diumenge, 12 de març del 2023

 

PROVERBIOS 18: 11

“Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su imaginación”

“Si se aumentan las riquezas, no pongas el corazón en ellas” (Salmo 16: 10). “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados por muchos dolores” (1 Timoteo 6: 10). Una muestra de textos bíblicos cuyo protagonista es el dinero.

El texto que comentamos explica porque hay tantas personas que aman el dinero: “Las riquezas del rico son su plaza fortificada”. Quienes acumulan riquezas piensan que poseerlas será una garantía para cuando llegue el día de las estrecheces. Se equivocan: “No aprovecharán las riquezas en el día de la ira” (Proverbios 11: 4). La Biblia nos muestra que las riquezas almacenadas por los poderosos servían  de botín para los invasores. No aprovechan en el día de la ira del Señor.

En una mala filosofía considerar en la imaginación que las riquezas son un muro alto de protección. Jesús nos advierte: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo en donde ni la polilla  ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque dónde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”  (Mateo 6: 19, 20). El amor al dinero hace que pensemos exclusivamente en las cosas de este mundo. Las cosas eternas no interesan porque no se ven ni se pueden tocar. ¡Qué equivocados están quienes piensan así! La eternidad existe y Jesús quiere despertarnos del sopor que se ha apoderado de nosotros y nos hace desechar el tesoro eterno. Jesús nos sacude para que despertemos del letargo en que nos ha hecho caer Satanás para que no deseemos salir de la ratonera en que nos tiene cogidos.

Jesús narra a las multitudes que se reunían a su alrededor para escuchar las palabras de vida que pronunciaban sus labios la parábola del rico insensato. (Lucas 11: 13-21). No seamos de aquellos que tienen oídos para oír y no oyen. Uno de la multitud se acerca a Jesús para decirle que le diga a su hermano que comparta la herencia con él. Jesús le dice: “Mirad y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee”. Un rico había multiplicado mucho los bienes que poseía. Está muy preocupado porque no sabe dónde guardarlos. Tiene una idea luminosa y se dice, ya sé lo que voy a hacer: los haré más grandes y diré a mi alma: “Alma, muchos bienes tienes guardados, para muchos años: Repósate, come, bebe”. ¡Date la gran vida! A esta persona ofuscada por las riquezas Jesús le dice: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. ¡Ha construido  un muro alto en su imaginación!


 

2 CRÓNICAS 27: 2

“Pero el pueblo continuaba corrompiéndose”

En Judá reina Jotán. El resultado de su reinado: “He hizo lo recto ante los  ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario del Señor”. A pesar de que el pueblo pueda seguir corrompiéndose, un buen gobierno hace prosperar materialmente a una nación. Dios puede bendecir a un pueblo debido  a la piedad de los gobernantes, pero es una prosperidad temporal, efímera. Tan pronto como desaparecen los gobernantes piadosos, la impiedad popular contenida, sale del caparazón y vuelve a manifestarse con virulencia. Para los impíos el gobierno de personas piadosas ya les va bien porque pueden engrandecer sus almacenes y vender a buen precio las mercancías acumuladas.

La prosperidad material es una trampa porque nos hace creer que el bienestar que proporciona es lo que se necesita porque produce satisfacción sensual al permitir saciar los deseos de la carne. Las restricciones sensuales impuestas por la covid-19 al desaparecer la virulencia del virus han  vuelto a salir de la cueva en que se encontraba arrinconada la satisfacción de los deseos carnales. Los negocios prosperan y los ricos se hacen más ricos a la vez que los pobres son más pobres. Muchas son las personas y familias que dependen de la asistencia social, pública o privada. La existencia de esta capa de pobreza  nos dice que a la prosperidad le falta algo.

La prosperidad es muy volátil. Hoy nado en la abundancia y mañana me veo obligado a depender de la beneficencia u obligado a ejercer labores mal reenumeradas para mal subsistir. Los reinos de este mundo hoy son y mañana desaparecen. Al final del tiempo con la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo se implantará el Reino de Dios Eterno. La ciudadanía de este reino glorioso sale de entre los ciudadanos de los reinos temporales que creen en Jesucristo como su Salvador. Ahora, mezclados entre los impíos disfrutan parcialmente de la ciudadanía del reino celestial. Mañana con la resurrección de vida de sus cuerpos hoy mortales y corruptibles, disfrutaran de la ciudadanía del reino de Dios en su plenitud. La fe que es regalo de Dios hace que la esperanza no sea en vano.

 

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