecó el corazón de los hombres ha sido inoculado con el virus del odio. Caín y Abel los dos primeros hijos de Adán y Eva ya fueron protagonistas de una guerra fratricida. Caín mató a Abel por divergencias religiosas. A medida que la población se multiplica aparecen “los poderosos, los hombres de fama de la antigüedad” (Génesis 6: 4). Ya desde los albores de la humanidad cuando Dios contempla desde el cielo lo que ocurre en la Tierra “ve que la maldad del hombre es muy grande en la Tierra, y que todo el propósito de los pensamientos de su corazón solo es el mal todo el día” (v. 5). Se forman pequeña tribus que al juntarse se convierten en reinos en los que “los poderosos hombres de fama” se hacen con el poder. Las guerras, inicialmente eran entre familiares. Más tarde entre tribus. Finalmente entre reinos. y así a continuando siendo a lo largo de toda la Historia de la humanidad.

Si no estoy equivocado Egipto ha sido el primer gran reino que aparece. En Egipto, debido a una grande hambruna que se produjo unos pocos hebreos se quedaron a vivir en él. Un cambio en la dinastía faraónica y, los hebreos que se habían convertido en un pueblo muy numeroso, por motivos políticos fue reducido a la esclavitud. Después de las Diez Plagas el Faraón permite salir a los hebreos del reino. No tarda en arrepentirse de ello. Reúne a su ejército y sale en persecución de los esclavos. Los fugitivos se encuentran con que el Mar Rojo les cierra el paso. Tienen miedo. Dios les dice estad tranquilos. Dirigiéndose a Moisés le dice que extienda el bastón que lleva en su mano que el mar se partirá en dos. Prosiguen la marcha por el camino que se les había abierto. Los egipcios se adentran por el  camino abierto entre dos muros de agua. Los muros se desplomaron y todo el ejército egipcio pereció ahogado. Los hebreos al poner los pies en tierra firme entonan una alabanza a su Dios y Salvador. Entre otras cosas el panegírico dice: “El Señor reina para siempre y eternamente” (Éxodo 15: 18).

Hoy Europa se encuentra en una situación muy delicada debido al conflicto ucranio. Europa se ha convertido en una olla a presión que puede estallar en cualquier momento. La guerra convencional puede convertirse en una de nuclear. Si el gobernante se deja llevar por el odio y aprieta el botón rojo…Pat Cox, que fue Presidente del Parlamento Europeo, en una entrevista dijo: “se ha terminado el dividendo de la paz: Tenemos que invertir en armas”. Parodiando el dicho hippy “haz el amor y no la guerra”, diría: Busca el amor de Dios y el resultado será el amor que busca el bien del otro. Como es una utopía conseguir que toda la población se deje guiar por el amor de Dios tenemos que concienciarnos que una guerra de alcance incalculable puede estallar en cualquier momento.

Nabucodonosor rey de Babilonia tuvo un sueño que ninguno de sus adivinos supo interpretar. Lo que vio en el sueño fue una imagen muy grande y de aspecto terrible: “La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas de hierro; sus pies en parte de hierro y en parte de barro cocido” (Daniel 2: 32, 33). El monarca la estuvo contemplando “hasta que una piedra  fue cortada, no con mano, y golpeó  la imagen en sus pies de hierro y barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron atomizados también el hierro, el barro cocido, el  bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ello quedase rastro alguno. Mas la piedra que golpeó a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la Tierra” (vv. 34, 35).

Empezando por la cabeza que representa a Nabucodonosor, las diferentes partes del cuerpo significan imperios que nacen y mueren sucesivamente. La piedra que hizo polvo a la estatua y que se convirtió en una montaña que llenó toda la Tierra significa el fin del tiempo cuando “en los días de estos reinos  el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo, desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (v. 44).

Desde el principio de la Historia hasta hemos sido golpeados por las guerras y los rumores de guerras y seguirá  siendo así hasta el final del tiempo porque las naciones “nunca han conocido el camino de la paz” (Romanos 3: 17). “¡Oh” (Europa), aquí se puede poner el nombre de cualquier nación), “si hubieses atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las olas del mar” (Isaías 48: 18).

En tanto no llegue el fin del tiempo con la implantación del reino eterno de Dios ya anunciado en el sueño de Nabucodonosor, la mayoría de las personas seguirán dando la espalda a Dios pensando en vanidades. Casándose y dándose en casamiento, comiendo y bebiendo, hasta que se presente el inesperado final. Las consecuencias de la incredulidad son el consumo exagerado de fármacos que no llevan la paz a la conciencia porque se la busca por caminos equivocados.

Octavi Pereña Cortina

dissabte, 20 d’abril del 2024

 

CRISIS EDUCATIVA

“Corrige a tu hijo y te dará descanso, y hará las delicias de tu vida” (Proverbios 29: 17)

Nos encontramos inmersos en una profunda crisis educativa. Quizás la punta del iceberg   fue la recién declaración de fracaso del sistema público de educación. Éste se lleva todo el peso del fracaso escolar. Es la solución más fácil. El corazón del fracaso escolar no es el sistema público de educación. Lo es el hogar. La responsabilidad de la educación pública es enseñar a leer y a escribir y otras enseñanzas básicas que se van incrementando a medida que los niños pasan a un grado superior. Es en el hogar dónde los niños tienen que aprender a ser cívicos y educados. A ser respetuosos con las diferencias individuales. Es en el hogar dónde se tiene que ir a buscar el fracaso educativo denunciado.

¿Por qué son tantos los padres que no se comportan como educadores ejemplares? El problema no se encuentra en que no disponen de un documento acreditativo que confirme haber realizado un taller de educación parental. Estos talleres, si existen, pueden ayudar un poco, pero no son fiables porque no convierten a los asistentes en padres responsables porque no transmiten el espíritu de la paternidad genuina.

¿Qué ocurre con los padres que no saben cómo educar a sus hijos? Tienen que hacer un retroceso en la Historia y acercarse a Edén porque es allí donde se encuentra el secreto de la paternidad responsable. Antes de la Caída Adán y Eva eran árboles buenos y, como dice Jesús “no hay ningún árbol bueno que haga fruto malo”. Con la desobediencia de Adán, tanto éste como Eva se convirtieron en árboles malos. Jesús afirma: “Ningún árbol malo hace fruto bueno”. El Señor continua: “Porque cada árbol se conoce por su fruto, pues no se recolectan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6: 43-45).

Por nacimiento natural todos nacemos siendo árbol malos. Lo lógico es que demos frutos malos. Los frutos que demos pueden parecer buenos. Cuando los abrimos encontramos podredumbre en su interior. A pesar de ello no queremos reconocer nuestra condición de ser árboles malos y nos esforzamos en parezcan que son buenos. Solución: el árbol malo tiene que convertirse en bueno. ¿Es posible esta mudanza? Sí. Es posible. El nuevo nacimiento nada tiene que ver con un cambio de ideología. El ateo puede abandonar su ateísmo convirtiéndose al catolicismo o al protestantismo. Es algo parecido al perro que se le cambia el lazo. Sigue siendo el mismo perro. Su condición espiritual sigue siendo la misma: persona muerta en sus delitos y pecados. Se ha producido un cambio de imagen, pero sigue siendo un cadáver espiritual.

El nuevo nacimiento al que se refiere Jesús cuando habla con Nicodemo, eminente sabio judío, no lo entiende.  “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 3: 4). Jesús le muestra lo equivocado que está: “No te maravilles de que te dije: es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de dónde quiere, y oyes su sonido, mas no sabes de dónde viene y a dónde va, así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (vv. 7, 8). Nicodemo sigue sin entender: “¿Cómo puede hacerse esto?” (v. 9). Para abrirle el entendimiento Jesús lo transporta al Antiguo Testamento y lo coloca en el desierto cuando su pueblo peregrinaba hacia la Tierra Prometida. Lo sitúa en una de las muchas protestas contra Dios y su siervo Moisés. “Y el pueblo habló contra Dios y contra su siervo Moisés: ¿Por qué nos has hecho salir de Egipto para que muramos en este deserto? Pues no hay ni pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” (se refiere al maná que cada amanecer caía del cielo) (Números 21: 5).  La respuesta de Dios a esta injustificada queja: “Y el Señor envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo, y murió mucho pueblo de Israel” (v. 6). Siempre que los hebreos se encontraban perdidos  se arrepentían de cara a la galería. Dios los perdonaba y los bendecía: “Y el Señor dijo a Moisés: Hazte una serpiente de bronce y ponla al extremo de un palo, y cualquiera que fuese mordido y mire a ella, vivirá” (v. 8).

El dirigente de Israel que visitó a Jesús de noche bien seguro que conocía este punto de la historia de su pueblo, pero desconocía la trascendencia espiritual que tenía la serpiente de bronce. Jesús con su incansable paciencia le dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en Él  crea, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3: 14, 15).

El primer paso que tiene que darse para nacer de nuevo, que es lo mismo que nacer del Espíritu, es creer en Jesús, el Hijo de Dios encarnado que vino al mundo para morir en la cruz para salvar al pueblo de Dios de sus pecados (v. 17). Es necesario mencionar esta doctrina de la que se habla muy poco por no decir nada: Jesús por el Espíritu Santo hace morada en el creyente: “¿No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 corintios 3: 1). Los padres que por la fe en Jesús se convierten en templos del Espíritu Santo, lo cual los transforma en árboles buenos que  cambian el hogar en un recibidos del cielo en donde se respira el ambiente adecuado para instruir á los hijos en el camino de la justicia y se muden en ciudadanos que en vez de ser problema sean solución de los problemas sociales.

Octavi Pereña Cortina

 

 

JEREMÍAS 11: 11

“Por tanto, así ha dicho el Señor: He aquí yo traigo sobre ellos el mal del que no podrán salir, y clamarán a mí, y no los oiré”

El pecado de Judá tiene sus consecuencias. No existe causa que no tenga sus efectos. El pecado de Judá había ido tan lejos que los mismos sacerdotes que tenían que velar por la pureza del culto habían convertido la santidad del templo, que era símbolo de la presencia de la presencia de Dios tres veces santo, en lugar de prácticas idolátricas que eran abominación a los ojos de Dios. Tan grave fue el pecado de Judá que Dios por boca del profeta Jeremías tiene que decirle que: “traerá sobre ellos el mal del que no podrán salir, y clamarán a mí, y yo no los oiré”.

El silencio de Dios es tan terrible que el ser humano se busca artilugios para compensarlo con sonidos humanos. Antes de la era digital, en los hogares se mantenían encendidos o la radio o el televisor. El sonido que hacían estos aparatos acompañaban a las mujeres en sus tareas domésticas a lo largo del día.  Con la llegada de la era digital y con la considerable reducción del tamaño de  los artefactos de transmisión de sonido y el abaratamiento de precio, es muy frecuente ver por la calle a personas con los auriculares enganchados en las orejas o tecleando el móvil. El silencio es algo muy duro de soportar.

El silencio de Dios que tiene que ver con el alma es mucho más insoportable que el silencio auditivo. El ser humano que ha sido creado a imagen de Dios siente hambre y sed de Él. Cuando Dios enmudece hace que el hombre pecador busque alternativas para que su espíritu reciba mensajes espirituales. Cuando Satanás con su astucia engañosa consiguió que Adán comise el fruto del árbol prohibido, utilizando las misma astucia que tanto éxito le produjo sigue engañando a sus hijos haciéndoles creer que el silencio de Dios se debe a que los ha abandonado y en compensación les ofrece alternativas que satisfacen a sus egos. Diseña el culto a los muertos que los hace visibles con las imágenes que fabrican expertos artesanos y orfebres. Con ello se implanta la idolatría que se convierte en un gran negocio para los artesanos tallistas y orfebres: “E irán a las ciudades de Judá y a los moradores de Jerusalén y clamarán a los dioses a los que queman ellos incienso, los cuales no los podrán salvar en el tiempo de su mal” (v. 12).

Los tiempos cambian. La imaginación de Satanás es ilimitada. Los ídolos de madera y de oro que son estáticos los sustituye por los astros y estrellas de pop y músicas similares a los que veneran con ferviente entusiasmo. A diferencia de los antiguos que eren inertes y se les tenía que transportar, los actuales son vivos y enardecen a sus seguidores. Como los antiguos que no podían salvar, los actuales tampoco ayudan a sus adoradores”en el tiempo de su mal”


 

ISAÍAS 66: 2

“Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”

Con claridad el texto nos dice que Dios no se fija en los altaneros que se creen superhombres. Jesús no veía con buenos ojos a los fariseos que se creían justos y que por narices Dios tenía que bendecirlos. Los pies de estos hombres que no tocaban el suelo, se derrumbaban ante el soplo de la más suave brisa. El hecho  de que Jesús no les prestase atención significaba que no los tenía en cuenta. Los pomposos, los orgullosos abundan entre nosotros. Al no conseguir el favor de Dios se convierten en sus enemigos con lo que manifiestan que son hijos de Satanás. He aquí la causa por la que el mundo vaya de mal a peor.

¿A quién mira Dios?  ¿Quién es el que a Dios complace? “El que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra”. Esta persona ha abierto su corazón a Dios y ha permitido que el Espíritu Santo haya hecho morada en él. Día a día el fruto del Espíritu se manifiesta en él. Quienes no gozan del favor de Dios no significa que no sean religiosos. Los mafiosos manifiestan ser muy religiosos. He aquí el concepto que Dios tiene de la religión de los impíos: “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre, el que sacrifica oveja, como se degollase un perro, el que hace ofrenda como si fuese sangre de cerdo, el que quema incienso como si bendijese a  un ídolo. Y porque escogieron sus propios caminos su alma amó sus abominaciones”  (v. 3).

Desde el principio de la Historia la Biblia hace resaltar la diferencia existente entre la religión verdadera y la falsa. Cuando Caín se acercó para adorar al Señor “Trajo del fruto de la tierra una ofrenda” (Génesis 4: 3), que significaba sudor y trabajo. Es como si le hubiese dicho a Dios: Te ofrezco de lo que he ganado con mi esfuerzo. Es la primera manifestación de la salvación por las obras de justicia propia. Abel, en cambio cuando se presentó ante Dios para adorarle lo hizo “Trayéndole de los primogénitos de las ovejas de lo más gordo de ellas” (v. 4). Abel tuvo presente la enseñanza que Dios impartió a sus padres cuando sacrificó unos animales para cubrir con sus pieles la desnudez de sus padres. Cuando Adán y Eva pecaron se vieron desnudos e intentaron cubrir su desnudez “cosiendo unos delantales con hojas de higuera” (Génesis 3: 7). Vemos el intento del hombre de salvarse por medio de una religión de su propia cosecha. No lo consiguieron. Tuvo que ser el mismo Dios quien tapase la desnudez de nuestros primeros  padres. Los vistió “con túnicas de pieles”  (3: 21). El versículo no dice con qué tipo de pieles los cubrió. La ofrenda de Abel lo desvela: fueron ovejas, símbolo “del Cordero de Dios que borra el pecado del mundo” (Juan 1: 29). Los humildes no   se hacen una religión a su medida. Humildemente se acercan a Jesús y le dicen:“Dios, se propicio a mí , pecador” (Lucas 18: 13).

 

dissabte, 13 d’abril del 2024

 

PÁRATE A PENSAR

El supuesto homo sapiens sapiens tiene dificultades para pensar

“No solemos ser conscientes de la presión bajo la cual vivimos hasta que nuestro cuerpo dice basta” (Kore Cantabrama, directora del Instituto del estrés)

En nuestro cuadro de mando parpadea la luz roja que avisa que algo no funciona bien en nosotros. Hoy con el ateísmo imperante cuando parpadea la luz roja nos damos prisa para acudir al sicólogo o al siquiatra para que nos haga un chequeo y nos recete la “pastilla de la felicidad” que haga desaparecer el dolor emocional que nos impide dormir bien. Hace años se  hacía cola para irse a confesar, lo cual no significa que lo apruebe porque el único que tiene poder de perdonar los pecados es Jesús. Lo que quiero decir es que en una época pasada, a pesar de los abusos de la Iglesia y de sus enseñanzas erróneas existía cierta conciencia de creer en Dios.

En nuestros días se tiene que pedir cita para que un profesional de la salud mental pueda atendernos. Si la necesidad del facultativo es urgente tomémoslo con calma porque los consultorios están colapsaos. La enfermedad mental no es una utopía. Es una cruel realidad que alguien la ha bautizado como antesala del infierno.

Un siquiatra le dice al pastor evangélico William Barclay: “Todo lo que un siquiatra puede hacer es desnudar a una persona hasta llegar a lo esencial del hombre y, si lo esencial es materia mala no hay nada que hacer, es aquí donde tú entras”. Fe y medicina no compiten entre sí. Se complementan. No se excluyen. Aparecen extremistas que aseguran que si alguien enferma es porque no tiene fe y, si la tiene es porque es muy raquítica. Lo cierto es que la enfermedad existe. Los centros de atención primaria y los hospitales lo confirman. Jesús refiriéndose a este tema dijo: “Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos” (Mateo 9: 12). Estas palabras Jesús la dijo en el contexto de “no he venido a buscar justos sino pecadores al arrepentimiento” (v. 13). “Ya que todos hemos pecado” (Romanos 3: 23), todos necesitamos a Jesús que perdona el pecado original que cometimos cuando estábamos en Adán y los que cometemos estando peregrinando por este tierra.

El libro de los salmos es el texto de siquiatría por excelencia. Escrito sin tecnicismos. Redactado en lenguaje claro y sencillo que pueden entender tanto los ilustrados como los iletrados. Pone el dedo en “lo esencial del hombre y si lo esencial es malo” ni los siquiatras ni los sicólogos tienen nada que hacer. Recomiendo al lector que los lea con pausa y reflexión. No se arrepentirá porque son medicina para el alma. Nos detendremos en el salmo 32 porque encaja en el tema de la salud mental. Su autor es el rey David, Como todos los verdaderos creyentes en Cristo en el momento de creer nació de nuevo como hijo adoptivo de Dios. El Padre lo declaró justo. Ser justo significa que sigue siendo pecador al que Dios lo ve como si nunca hubiese cometido ni un solo “pecadillo”. Estas personas justificadas, si no vigilan pueden llegar a cometer los pecados más horribles: asesinato y homicidio, como hizo David. Aunque el pecado haya sido perdonado y Dios no vea ni un solo tilde de él, tiene un coste. Dios envía a David el profeta Natán para que le diga el coste que tendrá por su pecado: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo, para que fuese tu mujer. Así ha dicho el Señor: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la luz del sol. Porque tú lo hiciste en secreto, mas yo lo haré delante de todo Israel y a pleno sol” (2 Samuel 12: 10-12). La respuesta de David a la dura reprensión del Señor por boca de Natán, fue: “He pecado contra el Señor”. La rápida respuesta del profeta fue: “También el Señor  ha perdonado tu pecado, no morirás” (v. 13). El relato del adulterio de David  y el asesinato del marido no ha quedado registrado en la Biblia casualmente. Ha quedado inscrito porque el Señor desea de enseñar, tanto a creyentes como incrédulos que todo pecado tiene sus consecuencias punitivas.

Existen dolencias que se denominan sicosomáticas. A pesar  que el pecado es de origen espiritual las consecuencias afectan al cuerpo. El salmo 32 que escribió David relata la existencia de las enfermedades sicosomáticas: “Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé envejecieron  mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré y no encubrir mi iniquidad. Dije confesaré mis transgresiones, y Tú perdonaste la maldad de mi pecado…Muchos dolores habrá para el impío, mas el que espera en el Señor le rodea la misericordia. Alegraos en el Señor y gozaos justos, Cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmo 32: 1-5, 10, 11)

Hoy no se dice nada de las enfermedades que tienen su origen en el pecado cometido. En esta época en que la ciencia médica ha avanzado tanto y se dispone de medicamentos que hacen “milagros”, hablar del pecado como causante de determinadas dolencias en regresar a los tiempos del oscurantismo. Aunque no se lo quiera reconocer ahí están causando mucho dolor. El Señor que es misericordioso y que no se goza viéndonos sufrir, nos dice: “Bendito el hombre que confía en el Señor y cuya confianza es en Él. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no teme cuando venga el calor, sino que su hoja estará verde, y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17: 7, 8).

Octavi Pereña Cortina

 

JEREMÍAS 23: 14

“y en los profetas de Jerusalén he visto torpeza, cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad, ¿no fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra?”

·”Así dijo el Señor: Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para  vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos” (Jeremías 6: 16).

Babilonia avanzaba amenazadora hacia el reino de Judá el cual, finalmente Nabucodonosor, su rey, acabaría conquistando y con  él  la destrucción de Jerusalén y el derribo  del templo que era el símbolo de la presencia de Dios entre su pueblo. La misericordia de Dios deseaba evitar esta catástrofe a condición de que se rindiesen a los babilonios. Dijeron: No nos rendiremos. Los falsos profetas que se oponían al mensaje de Jeremías decían que los babilonios se retirarían sin destruir la ciudad. Se tapaban los oídos para no oír las palabras que Jeremías les decía en Nombre de Dios. Lo echaron a la cárcel en donde estuvo a punto de morir. Las palabras de Jeremías se cumplieron y Jerusalén fue arrasada.

La Palabra de Dios es atemporal. Encaja perfectamente en las culturas de todos los tiempos. Lo que ocurrió con el reino de Judá sigue siendo instructivo en nuestro tiempo. Y lo que hacían y decían los falsos profetas encaja perfectamente con lo que hacen los religiosos de nuestros días que dicen ser siervos del Altísimo sin que Él los haya enviado. Pregonan paz, paz, pero no hay paz para los impíos. El profeta Jeremías veía torpeza en los falsos profetas. Cometían adulterios y sus labios eran mentirosos…Todo su mal comportamiento por no querer volver a las sendas antiguas para aprender cuál era el buen camino. Las sendas antiguas a las que tenían que regresar eran los textos sagrados que hasta aquel momento eran la revelación de Dios que fueron escritos por hombres inspirados por el Espíritu Santo. Hoy las sendas antiguas lo es la Biblia que es Palabra de Dios desde Génesis hasta Apocalipsis. Hoy, quienes se consideran ser siervos de Dios tendrían que considerar como Palabra de Dios toda la Biblia, sin recortes ni añadidos. Para evitar que los religiosos de nuestros días cometan torpezas que tanto daño hacen a quienes las dicen y a quienes las escuchan, la Biblia tiene que ser la plomada que verifica si las doctrinas que imparten se ajustan a la verdad de Dios. “Pero si ellos hubiesen estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y le hubieran hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras” (Jeremías 23: 22).


 

JOB 1: 21, 22

Y Job dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El Señor dio, y el Señor quitó, sea el Nombre del Señor bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”

Si Dios existe, dicen algunos, por qué permite estas cosas: Guerras, violaciones, perversidades que son incontables como la arena del mar. En el momento en         escribía este comentario se produjo el aparatoso incendio de un edificio en Valencia. Al verlo en las imágenes televisivas me dije que era una reproducción de la película “El coloso en llamas”. Sin embargo quienes dudan o niegan la existencia de Dios cada dos por tres blasfeman su Nombre.

Job es un ejemplo de fe viva en Dios. Satanás, que no es un personaje de ficción como muchos desearían, porque por ser un ser espiritual es invisible Es muy poderoso. El apóstol Juan lo describe como “el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche” (Apocalipsis 12: 10). Este personaje se presenta ante Dios para acusar a Job, diciéndole: “¿Acaso teme Job a Dios de balde?…Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” (Job 1. 7-11). Dios permitió que Satanás en abrir y cerrar de ojos arrebatase todos los bienes de Job. Si con ello no fuese suficiente Dios permitió que matase a sus hijos. Como Satanás no quedó satisfecho con lo conseguido  Dios le permitió que cubriese el cuerpo de Job con una sarna apestosa y extremadamente dolorosa.

El libro de Job que fue escrito por inspiración del Espíritu Santo no lo hizo con el propósito de hacer más voluminosa la Biblia. Lo hizo para que el libro de Job contribuyese a nuestra instrucción con respecto al sufrimiento. ¿Qué nos enseña el libro de Job? Que existen dos grandes poderes personales. Uno es Satanás y sus demonios que en un principio eran ángeles que servían a Dios se rebelaron contra el Creador. Satanás y sus ángeles son muy poderosos. Encima de ellos está el Todopoderoso Dios que no permite que la maldad satánica  vaya más allá de la voluntad de Dios. ¿Puede el vaso quejarse porque el alfarero le ha dado una forma u otra? ¿Verdad que no?  Tampoco podemos gemir ante el Alfarero porque ha permitido que los acontecimientos sean tal como son. Pero el mal existe entre nosotros por nuestra culpa. Estando en Adán perdimos el privilegio del Edén por haber desobedecido la prohibición de comer el fruto del árbol prohibido.

Ante el sufrimiento tenemos dos opciones: Maldecir el Nombre de Dios  y culparle de aquello que culpa nuestra con lo cual empeora la situación, o hacer lo que dijo Job: “El Señor dio, el Señor quitó, sea el Nombre del Señor bendito”

 

 

 

diumenge, 7 d’abril del 2024

 

CONFLICTOS DESTRUCTIVOS

“La ley de la selva solo sirve en la selva. Cuando nos dejamos regir por esta ley la civilización desaparece.

Después que Adán pecase desapareció la paz original. Desapareció el reconfortante pensamiento único que existía. Aparecieron las divergencias.  Irrumpe el problema cuando se tienen que contrastar las distintas formas de pensar. Génesis registra el primer caso de conflicto destructivo que tiene  que ver con el concepto distinto que dos hermanos tienen de Dios.

En un principio la sociedad la componían solo dos personas que no divergían en la manera de pensar. Tan pronto como aparece el pecado en aquella pequeña comunidad que convivía en plena harmonía, abruptamente aparece la divergencia. Adán acusa a Eva de lo ocurrido. Eva se quita las pulgas de encima y acusa a Satanás de su resbalón. De momento puede decirse que las divergencias eran pacíficas. Todo quedaba en simples reproches. Todo se complica cuando Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, llegan a la adolescencia. Difieren de cómo se tiene que adorar a Dios. Sus padres entendieron cómo hacerlo cuando Dios sustituyó los delantales cosidos con hojas de higuera con los que tapar su desnudez física pero no la vergüenza que les causaba su pecado. Tan pronto como percibieron que Dios se acercaba se escondieron tras los árboles del jardín. Dios sacrificó unos corderos y con las pieles tapó la desnudez de Adán y Eva. Estos corderos sacrificados por el mismo Dios simbolizan a Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 Caín y Abel conocían qué tenían que hacer para acercarse al Creador que a la vez era su Salvador. Caín decidió hacerlo con una ofrenda del producto de la tierra (Génesis 4: 3). Esto es una muestra que desde la Caída el ser humano ha creído que le puede ofrecer a Dios algo que le ha costado sudor y esfuerzo. Piensa que puede comprar el favor de Dios. Abel, en cambio, entendió que sin derramamiento de sangre inocente uno no puede acercarse a Dios. Le ofreció de lo más lustroso de sus ovejas. “Y miró el Señor con agrado a Abel y a su ofrenda…pero no miró con complacencia a Caín y su ofrecimiento” (Génesis 4: 4, 5). Caín enojado por no haber complacido a  (Dios “se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (v. 8). Ahora ya conocemos la causa básica de la existencia de los conflictos destructivos que nos salpican  tan duramente.

“La gestión de conflictos es una disciplina desarrollada, estudiada y para la cual existen profesionales dedicados, especialistas e incluso catedráticos” (anónimo). La resolución de conflictos mediante disciplinas desarrolladas y estudiadas no consigue que la mona aunque se vista de seda, mona se quede.

Alguien refiriéndose a los negocios escribe: “Los conflictos destructivos arrasan las culturas corporativas y frustran la harmonía dentro de las corporaciones. Es un cáncer organizativo que no admite quimioterapia, sino la eliminación directa del tumor”. Este cáncer tiene un nombre: PECADO. La quimio que lo erradica del todo sin dejar rastro es la sangre de Jesús ya anunciada en el alborear de la historia con las pieles de las ovejas sacrificadas por el mismo Dios para cubrir con ellas la desnudez de Adán y Eva. El pecado contamina tanto en el aspecto individual como en el corporativo. La contaminación empieza por lo más cercano: La familia. Los esposos no se entienden y acaban separándose o divorciándose, lo cual causa un doloroso trauma familiar. Las relaciones de los padres con los hijos son tóxicas. Si abrimos la puerta del hogar y salimos a la calle nos encontramos con que las relaciones de los ciudadanos entre ellos dejan mucho que desear: Contenedores quemados, suciedad tercermundista, violencia y heridas con arma blanca, asedios sexuales y violaciones en manada. La lista se hace interminable. Si abandonamos la calle y nos adentramos en las instituciones públicas encontramos ineficacia, burocracia excesiva, corrupción a pesar de que los encausados prometen que si vuelven a gobernar acabarán con todo ello. Si saltamos a las relaciones  internacionales descubrimos una violencia temeraria que puede llevarnos delas  pequeñas querellas locales a una guerra global que puede llevarnos a una grandiosa catástrofe. El pecado ha convertido en una metástasis incurable.

Ante tantas relaciones tóxicas buscamos respuestas y soluciones que no encontramos. Nos refugiamos en los valores que nos ofrece la Filosofía que no ayudan. Al inicio de este escrito me he referido al hecho histórico de la existencia de Adán y de su desobediencia a Dios, lo cual ha producido unas consecuencias cósmicas indeseables que perdurarán hasta el fin del tiempo. Una de las consecuencias de la Caída de Adán inducida por Satanás es el desmedido odio hacia Dios al que se le culpa de todos  los males que nos hacen sufrir. Satanás ha conseguido apartar   nuestra atención de él para desviarla hacía los grupos de diablos  que armados de tridentes y de aspecto burlesco amenizan los pasacalles de las fiestas de los pueblos.

El diablo popular no es el verdadero Satanás que se disfraza de ángel de luz para  ocultar su rostro feroz y sanguinario y así engañar a los hombres que se hacen corresponsables con él de todos los desmanes que se cometen. Sí, he escrito  corresponsables porque a pesar que somos engañados, el libre albedrio con que nos ha dotado el Creador nos proporciona la voluntad de poder escoger entre el bien y el mal. Pero nuestra condición espiritual corrompida por el pecado nos induce a escoger el mal. No cometamos el error que cometió Adán cuando le preguntó: “¿Has comido del árbol que yo te mandé no comieses?” Su responsabilidad la hace recaer en Eva cuando les responde: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. A Eva le preguntó: ¿Qué has hecho? Recibe por respuesta: “La serpiente me engaño, y comí” (Génesis 3: 12, 13). Así continuaremos traspasando responsabilidades de los unos a los otros hasta que por la gracia de Dios la luz de Cristo alumbre nuestros corazones y nos haga ver la magnitud de nuestro pecado, lo cual nos impulsará a pedirle a Cristo: “Ten piedad de mí que soy pecador”.

Octavi Pereña Cortina

 

 

LUCAS 11: 35

“Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”

La luz y la oscuridad físicas son fácilmente detectables  por los ojos de la cara. Pero la luz y las tinieblas espirituales a las que se refieren el texto que comentamos no son fácilmente distinguidas. No lo son porque el pecado que hemos heredado de Adán.

A pesar de que si hemos creído en Cristo que es la luz del mundo y que ha alumbrado nuestro corazón, nuestro ojo espiritual es parcialmente maligno porque todavía no hemos alcanzado la plenitud de la salvación que se conseguirá el día del retorno glorioso de nuestro Señor Jesucristo a buscar a su pueblo. Debido a ello seguimos siendo parcialmente influenciables por las tinieblas. Si somos verdaderos cristianos y la luz de Cristo ha alumbrado nuestro corazón “no andaremos en tinieblas, sino que tendremos la luz de la vida” (Juan 8: 12). No podemos olvidar que por ahora no hemos recuperado el cien por cien nuestra visión espiritual. Recordemos a Eva cuando se descuidó y se dejó engañar por el príncipe de las tinieblas que se había apoderado de una inocente serpiente. ¡Cuánto más nosotros tenemos que vigilar cuando tenemos siempre a nuestro alrededor al diablo que como león rugiente está al acecho para devorarnos. Como lo hizo con Jesús, de momento nos deja, pero está al acecho para volver al asalto con redoblado furor en el momento que considere oportuno.

Me impulsó a escribir este comentario al ver por televisión fragmentos de procesiones de Semana Santa, con los cofrades transportando las imágenes con vestidos diseñados por especialistas de la moda, marcando el paso a la perfección. Todo ello al amparo de una escenografía muy bien estudiada. Es decir un espectáculo  perfectamente pensado para estimular la sensibilidad de los espectadores haciéndoles creer que lo que contemplan los ojos es la  verdad. Satanàs convierte las tinieblas en apariencia de luz. Los ojos de los espectadores son incapaces de distinguir el engaño. ¿Por qué? Porque tienen ojos malignos.

Jesús nos alerta. “Mira pues, no suceda que la luz que hay en ti, sea tinieblas” (v. 35). A los incrédulos que les inundan las tinieblas espirituales  les importa un bledo el tema que comentamos. Las procesiones, las misas que se transmiten por televisión, con los lujosos ropajes que visten los oficiantes, las riquezas de los templos y de los altares, el espectáculo del ceremonial, todo ello juega a favor de que los espectadores aparten los ojos de Jesús el autor y consumador de la fe y la depositen en las obras humanas con lo que consiguen que las tinieblas entren sutilmente en las conciencias.

Quiera el Señor que la lectura de este comentario sirva  para que Jesús abra los ojos del lector para que su luz que es vida eterna penetre en su corazón.


 

SALMO 112: 7

“No tendrá temor de malas noticias, su corazón está firme, confiando en el Señor”

“El miedo es la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad” (M. P. Lovecraft). Desconozco si el autor de esta frase tenía conocimiento de la historia de Adán y Eva que relata Génesis. La más antigua no lo es porque antes de la Caída Adán y Eva amaban a Dios. El amor a Dios es la más antigua de las emociones. El texto sigue relatando: ”Y oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba en el huerto, al fresco del día, y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú). Y él respondió: Oí tu voz en el hurto, y tuve miedo, porque estaba desnudo y me escondí” (Génesis 4: 8-10). ¡Qué absurdo! tener miedo del Creador. Esta emoción es la consecuencia del pecado. E texto que comentamos hace referencia a las malas noticias. Con los medios de comunicación actuales, sean digitales o no, las malas noticias corren como reguero de pólvora. Desde que abrimos los ojos por la mañana hasta que los cerramos por la noche las malas noticias nos han impactado como lluvia persistente.

El padre de las malas noticias es Satanás. No en vano Jesús le llama: “Padre de mentira, cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44). El que confía en el Señor no tendrá temor de las malas noticias porque su corazón está firme. En un mundo donde no se sabe distinguir entre la verdad y la mentira no debe extrañarnos que el desconcierto esté tan generalizado. La fe en Jesús nos libera de tal confusión porque el Espíritu Santo que Jesús ha enviado que es el Espíritu de la Verdad nos ayuda a discernir entre qué es la Verdad y qué no lo es.

“Busqué al Señor, y Él me liberó de todos mis temores” (Salmo 34: 4). El diablo que no sabe nada más que mentir engañó a Adán y Eva acusando al Creador de haberles mentido cuando les prohibió que comiesen el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día que de él comas  ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). Comieron y murieron. Físicamente en diferido, espiritualmente al instante. El mal cometido no se puede deshacer.

Dios que había previsto antes de la creación del mundo lo que sucedería, determinó que de la simiente de la mujer que no es otro que Jesús chafaría la cabeza de la serpiente (Satanás). Esto es lo que hizo Jesús al morir en la cruz, ocupando el lugar que nos correspondía a nosotros, y resucitando al tercer día para nuestra salvación. Esto es lo que hacen los hijos de Dios: Buscan al Señor para que los libere de todos sus temores.