dilluns, 8 de febrer del 2021

 

MARCOS 12: 32,33

“Entonces el escriba le dijo: Bien Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”

A medida que el cristianismo se aleja de sus principios fundacionales que es el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, desaparece la sencillez cultica, convirtiéndose en  espectáculo en que se cuidan los más pequeños detalles. Haciendo zapping a veces te encuentras con la transmisión de la misa. Si te fijas en los celebrantes con sus vestiduras pontificales y sus rostros inexpresivos da la impresión de que están ausentes de la celebración. Me pregunto si a los televidentes o a los asistentes en situ el acto les dice alguna cosa un ceremonial tan pomposo repetido una y otra vez sin variar el más pequeño detalle. No debe extrañarnos que Josep M. Gort diga que cree en un “cristianismo primitivo del cual tan cerca estuvieron los pobres cátaros. Al citar lo dicho por Gort no significa que esté de acuerdo  con la doctrina de los cátaros a pesar de que utilizasen  el Nuevo Testamento. Quienes deseen volver a la sencillez del cristianismo inicial no deben ir a buscar el modelo de los cátaros que ni tan siquiera eran cristianos, si no el que nos recuerda la iglesia apostólica como nos lo describe el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Básicamente la celebración cultica de la iglesia apostólica  consistía en la predicación de la Palabra de Dios y el  partimiento del pan, actualmente conocido como la Santa Cena, con la que se recuerda la muerte del Señor hasta que Él venga en su gloria. El hecho de que no se encuentre  detallada la celebración de los cultos significa que cada iglesia local tiene libertad de hacerlo de acuerdo con su peculiaridad sin apartarse de lo básico.

Los inflexibles formalismos no existían en aquella época. La teatralidad fue apareciendo a medida que por falta de alimento sólido que es “toda la Escritura”, las iglesias se fueron debilitando hasta quedarse únicamente con la carcasa del fariseísmo que con tanta dureza combatió Jesús.

La Iglesia de hoy tendría que tener presente el mensaje que Jesús envía a la iglesia en Sardis:“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerta”. El señor no deja aquella iglesia abandonada a su suerte. Sigue interpelándola: “acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído, y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”(Apocalipsis 3: 2,3). Todavía hay tiempo para el arrepentimiento y dejar de dar la espalda al Señor de la Iglesia. No sigamos la necedad de los judíos que ante los avisos que el Señor les hacía por medio de los profetas, decían: “No escucharemos”.


 

2 CRÓNICAS 16: 12

El rey “Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Señor  sino a los médicos.

El Espíritu vino sobre el profeta Azarías con el propósito  de que anunciase al rey lo que tenía que decirle. Al oír el monarca todo lo que tenía que decirle “cobró ánimo y comenzó una reforma religiosa con el propósito de que el pueblo se volviese al Señor el Dios de Israel”. ¿Fue real la conversión de Asa al Señor?  Los hechos posteriores ponen de relieve que no. El reino de Judá fue amenazado por el de Israel. Ante el peligro inminente buscó ayuda en el frey de Siria. ¿Fue una decisión correcta la que tomó Asa para proteger el reino de un ataque exterior? Nos dice el texto que el vidente (profeta) Hanani acudió al monarca para decirle que se había equivocado de ayudador. Y no en el brazo todopoderoso de Dios. Al rey no le agradó la reprensión del profeta y reaccionó violentamente contra él. “Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo” (v.19). ¡Qué diferente fue la reacción de David cuando el profeta Natán le amonestó duramente  por haber cometido adulterio con Betsabé, la esposa de Hurias: “Pequé contra el Señor”! (2 Samuel 12: 13).

Asa i David difieren en sus reacciones ante las amonestaciones  de las profetas enviados por Dios. También lo fueron en su muerte. Respecto al fallecimiento de David dos textos hablan de ello: “Y murió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad” (1 Reyes 2. 9) , “Y murió (David) en buena vejez lleno de días, de riquezas y de gloria” (1 Crónicas 2. 9). Ambos textos,, a pesar de que uno de ellos menciona las riquezas y la gloria alcanzadas por el monarca, da la impresión de que el entierro fue sencillo. Sin bombo ni platillo. No necesitaba los honores de Estado como los necesitó Asa: “Y lo sepultaron en los sepulcros que él había hecho para sí en la ciudad de David, y lo pusieron en un ataúd, el cual llenaron de perfumes y diversas especies aromáticas preparadas por expertos perfumistas e hicieron un gran fuego en su honor” (v. 14)

Una diferencia destacada entre la muerte de “un hombre rico que se vestía de purpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendor con la del mendigo que echado a la puerta del rico ansiaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico”. El texto diferencia el destino eterno de ambos difuntos. El mendigo fue tal vez enterrado en una fosa común “pero fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. El rico “fue sepultado” tal vez con los honores que le correspondían a su posición social pero ab rió sus ojos “en el Hades estando entre tormentos” (Lucas 16: 19-31)..

¿Cómo prefiere morir el lector. Despedido con grandes honores para abrir los ojos en el infierno, o con la sencillez de Lázaro para abrirlos en el reino de Dios. Es una decisión que no puedes dejar para mañana.

 

 

 

 

 

 

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