PROVERBIOS 24: 16
“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse, mas los impíos caerán en el mal”
La
Iglesia Católica ha mitificado la santidad. Convierte en santas a personas
fallecidas que en vida hayan realizado como mínimo un milagro. La canonización
cuesta muchos miles de euros y en ella
intervienen los intereses privados. A estos “santos” (?) muertos se les eleva a
los altares, concediéndoles poderes sobrenaturales que ayudan a las personas
que invocan sus nombres.
¿A
dónde tenemos que ir para saber qué es exactamente la santidad?
Indiscutiblemente en el Nuevo Testamento. Sus páginas reconocen como santos a
hombres y mujeres no fallecidos que
asisten en las iglesias y que necesitan ser reprendidos. Según el Nuevo
Testamento, son santos aquellas personas de carne y huesos que han creído que
Jesús es su Señor y Salvador y que para ellas no existe ningún otro Nombre que
pueda salvarlos. La sangre que Jesús vertió en el Calvario los limpia de todos
sus pecados, el Padre les otorga la justicia de su Hijo. Los santos no son
personas que no tienen pecado. Son personas que como el fariseo que subió al
templo, a diferencia del fariseo que exaltaba su bondad, lo hace humildemente. “No quería ni aun alzar los ojos al cielo,
sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, se propicio a mí pecador”
(Lucas 18: 13).
El
texto que sirve de base de esta meditación confirma el concepto santo del Nuevo
Testamento. Cuando el autor de Proverbios escribe: “Porque siete veces cae el justo”, indica que el justo es un gran
pecador que no se cansa de presentarse antes Dios para decirle: “Dios, se propicio a mí pecador”. David
fue un pecador que cometió adulterio y homicidio. Siendo un necio no se
arrepintió. Pero Dios no podía dejarlo en esta condición de impenitente. Para
rescatarlo del pozo en que había caído, Dios envía al profeta Natán que con
mucha habilidad le hace ver el pecado de adulterio que había cometido. (2 Samuel 12: 1-25).
Fruto
de verdadero arrepentimiento David escribe el Salmo 51en que reconoce su condición
de pecador que necesita ser lavado diariamente. La Escritura no vuelve a decir que David volviese a cometer adulterio, ni que retornara a perpetrar
homicidio. Pero sí que nos muestra muchos indicios de que seguía siendo
pecador. Los salmos que escribe dan a entender que había sido declarado justo a
pesar de que seguía siendo pecador.
“Siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse”,
porque la santificación del Espíritu Santo funciona, lo cual inicia el proceso
de abandonar la pasada manera de vivir para irse revistiendo de la nueva manera
de vivir que es en Cristo Jesús. “De modo
que si alguien está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he
aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17).
A
diferencia de los justos que se levantan siete veces, es decir, un levantarse
que se repetirá a lo largo de toda la vida hasta el día de la resurrección, los impíos caerán en el mal”. Tropezarán
siete veces en la misma piedra para no
levantarse nunca de la postración en que se encuentran.
PROVERBIOS 20: 13
“No ames el sueño para que no te empobrezcas,
abre tus ojos y te saciarás de pan”
La
pereza es un mal muy arelado en nosotros. Nos gusta mucho darnos un revolcón
para retrasar cuanto más posible sea levantarnos de la cama. Si no fuese por la
obligación de tener que ir al trabajo no nos levantaríamos hasta mediodía.
El
texto que comentamos podemos interpretarlo de dos maneras. Una, la más conocida
es la pereza que lleva a empobrecernos materialmente. Intentamos eludir el
trabajo como gato escaldado del agua fría huye. Mucha pobreza se da debido el
terror que el trabajo produce.
En
estos momentos no nos interesa la pobreza material aun cuando no deje de
preocuparnos. El texto que comentamos por el hecho de estar registrado en la
Biblia y en concreto en Proverbios que es el libro dela Sabiduría, en primer
lugar se refiere a la pobreza del alma. El apóstol Pablo se refiere a ella
cuando escribe: “Os di a beber leche, y
no vianda, porque no eráis capaces, ni sois capaces todavía” (1 Corintios
3: 2). Es de suma importancia no descuidar el contexto inmediato. El apóstol
escribe: “De manera que yo, hermanos, no
pude hablaros como espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”
(v.1). En el momento que se cree en Cristo se nace como hijo de Dios. Se es un
recién nacido en la fe. Muchas actitudes de cuando vivíamos en tinieblas
perduran: celos, contiendas, disensiones….
Debe ser motivo de preocupación cuando habiendo transcurrido un tiempo
prudencial persistan estas características propias de la incredulidad. Debido a
ello el apóstol amonesta a los corintios con una pregunta. “¿No sois carnales, y andáis como hombres?” (v.3).
¿Qué
hace que el infantilismo espiritual de los corintios lo hayamos heredado
nosotros? Creo que el texto de Proverbios que comentamos aporta luz suficiente
para hacernos ver que tenemos que abandonar la carnalidad que persiste en
nosotros cuando, por el tiempo transcurrido desde el día que nos convertimos a
Cristo ya tendríamos que ser hombres y mujeres adultos que han dejado atrás la
niñez. Los mensajes que se transmiten desde los púlpitos de las iglesias pueden
ser perlas de gran valor, pero tienen que digerirse. Si salimos eufóricos de la iglesia y cuando
llegamos a casa nos tumbamos en el sofá para ver una película, ¿no indica ello
que somos cristianos que aman el sueño que empobrece? El texto nos dice: “abre tus ojos y te saciarás de pan”.
Tenemos que dedicar tiempo a la Biblia que nos habla de Jesús que es el pan de vida que nuestras almas
necesitan para crecer espiritualmente. Tendríamos que aprender la lección que
se desprende de la parábola de las diez vírgenes que narró Jesús. Cinco de ella
eran prudentes y las otras cinco insensatas. Todas ellas esperaban la llegada
del esposo. Las prudentes tomaron la precaución de tener aceite para que no se
apagasen las lámparas. Cuando llegó el esposo entraron con él a las bodas. Las
insensatas tuvieron que ir a comprar aceite y cuando regresaron no pudieron
entrar a las bodas porque la puerta estaba cerrada (Mateo 25:1-13). Moraleja:
No amemos el sueño. Velemos porque no sabemos ni el día ni la hora en que el
Hijo del Hombre vendrá a buscarnos para que nos deleitemos participando de las
bodas del Cordero.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada