LOS ORÍGENES
<b>”El Señor es
bueno para con todos, ama entrañablemente todo lo que ha creado” (Salmo 145: 9)</b>
Según la escritora,
abogada y activista social <b>Riane Eisler</b>: “Sabemos gracias a
los estudios de ADN y evidencias arqueológicas, que durante millares de años
las sociedades no eran violentas ni jerárquicas ni estaban dominadas por los
hombres. Se adoraba a la diosa y la humanidad vivía en paz y en harmonía sin la
dominación patriarcal. Para mantener las tradiciones de dominio y de control,
ya sea hombre sobre hombre, hombre sobre mujer, raza sobre raza, se ha
inventado la idea de que la dominación forma parte de la naturaleza humana, y
no es verdad…Esta es una teoría. La que ahora estudian muchos arqueólogos es
que grupos aislados periféricos empezaron a introducir la dominación y las
armas en las sociedades agrícolas
pacíficas e igualitarias…Nos demuestran que la dominación masculina, la
violencia y el autoritarismo no son
consubstanciales en el ámbito humano ni son eternas. Un mundo más pacífico e
igualitario no es una cosa utópica, así lo hemos sido la mayor parte de nuestra
historia y es una posibilidad real para nuestro futuro”.
En la entrevista que
<b>Ima Sanchís</b> le hace a <b>Riane Eisler</b>:, la
entrevistada no lo dice explícitamente. Implícitamente deja entrever el
concepto evolucionista de la aparición del hombre en diversos lugares,
independientes los unos de los otros, y que grupos aislados, periféricos
contaminaron a las sociedades pacíficas e igualitarias. Es una opinión que no
refleja la realidad. La activista social afirma que lo que relata se remonta a
4.300 años a. C. La Biblia sitúa la creación a unos 8.000 años a. C. Lo que
relata la Biblia no encaja con los estudios antropológicos a los que se refiere
la abogada y activista social. El apóstol Pablo encontrándose en Atenas fue
llevado al Areópago para que expusiera ante los sabios las doctrinas que anunciaba. Refiriéndose a la creación del
hombre dice. “Y de una sangre ha hecho (Dios) todo el linaje de los hombres,
para que habiten sobre toda la faz de la tierra, y les ha prefijado el orden de
los tiempos, y los límites de su habitación” (Hechos 17: 26).
Los evolucionistas se
vuelven locos intentando descifrar el enigma del origen del hombre. Los evolucionistas
no creen en la creación. Es por esto que les es un enigma su aparición en la
tierra. Cada vez que se descubren nuevos fragmentos craneanos difunden a bombo
y platillos el encuentro de un antepasado nuestro. Un hallazgo reciente: “El
cráneo, uno de los fósiles humanos más bien conservado del mundo que acaba de
ser estudiado, es de la especie <i>Homo longui o hombre drac</i>,
un nuevo linaje humano según los científicos chinos que lo han documentado,
puede ser nuestro pariente más cercano. Otro paso hacia delante en la compleja
evolución humana”. Xi jun Ni, profesor de perinatología y paleontología de la
Academia China de Ciencias, exclama entusiasmado: “¡Hemos hallado nuestro
linaje, hermano perdido hace tiempo!“ ¿Cuánto tiempo durará la alegría?
Los científicos
evolucionistas se vuelven lelos buscando el eslabón perdido que conecte a los
primates con el <i>Homo sapiens sapiens</i>, por mucho que se
afanen no lo van a encontrar porque no existe. Génesis nos dice que el hombre
es creación de Dios desvinculado de cualquier consanguinidad con los primates.
Según <b>Riane
Eisler</b> “Grupos periféricos…empezaron a introducir la dominación en
las sociedades agrícolas pacificas e igualitarias”. Existe una opinión más
convincente y plausible que se encuentra en el libro de Génesis que desvincula
cualquier consanguinidad entre el hombre y los animales. Refiriéndose a ello,
el apóstol Pablo dice: “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es
la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces y otra la
de las aves” (1 Corintios 15: 39). La carne del hombre no es la de los
primates.
Según<b>Riane
Eisler</b>: “Grupos aislados periféricos…comenzaron a introducir la
dominación y las armas en las sociedades agrícolas y pacíficas e igualitarias”.
Es decir que la violencia que caracteriza al <i>Homo sapiens
sapiens</i> se debe a un virus
importado. Si fuese así se deberían encontrar en las profundidades de la selva
amazónica alguna tribu pacífica, sin manifestaciones violentas. No es así. Por
recóndita que se haya encontrado una tribu, sin relación alguna con el mundo
exterior, la violencia estaba en ella. La causa se debe a que también son
descendencia de Adán, y herederos de su pecado de haber comido el fruto del
árbol prohibido. (Génesis 2: 17). En el mismo instante en que Adán pecó se
convirtió en transmisor del virus de la
violencia. En su descendencia. El primer
asesinato registrado en la historia lo cometió Caín, el primogénito de Adán
(Génesis 4: 8).
Las pinturas que el hombre
prehistórico ha dejado grabadas en las rocas de las cuevas que le daban cobijo,
son el testimonio del cambio que se produjo en el hombre debido al pecado:
“Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de
reptiles” (Romanos 1. 22,23). La conversión del Dios invisible en una imagen
fue la causa de que la maldad se convirtiese en metástasis mortal. (Romanos 1:
18-32).
El hallazgo reciente de fósiles en Israel dicen que cambian la
historia de la evolución y se dice que iluminan el misterio del origen de la
humanidad. De hecho oscurecen todavía más el misterio. Se va de hallazgo en
hallazgo, sin encontrar la luz que esclarezca el misterio. ¿Por qué no se encuentra la luz necesaria que ilumine
el misterio de nuestro origen? El motivo es sencillo. Al abandonar a Dios y
menospreciar la Biblia, su palabra revelada no se encuentra la “lámpara a sus
pies que es la palabra (de Dios), y lumbrera a su camino”(Salmo 119: 105, deja
al hombre en la más espesa oscuridad espiritual.
Octavi Pereña i Cortina
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