MATEO 28: 18-20
Y Jesús …les habló diciendo: Toda potestad me
es dada en el cielo y en la tierra, por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándoles en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”
Juan
José Omella, arzobispo de Barcelona, en su glosa dominical “La luz del mundo”
(La Vanguardia 28/01/2024), escribe: “Todos los bautizados son llamados a ser
seguidores de Cristo. Por el bautismo reciben el regalo de ser hijos de Dios,
hermanos de Jesucristo y templos del Espíritu Santo”. Estas palabras del
arzobispo, ¿se ajustan a la orden que Jesús dio a sus discípulos poco antes de
ascender a los cielos de guardar todas las cosas que Él enseñó? Me temo que no.
Intentaré esclarecer la duda con textos bíblicos, no con las doctrinas que se
han ido introduciendo a lo largo de los siglos que no son nada más que
enseñanzas de hombres.
La
verticalidad de la doctrina que se en seña se comprueba con la plomada que es
la Biblia. Eso es lo que voy a hacer con el texto del arzobispo: “Por el
bautismo recibimos el regalo de ser hijos de Dios”. ¿Qué nos dice la plomada?
El apóstol Pedro en el sermón que pronunció en Pentecostés dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el Nombre de Jesús, para perdón de los pecados, y recibiréis el don
del Espíritu Santo…Así que, los que recibieron la palabra fueron bautizados”.
Felipe el evangelista interpreta el texto de Isaías que leía el eunuco etíope.
Finalizado el comentario el funcionario real le dice a Felipe. “¿Qué impide que yo sea bautizado? El
evangelista le responde: “Si crees de
corazón, bien puedes”. El eunuco respondió: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios…y le bautizó” (Hechos 8:
34-38). Los dos textos citados nos dicen que el agua bautismal no posee poderes
milagrosos para convertir a los hijos el diablo en hijos de Dios. Nos dicen que
los que creyeron la palabra predicada se
bautizaron. El bautismo es la señal externa del milagro que produce la
fe que es don de Dios (Efesios 2: 8).
Es de
suma importancia saber cómo un hijo del diablo se convierte en hijo de Dios. El
apóstol Pablo aporta la luz necesaria: “Pero cuando vino el cumplimento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para que redimiese
a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo, el cual clama: ‘Abba, Padre!” (Gálatas 4: 4-6).
Los
judíos de Berea nos dan el modelo a seguir. El apóstol Pablo tuvo que abandonar
Tesalónica precipitadamente y trasladarse a Berea: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues
recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras
para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17: 11)
La
plomada que es la Biblia ahuyenta cualquier duda.
ROMANOS 10: 11
“Hermanos, ciertamente el anhelo mi corazón, y mi oración a Dios por Israel,
es para salvación”
El
apóstol Pablo abre su corazón y expone su preocupación por su pueblo Israel.
Este celo no le ciega para no ver la realidad de su gente. Contempla mucha
religiosidad externa con corazones vacíos de contenido: “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no
conforme a ciencia”. El versículo siguiente nos descubre la causa del por
qué Israel y el pueblo cristiano de hoy
practican una religiosidad no conforme a
ciencia.
Lo que
descubrimos es que hay católicos que asisten a misa y protestantes al culto sin
entender ni una pizca de lo que se dice en el oficio religioso. Van a los actos
religiosos por mera costumbre. Los padres lo hicieron y los hijos siguen sus
pasos. Simple tradición. Entran en las iglesias siendo ignorantes y salen de
ellas un poco más indoctos. “Porque
ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han
sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10: 2, 3). Asisten a la misa
católica o al culto evangélico ignorando qué es la justicia de Dios y salen del
lugar de reunión con el analfabetismo que acarrean en la mochila. Ni el
sacerdote católico ni el pastor evangélico saben qué es la justicia de Dios.
Así que, domingo tras domingo durante años mudándose para ir a la iglesia con
el mismo espíritu con el que se va al cine a ver una película. Se les enseña que
tienen que guardar el precepto dominical. Haciéndolo ya han cumplido con su
deber. Su adoración no es conforme a ciencia.
El
apóstol Pablo no desea que los cristianos adoremos sin ciencia. El autor de
esta reflexión tampoco desea que el lector sea un cristiano tradicionalista. “Mas, ¿qué
dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es
la palabra que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor,
y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque
con el corazón se cree para justicia. Pero con la boca se confiesa para
salvación. Porque la Escritura dice: todo aquel que en Él cree, no será
avergonzado” (vv. 8-11). ¿Es el lector un tradicionalista cristiano que los
domingos acude al templo a cumplir con
su deber y así creer que su piedad
externa va a agradar a Dios? Las palabras que terminas de leer del apóstol
Pablo son el secreto de una vida fructífera y que tenga sentido. Cree que es
don de Dios que Jesús es tu Salvador que te da vida eterna. Si lo crees tú
asistencia a los cultos dominicales dejarán de ser actos tradicionales que no
tienen sentido. Los domingos con el Señor te aportarán su gozo haciendo que la
vida aunque esté envuelta de dificultades, será maravillosa. Vale la pena vivirla
en el gozo del Señor.
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