dissabte, 24 de juliol del 2021

 

2 CRÓNICAS 19: 5

Josafat “puso jueces en todas la ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares”

A menudo leemos noticias o nos enteramos de ellas por la radio o la televisión que nos deslumbran. Pensamos: ¿cómo se ha producido esta sentencia que nos escandaliza? La justicia refleja el conjunto de la sociedad. Los jueces no son dioses, sino hombres y mujeres corrientes y molientes como el resto de los mortales. El estudio de las leyes no los convierte en personas extraordinarias. De ahí la importancia que tiene que la selección de jueces hecha por Josafat en nuestros días.

Josafat dijo a los jueces escogidos: “Mirad lo que hacéis”. Prestad atención. Prestad atención en lo que vais a hacer. Es muy grande la responsabilidad con la que cargáis en vuestra función de jueces. “Porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor”. Yo os he escogido porque considero que sois personas íntegras. Ante mí responderéis de vuestra actuación como jueces pero, antes que a mí, responderéis ante el Señor porque actuareis como jueces en lugar del Señor. ¡Tremenda responsabilidad es esta! ”El Señor está con vosotros cuando juzgáis”. Quienes tengan que presentarse ante ellos para responder de algún delito del que se les acusa deben ver al mismo Señor que está juzgando a través de ellos.

“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas2  (Romanos 13. 1). Cuando el apóstol Pablo escribe a la iglesia en Roma no lo hace dirigiéndose a una iglesia establecida en una teocracia como lo era el antiguo Israel. Roma era pagana como lo es la sociedad actual. A pesar de que los jueces son elegidos por mecanismos establecidos por las naciones, detrás de la intervención huma se encuentra Dios. Sean verdaderos creyentes en Cristo o no, los jueces tendrán de dar cuenta a Dios de cómo han ejercido el cargo. El aviso de Josafat a los jueces “porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor” , no ha perdido vigencia.

“Sea, pues, con vosotros el temor del Señor”. El juez cuando administra justicia debe tener presente “el temor del Señor”, dicho temor hace que el Señor esté presente en la sala en donde se administra justicia. Si es así, el juez será muy cuidadoso a la hora de dictar sentencia, sea condenatoria o absolutoria.

Que los jueces elegidos tengan puestos sus ojos en el Señor que los ha escogido: “Mirad lo que hacéis, porque  en el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho”. En el momento de administrar justicia deben los jueces tener presente al juez justo. Aun cuando en la sala de audiencias pueda colgar en la pared un crucifijo, Cristo no está presente en la sala. La imagen tiene ojos que no ven y oídos que no oyen. El Espíritu de Jesús está en la sala. Nada de lo que suceda en la sala le pasa por alto. ¡Tremenda responsabilidad tienen los jueces!


 

2 CRÓNICAS 34: 15

El sacerdote Hilquia encontró el libro de la Ley del Señor en la casa del Señor”

Cuando el rey Josías tenía doce años “comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares altos, imágenes de Asera, esculturas e imágenes fundidas…” (vv. 3,4). Empezó una reforma religiosa limpiando Judá de todo vestigio idolátrico dejado por su padre Amón. Encontrándose el país en plena efervescencia limpiadora, “el sacerdote Hilquia halló el Libro de la Ley del Señor dada por medio de Moisés” (v.14). Un gran regocijo produjo el hallazgo. El Libro de la Ley encontrado se llevó al monarca. Safán lo leyó ante el rey. La lectura hizo que Josías se rasgase sus vestiduras en señal de arrepentimiento porque se dio cuenta de cuán lejos estaban de lo que Dios había ordenado por medio de Moisés: ”Andad, consultad por mí y por el remanente de Israel y e Judá acerca de las palabras del Libro que se ha hallado, porque grande es la ira del del Señor que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron la palabra del Señor, para hacer conforme todo lo que está escrito en este libro” (v. 21).

Consultaron a la profetisa Hulda  que dijo a los enviados del rey: ”El Señor el Dios de Israel ha dicho así: Por cuanto oíste las palabras del Libro y te humillaste delante de Dios al oír sus y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice el Señor. He aquí que yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro en paz, y tus ojos no verán todo el mal que traigo sobre este lugar y sobre los moradores de él. Y ellos refirieron al rey la respuesta”  (vv. 26-28).

La conversión de Josías sustituyó la adoración idolátrica por la adoración según la ley de Moisés. Pero no todos los ciudadanos se arrepintieron. El Señor bendijo individualmente a Josías pero los incrédulos recogerían el mal que el Señor traería sobre Jerusalén. En tanto permanezcamos en este mundo maldito por el pecado de Adán, los verdaderos creyentes siempre serán minoría. Dios que observa desde el cielo ve “que la maldad de los hombres es mucha en la tierra, y que todo designio del corazón de ellos es de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 5).  De la misma manera que Josías no vio el mal que sobrevendría sobre Jerusalén, asimismo quienes leyendo la Biblia descubren la maldad que se esconde en sus corazones y se arrepienten de sus pecados, serán como tizones arrebatados del incendio (Zacarías 3. 2) cuando llegue el día de la calamidad

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