PROVERBIOS 24: 3, 4
“Con sabiduría se edifica la casa, y con
prudencia se afirmará, y con ciencia se llenarán las habitaciones de todo bien
preciado y agradable”
¿De qué
sabiduría habla Salomón que sirve para edificar una casa, no de cemento y
tochos, sino la spiritual que es el alma? No de la sabiduría humana que produce
celos amargos y contiendas y de la que
tanto nos jactamos. No de una sabiduría que está cimentada en la mentira. La
sabiduría a la que se refiere Salomón “es
la que desciende de lo alto” (Santiago 3. 15).
La
sabiduría a la que se refiere el rey sabio es la misma que describe el apóstol
Pablo cuando escribiendo a los cristianos de Colosas, escribe: “Porque quiero que sepáis cuán grande lucha
sostengo por vosotros y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro, para que sean consolados
sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno
entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en
quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y
esto lo digo para que nadie os engañe con palabras perniciosas” (Colosenses
2: 1-3).
La
sabiduría divina cuya culminación está
en Cristo se encuentra enfrontada con la diabólica. El apóstol Pablo que está
interesado por nuestro bienestar espiritual nos alerta: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros
sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a
Cristo” (2 Corintios
11: 3).
Desde
el momento en que fue creado el hombre ha sido el blanco de los ataques
satánicos que ha empleado la mentira
para apartarlo de Dios. Lo consiguió con Eva y lo sigue haciendo en nuestros
días. Este ser espiritual diabólico se le ridiculiza con las comparsas de
diablos que amenizan los pasacalles de las fiestas de los pueblos. El verdadero
diablo se frota las manos de satisfacción al contemplar nuestra necedad. El
Satanás auténtico es el verdadero enemigo de nuestras almas.
El
apóstol Pablo no previene de él cuando escribe: “vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanza del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6: 11,
12).
Mantenemos
una lucha sin cuartel contra poderes espirituales que por ser invisibles no
dejan de ser reales. No podemos bajar la guardia porque si lo hacemos nos
asestará un duro golpe que será muy doloroso. La oración es el arma que Dios nos proporciona para poder resistir
los ataques del Maligno: “Perseverad en
la oración, velando en ella con acción de gracias” (Colosenses 4: 2).
GÉNESIS 45. 5
“Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese
haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios delante de
vosotros”
Son las
palabras que José dijo a sus hermanos al
darse a conocer a ellos. Hacía unos veinte años que lo habían vendido a unos
mercaderes. La voluntad de Dios se manifestó por etapas. El proceso se inicia
cuando Dios le dice a Abram que abandone su tierra y su parentela para
dirigirse a una tierra que le mostrará (Génesis 12: 1, 3). Para que la promesa
pueda cumplirse es necesario que Abram tenga un hijo de su esposa Sarai. De
momento el hijo no ha nacido pero Dios le garantiza a Abram: “Toda la tierra que ve la daré a ti y a tu
descendencia para siempre” (13: 15).
“Ten por cierto que tu descendencia
morará en tierra ajena, y será esclava allá, y será oprimida cuatrocientos
años” (15: 13). A la edad de cien años le nace a Abraham Isaac, el hijo de
la promesa. Isaac se casa con Rebeca. Fruto de esta unión nace Jacob. Jacob se
casa con Raquel. De este matrimonio Dios le concede entre oros hijos a José,
que es el preferido. Esto tendrá sus consecuencias. José tiene dos sueños que
revelan que tanto sus padres como sus hermanos se postrarán delante de él (Génesis
37: 5-10).
En
parte debido a los sueños, que los cuenta, sus hermanos lo odian. Un día Jacob
envía a José a ver cómo están sus hermanos que pastorean el ganado. Al verle
llegar sus hermanos planean matarlo. Al ver
que se acercan unos mercaderes madianitas venden a José como esclavo.
Para ocultar su delito manchan la ropa de su hermano con la sangre de una oveja
como prueba de la muerte del hijo por una bestia salvaje.
En
Egipto los mercaderes venden a José a Potifar, alto funcionario del faraón,
cuya mujer lo denuncia falsamente de intento de violación. José es encarcelado.
Pasado algún tiempo, el panadero y el copero del faraón son encarcelados. Una
noche ambos funcionarios sueñan. José interpreta los sueños que se cumplen. El
copero es liberado pero no se acuerda
más de José hasta que pasados dos años el faraón tiene dos sueños que nadie
sabe interpretarlos. Es entonces cuando el copero se acuerda de José y explica
su experiencia al faraón. Con urgencia José es conducido ante la presencia del
faraón que le narra los sueños. El significado es que vendrán siete años de
gran abundancia seguidos de otros siete de gran hambruna. El faraón le dice a
José: “Tú estarás sobre mi casa, y por tu
palabra se gobernará todo mi pueblo” (Génesis 41: 40).
Jacob
envía a sus hijos a Egipto a comprar alimentos
y José se da a conocer a sus hermanos. José fallece y un nuevo faraón
gobierna en Egipto. Los hebreos son sometidos a una dura servidumbre que durará
los 400 años que Dios anunció a Abraham. Moisés los saca de la esclavitud. La
voluntad de Dios se cumple inexorablemente. Ante las situaciones adversas no
nos airemos contra Dios. Como desconocemos su propósito, humildemente
digámosle: Hágase, Señor, conforme tu voluntad.