NAVIDAD, ¿DÓNDE ESTÁS?
<b>¿De
qué nos sirve esta vida tan atareada si apenas tenemos tiempo de fijar la
mirada?</b>
<b>Marta
Alòs</b> acierta cuando escribe: “Está
visto que el ser humano no escarmienta ni con aceite hirviendo. Mientras que el calentamiento global hace
subir la temperatura de la Tierra y las emisiones de óxido de carbono ya han
superado un 1% respecto al año anterior, la estupidez humana sigue sin pararse
porque unos dicen, dicen, dicen, que es necesario seguir consumiendo… y
viajando…y hacemos hervir la olla porque la economía no puede detenerse”.
Desde
el punto de vista cristiano el teólogo <b>José Ignacio González
Faus</b>, escribe: “Produce cierta vergüenza ser ciudadano cuando debido
a las perspectivas de poca agua y poca energía, se van tomando medidas de
ahorro, pero nos dicen que la malgastadora iluminación navideña de las calles
de nuestras ciudades “apenas se tocará”. y en algunas capitales importantes no
se tocará nada”.
Desde
el nacimiento más humilde de la celebración navideña, la Navidad no ha sido
nunca una fiesta amparada por la tradición bíblica. Los historiadores la
consideran la cristianización de la festividad pagana del solsticio de invierno
dedicada a exaltar al dios sol. Careciendo del soporte bíblico se ha ido
alargando más el brazo que la manga
hasta alcanzar el desbarajuste de nuestros días.
González
Faus bautiza la Navidad con este nombre: <i>consumocristo</i>.
“Nadie puede servir a dos señores. Porque o aborrecerá al uno y amará al otro,
o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas” (Mateo 6: 24). La celebración de la Navidad se ha convertido en una
escandalosa banalización del Nombre de Jesús. Jesús que es a quien afecta
directamente la prostitución que se hace de su Nombre, citando al profeta
Isaías, dice: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este
pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me
honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 1-9). No
es una nimiedad tomar en vano el Nombre del Señor: “No tomareis el Nombre del
Señor tu Dios en vano, porque el Señor
no dará por inocente al que tome su Nombre en vano” (Éxodo 20: 7).
A pesar
que los villancicos pronuncian el nombre Jesús presentan un Jesús mítico que
nada tiene que ver con el Jesús del Nuevo Testamento que como Hijo de Dios vino
a la Tierra a cumplir “aquello que la multitud de ángeles que alababan a Dios
diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz y buena voluntad
hacia los hombres” (Lucas 2: 14). El Jesús mítico no cumple lo que los ángeles
anunciaron a los pastores.
El
Jesús que durante la Navidad está a flor de labios de tantos que entonan
villancicos no es el Jesús que humaniza a quienes creen en Él como Señor y
único Salvador. Los humaniza al convertirlos en hijos de Dios. La
deshumanización en que se encuentra el hombre se debe al pecado de Adán, el
padre del que procede toda la humanidad. Su descendencia nace siendo hija del
diablo. De un padre que Jesús considera que es “homicida desde el principio…y
padre de mentira” (Juan 8: 44). No debe extrañarnos, pues, que las obras de su
descendencia sean: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes”
(Gálatas5: 19-21).
En el
cumplimiento del tiempo el Hijo de Dios se encarna en el seno de la virgen
María. José que estaba desposado con María, legalmente su esposo sin haberse
consumado el matrimonio. Creyendo que María le había sido infiel piensa
repudiarla en secreto. “Y pensando en esto, he aquí que un ángel del Señor le
apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu
mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz
un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mateo 1: 20, 21).
El Hijo
de Dios que es el Dios eterno se desprende de su gloria divina y se humilla haciéndose
hombre y naciendo en un establo porque todas las casas de Belén estaban
ocupadas debido a la multitud que se
había concentrado en el pueblo para censarse según lo ordenado por el Cesar.
Dos
años más tarde llegan a Belén procedentes de oriente unos magos para adorar al
Rey de los judíos: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María,
y postrándose le adoraron: y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra” (Mateo 2: 11). En el momento que los magos le doraron Jesús
tenía dos años (Mateo 2: 16). La Navidad cristianizada no se ajusta a la
realidad.
En el
momento que se paganiza el nacimiento de Jesús, su Persona deja de ser el
centro de la historia para ocuparlo los fieles (?), que siguiendo la costumbre de los antiguos
adoradores del sol se intercambiaban regalos entre ellos.
Los
mismos incrédulos son quienes afirman que el ser humano se ha deshumanizado.
Una muestra de dicha deshumanización es el carnaval en que se ha convertido el
natalicio de Jesús. Si no se hubiese llegado a este estado de descomposición, las multitudes que ahora
entonan villancicos míticos adorarían a
Jesús que los salva de sus pecados y los transforma en hijos de Dios que andan
en novedad de vida. El mundo tendría un color distinto porque serían humanos
que guiados por el Espíritu Santo irían por la Tierra sembrando la paz de Dios
que excede la comprensión humana. “Y en la Tierra paz y buena voluntad hacia
los hombres”.
Octavi Pereña i Cortina
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