dissabte, 13 d’agost del 2022

 

2 CRÓNICAS 19: 4

“Habitó, pues, Josafat en Jerusalén, pero daba vuelta y salía al pueblo, desde Beerseba hasta el monte de Efraín, y los conducía al Señor el Dios de sus padres”

Josafat, rey de Judá, con las limitaciones propias de un hombre pecador tenía “un corazón dispuesto para buscar a Dios” (v.3). Dado que era el rey y tenía un corazón dispuesto a buscar al Señor que de un extremo del reino al otro “los conducía al Dios de sus padres”. Tampoco debe extrañarnos  que dada la autoridad con que estaba investido pusiese “jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares” (v.5).

Las autoridades han sido puestas por Dios para que gobiernen en representación de Él y administren justicia en su Nombre. Josafat, consciente de la responsabilidad contraída de ser representante de Dios en Judá, les dice a los hombres elegidos para ser jueces: “Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del  Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis” (v.6). Yo os he elegido para ser jueces, pero en verdad, quien os ha escogido ha sido el Señor.

Ante la gran responsabilidad que recae sobre las personas que tienen que administrar justicia, a los elegidos les recuerda la gran responsabilidad adquirida: “Sea, pues, con vosotros el temor del Señor, mirad lo que hacéis, porque con el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho” (v.7).

Josafat siendo más explícito añade: “Procederéis asimismo con temor del Señor y con corazón íntegro. Cualquier causa que viniere a vosotros de vuestros hermanos que habitan en las ciudades, en causas de sangre, entre ley y precepto, estatutos y decretos, les amonestareis que no pequen contra el Señor, para que no venga ira sobre vosotros y sobre vuestros hermanos. Haciendo así no pecaréis” (vv. 9,10).

Hoy la justicia está desacreditada porque quienes visten la toga y se sientan ante la mesa del tribual, como representantes de Dios en la administración de justicia no tienen en cuenta los requisitos que Josafat exigía en los jueces que seleccionaba.

Hoy muchos jueces juzgan en lugar de hombre y se olvidan que lo hacen en lugar de Dios. Pero llegará el día que comparecerán ante el tribunal de Cristo y tendrán que dar cuenta de su labor. El Juez supremo abrirá los libros  y leerá todas las sentencias dictadas por los jueces sin olvidar ni el más mínimo detalle. Ante la exposición de los hechos el terror los enmudecerá.


 

2 CRÓNICAS 34: 19

“Y luego que el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos”

Haciendo limpieza del templo y arrojando al fuego toda la suciedad almacenada debido a la negligencia manifestada por sus antecesores en el trono, dan con un ejemplar de la Ley de Dios que se lee al rey Josías. El monarca al oír lo que decía el Libro encontrado “rasgó sus vestidos” en señal de arrepentimiento. El monarca humillado ante el Señor, ordena: “Andad, consultad al Señor por mí y por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras del Libro que se ha encontrado, porque grande es la ira del Señor que ha caído sobre nosotros porque nuestros padres no guardaron la palabra del Señor, para hacer todo lo que está escrito en este Libro” (v. 21).

La conversión de Josías hizo que emprendiese una reforma religiosa que hizo que en apariencia el pueblo se volviese al Señor. Fallecido Josías subió al trono su hijo Joacim. El texto nos dice: “E hizo lo malo ante los ojos del Señor su Dios” (2 Crónicas 36: 5). Mientras vivió su padre el hijo aparentemente se había vuelto a Dios, pero su corazón seguía atrapado a la idolatría que tanto daño hace. Las reformas religiosas no sirven de nada si no consiguen que los “reformados” verdaderamente lloren y se aflijan por su pecado. Al fallecer Josías el reino públicamente dio la espalda a Dios. El vaso de la maldad colmó. Poco después el reino de Judá fue conquistado por Babilonia  y el templo que era la gloria de Israel, destruido. El juicio de Dios siempre se cumple.

Al descubrirse el Libro de Dios que produjo la conversión de Josías  al Señor, con él, bien seguro que hubo otras personas que se convirtieron al Señor y lloraron sus pecados en señal de arrepentimiento. ¿Cómo se manifiesta una genuina conversión a Dios? Creo que el almo 51 es el mejor referente que describe lo que le ocurre en  una persona genuinamente  convertida a Cristo: “Rasga sus vestidos” en señal de arrepentimiento. Como preámbulo del Salmo, David su autor, hace una sentida  confesión de pecado: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame mi pecado” (vv. 1, 2). En muchos que se consideran cristianos no se dan confesiones de pecado como lo hace el salmista. Otros motivos pueden llevar a decir que Jesús es el Señor, pero si los corazones de tales personas no han sido lavados por la sangre de Jesús, tales personas no son cristianas.

Quienes confiesan de labios que Jesús es el Señor, tened cuidado, no sea que al abrir los ojos en la eternidad en vez encontraros en el Paraíso con Jesús, los abráis en el infierno. Será demasiado tarde para rectificar. Hoy puede ser el día de vuestra salvación. No permitáis que pase de largo.

 

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada