¿QUÉ SIGNIFICA BAUTISMO?
Por más que el agua con que se rocía una criatura
sea bendita el milagro de convertirla en un hijo de Dios no se produce
Lo que Juan José Omella dice en su escrito:
“La luz del mundo” (La Vanguardia 28/01/2024): “Todos los bautizados son
llamados a seguir a Cristo. Por el bautismo todos recibimos el regalo de ser
hijos de Dios, hermanos de
Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo”, esta declaración merece ser
comentada. En el Antiguo Testamento no aparece la palabra “bautismo”. La Ley de
Moisés reglamentaba los lavamientos que simbolizaban purificación. Aparece por
primera vez en el Nuevo Testamento relacionada con el bautismo de arrepentimiento
que practicaba Juan Bautista (Mateo 3: 2). Después de la resurrección de Jesús
adquiere una dimensión más profunda: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte. Porque somos
sepultados juntamente con Él para muerte en el bautismo, a fin de que como
Cristo resucitó de los muertos para gloria de Dios Padre, así también nosotros
andemos en vida nueva. Porque si hemos sido identificados con Él en la
semejanza de su muerte, también lo seremos en la resurrección” (Romanos 6:
3-5).
La palabra griega
traducida bautismo, significa
sumergir. En la antigüedad los teñidores bautizaban las telas sumergiéndolas en
recipientes con agua coloreada con el tinte. El hecho que Juan Bautista
bautizase a quienes habían creído su mensaje de arrepentimiento, significaba
que los sumergía en las aguas del Jordán. El bautismo por inmersión fue como se
bautizaba en la iglesia apostólica. Así se siguió haciendo hasta que en el año
1311 se legalizó el bautismo por rociamiento, lo cual indicaba que previamente
se había olvidado el bautismo por inmersión que significa la muerte y
resurrección de Cristo y la muerte a la vida vieja del bautizado y su resucitar
a una vida nueva.
Justo antes que Jesús
ascendiese al cielo dijo a sus discípulos, como si se tratase de su última
voluntad estas palabras: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el
Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 18-20). Las palabras que he
transcrito del arzobispo de Barcelona le acusan de haber transgredido la última
voluntad de Jesús. Las palabras de los profetas y de los apóstoles que han sido
inspiradas por el Espíritu Santo se han conservadas en las páginas de la
Biblia. Son la plomada que verifica si se edifica la iglesia del Señor
verticalmente sobre el fundamento de la Roca que es Cristo, o sobre el cimiento
de arena, que son las enseñanzas de los hombres, que no pueden impedir que la
edificación se incline amenazadoramente como lo hace la torre de Pisa.
“Por el bautismo” dice el
clérigo barcelonés, “recibimos el regalo de ser hijos de Dios”. ¿Qué dice la
plomada? En el sermón que el apóstol Pedro pronunció en Pentecostés, dijo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo…Así que los que
recibieron la palabra fueron bautizados” (Hechos 2: 38-41). El evangelista
Felipe interpreta para el funcionario real la lectura del profeta Isaías que
estaba haciendo. Finalizada la interpretación el alto funcionario de la reina
de Candaca, le dice a Felipe: “¿Qué impide que sea bautizado?” El evangelista
le responde: “Si crees de todo corazón, es correcto”. El eunuco contesta: “Creo
que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Habiendo llegado a un lugar que había agua,
ambos bajaron en el agua “y le bautizó” (Hechos 8: 34-38). Ambos textos nos
confirman que los candidatos antes de ser sumergidos en el agua creyeron en
Jesús como su Salvador y Señor. El
bautismo es la señal externa del milagro interno de haber nacido como
hijos de Dios (Efesios 2: 8).
Es de gran importancia
saber cómo un hijo del diablo se
convierte en un hijo de Dios. El apóstol Pablo aporta luz al respecto: “Pero
cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo nacido de mujer y
nacido bajo la Ley, para que redimiese a los que estaban bajo la Ley, a fin de
que recibiésemos la adopción de hijos. y por cuanto somos hijos, Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu Santo de su Hijo, el cual clama: ‘Abba, Padre!”
(Gálatas 4: 4-6).
Los judíos de Berea nos
dan ejemplo a imitar para cuando nos encontremos en la encrucijada de tener que
elegir entre la verdad y la mentida: Los de Berea “eran más nobles que los que
estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud,
escudriñando cada día las escrituras para ver si las cosas eran así” (Hechos
17: 11). La plomada que es la Biblia los sacó de dudas,
Octavi Pereña Cortina
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