PROVERBIOS 18: 11
“Las riquezas del
rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su imaginación”
“Si se aumentan
las riquezas, no pongas el corazón en ellas” (Salmo 16: 10). “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados por muchos dolores”
(1 Timoteo 6: 10). Una muestra de textos bíblicos cuyo protagonista es el
dinero.
El texto que comentamos explica porque hay
tantas personas que aman el dinero: “Las
riquezas del rico son su plaza fortificada”. Quienes acumulan riquezas
piensan que poseerlas será una garantía para cuando llegue el día de las
estrecheces. Se equivocan: “No
aprovecharán las riquezas en el día de la ira” (Proverbios 11: 4). La
Biblia nos muestra que las riquezas almacenadas por los poderosos servían de botín para los invasores. No aprovechan en
el día de la ira del Señor.
En una mala filosofía considerar en la
imaginación que las riquezas son un muro alto de protección. Jesús nos
advierte: “No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan,
sino haceos tesoros en el cielo en donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan. Porque dónde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón” (Mateo 6: 19, 20). El amor
al dinero hace que pensemos exclusivamente en las cosas de este mundo. Las
cosas eternas no interesan porque no se ven ni se pueden tocar. ¡Qué
equivocados están quienes piensan así! La eternidad existe y Jesús quiere
despertarnos del sopor que se ha apoderado de nosotros y nos hace desechar el
tesoro eterno. Jesús nos sacude para que despertemos del letargo en que nos ha
hecho caer Satanás para que no deseemos salir de la ratonera en que nos tiene
cogidos.
Jesús narra a las multitudes que se reunían a
su alrededor para escuchar las palabras de vida que pronunciaban sus labios la
parábola del rico insensato. (Lucas 11: 13-21). No seamos de aquellos que
tienen oídos para oír y no oyen. Uno de la multitud se acerca a Jesús para
decirle que le diga a su hermano que comparta la herencia con él. Jesús le
dice: “Mirad y guardaos de toda avaricia,
porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee”.
Un rico había multiplicado mucho los bienes que poseía. Está muy preocupado
porque no sabe dónde guardarlos. Tiene una idea luminosa y se dice, ya sé lo
que voy a hacer: los haré más grandes y diré a mi alma: “Alma, muchos bienes tienes guardados, para muchos años: Repósate,
come, bebe”. ¡Date la gran vida! A esta persona ofuscada por las riquezas
Jesús le dice: “Necio, esta noche vienen
a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace
para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. ¡Ha construido un muro alto en su imaginación!
2 CRÓNICAS 27: 2
“Pero el pueblo
continuaba corrompiéndose”
En Judá reina Jotán. El resultado de su
reinado: “He hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas
que había hecho Uzías su padre, salvo que no entró en el santuario del Señor”. A
pesar de que el pueblo pueda seguir corrompiéndose, un buen gobierno hace
prosperar materialmente a una nación. Dios puede bendecir a un pueblo
debido a la piedad de los gobernantes,
pero es una prosperidad temporal, efímera. Tan pronto como desaparecen los
gobernantes piadosos, la impiedad popular contenida, sale del caparazón y
vuelve a manifestarse con virulencia. Para los impíos el gobierno de personas
piadosas ya les va bien porque pueden engrandecer sus almacenes y vender a buen
precio las mercancías acumuladas.
La prosperidad material es una trampa porque
nos hace creer que el bienestar que proporciona es lo que se necesita porque
produce satisfacción sensual al permitir saciar los deseos de la carne. Las
restricciones sensuales impuestas por la covid-19 al desaparecer la virulencia
del virus han vuelto a salir de la cueva
en que se encontraba arrinconada la satisfacción de los deseos carnales. Los
negocios prosperan y los ricos se hacen más ricos a la vez que los pobres son
más pobres. Muchas son las personas y familias que dependen de la asistencia
social, pública o privada. La existencia de esta capa de pobreza nos dice que a la prosperidad le falta algo.
La prosperidad es muy volátil. Hoy nado en la
abundancia y mañana me veo obligado a depender de la beneficencia u obligado a
ejercer labores mal reenumeradas para mal subsistir. Los reinos de este mundo
hoy son y mañana desaparecen. Al final del tiempo con la venida gloriosa de
nuestro Señor Jesucristo se implantará el Reino de Dios Eterno. La ciudadanía
de este reino glorioso sale de entre los ciudadanos de los reinos temporales
que creen en Jesucristo como su Salvador. Ahora, mezclados entre los impíos
disfrutan parcialmente de la ciudadanía del reino celestial. Mañana con la
resurrección de vida de sus cuerpos hoy mortales y corruptibles, disfrutaran de
la ciudadanía del reino de Dios en su plenitud. La fe que es regalo de Dios
hace que la esperanza no sea en vano.
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