ISAÍAS 59: 1
“He aquí que no se ha acortado la mano del
Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para oír”
El
texto nos dice que el Señor no ha perdido su capacidad para ayudar a las
personas que le solicitan su favor. Muchas son las personas que dicen que Dios
no las escucha. En consecuencia dicen que Dios no existe. Que todo lo que se
dice de Él es pura mentira. Que Dios es una invención de las religiones para
mantener sumisas a las personas. Los versículos 2 y 3 nos exponen las razones
por las que Dios no escucha; “Pero
vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y
vuestros pecados han hecho ocultar su rostro para no oír”. En tanto perdure
la idea de que el ser humano es por naturaleza bueno no se conseguirá oír su
voz que apaciblemente susurra a los oídos.
El
pecado es algo tan terrible que causara la muerte de Adán, instantáneamente la
espiritual, diferida, la física. Ambas muertes se heredan de generación en
generación: “Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3: 23). El pecado dadas
las consecuencias que tiene no se le puede considera como algo sin importancia.
Algunos, inconscientes de lo que dicen se alegran de que exista el infierno
porque en aquel lugar podrán gozar de todas las bellezas femeninas que enaltece
la industria cinematográfica. Si fuesen conscientes de la barbaridad que dicen
se arrepentirían de su pecado y se apresurarían a ir a Jesús para que lo
perdone.
Desde
el principio de la historia y a partir de cuándo Adán desobedeció a Dios se
puso en marcha la misericordia divina. El Creador en vez de dejar a Adán abandonado a su suerte, de inmediato le
anunció la venida del Mesías que salvaría al pueblo de Dios de sus pecados. Las
pieles de los corderos que Dios sacrificó para cubrir la desnudez de Adán y Eva simbolizan la
Simiente de la mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente y que ésta le
heriría en el talón. Un avance del Gólgota en donde Jesús, la Simiente de la
mujer moriría para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. Los redimidos por
la sangre de Jesús son salvos en esperanza. La plena redención de la persona
será realidad en el día final cuando en el día de la resurrección Jesús
glorioso vendrá a buscar a los suyos a pasar toda la eternidad con Él.
En
tanto la venida gloriosa del Señor no sea realidad”vuestras manos”, (las de los impíos), “están contaminadas de sangre y vuestros dedos de iniquidad, vuestros
labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua, No hay quien clame por
la justicia, ni quien juzgue por la verdad, y hablan vanidades, conciben
maldades, y dan a luz iniquidad…” (vv.
3-15). Estas palabras proféticas ¿no exponen la realidad de nuestro vivir hoy?
SALMO 88: 1
“Oh Señor, Dios de mi salvación, día y noche
clamo delante de ti”
El
salmista atraviesa una situación difícil: “Porque
mi alma está hastiada de males, y mi vida cerca del seol” (v. 3). El seol
es el lugar a donde van las almas de los difuntos en espera de la resurrección.
El salmista veía muy cercano el día que tendría que dejar este mundo para
presentarse ante Dios. La situación extrema por la que pasaba el salmista: “Soy contado entre los que descienden al
sepulcro, soy hombre sin fuerza, abandonado entre los muertos…de quienes no te
acuerdes ya, y que fueron arrebatados de tu mano. Me has puesto en el hoyo
profundo, sobre mí reposa tu ira” (vv. 4-7). A pesar que el salmista
atraviesa situaciones extremas, como Job que en pocas horas perdió todas sus
posesiones, sus hijos muertos en accidentes y su cuerpo cubierto de una sarna
maligna que le producía terribles dolores. Si todo ello no fuese suficiente, su
mujer despechada le aumenta el dolor diciéndole. “¿Aun retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete” (Job 2: 9).
En Dios se encuentra la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. ¿Por qué
permite Dios situaciones extremas como la del salmista y de Job?
Los
pensamientos de Dios son más altos que los nuestros y no llegamos a
entenderlos. El apóstol Pablo escribe que
fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar…y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase
desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que
me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera, respecto a lo cual tres
veces le pedí al Señor, que lo quitase de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia,
porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me
gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose en mí el poder de Cristo”
(2 Corintios 12: 4-9).
Dios es
el soberano supremo. Lo controla todo. Nada se le escapa a su conocimiento. Los mensajeros de Satanás no pueden
hacer nada sin el consentimiento de Él. Dios es bueno en grado máximo. No puede
hacer ni una mota de mal. Pero permite, aunque no lo entendamos, que los
mensajeros de Satanás nos dañen hasta allí donde se lo permite. La
experiencia de Pablo aporta luz al tema del sufrimiento. Dios consiente que el
dolor se abalance sobre nosotros, no para destruirnos sino para fortalecernos
en Él. Si las cosas nos van excesivamente bien nos enaltecemos y pensamos que
son el premio a nuestra bondad. El
mensajero de Satanás nos pone en el lugar que nos corresponde. En nuestra
debilidad reconocida, Dios nos fortalece y con su fortificación somos más que
vencedores en Cristo Jesús. El sufrimiento puesto en las manos del Señor nos
permite sortear los arrecifes sin zozobrar y llegar seguros a buen puerto.
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