SALMO 34:7
“El ángel del Señor acampa alrededor de los
que le temen y los defiende”
El
Covid-19 es uno de los muchos peligros que amenazan de manera global a la
humanidad. Plagas juntamente con guerras y hambrunas, son unas de las señales
que indican que la venida gloriosa de Jesús a buscar a su pueblo se acerca.
Jesús dice que el día y la hora de producirse este acontecimiento, excepto el
Padre, nadie lo sabe. No hagamos caso de quienes predicen una fecha porque
mienten. Este desconocimiento indica que este acontecimiento puede producirse
en cualquier momento. La incerteza nos llama a ser vigilantes para que cuando
el Señor venga nos encuentre despiertos y preparados como lo hacían las cinco
vírgenes de la parábola con los depósitos de sus lámparas llenos de aceite.
El
salmo 34 nos enseña a mantenernos
preparados siempre para que cuando Él venga podamos entrar con Él en el salón
en donde va a celebrase la boda.
El
salmo comienza con un enaltecimiento del Señor lo que significa que el salmista
creía en Él. Externamente, las cinco vírgenes necias de la parábola no se
distinguían de las cinco prudentes. Lo que las diferenciaba era el estado de su
corazón. En las prudentes anidaba la fe. En las insensatas la incredulidad. En las
iglesias sucede algo parecido. La prudencia y la necedad se encuentran en los
corazones de los fieles. Antes de que sea demasiado tarde debemos saber con
certeza a que grupo de adoradores
pertenecemos.
Para
que la enseñanza del salmo que comentamos nos beneficie tenemos que pertenecer
al grupo de las cinco vírgenes prudentes. Si es así, pertenecemos al grupo de
creyentes que saben en Quien han creído.
”Busqué al Señor, y Él me halló, y me liberó
de todos mis temores” (.4). La incertidumbre que se respira en nuestros días dispara los
miedos, los insomnios, el estrés, afligen a multitudes. Muchos de estos
enfermos son cristianos nominales. De hecho son vírgenes necias. Que no creen
en el Señor. Que no lo buscan. Asisten a los cultos. Cantan himnos. Participan
en la Cena del Señor. Pero no están preparados para cuando venga el Señor. “Los que miran a él son alumbrados, y sus
rostros no fueron avergonzados” (v. 8). La presencia del Señor en sus
corazones los llena de la paz de Dios que excede a la comprensión humana. Las
vírgenes necias no saben qué es la paz del Señor.
Quienes
son como las vírgenes prudentes “buscan
al Señor, no tendrán falta de ningún bien”. Poseen el tesoro escondido que
nadie les podrá quitar.
Al
padre del niño que tenía un espíritu mudo que buscó a Jesús para que lo liberases del espíritu maligno,
Jesús le dijo: “Al que cree todo es
posible”. El padre angustiado le dice: “Creo,
ayuda mi incredulidad. Si el lector pertenece al grupo de las vírgenes
necias y desea abandonarlo, dígale a Jesús: “Creo,
ayuda mi incredulidad”. Esperará gozoso la venida gloriosa del Señor.
MARCOS 12: 18
“Entonces vinieron los saduceos que dicen que
no hay resurrección”
¿Cómo
será la existencia de los sedientos que han apagado en Jesús la sed de sus
almas en Jesús? No se sabe con certeza. Pero tenemos indicios de ello. Si las
buenas experiencias que hemos tenido aquí en la tierra las multiplicamos por
infinito, el resultado nos lo da a entender. Esta existencia excelente está
garantizada por la resurrección de Jesús de entre los muertos. Si Jesús fue
resucitado también lo seremos quienes hayan creído en Él cuando venga en su gloria a buscarnos.
El
texto que tenemos como base de nuestra meditación sirve de puerta de entrada
que nos muestra algo que sí podemos saber con certeza, un detalle de cómo será
nuestra estancia en el reino de los cielos.
Los
saduceos que niegan la resurrección se comportan como los atenienses que escucharon de los labios del apóstol Pablo el mensaje de
la salvación por la fe en Jesús. Aparentemente querían “saber lo que significan estas cosas”. Con el fin de dar solemnidad
a su deseo de querer saber más de la doctrina que predicaba Pablo lo condujeron
al Areópago, el lugar en donde se reunía la Suprema Corte de Atenas. Escucharon
atentamente al apóstol hasta el momento que dijo: “Pero Dios habiendo pasado
por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en
todo lugar, que se arrepientan, por cuanto ha establecido un día en el cual
juzgará al mundo con justicia por aquel Varón a quien designó, dando fe a todos
con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron de la resurrección de
los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto
otra vez” (Hechos 17: 30-32).
El
texto no nos dice nada cómo reaccionaron los saduceos al confirmar Jesús que la
resurrección de los muertos es un hecho respaldado por las Escrituras: “Pero respecto a que los muertos resucitan,
¿no habéis leído en el libro de Moisés, como le habló Dios en la zarza
diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios
no es Dios de muertos, sino Dios de vivos, así que vosotros mucho erráis” (vv. 26,27).
Como
reaccionaron los saduceos a las palabras de Jesús poco importa. .Lo que sí nos
interesa saber es que se dará una diferencia abismal con respecto al
matrimonio: “En la resurrección ni se
casarán n, ni se darán en matrimonio, sino serán como los ángeles que están en los cielos”
(v. 25). Como el número de los redimidos es limitado por la elección efectuada por Dios antes de la fundación del
mundo, el número de los ciudadanos del reino de los cielos es completo. El
matrimonio como medio de multiplicación de la raza humana aquí en la tierra no
sirve en el reino de los cielos. Quienes se hayan casado más de una vez el
problema de las esposas no se lo llevarán. Los ciudadanos del reino de Dios son
asexuados.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada