diumenge, 28 de novembre del 2021

 

ÉXODO 3: 9

“El clamor, pues de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen”

Vivimos en un mundo envuelto en llamas. La opresión en sus diversas manifestaciones se multiplica por doquier. El texto que comentamos es la consecuencia de la terrible opresión que Egipto ejercía sobre los israelitas. La crueldad con se maltrataba a los hebreos impulsaba a éstos a clamar a Dios. Si no es  Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ¿quién va a oírnos? Los ídolos tienen orejas pero no escuchan. De ellos no se va a recibir respuesta. Si la hay es de Satanás quien se esconde detrás de las imágenes no para bien de los orantes sino para su muerte eterna. No debemos dejarnos coger en el engaño satánico que nos impulsa a buscar consuelo allí donde no lo hay.

Los hebreos clamaron al Dios  que los podía sacar de tribulación. Los oyó y empezó a dar los pasos que llevarían a su liberación. El Señor escoge como libertador humano a Moisés que se le aparece en una zarza ardiendo que no se consume y le dice: “Ve, y reúne a los ancianos de Israel y diles: El Señor el Dios de vuestros padres…me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto, y he dicho: yo os sacaré de la aflicción de Egipto… ”(Éxodo 3: 16,17).

Moisés emprende la tarea liberadora  y lo que primero que hace es presentarse ante el faraón pidiéndole que deje marchar a los israelitas. El resultado es el endurecimiento de la opresión y que iba acompañada de las Diez Plagas que asolaron Egipto. La obstinación del faraón de no dejar marchar a los hebreos condujo a la noche terrible en que murieron los primogénitos de los egipcios y de los animales. Después de este hecho fue cuando el faraón de prisa y corriendo el faraón dejó salir a los israelitas de Egipto.

Muchos se preguntarán: ¿Por qué el faraón no dejó salir al pueblo hebreo en el mismo momento en que Moisés compareció ante su presencia solicitándolo. Los pensamientos del Señor son más altos que los nuestros. Los desconocemos. Pero los vamos conociendo poco a poco. Pero sí sabemos los motivos que tiene el Señor para no destruir a los malvados tan pronto como cometen el primer delito. Entre ellos nos encontramos tanto el lector como yo: “El Señor no retrasa su promesa, según algunos tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9). Resumiendo: Dios no se precipita en castigar a los malhechores aun cuando éstos sean de cuello blanco. La paciencia del Señor les permite arrepentirse. Espera hasta que el colmo de la maldad hace que el vaso se derrame (Génesis 15: 16). Llegado a este punto la justicia divina se aplica con todo su rigor. La justicia divina que tantos desean para otros tal vez no se vea en este mundo, pero lo será en el otro.


 

ÉXODO 10: 4

“Y si aún rehúsas de dejar marchar a mi pueblo, he aquí que mañana, yo traeré sobre tu territorio la langosta”

El tema de las diez plagas que terminaron con la aniquilación del ejército egipcio sepultado bajo las aguas del Mar Rojo pone sobre la mesa el tema del poder político. Todo el texto que trata de las diez plagas plantea un enfrentamiento entre el faraón y Dios. Debido al carácter divino que se le atribuía al faraón, de hecho se trata de un enfrentamiento entre Dios  y las autoridades humanas que habiéndose divinizado por el poder adquirido se niegan  a reconocer el origen divino de su poder. El apóstol Pablo esclarece la duda cuando escribe: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas…” (Romanos 13: 1-8).

Los Diez Mandamientos destacan que Dios como autoridad suprema delega en los padres la autoridad sobre los hijos. De ello se desprende la autoridad que debe darse en las distintas esferas sociales para que no se introduzca la anarquía que tantos daños produce. El relato del faraón bíblico que ha quedado preservado en las páginas de la Biblia no es un cuento fabuloso para entretenimiento de los niños. El hecho de que dicho relato se haya conservado a lo largo de los siglos hasta nuestros días en las páginas de las Sagradas Escrituras cristianas tiene una finalidad pedagógica. Pretende enseñar a las autoridades que el origen de su poder no se encuentra en ellas mismas sino en Dios que se lo ha concedido. Se equivocan si no entienden esto. Este error les lleva a creer que no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Se equivocan. Pueden saltarse los controles establecidos para evitar que la corrupción ensucie a los gobernantes, pero no pueden escabullirse del control que Dios ejerce sobre ellos.

En su engreimiento el faraón dijo a Moisés: “¿Quién es el Señor, para que oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5: 2).

Quiéranlo o no, los gobernantes como el resto de los mortales tendrán que presentarse en su día ante Cristo para dar cuenta de todos sus actos. Pretenderán  exculparse de no haber hecho justicia a sus pueblos alegando ignorancia: “Entonces” (el Señor) “les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no hiciste justicia a uno de estos más pequeños” (los ciudadanos) “tampoco a mí lo hicisteis”, Ahora el Señor dicta la sentencia que es irrevocable: “E irán éstos al castigo terno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25: 31-46). Con la justicia de Cristo no se juega. Nunca admite cohecho y es cien por cien justa.

 

 

 

FORTALECIMIENTO ÉTICO

<b>”Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista, una pequeña locura al que es considerado sabio y honorable” (Eclesiastés 10: 1) <b/>

<i>“Hoy no estamos de humor, mañana tampoco”</i>. Esta frase puede resumir el estado actual en que se encuentran muchas personas por la presencia del Covid-19 que ya dura demasiado tiempo. El persistente malhumor se manifiesta claramente en las relaciones personales y que se ha intensificado debido a que la pandemia nos presenta un futuro incierto y haber cambiado nuestro estilo de vida. La pandemia tiene la virtud de agriarnos el carácter. No son grandes cosas las que nos hacen subir por las paredes. Son pequeñeces las que nos hacen subir la adrenalina al máximo. La agresividad se manifiesta en el día a día. Unos jubilados juegan a cartas o al domino o al billar. La pareja comete un error, o se supone que lo ha cometido, y enseguida estalla la ira y la boca vomita blasfemias y palabrotas como si se hubiese comido pescado en mal estado. Se está conversando amigablemente mientras los tertulianos están de acuerdo en lo que se dice. Si uno de ellos disiente de lo que se está diciendo se arma la marimorena. Un adelantamiento improcedente, ¿quién no lo ha cometido nunca? Los insultos saltan por la ventanilla y el claxon suena estrepitosamente. A todo ello se le podría añadir infinidad de menudencias que nos estropean el día. ¿Por qué somos tan sensibles a aquello que no nos gusta? La causa se debe a que nos creemos tan especiales que nada ni nadie debe cuestionar nuestra valía. Lo valioso que uno cree ser. En el fondo, la irritabilidad que tan prontamente se manifiesta no se debe a un problema educativo sino a una cuestión espiritual. No tiene nada que ver con la filosofía ni con la religión. La esencia del mal carácter que estalla impulsivamente es un problema relacional. ¿Qué representa Jesús para nosotros?

Termino de leer <i>La reina oculta</i> de <b>Jorge Molist</b>. El autor presenta un Jesús mitológico que nada tiene que ver con el Jesús de los evangelios. Un Jesús al que se le puede manipular a conveniencia. Este Jesús no es el Hijo de Dios que hace nuevas a las personas a quienes creen en Él como Señor y Salvador. Este Jesús imaginario, como cualquier otra persona, real o literaria, no cambia el corazón de las personas. El embrollo imaginado por <b>Jorge Molist</b> al escribir  <i>La reina oculta</i>, distrae pero deja indiferente al lector. Este Jesús convertido en leyenda literaria no es el Jesús que necesitan las personas para liberarse del malhumor que les persigue como galgo hambriento.

La conversión a Cristo de Saulo de Tarso que más tarde se le conocería como el apóstol Pablo fue muy dramática. Dirigiéndose a Damasco con el propósito de detener a los cristianos que vivían en aquella ciudad para llevárselos a Jerusalén para ser juzgados y castigados, un repentino resplandor celestial lo cegó y le hizo caer del caballo. Una vez alojado en la ciudad Jesús envió a Ananías para que entre otras cosas le dijese: “Cuánto le es necesario padecer por mi Nombre” (Hechos 9: 16). Recién convertido a Cristo judíos fanáticos empezaron a perseguirle con el propósito de matarlo. Los discípulos protegieron a Pablo “tomándole de noche, lo bajaron por el muro descolgándole en una canasta” (v. 23).

En 2 Corintios 11: 23-28 el apóstol describe una serie de incidentes debido a su celo evangelizador. Si el lector se detiene a leer el texto bien seguro que un escalofrío le descenderá de arriba abajo de la columna vertebral. La manera de reaccionar  el apóstol ante los dolorosos sufrimientos que le sobrevinieron debido a su fe en Jesús no tienen comparación con los suaves dolores que padecemos y que nos roban el bienestar emocional que, para librarnos de ellos nos atiborramos de fármacos que nos libren del malestar, más que físico mental. El remedio que le ayudó a salir victorioso de las situaciones dolorosas por las que tuvo que pasar y que no dañaron su salud mental nos la receta cuando escribe: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado, como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad”. El apóstol no nos enseña a permanecer tranquilos esforzándonos a superar  las adversidades como enseña la filosofía del pensamiento positivo, sin lograrlo. Nos instruye a hacerlo saludablemente cuando al final del texto leído hace esta declaración de fe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4: 11-13).

El secreto que le permitió al apóstol Pablo mantenerse sereno en cualquier circunstancia  lo consigue estando en Cristo que le fortalece. El Cristo de Pablo no tiene nada que ve con el Cristo que describe <b>Jorge Molist</b> escribiendo <i>La reina oculta</i>. El Cristo de Pablo es el que no se encuentra inmovilizado entre las páginas de la Biblia, sino el Cristo viviente que por el Espíritu Santo mora en el interior de quienes creen en Él. Vencer el malhumor que se dispara en nuestros días solamente existe una manera de conseguirlo: que sea Cristo quien nos fortalezca.

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 21 de novembre del 2021

 

GÉNESIS 20: 10, 11

“Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas para que hicieses esto? Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”

A pesar que Abraham fue un gran hombre de fe, de fe firme, y se le concedió el privilegio de ser “llamado amigo de Dios” (Santiago 2: 23), su encumbramiento no le despojó de su condición de pecador. Por ello la fe Abram tenía sus lagunas que le permitían tropezar dos veces con la misma  piedra. Años ha, debido a una fuerte hambruna tuvo que emigrar a Egipto para no perecer de hambre. En este viaje manifestó su debilidad pues, en vez de fortalecerse en el Señor, como animal acorralado, puso a Sara su mujer como como escudo protector.  (Génesis 12: 10- 20). La mentira que utilizó presentado a Sara como hermana y no como esposa,  no tardó en salir a la luz pública, lo cual le deshonró: “Entonces Faraón llamó a Abram y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? (vv. 18,19).

Volvemos a encontrarnos con Abraham en la tierra de Canaán mostrando que no ha aprendido la lección impartida por el Faraón: “Y dijo Abraham de Sara  su mujer: es mi hermana. Y Abimelec, rey de Gerar envió y tomó a Sara” (v. 2). En sueños Dios habló a Abimelec que Sara la mujer que había tomado tenía marido (v. 3). Al día siguiente Abimelec manda llamar a Abraham para decirle: “¿Qué has hecho? ¿En qué pequé contra ti, que has atraído  sobre mí y sobre mi reino tan gran pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo” (v.9). Como excusa por haber mentido a Abimelec Abraham dice: “Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”  (v.11).

Abraham tuvo miedo y en vez de fortalecerse en el Señor como hizo David cuando sus hombres iban a matarle  por culparle del espolio que les habían hecho los amalecitas. No culpemos a Abraham porque en su debilidad mintió por tener miedo del hombre. ¡Cuántas veces no hemos mentido para esconder alguna fealdad que hay en nosotros! El arrepentimiento debe brotar de nuestro corazón para que el Señor perdone nuestro pecado.

Que las palabras del salmista vengan a nuestras mentes cuando tengamos miedo de presentarnos ante el mundo tal cual somos realmente: cristianos comprometidos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida” (Salmo 46: 1, 2).


 

JUDAS 24, 25

“Y a Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y preservarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador , sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”

Según Judas, el período de tiempo entre la ascensión de Jesús y su regreso glorioso lo denomina postrer tiempo. Durante este período de duración ignorada se encontrarán dos tipos de personas: Los burladores que andan según sus malvados deseos” y los que considera ”amados”  que en vez de causar divisiones como los burladores “edificándoos sobre vuestra santísima fe ,  orando en el Espíritu Santo”  (v. 20). Los amados de Judas no permanecen ociosos sino que trabajan para ir creciendo en la fe. A estos trabajadores esforzados Judas les dedica la doxología con la que termina su breve epístola. Reflexionaremos en  ella con el deseo de que su contenido sirva para fortalecer nuestra fe durante nuestro peregrinaje por el valle de sombra de muerte” (Salmo 23: 4). Debido al pecado y a Satanás que se encuentra entre bastidores intentando debilitar nuestra fe que desgraciadamente a menudo lo consiguen. Por esto al meditar en esta doxología encontraremos la fuerza necesaria para transitar victoriosos por el valle de sombra de muerte. Sin citar a Jesús por su Nombre se refiere a Él como “Aquel que es poderoso de guardarnos sin caída”. Es muy reconfortante  recordar que Jesús que dio su vida para salvación nuestra ahora que está sentado a la diestra del Padre intercede por nosotros para que nuestra fe no falte: “Es poderoso para guardarnos sin caída”. Con los trompicones que nos damos durante nuestra travesía por el desierto es muy reconfortante recordar que Jesús nos tiene cogidos  de la mano para que no nos lastimemos en las caídas.

Asimismo es muy animoso  recordar que Jesús que es aquel que es poderoso utiliza su poder para “presentarnos sin mancha delante de su gloria”. Con tantas manchas y arrugas que nos afean espiritualmente  es alentador recordar que la sangre que Jesús derramó en la cruz del Gólgota nos limpia para siempre de todos nuestros pecados, “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10: 14). El tiempo que ha transcurrido desde que Jesús derramó su sangre santificadora no ha hecho disminuir su poder limpiador. La doxología  de Judas que también fue escrita para nosotros nos dice que quien ha sido salvado por Jesús no pierde la salvación. Ante una salvación tan grande y maravillosa unámonos a Judas y exclamemos  con él: “Al único y Sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

 

 

JUSTICIA EQUITATIVA

<b>”La ley de la selva solo sirve para la selva, cuando nos regimos por esta ley la civilización se hunde” (Joan Berril)</b>

¿Qué hace la justicia cuando una mujer vecina de Torà es agredida por un joven del pueblo que “ya ha ocasionado molestias a los vecinos en otras ocasiones?” Casos semejantes se repiten más de la cuenta. La ciudadanía ante estos casos de violencia cree que la justicia no hace nada. Si se detiene a los violentos entran por la puerta principal y salen por la de servicio. Existe una desconfianza muy generalizada hacia la justicia. Pienso que en este caso, por lo que se refiere a la justicia, se le podría aplicar  lo que <b>Susanna Carrusso</b> secretaria general del sindicato CGIL, asaltado por la extrema derecha italiana, dice: “También creo que se necesita un debate público porque no es suficiente con ilegalizar las organizaciones neofascistas, es necesario reconstruir otra cultura”. Las leyes no son suficientes para erradicar los comportamientos que afectan la paz social. En el caso de la justicia “es necesario reconstruir otra cultura” que llegue a lo más hondo de las personas.

Quejarse de que la justicia no es justa y de que también estamos hartos de ver la impunidad que gozan los delincuentes no cambiará el comportamiento ni de los unos ni de los otros.

Concentrémonos en la violencia juvenil y adolescente. ¿Por qué se da? Dos textos bíblicos nos ayudarán a entenderlo: “Se apartaron los impíos desde la matriz, se descarriaron hablando mentira desde que nacieron” (Salmo 58: 3). “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51: 5). Estos dos textos desmienten la filosofía que enseña  la bondad innata del ser humano. Ilustran claramente que los recién nacidos no son inocentes y que si se vuelven malos no se debe a causas ajenas a ellos. Dando por buena la enseñanza bíblica tiene que cambiarse el modelo educativo. No es suficiente con enseñar a los niños a leer y a escribir, a sumar y a multiplicar. Ello es el rudimento de la cultura. Según los dos textos citados el problema de la maldad es de carácter espiritual. Se tiene que tener en cuenta este aspecto si es que de verdad se quiere erradicar la violencia de verdad. La faena de enseñar espiritualidad a los niños recae directamente en los padres. La Biblia no se cansa de recordar a los padres la responsabilidad que tienen de enseñar a los hijos el temor del Señor. El problema se encuentra en que la mayoría de los padres son incrédulos  a pesar de que públicamente se confiesen cristianos. Dada esta condición, les importa un bledo la educación  espiritual de sus hijos. Les basta con que la escuela los prepare para que puedan ganarse la vida  cuando sean adultos. Este modelo educativo cojea y lleva a que se den demasiados casos de niños y adolescentes que se comportan como el joven de Torà que agredió a la mujer porque le llamó la atención por la música ensordecedora que no dejaba dormir a su hijo. El prójimo les importa un comino. Que digan lo que quieran, yo estoy contento.

Ante una educación cien por cien materialista no debe extrañarnos que los casos de violencia infantil y adolescente crezcan exponencialmente. La Biblia que tendría que ser el  conejero espiritual de los padres dice qué es lo que tendrían que hacer en el caso que las reprensiones no hagan mella y el mal comportamiento se agrave: “Si alguien tiene un hijo contumaz y rebelde, que no obedece a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no los obedece, entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva, y dirán a los ancianos de la ciudad: Este hijo nuestro es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz, y es glotón y borracho. Entonces los hombres de la ciudad lo apedrearán, y morirá, así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá  y temerá” (Deuteronomio 21: 18-21).

A simple vista, debido a los cambios culturales que se han ido produciendo a lo largo de los siglos, puede parecernos que este texto es muy bestia. Si nos molestamos en analizarlo para poder aplicarlo en nuestra época descubrimos que contiene enseñanzas muy ecuánimes. Nos muestra que los padres se han tomado a conciencia la educación de su hijo y que lo han reprendido cuando ha sido necesario para su bien, Todo intento ha sido inútil. Las enseñanzas le entraban por un oído y salían por el otro. Por lo que deja entrever el texto, los delitos que cometía no eran nimiedades, sino delitos graves. Cuando se ha hecho todo lo posible para enderezar al hijo y el resultado ha sido negativo, estos padres no hacen como muchos que a sabiendas del mal comportamiento de su hijo defienden a capa y espada una bondad inexistente. Conscientes de lo indómito que es no les toca otro remedio que llevarle ante la justicia para exponer brevemente qué es su hijo: “Contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz, es glotón y borracho”. Reunidos los ancianos ante la puerta de la ciudad deliberan sobre el caso y dictan sentencia de muerte: “Así quitará el mal de en medio de ti y todo Israel oirá, y temerá”

En el antiguo Israel los delitos de sangre y las violaciones de mujeres se les aplicaba la pena de muerte. En nuestra cultura se ha sustituido la pena de muerte por largos años de cárcel. Las sentencias por los delitos mencionados debería ser cárcel a perpetuidad sin posibilidad de revisión de  condena. ¡Cuántos casos no se han dado de violadores que después de un excelente comportamiento, al salir a la calle vuelven a las andadas. La sensiblería no debería ablandar el corazón.

La justicia debería servir para castigar al delincuente según la gravedad del delito cometido. Si la condena tuviese que ser pena de muerte, la cadena perpetua que la sustituye tendría que ser a perpetuidad.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 14 de novembre del 2021

 

SALMO 3: 8

“La salvación es del Señor, sobre tu pueblo será tu bendición”

El salmista comienza su poema con estas palabras:”¡Oh Señor, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación de Dios” (vv. 1, 2). Este salmo lo escribe el rey David cuando su hijo Absalón se había revelado contra él. David le pide ayuda al Señor para que le proteja de un enemigo  concreto. El hecho de que el salmo por inspiración del Espíritu Santo haya quedado registrado en la Biblia quiere decir que sirve de inspiración para todos los lectores sean cuales sean las situaciones en que puedan encontrarse.

¿Quiénes son nuestros muchos adversarios? Pueden serlo personas normales que por cualquier motivo se hayan enojado contra nosotros y difaman nuestro nombre por venganza. Nuestro enemigo puede serlo el Covid-19 cuyos estragos hayan afectado a familiares o amigos íntimos. Puede ser nuestro enemigo la separación de nuestro hijo/a que tanto daño nos ha causado. Puede ser nuestro enemigo el hijo/a que se haya dado a las drogas. Puede ser nuestro enemigo el que hayamos perdido el trabajo y por no poder pagar el alquiler se nos haya desahuciado y tengamos que depender de la beneficencia pública o privada. Son mil y una las situaciones que se han convertido en  enemigos nuestros.

Normalmente la gente que se siente perseguida  por algo o alguien busca protección en otra persona, la cual por ser  también de carne y huesos está incapacitada para ofrecernos la ayuda que solicitamos. En el caso del volcán que vomita fuego y lava que destruye viviendas y campos de cultivo en la isla de La Palma, las palabras del rey diciéndoles a los damnificados que está a su lado poco consuelo les habrán dado. Han sido palabras que el viento se lleva. David que cree de verdad en Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, en vez de ir a buscar consuelo en un amigo va a la fuente de donde realmente le vendrá el bálsamo que necesita: “Mas tú, Señor, eres escudo alrededor de mí, mi gloria y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé al Señor, y Él me respondió desde su monte santo” (vv. 3, 4).

El resultado de confiar David en el Padre de nuestro Señor Jesucristo que es Dios de toda consolación, para aliento nuestro escribe: “Yo me acosté y dormí, y desperté, porque el Señor me sustentaba” (v. 5). Jesús el Hijo de Dios encarnado dice a los afligidos por las punzadas de sus corazones: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).

El salmista finaliza su poema con estas reconfortantes palabras: “La salvación es del Señor, sobre tu pueblo sea tu bendición” (v. 8).


 

MALAQUÍAS 2: 17

“Habéis hecho cansar al Señor con vuestras palabra. Y decís: ¿En qué te hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace el mal agrada al Señor, y en los tales se complace, o, ¿dónde está el Dios de la justicia?

Malaquías nos enseña a orar como es debido. Determinadas oraciones no traspasan el techo de la habitación en donde se han pronunciado. Las vanas repeticiones cansan al Señor. Los que oran inadecuadamente se preguntan: ¿En qué te hemos cansado?  La impiedad del orante le hace tergiversar el sentido de la justicia y que a Dios le complace escuchar cualquier oración por disparatada que sea. El Dios de toda justicia no se complace en escuchar las oraciones pronunciadas por los impíos.

El apóstol Pablo nos da una enseñanza que va como el anillo al dedo respecto a cómo tenemos que orar. Si aceptamos su consejo hace que al momento de orar aparezca la humildad que debe caracterizar al orante porque reconoce que los pensamientos y los caminos del Señor son más altos que sus pensamientos y caminos. A pesar que existe familiaridad con Dios porque se es hijo suyo si en verdad se ha creído en Jesús como Señor y Salvador, dicha familiaridad jamás debe llegar a tratar a Dios como a un igual. Él está en lo alto y el orante en la tierra.

Vayamos a lo que el apóstol Pablo tiene que deciros: ·Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8: 26, 27).

Solamente Jesús cuando estuvo aquí en la Tierra tuvo el Espíritu sin medida (Juan 3: 349). Los cristianos verdaderos tienen el Espíritu Santo morando en ellos. Sin Él no serían cristianos. Pero el Espíritu los guía por el camino de la santificación lo que significa que todavía no ha terminado su obra de hacerlos perfectos como su Padre celestial es perfecto.

El Padrenuestro la oración que Jesús enseñó a sus discípulos pone límites a las oraciones que sus hijos le dirigen, al decirles: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra” (Mateo 6: 10). ¿Sabemos cuál es la voluntad de Dios al cien por cien? No. Las oraciones del cristiano brotan del corazón pero desconocemos si corresponden plenamente a la voluntad de Dios y, si es su voluntad ignoramos  cuando su voluntad  va a cumplirse. Tenemos que seguir orando porque así lo enseña la Biblia y esperar pacientemente la respuesta del Señor. La tardanza en responder no significa que no hayan sido escuchadas. Los pensamientos y los caminos del Señor  no son nuestros pensamientos y caminos. Somos hijos que no tienen que manipular al Padre.

 

 

 

INVIOLABILIDAD CONSTITUCIONAL                       

<b>Las constituciones inmovilistas son lacra para las naciones/b>

El artículo 56.3 de la Constitución afirma: “La persona del Rey es inviolable, y no está sujeta a responsabilidad…”. Que la Constitución de 1978 diga que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad nos recuerda a las monarquías absolutistas del pasado amparadas por los teólogos de la Iglesia Católica que defendían el origen divino de las mismas. Es cierto que esta afirmación nace de la declaración del apóstol Pablo: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). Un texto sacado de un contexto se convierte en un pretexto y se le puede hacer decir lo que al intérprete  le convenga más. El contexto general de la Biblia no nos permite pensar que Dios sea partidario de los absolutismos, sean monárquicos o republicanos. Los monárquicos favorecen la injusticia en Nombre de Dios y los republicanos en nombre de la razón. Prestemos atención a lo que ocurre en el mundo.

La carta real que está por encima de las constituciones de las monarquías y de las repúblicas se encuentra en Deuteronomio 17: 14-20. Este texto contiene unas cláusulas que únicamente son aplicables al Israel bíblico. Lo que puede aplicarse a todas las naciones dice: “No tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe, ni, ni plata, ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta Ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las palabras de esta Ley y estos Estatutos, para ponerlos por obra. Para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra, a fin que prolongue sus días en su reino, y sus hijos, en medio de Israel” (vv. 17-20).

El verdadero Rey de Israel es el Señor. Este conoce al dedillo la manera de ser de su pueblo. Sabe anticipadamente que querrá tener un rey como lo tienen los pueblos vecinos. Puntualiza: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti el que <i>el Señor tu Dios escoja</i>” (v. 16). Implícitamente el texto que comentamos enseña que la duración del reinado se acortará si no se mantiene fiel a lo que dice la copia que ha hecho para sí.  A lo largo de los siglos Dios ha hablado por medio e los profetas. Llegado el cumplimiento del tiempo lo hace por medio de Jesús su Hijo y de sus discípulos que inspirados por el Espíritu Santo recuerdan todo lo que el Señor enseñó. Todo lo que Dios ha revelado para bien del hombre ha quedado registrado en un libro que conocemos como Biblia. Con la aparición de la imprenta y recientemente con la tecnología digital, los costes de edición se han abaratado, lo cual permite poner la Biblia al alcance de todas las economías. Ahora monarcas y políticos no tienen que hacer ningún esfuerzo para hacerse con una copia de la Biblia. Con facilidad la van a encontrar en las librerías. No tienen que acudir a la clandestinidad para hacerse con una copia del Libro de Dios como ocurrió en tiempos del imperio de la Inquisición que se esforzó inútilmente destruir el libro de Dios en las hogueras. No tienen excusa para no hacer la lectura diaria de la Biblia que les enseña a gobernar con justicia.

La Constitución de 1978 afirma: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeto a responsabilidad…”. La Carta real que ha sido escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo está por encima de las constituciones nacionales y debe ser obedecida por todos los hombres. A los gobernantes, sean de  derechas o de izquierdas no se les exime de hacerlo. De no obedecer a sus enseñanzas tendrán que dar cuenta a la Autoridad superior que los ha puesto en el cargo.

Siendo ya anciano el profeta Samuel el pueblo le pidió un rey. El Señor le dice a su siervo que no le han rechazado a él sino que a mí me han rechazado, El Señor le dice a Samuel que atienda la petición que le han hecho.  (1 Samuel 8: 7). El Señor habla a Samuel y le dice: mañana se te presentará un joven al que describe: “lo ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel” (1 Samuel 9: 16). “Tomando entonces Samuel u frasco de aceite, lo derramó sobre su cabeza, y le besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre su pueblo Israel? (10: 1). Esta unción se hizo en privado. Más tarde se refrendó públicamente. Finalizada la investidura “Samuel declaró al pueblo el derecho del reino, y lo escribió en un libro, y lo puso delante del Señor” (vv. 24, 25).

Tres años más tarde Saúl se encontraba en graves dificultades bélicas y violando la Ley de Dios usurpó las funciones sacerdotales. El profeta tuvo que amonestarle diciéndole: “Locamente has hecho, no guardando el mandamiento del Señor tu Dios que Él te había ordenado, pues ahora el Señor habría confirmado tu reino sobre Israel para siempre” (1 Samuel 13: 13).

En otro enfrentamiento con los filisteos, ya al final de su reinado “Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Mas el Señor no le dio respuesta aquel día” (1 Samuel 14: 37). Como no recibía respuesta de Dios fue a consultar a una nigromante (1 Samuel 28: 3-25). Samuel murió arrojándose sobre su espada. Este es el epitafio que recuerda el reinado de Saúl: “Y así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra el Señor, contra la palabra del Señor, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó al Señor, por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí” (2 Crónicas 10: 13, 14).

Para el Señor no existe inviolabilidad constitucional. Tanto monarcas como plebeyos tendrán que comparecer ante el tribunal de Cristo que los juzgará por sus hechos. Podrán eludir la justicia humana modificando las leyes a su antojo o sobornando a los jueces. Ante el Insobornable la sentencia será justa e irrevocable. Si no es en el tiempo como lo fue con Saúl, sí lo será en la eternidad.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 7 de novembre del 2021

 

PROVERBIOS 20:24

“Del Señor son los pasos del hombre, ¿cómo pues entenderá el hombre su camino?”

El destino de los hombres lo establece el Señor. Los hombres en su desvarío creen que está en sus manos. La evidencia nos muestra que no es así. Sus planes quedan entorpecidos por la voluntad de Dios que es otra. La pregunta que se hace el autor del proverbio: “¿Cómo entenderá el hombre su camino?” Puede comenzar a entenderse cuando se es consciente de que nada sucede sin el consentimiento de Dios. Que es Dios quien tiene las riendas de su destino. Tenemos el ejemplo de Saulo de Tarso que odiaba a muerte a los cristianos. Se dirigía a Damasco con el propósito de detener a los cristianos que vivían en la ciudad para detenerlos y conducirlos a Jerusalén para ser juzgados por las autoridades religiosas judías. Cambió su odio a los cristianos y fue obligado a amarlos en un santiamén.  Saulo era un hombre muy celoso  de Dios pero sin ciencia. A la vez que era religioso era impío. Por qué me persigues le dijo la voz de Dios. Temeroso, Saulo le dice: “Señor que quieres que yo haga. Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que tienes que hacer” (Hechos 9: 1-6). Esta escena de la vida de Saulo responde la pregunta: “¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?

Por nacimiento de mujer todos somos impíos. Aunque podamos ser celosos de Dios como lo era Saulo, de hecho somos impíos. Faltos de piedad. Somos ciegos que tropiezan con los obstáculos que se ponen en nuestro camino. Tomamos decisiones que creemos que son acertadas y el resultado es que nos dañan. Es importante seguir el consejo del profeta Isaías: “Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor” (Isaías 55: 6-8). ¿Cómo puede hacer el hombre que sus caminos y pensamientos coincidan con los de Dios? Solo existe una manera de conseguirlo: la conversión a Jesús que se consigue por la fe en su Nombre. Cuando el impío por la misericordia de Dios cree en Jesús y se arrepiente de sus pecados recibe el Espíritu Santo  quien desde su interior le revela el pensamiento de Dios: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido de corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2: 9, 10.

El Espíritu impulsa al creyente a buscar los pensamientos  y los caminos de Dios por lo que nos impulsa a investigar las profundidades de Dios. Es así como el hombre aprende a entender su camino.


 

SALMO 109: 22

“Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí”

Algunas versiones traducen necesitado por pobre. Esta palabra creo que da más fuerza al estado en que se encontraba el rey David, autor del salmo. El salmista describe la oposición que recibía: “Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí, han hablado de mí con lengua mentirosa, con palabras de odio me han rodeado, y pelearon contra mí sin causa” (vv. 1-3). Los enemigos más cercanos de David se encontraban dentro de su propia familia. También puede referirse a la persecución despiadada e injusta a la que le sometió su suegro el rey Saúl. David no menciona la palabra venganza. Eso sí, pone en las manos del Señor el castigo que se merecen sus enemigos.

David es un hombre de Dios que sabe en quien ha creído. Busca en oración a su Salvador y le expone el estado en que se encontraba su alma: “y tú, Señor, Dios mío, favoréceme por amor de tu Nombre, líbrame porque tu misericordia es buena, porque estoy afligido y necesitado y mi corazón está herido dentro de mí” (vv.21, 22). “Ayúdame, Señor Dios mío, sálvame conforme a tus misericordias” (v. 26).

Puede ser que nuestros enemigos no se encuentren dentro de nuestras propias familias ni tengamos que ir a buscarlos en nuestro círculo a amistades. Sí que nos encontramos en situaciones que nos aguijonean duramente  haciéndonos sufrir intensamente. Llevamos veinte meses afectados por el Covid-19 que ha cambiado radicalmente nuestro estilo de vida. El confinamiento, la monótona repetición de noticias que tienen que ver con el número de afectados y de fallecidos, la incertidumbre del futuro. Todo ello ha afectado a la salud de nuestras almas, La salud mental de muchas personas se ha visto gravemente afectada   por la anómala situación por la que pasamos. Los sicólogos y los siquiatras hacen su agosto debido a que muchísimas personas acuden a sus consultorios para que les curen sus trastornos mentales. Los afectados por la pandemia acuden a los médicos pero no a Jesús que es el Único que puede inundar de paz sus almas.

El salmista no comete el error que cometemos nosotros: “Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame conforme a tus misericordias”  (v.26). Los sicólogos y siquiatras pueden ser los medios que Dios utiliza para la curación de nuestras dolencias mentales, pero los especialistas sin Dios de poco sirven. Tiene que ser el Señor quien nos toque con su mano sanadora al decirnos: ”Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lucas 8: 48).

 

 

AUTORIDAD, ¿DÓNDE TE ESCONDES?

<b>Gobernar significa rectificar (Confucio)</b>

Coincidiendo un acto institucional de la policía catalana con una manifestación conjunta de mossos y policías locales reclamando respeto, Josep Lluís Trapero director de la policía catalana pidió “respeto hacia la policía. Ni sumisión, ni los miedos ya superados. Respeto”. Trapero explicó qué son los mossos diciendo: “La policía de Cataluña. Policía de Cataluña, una policía de una sociedad determinada,  de la cual formamos parte, ni más buena ni más mala. Sencillamente esta. La nuestra. Que quiere proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades, que nuestros conciudadanos puedan desarrollar su vida con libertad y sin obstáculos”. Trapero se refirió a “comportamientos preocupantes de intolerancia manifestados en los últimos botellones, no generalizados, pero sí relevantes, comportamientos grupales violentos que expresan intolerancia”.

Dejemos momentáneamente la calle. Es muy preocupante el odio que transmiten las palabras de ciertos políticos contra aquellos que no comulgan con sus filosofías. Este lenguaje inflamatorio va acompañado de aplausos y vítores de la claque que grita con vehemencia las proclamas de sus ídolos políticos. Siembra vientos y cosecharás tempestades, dice el refrán. Este tipo de lenguaje la Biblia lo condena explícitamente: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero que se jacta de grandes cosas. He aquí ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 5, 6). Las palabras inflamatorias de ciertos políticos, ¿no son las responsables de la aparición de comportamientos grupales  que expresan una preocupante intolerancia  y que se introducen en las manifestaciones pacíficas de protesta por aquello que no funciona bien para desprestigiar a los verdaderos manifestantes?

Tratemos la violencia y qué la motiva. En principio se trata de un atentado contra la autoridad en general que tiene una razón de ser. La autoridad suprema la sustenta Dios por ser el Creador de todo lo existente y como tal ha dictado unas leyes que regulan al milímetro el buen funcionamiento del universo. El mundo material obedece al cien por cien las leyes que regulan su funcionamiento. La cosa no es así con el ser humano ya que habiendo sido creado poseyendo raciocinio y voluntad está capacitado para decidir si obedece o no la Ley de Dios decretada para su bien: “Y mandó el Señor Dios al hombre: De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2: 16, 17). Con estas palabras el Creador da a entender que el hombre que ha creado no es un autómata como los animales irracionales que se mueven por los instintos, sino un ser que puede disentir de la voluntad de su Creador. Adán desobedeció y toda su descendencia paga las consecuencias. La ley que garantizaba el buen funcionamiento del hombre se rompió y el desbarajuste se introdujo en el ser humano. De ahí que la obediencia que debe darse a Dios como Autoridad suprema se haya sustituido por la obediencia a un igual. De ahí que las relaciones humanas chirríen porque a la máquina le falta el aceite que la permite funcionar suavemente.

Dios habría podido decidir que le hombre se arrastrase por la tierra como un reptil diciéndole: “Ya te apañarás”. “Yo me lavo las manos”. Este pensamiento no le pasó por la cabeza. Tan pronto como Adán y Eva pecaron Dios se acercó a ellos a anunciándoles la venida del Salvador que por la fe en su Nombre se convertirían en nuevas criaturas predispuestas a obedecer a Dios y dejar de darle la espalda.

El Decálogo que es el resumen de la Ley de Dios y el hecho de haber sido escrito por el dedo de Dios sobre dos tablas de piedra, sugiere dónde se encuentra la autoridad suprema. La primera tabla tiene que ver con la autoridad suprema de Dios. En la segunda vemos como Dios delega su autoridad en los padres haciéndoles responsables de despertar en ellos  el temor de Dios y de enseñarles los principios éticos que permiten que la sociedad funcione  correctamente.  A medida que el número de personas aumenta el hombre se organiza  en sociedades diferenciadas,  estable caudillos que las dirijan. Dios que es en verdad quien elige a los caudillos delega en éstos para que en su Nombre gobiernen las sociedades que se van formando. Desgraciadamente estas autoridades son enemigas de Dios y, en vez de gobernar para bien de sus miembros lo hacen para ellos medrar. Así ha sido hasta nuestros días y así seguirá siéndolo hasta el final del tiempo  cuando  se instaurará el Reino de Dios eterno.

En el Nuevo Testamento es el apóstol Pablo quien bosqueja con mayor claridad el principio de autoridad que tiene que regular el buen funcionamiento  de todos los sistemas políticos que se van formando. Tomen la forma que tomen, lo cierto es que Dios no ha renunciado a la autoridad suprema sobre la creación y la delega: “Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernantes juzgan la tierra” (Proverbios 8: 15, 16), Es Romanos 13: 1-7 el vademécum que esboza cómo deben comportarse los gobernantes con respecto a los ciudadanos y viceversa. De este texto destaco: el gobernante “es servidor de Dios para tu bien, pero si haces lo malo, teme, no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarles sujetos, no solamente por razón del castigo, también por  causa de la conciencia”                       (vv. 4, 5).

El hecho de que la policía, no solo la catalana,  sea el objeto de todos los golpes por parte de algunos manifestantes es un síntoma grave que indica que la autoridad humana  tambalea. Indica que se margina a Dios y este abandono nos lleva a la anarquía. Al caos.

Octavi Pereña i Cortina