dilluns, 22 de febrer del 2021

 

JUAN 13:10

“Jesús le dijo (a Pedro): El que esté lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio, y vosotros limpios estáis”

Jesús estaba celebrando con sus discípulos la Pascua previa a su muerte. Se dice que cuando se redacta un escrito lo más importante que se quiere decir se deja para el final. Los discípulos tenían que aprender una lección muy importante: La humildad, la característica de Jesús. Los discípulos no la habían aprendido pues en ellos existía el orgullo de querer  ser el más importante en el reino de Dios. Jesús no les lanza un discurso sobre la humildad. Se lo enseña de manera práctica que no da lugar a la confusión. Es lo que los cristianos hemos de aprender a ser. No teoriza sobre las enseñanzas del Evangelio. Quiere que quienes somos  sus discípulos enseñemos a quienes les anunciamos el Evangelio vean la humildad encarada en nosotros.

El texto nos dice: “Sabiendo Jesús que…a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (vv.3-5). El lavamiento sucedía con toda normalidad  hasta que le llegó el turno a Pedro. El impulsivo Pedro es el instrumento que emplea Jesús para compartir con nosotros una lección de suma importancia. Pedro se resiste a que el Señor le lave los pies. Jesús le dice: “Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo” (v. 8). Pedro que no quiere separase de su Maestro, le dice: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza” (v.9). Jesús le responde: “El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio, y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (v.10). Además de la lección de humildad que jamás la olvidarán, añade: “Vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”  (v.14). Lección que también debe quedar permanentemente gravada en nuestro corazón.

El lavamiento de los pies que Jesús hace a sus discípulos contiene otra enseñanza que no debe pasar desapercibida. Cuando nos convertimos a Cristo recibimos el perdón del pecado que cometimos estando en Adán que es el que nos separa de Dios. Ahora que estamos en paz con Él por la fe en Jesús estamos limpios de este pecado. Con una sola vez que Jesús murió en la cruz es suficiente para garantizar la salvación eterna de su pueblo. Hasta que no llegue el día de la resurrección seguiremos siendo  pecadores que, en el peregrinaje por este mundo, diariamente se ensucian los pies, de cuyos pecados tenemos que arrepentirnos “pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4: 7). Con la ayuda del Espíritu Santo, cada día tenemos que poner los pies en el lebrillo para que la sangre de Jesús los limpie. Es así como dejaremos  de comportarnos como  cristianos carnales. Dejaremos de ser niños en la fe para convertirnos en cristianos adultos en quienes la imagen de Jesús se va mostrando más nítidamente.


 

ESDRAS 7: 10

“Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir en la ley del Señor y para cumplirla, y para enseña en Israel sus estatutos y decretos”

En cumplimiento de la palabra del Señor dada por boca del profeta Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro rey de Persia (Esdras 1: 1) para que los exiliados regresasen a Jerusalén y reconstruyesen el templo y la ciudad. Para lograr este objetivo Dios prepara a los hombres que deben realizarlo.

La destrucción de Jerusalén se debió al pecado de sus habitantes. La reconstrucción setenta años más tarde no debía hacerse exclusivamente en el aspecto material: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar” (Salmo 127: 1,2).

Este texto nos recuerda la fatuidad que existe en nuestros días cuando pretendemos vencer la pandemia del Covid-19 con la filosofía que enseña “juntos podemos”, dejando de lado al Señor Jesús que debe ser el Arquitecto que guie la reconstrucción. Para la reconstrucción de Jerusalén el Señor despertó el espíritu del rey Ciro para emprender la reconstrucción de la ciudad destruida setenta años antes por el ejército de Nabucodonosor rey de Babilonia. El Señor que es quien dirige la reconstrucción de la ciudad no se olvida del aspecto spiritual que es imprescindible. El Señor no hace las cosas a medias. Por medio de un instrumento pagano como lo es Ciro elige a Esdras para edificar espiritualmente a la ciudad. “y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de tu Dios, pon jueces y gobernadores que gobiernen a todo el pueblo que está al otro lado del rio, a todos los que conocen las leyes de tu Dios, y al que no las conoce le enseñarás” (v.25). Ciro dirigido secretamente por el Dios de Israel reconoce la personalidad de Esdras que “era escriba diligente en la Ley de Moisés, que el Señor Dios de Israel había dado” (v.6).

A pesar que es Dios quien dirige todo el proceso de reconstrucción, ello no quita la responsabilidad de los constructores. El texto que comentamos pone de manifiesto la responsabilidad humana. Dios había escogido a Esdras para dirigir la reconstrucción espiritual de Jerusalén pero antes tenía que preparar el instrumento que tenía que dirigirla: ”Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir en la Ley del Señor y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos”.

El coronavirus ha socavado los cimientos de nuestra sociedad. Nuestro pecado nos lleva a la ruina. Como en la reconstrucción de Jerusalén hoy se necesitan Esdras que enseñen los estatutos y decretos de Dios. En nuestros días hacen falta hombres y mujeres en los que el Señor ponga en sus corazones “inquirir en la Ley del Señor para cumplirla enseñarla”. Sin piedras espirituales los muros que se intenta levantar para  proteger a la  sociedad no se sostendrán.

 

 

 

DOS CIMIENTOS

<b>”¿Qué es la verdad?” le pregunta Pilato a Jesús</b>

El periodista Lluís Amiguet le pregunta a <b>Jean Jacques Pérennès</b>, monje benedictino, director de la Escuela Bíblica y Arqueológica  de Jerusalén: ¿Qué le atrajo el mundo musulmán? La respuesta que recibe es. “Quien busca la verdad siempre está en minoría, por esto siempre me ha gustado estar en los países musulmanes, en donde un monje cristiano está en franca minoría siempre”.

Se precisa diferenciar entre “Verdad” y verdades. De verdades hay muchas y mudables, tantas como personas existen. Ello crea un fuerte sentimiento de incertidumbre. Cuando el Sanedrín judío condujo a Jesús ante Pilato para que le condenase a muerte, se produjo entre Jesús y el gobernador romano un breve e interesante diálogo, que refleja la situación minoritaria que se encuentra el buscador de la Verdad. “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto he venido al mundo, para ser testimonio de la Verdad. Todo aquel que es de la Verdad, oye mi voz.  Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo ningún delito en Él” (Juan 18:37,38). Cuando Pilato se encuentra ante la Verdad, la pegunta que le hace es; “¿Qué es la verdad?”. No la hace con el sincero deseo de encontrarla. En el momento en que los jerarcas judíos le amenazan con denunciarlo al César si no sentencia a muerte a quien se autoproclama “Rey de los judíos”, no duda en lavarse la manos, indicando que se desentiende del caso, y lo entrega para su crucifixión. La Verdad absoluta solamente la encuentran quienes están dispuestos a morir por ella, si es preciso. Los pusilánimes, quienes no están dispuestos a pagar un precio elevado para obtenerla, no la encontrarán. En el momento en que Jesús plantea a sus admiradores las dificultades que encontrarán si le siguen, lo abandonan al instante. Sólo es necesario ver el momento que tenían que darle su soporte. Él que les había curado sus enfermedades, limpiado a los leprosos, devuelto la vista a los ciegos, recuperado el oído a los sordos, alimentado a las multitudes, a la hora de la verdad, le devuelven los favores recibidos con: Crucifícale, crucifícale.

En el momento en que muchos de sus seguidores le abandonan, Jesús dijo a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6: 67,68). La Verdad no es una filosofía más de las muchas que existen que se pueda cambiar a conveniencia. Ahora, con los registros sonoros que guardan los medios de comunicación, se conocen al instante los cambios de parecer de los políticos por cuestiones partidistas o por razones de Estado. Este modo de hacer es presente en todos los ambientes sociales: La palabra dada no es fiable. Cambia de color como los camaleones. Estas verdades tan mudables no sirven para mantener relaciones estables, ni confiar en quienes con tanta facilidad cambian de parecer.  La Verdad que es Jesús va a misa. Es eterna. Desde la eternidad pasada, pasando por el presente, hasta la eternidad futura, es la misma. No ha variado ni un ápice. Es más fiable que las rotaciones estelares.

La condición humana es débil. Las circunstancias nos llevan de Herodes a Pilato. La inseguridad es absoluta. Necesitamos un punto de apoyo que nos dé estabilidad cuando los vientos nos son desfavorables. Por esto Jesús puede decirnos: “Cualquiera, pues, que oye estas mis palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7: 24). “Yo soy la Verdad”, dijo Jesús. El cristianismo no es la Verdad. La Iglesia católica, a pesar de que presume de ser la Iglesia verdadera, no es la Verdad. Quien se convierte a una de las muchas iglesias cristianas existentes, no tiene la Verdad. Solamente Jesús es la Verdad que pone al hombre en contacto con el Padre celestial.

Quien escucha las palabras de Jesús y las hace significa que verdaderamente cree en Él. Esta persona y no otra es la que edifica su vida sobre la Roca. La Biblia identifica a Jesús con la Roca, el Hijo de Dios que vino al mundo a salvar el pueblo de Dios de sus pecados. Quien edifica sobre la Roca no significa que su vida vaya a ser placentera, sin problemas. NO. “Descendió lluvia y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque estaba edificada sobre la Roca” (v.25). Jesús hace un contraste al añadir: “Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena, y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó y fue grande su ruina” (vv. 26,27).

El contraste entre los que edifican sobre la Roca y los que lo hacen sobre la arena pone de manifiesto que los que poseen la Verdad están “en franca minoría” en cualquier sociedad porque al hacerse la pegunta: “¿Qué es la Verdad?”, no hacen como Pilato que salió a fuera a complacer  a los enemigos de la Verdad.

Octavi Pereña i Cortina

 

dilluns, 15 de febrer del 2021

 

EDUCACIÓN EFECTIVA

<b>Una educación estrictamente secular es inefectiva</b>

Una brutal paliza que doce niños entre 7 y 12 años propinaron a una niña de 8 años parece que se debió a que la niña cogió la pelota con la que jugaban los agresores en el momento en que sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo, vuelve a poner en un primer plano informativo la violencia infantil. Dejemos a un lado i las escuelas cumplen o no los protocolos de defensa de los derechos del niño. Lo que hoy nos interesa es la causa que  niños entre 7 y 12 años se comporten de manera tan violenta como ocurrió en el Colegio Público Anselm Turmeda, dejando a la víctima con fractura de costillas, desprendimiento de riñón y contusiones por todo el cuerpo.

Debido a este muy desagradable hecho <b>D. Marchena</b> se pregunta: “¿Qué pasa cuando una ley recomienda cómo pueden ser las correcciones que deben los niños recibir en casa?” El Comité de los Derechos del Niño alerta al síndico <b>Rafael Ribó<b> sobre un apartado de la ley catalana 25/2010 que dice. “Los progenitores pueden corregir a los hijos en potestad  de manera razonable y moderada, con pleno respecto a su dignidad”. <b>Rafael Ribó<b> sugiere al Gobierno y al Parlamento catalán que promueva la <i>”la eliminación de los progenitores pueden corregir a los hijos en potestad  de manera razonable y moderada”</i> para garantizar <i>la eliminación efectiva de los castigos corporales a los niños”</i>. Es evidente que se dan casos, demasiados, flagrantes de malos tratos de niños por los padres. La ley en todo caso debería legislar lo que son malos tratos, pero no impedir que “los progenitores  puedan corregir a los niños en potestad de manera proporcionada, razonable y moderada con pleno respecto a su dignidad”. Si a los padres se les roba el derecho recibido de Dios de educar y disciplinar a sus hijos, ¿de qué sirve engendrar hijos para entregarlos a la tutela del Estado? Ya está visto el fracaso absoluto que resulta ser la educación de los niños cuando el Estado se hace cargo de ella.

El autor de la carta a los Hebreos reconoce la autoridad que tienen los padres de educar a sus hijos  cuando escribe: “por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos…y aquellos, ciertamente por <i>pocos días nos disciplinaban  como a ellos les parecía”</i>, pero éste (Dios) para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12: 9,10). Aquí el escritor sagrado contrasta dos maneras de educar. La de los padres y la de Dios. Al referirse a los padres que “por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía”, está dejando entrever que la manera de educar de los padres es defectuosa, que la responsabilidad educadora de los padres se verá afectada por los errores. Que en muchas ocasiones tendrán que lamentar haber disciplinado a los hijos en exceso. Que han sido excesivamente duros a la hora de hacerlo. Porque la disciplina no fue la correcta, ¿debe el Estado dictar por ley cómo deben hacerlo? De ninguna de las maneras. Cuando el Estado usurpa a los padres el derecho divino de educar y disciplinar a sus hijos, lo que hace es fabricar demonios, no personas responsables. La Biblia enseña a los padres cómo deben educar y disciplinar a sus hijos: “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina  y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). “Padres no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Colosenses 3: 21). Los padres cristianos, con todas sus imperfecciones, pero con la responsabilidad recibida de Dios, son las manos que el Señor utiliza para educar y disciplinar a los hijos. Jamás adoptarán la filosofía del “dejarlos hacer” con la falsa creencia de que así se les educa en la libertad. Aceptarla podría ser una comodidad inmediata, porque no es nada agradable tener que disciplinar a los hijos. Es un trabajo que debe hacerse aun cuando sea a regañadientes porque el futuro de sus hijos está en sus manos. La enseñanza de las Escrituras cristianas es la base de la educación que tiene por finalidad hacer de los hijos personas de bien. El resumen de la Ley de Dios es: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Los padres que quieren amar a Dios sobre todas las cosas enseñarán a sus hijos con palabras y con el ejemplo a hacerlo, pero también les enseñarán a ser <i>“buenos samaritanos”</i> con sus compañeros. Les enseñarán a amarlos, a ayudarlos, a no discriminarlos por el color de su piel, ni por sus ideas políticas o religiosas, por su físico, por su estatus social. Les enseñarán a no discriminarlos y a ofrecerles ayuda cuando la necesiten.

Me temo que a los niños de 7 a 12 años del Colegio Público Anselm Turmeda de Palma han sido educados por sus padres en la filosofía del “dejarles hacer”, no en la filosofía cristiana de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

 

IASAÍAS 24: 3

“La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada, porque el Señor ha pronunciado esta palabra”

Una declaración que tendría que estremecernos: “Porque el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia, y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo. Con liviandad, diciendo: Paz, paz, y no hay paz” (Jeremías 6: 13,14). Este texto denuncia la incompetencia de la casta sacerdotal cuando contundentemente “desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo. Paz, paz, y no hay paz”.

Desde que el profeta Isaías por inspiración de Dios escribió estas palabras hasta nuestros días muchos clérigos que:  disponen de la Biblia no han aprendido la lección: “El día 4 de febrero de 2021 tuvo lugar la Primera Jornada Internacional de la Fraternidad Humana, declarada por unanimidad en la asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre de 2020. Para celebrarla, el papa Francisco con el gran imán de al-Azhar, Ahmed el- Tayyeb y el secretario general de la ONU, Antonio Guberres, se reunieron on-line en un encuentro organizado en Abu Dhavi. Lanzaron una llamada a toda la humanidad  para construir un presente de paz, a través del encuentro con el otro, con el hermano” (Joan-Enric Vives, obispo d’Urgell).  Las altas jerarquías católico-islámicas quieren construir “un presente de paz” con el espíritu asesino de Caín. “No hay paz para los malos dijo el Señor” (Isaías 48: 22). “Todos son engañadores”.

El Señor ha pronunciado esta palabra”. Hace más de 2000 años, en las cercanías Belén, en una noche veraniega, unos ángeles se aparecen a unos pastores que guardaban un rebaño de ovejas que alabando a Dios entre otras cosas les dijeron: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz,  buena voluntad para con los hombres”.( Lucas 2: 14). El contexto inmediato de este pronunciamiento no da lugar a dudas como pretenden las autoridades católico-islámicas, construir “un presente de paz a través del encuentro con el otro, con el hermano”. El único que puede establecer la paz en el mundo es el “Salvador, que es Cristo el Señor”. Como quiera que la respuesta a este mensaje es. “No escucharemos” es imposible alcanzar la “fraternidad universal” como pretende el papa Francisco. Esta utopía se hará realidad en el Reino de Dios eterno cuando el espíritu asesino de Caín se estará consumiendo en las infernales llamas eternas.


 

JUAN 9: 34

“Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?

El texto que comentamos es la respuesta que los fariseos dieron al ciego que fue curado por Jesús y que le defendía de las falsas acusaciones que presentaban contra Él diciéndoles: “Desde el principio no se ha oído decir que alguien abriese los ojos de uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios,  nada podría hacer” (vv. 32,33).

La respuesta que los fariseos dan al ciego que ha recuperado la vista pone de manifiesto el engreimiento existente en los corazones de aquellos religiosos que consideraban ser justos y que tal  vez como lo hizo el apóstol Pablo en su época de fariseo que dice recibió instrucción religiosa a los pies de Gamaliel un famoso maestro (Hechos 22: 3). Del hecho de que la enseñanza de Jesús cautivase a la gente hacía que se preguntasen: “¿De dónde tiene éste  esta sabiduría?” (Mateo 13: 54), se deduce que en aquella época existía centros de enseñanza religiosa superior en los que maestros como Gamaliel impartían enseñanza para formación de futuros clérigos. Los fariseos por el hecho  de haber estudiado teología a los pies de los maestros más famosos no podían soportar que un don nadie cuestionase sus conocimientos. Expresan su menosprecio diciéndole. “Tú naciste del todo en pecado, ¿y quieres enseñarnos a nosotros?” Se sintieron heridos que alguien que no les llegaba a la suela de sus zapatos se atreviese a poner en duda sus conocimientos.

Cuando Jesús finaliza el discurso que se conoce como el Sermón de la montaña, “La gente se admiraba de su doctrina porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7: 28, 29). El asombro que causó que un inculto artesano como era Jesús pone de manifiesto que la verdadera sabiduría no depende de haber asistido en universidades elitistas. Se debe a un factor que no depende de las instituciones educativas a las que se haya asistido como alumno. El libro de Proverbios es un cántico a la sabiduría. En todo el libro no se menciona ni la escuela, ni a universidad, ni incluso la sinagoga. Salomón resume su tesis de la sabiduría con estas palabras: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (1: 7). En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo explica el origen de la sabiduría al escribir que Cristo “mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4: 11-13). La formación académica sin el don del Espíritu Santo no es suficiente para la edificación del cuerpo de Cristo.

 

 

 

 

dilluns, 8 de febrer del 2021

 

MARCOS 12: 32,33

“Entonces el escriba le dijo: Bien Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”

A medida que el cristianismo se aleja de sus principios fundacionales que es el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, desaparece la sencillez cultica, convirtiéndose en  espectáculo en que se cuidan los más pequeños detalles. Haciendo zapping a veces te encuentras con la transmisión de la misa. Si te fijas en los celebrantes con sus vestiduras pontificales y sus rostros inexpresivos da la impresión de que están ausentes de la celebración. Me pregunto si a los televidentes o a los asistentes en situ el acto les dice alguna cosa un ceremonial tan pomposo repetido una y otra vez sin variar el más pequeño detalle. No debe extrañarnos que Josep M. Gort diga que cree en un “cristianismo primitivo del cual tan cerca estuvieron los pobres cátaros. Al citar lo dicho por Gort no significa que esté de acuerdo  con la doctrina de los cátaros a pesar de que utilizasen  el Nuevo Testamento. Quienes deseen volver a la sencillez del cristianismo inicial no deben ir a buscar el modelo de los cátaros que ni tan siquiera eran cristianos, si no el que nos recuerda la iglesia apostólica como nos lo describe el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Básicamente la celebración cultica de la iglesia apostólica  consistía en la predicación de la Palabra de Dios y el  partimiento del pan, actualmente conocido como la Santa Cena, con la que se recuerda la muerte del Señor hasta que Él venga en su gloria. El hecho de que no se encuentre  detallada la celebración de los cultos significa que cada iglesia local tiene libertad de hacerlo de acuerdo con su peculiaridad sin apartarse de lo básico.

Los inflexibles formalismos no existían en aquella época. La teatralidad fue apareciendo a medida que por falta de alimento sólido que es “toda la Escritura”, las iglesias se fueron debilitando hasta quedarse únicamente con la carcasa del fariseísmo que con tanta dureza combatió Jesús.

La Iglesia de hoy tendría que tener presente el mensaje que Jesús envía a la iglesia en Sardis:“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerta”. El señor no deja aquella iglesia abandonada a su suerte. Sigue interpelándola: “acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído, y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”(Apocalipsis 3: 2,3). Todavía hay tiempo para el arrepentimiento y dejar de dar la espalda al Señor de la Iglesia. No sigamos la necedad de los judíos que ante los avisos que el Señor les hacía por medio de los profetas, decían: “No escucharemos”.


 

2 CRÓNICAS 16: 12

El rey “Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Señor  sino a los médicos.

El Espíritu vino sobre el profeta Azarías con el propósito  de que anunciase al rey lo que tenía que decirle. Al oír el monarca todo lo que tenía que decirle “cobró ánimo y comenzó una reforma religiosa con el propósito de que el pueblo se volviese al Señor el Dios de Israel”. ¿Fue real la conversión de Asa al Señor?  Los hechos posteriores ponen de relieve que no. El reino de Judá fue amenazado por el de Israel. Ante el peligro inminente buscó ayuda en el frey de Siria. ¿Fue una decisión correcta la que tomó Asa para proteger el reino de un ataque exterior? Nos dice el texto que el vidente (profeta) Hanani acudió al monarca para decirle que se había equivocado de ayudador. Y no en el brazo todopoderoso de Dios. Al rey no le agradó la reprensión del profeta y reaccionó violentamente contra él. “Entonces se enojó Asa contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo” (v.19). ¡Qué diferente fue la reacción de David cuando el profeta Natán le amonestó duramente  por haber cometido adulterio con Betsabé, la esposa de Hurias: “Pequé contra el Señor”! (2 Samuel 12: 13).

Asa i David difieren en sus reacciones ante las amonestaciones  de las profetas enviados por Dios. También lo fueron en su muerte. Respecto al fallecimiento de David dos textos hablan de ello: “Y murió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad” (1 Reyes 2. 9) , “Y murió (David) en buena vejez lleno de días, de riquezas y de gloria” (1 Crónicas 2. 9). Ambos textos,, a pesar de que uno de ellos menciona las riquezas y la gloria alcanzadas por el monarca, da la impresión de que el entierro fue sencillo. Sin bombo ni platillo. No necesitaba los honores de Estado como los necesitó Asa: “Y lo sepultaron en los sepulcros que él había hecho para sí en la ciudad de David, y lo pusieron en un ataúd, el cual llenaron de perfumes y diversas especies aromáticas preparadas por expertos perfumistas e hicieron un gran fuego en su honor” (v. 14)

Una diferencia destacada entre la muerte de “un hombre rico que se vestía de purpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendor con la del mendigo que echado a la puerta del rico ansiaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico”. El texto diferencia el destino eterno de ambos difuntos. El mendigo fue tal vez enterrado en una fosa común “pero fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. El rico “fue sepultado” tal vez con los honores que le correspondían a su posición social pero ab rió sus ojos “en el Hades estando entre tormentos” (Lucas 16: 19-31)..

¿Cómo prefiere morir el lector. Despedido con grandes honores para abrir los ojos en el infierno, o con la sencillez de Lázaro para abrirlos en el reino de Dios. Es una decisión que no puedes dejar para mañana.

 

 

 

 

 

 

 

¿EXISTE CONSUELO?

<b>La muerte enfrenta un vacío que solamente Dios, en su Hijo Jesucristo, puede llenar</b>

Una madre explica que al día siguiente de haber dado a luz a un hijo, el médico se sentó a su lado para decirle. “Hay algo que no anda bien”. Un niño tan hermoso por fuera tenía un defecto de nacimiento que amenazaba su vida. En el momento en que un médico dice algo parecido a una madre, el mundo se derrumba. ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho mal? Dios mío, si existes, ¿por qué permites que me pasen estas cosas? Ante el dolor súbito, expresiones parecidas las hemos escuchado en más de una ocasión.

“No puede ser…a la Julieta  no puede pasarle esto…Al Juan, Andrés, tampoco. ¿Sabes Julieta? A los seres humanos no nos preparan para recibir a la muerte. Ni la propia ni tampoco la de las personas que amamos. I esto cuando llega sin avisar, cuando todavía no toca. Cuando hay tantos y tantos proyectos, que hacer, tantos libros para leer y tantas aventuras. Para vivir y para conquistar, nos encuentra desarmados, sin herramientas ni mecanismos de defensa  para poderla mirar con serenidad. Hacía solamente una semana que habíamos hablado tú y yo” (<b>Marta Alós</b>).

La muerte es un tema tabú. No se habla de ella. A pesar que por los medios nos vemos inmersos en ella, pensamos que podremos liberarnos de la muerte. No es así. Como alguien ha dicho: “Nadie sobrevive a su generación”. ¿Qué sucede cuando la muerte golpea a un amigo o familiar?, “nos encuentra desarmados, sin herramientas ni mecanismos de defensa”.

“Imaginémonos”, dice Blaise Pascal, “un grupo de personas todas ellas condenadas a muerte, a algunas de las cuales se las decapita ante las otras personas que esperan, perdida toda esperanza, que les llegue su turno. Esta es la imagen de la condición del hombre”.

Yo me imagino la muerte como encontrándonos en el corredor de la muerte esperando la ejecución de la sentencia. Las apelaciones la retrasan hasta que llega el día fatídico. Nacemos para morir. Diría más, desde el momento de la fecundación se pone en marcha el reloj de la vida. A cada tic-tac la vida se acorta un segundo. Desconocemos el tiempo que Dios le ha otorgado a cada persona. Unos se quedan en el camino antes de haber visto la luz del sol. Otros a lo largo de las distintas etapas de la vida. Unos mueren tranquilamente en la cama. Otros después de largos sufrimientos. Unos muren de accidente, sea de tránsito o laboral. Otros en medio de la criminalidad de la guerra, que da la impresión que amamos mucho. Todos tenemos un tiempo para nacer y un tiempo para morir. ¿Aceptamos esta realidad? No hacerlo no cambia el destino que nos aguarda. Hace más penoso el recorrido hacia la muerte.  ¿Acusaremos a Dios de injusto? No podemos hacerlo porque avisó a Adán y Eva que si comían el fruto del árbol prohibido ciertamente morirían. Desobedecieron y el germen de la muerte se infiltró en su naturaleza inmortal. ¿Tildaremos a Dios de injusto que por culpa de Adán toda su descendencia, en el momento establecido por Dios tenga que morir? Si no se acepta esta realidad uno se encuentra en la situación que denuncia <b>Marta Alós</b> “a los seres humanos no nos preparan para recibir a la muerte”.

Al inicio de este escrito cito a la madre que le nace un niño con una disfunción que puede ocasionarle la muerte. Pues bien, cuando la visita su marido, ignorando el diagnóstico del médico, tiene conocimiento de ello, le dice a su esposa: “oremos”. Ella asintió con un movimiento de cabeza. El marido le cogió la mano y dijo: “Gracias Padre por darnos a Allen. Es tuyo, no nuestro. Lo amaste antes de que nosotros lo conociésemos. Te pertenece a ti. Estés con él cuando nosotros no podamos. Amén” . La madre que relata el hecho, dice: “En el día que mi corazón estaba roto y aplastada mi alma, Dios le dio a Hiram (su marido) la fuerza para decir las palabras que yo no podía pronunciar. Y cogiendo la mano de mi marido, en un profundo silencio y con muchas lágrimas, tuve la sensación que Dios estaba muy cerca de mí” (Jolene Philo).

En un mundo dolorido por todos lados, son muy apropiadas las palabras del apóstol Pablo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos nosotros también consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1. 3,4). Los informativos a menudo nos presentan imágenes patéticas de dolor muy impresionante que dan evidencia del desespero que llena sus almas. No saben dónde encontrar consuelo. El texto bíblico citado nos muestra el rostro misericordioso de Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por medio de su Hijo nos consuela en nuestra aflicción, a la vez que nos convertimos, como dice el apóstol, en instrumentos de consuelo para los desconsolados. Una sociedad atemorizada por la serie de acontecimientos desagradables que se presentan a diario, es urgente que sepa que en Jesús encontrará  el pecho amoroso en donde reclinar la cabeza para encontrar el socorro oportuno.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

dilluns, 1 de febrer del 2021

 

JEFFERSON Y DEMOCRACIA

<b>La mentira generalizada e institucionalizada es la ruina de la democracia</b>

Según <b>Jordi Llovet</b> <b>Thomas Jefferson</b> es considerado como uno de los presidentes  norteamericanos más valorado por los historiadores. En una carta que envió a <b>John Adams</b> el 28 de octubre de 1813, <b>Jefferson</b> se distanciaba de la aristocracia de sangre y de  patrimonio   ”pero apreciaba la aristocracia natural la cual consideraba el regalo más precioso de la naturaleza para la instrucción, los cargos públicos y el gobierno sociedad”. Con esto <b>Jefferson</b> venía a decir que las personas más idóneas para acceder a  cargos en la Administración Pública dependía del “regalo más precioso de la naturaleza”, el destino impersonal considerado el rector del hombre. Yo diría que el valor de una persona no depende de la genealogía ni de la voluntad de los padres que se esfuerzan en ofrecer una buena educación a sus hijos, sino de la voluntad de Dios que otorga dones a los hombres según su voluntad.

<b>Jefferson</b> fue un demócrata convencido. Ante la posibilidad de que alguien llegase a ser presidente de los Estados Unidos sin estar a la altura de la responsabilidad que acompaña al cargo, decía. “Es suficiente para garantizar la democracia entre nuestros ciudadanos que las elecciones (a todos los cargos ejecutivos y legislativos) se efectúen cada pocos años, esto les permitirá echar fuera a un servidor desleal antes de que los desmanes  que tiene en la cabeza se hagan inevitables”.

Ignoro si <b>Jefferson</b> fue deísta o teísta. Al decir que las buenas personas son “el regalo más precioso de la naturaleza” me hace pensar que no fuese teísta. Si ello fuese así explicaría porque consideraba que el ser humano no es creación de Dios y que al ser Adán padre de toda su descendencia, explica la Biblia, los registros históricos y la experiencia del día a día, que tengamos disposición a cometer las fechorías más horrendas.

Según <b>Jefferson</b>, limitar la duración de los cargos electos es una garantía que no cometerán fechorías que pongan en peligro la estabilidad democrática. El día a día democrático nos enseña que la cosa no es así. La corrupción, el amiguismo, las recompensas que se conceden a cargos electos una vez finalizado el mandato…pone al descubierto que la democracia, aunque se la considere la mejor de las filosofías políticas, no deja de ser muy imperfecta. La causa de dicha imperfección se debe a que “el gobierno del pueblo” que es ejercido por personas caídas en pecado no es el espejo en el que debemos mirarnos.  Entre muchas, una breve descripción de cómo Dios ve a la humanidad: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre y vuestros dedos de iniquidad, vuestros labios pronuncian mentira, y habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad, confían en vanidad, y hablan vanidades, conciben maldades, y dan luz a iniquidad. Incuban huevos de áspides, y tejen telas de araña, el que come de sus huevos morirá, y si los aprietan, saldrán víboras” (Isaías 59: 2-5).

De la misma manera que nos molesta que alguien nos corrija, esta descripción tan realista de la condición humana, nos disgusta. Sería de necios esconderla debajo de la alfombra para hacer ver que no existe. El sistema democrático tiene que tenerla en cuenta si se quiere evitar que derive a la tiranía. El escandaloso ejemplo dado por <b>Donald Trump</b> que ha puesto en entredicho la democracia norteamericana, que por ser la primera del mundo moderno nos fijamos en ella. Es un aviso de la deriva dictatorial amenazadora si no se le pone remedio. “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”, dice la sabiduría popular.

El versículo que encabeza el texto citado dice: “he aquí que no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír” (v. 1). A pesar de nuestra persistente terquedad,  Dios extiende su mano para sacarnos del lodazal en el que nos ha metido nuestra rebeldía. ¿La cogeremos? El Señor inclina su cabeza hacia nosotros y presta atención. ¿Le suplicaremos ayuda?

Seguro que el declive democrático no se detendrá. Iremos de mal a peor en el aspecto colectivo. Como individuos es bueno saber que el “Señor (que) no ha acortado su mano para salvar, ni ha endurecido su oído para oír” es Jesús, el Buen Pastor que da su vida por las ovejas. El retroceso democrático nos conduce a tener que andar “en el valle de sombra de muerte. Es en este caminar doloroso cuando Jesús se nos presenta como “mi Pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará, confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor a su Nombre” (Salmo 23: 1-3).

Octavi Pereña i Cortina

 

SALMO 34:7

“El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen y los defiende”

El Covid-19 es uno de los muchos peligros que amenazan de manera global a la humanidad. Plagas juntamente con guerras y hambrunas, son unas de las señales que indican que la venida gloriosa de Jesús a buscar a su pueblo se acerca. Jesús dice que el día y la hora de producirse este acontecimiento, excepto el Padre, nadie lo sabe. No hagamos caso de quienes predicen una fecha porque mienten. Este desconocimiento indica que este acontecimiento puede producirse en cualquier momento. La incerteza nos llama a ser vigilantes para que cuando el Señor venga nos encuentre despiertos y preparados como lo hacían las cinco vírgenes de la parábola con los depósitos de sus lámparas llenos de aceite.

El salmo 34 nos enseña a  mantenernos preparados siempre para que cuando Él venga podamos entrar con Él en el salón en donde va a celebrase la boda.

El salmo comienza con un enaltecimiento del Señor lo que significa que el salmista creía en Él. Externamente, las cinco vírgenes necias de la parábola no se distinguían de las cinco prudentes. Lo que las diferenciaba era el estado de su corazón. En las prudentes anidaba la fe. En las insensatas la incredulidad. En las iglesias sucede algo parecido. La prudencia y la necedad se encuentran en los corazones de los fieles. Antes de que sea demasiado tarde debemos saber con certeza a  que grupo de adoradores pertenecemos.

Para que la enseñanza del salmo que comentamos nos beneficie tenemos que pertenecer al grupo de las cinco vírgenes prudentes. Si es así, pertenecemos al grupo de creyentes que saben en Quien han creído.

”Busqué al Señor, y Él me halló, y me liberó de todos mis temores” (.4). La incertidumbre que se respira en nuestros días dispara los miedos, los insomnios, el estrés, afligen a multitudes. Muchos de estos enfermos son cristianos nominales. De hecho son vírgenes necias. Que no creen en el Señor. Que no lo buscan. Asisten a los cultos. Cantan himnos. Participan en la Cena del Señor. Pero no están preparados para cuando venga el Señor. “Los que miran a él son alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados” (v. 8). La presencia del Señor en sus corazones los llena de la paz de Dios que excede a la comprensión humana. Las vírgenes necias no saben qué es la paz del Señor.

Quienes son como las vírgenes prudentes “buscan al Señor, no tendrán falta de ningún bien”. Poseen el tesoro escondido que nadie les podrá quitar.

Al padre del niño que tenía un espíritu mudo que buscó a Jesús  para que lo liberases del espíritu maligno, Jesús le dijo: “Al que cree todo es posible”. El padre angustiado le dice: “Creo, ayuda mi incredulidad. Si el lector pertenece al grupo de las vírgenes necias y desea abandonarlo, dígale a Jesús: “Creo, ayuda mi incredulidad”. Esperará gozoso la venida gloriosa del Señor.


MARCOS 12: 18

“Entonces vinieron los saduceos que dicen que no hay resurrección”

¿Cómo será la existencia de los sedientos que han apagado en Jesús la sed de sus almas en Jesús? No se sabe con certeza. Pero tenemos indicios de ello. Si las buenas experiencias que hemos tenido aquí en la tierra las multiplicamos por infinito, el resultado nos lo da a entender. Esta existencia excelente está garantizada por la resurrección de Jesús de entre los muertos. Si Jesús fue resucitado también lo seremos quienes hayan creído en Él  cuando venga en su gloria a buscarnos.

El texto que tenemos como base de nuestra meditación sirve de puerta de entrada que nos muestra algo que sí podemos saber con certeza, un detalle de cómo será nuestra estancia en el reino de los cielos.

Los saduceos que niegan la resurrección se comportan como los atenienses que escucharon  de los labios del apóstol Pablo el mensaje de la salvación por la fe en Jesús. Aparentemente querían “saber lo que significan estas cosas”. Con el fin de dar solemnidad a su deseo de querer saber más de la doctrina que predicaba Pablo lo condujeron al Areópago, el lugar en donde se reunía la Suprema Corte de Atenas. Escucharon atentamente al apóstol hasta el momento que dijo: “Pero Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan, por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por aquel Varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez” (Hechos 17: 30-32).

El texto no nos dice nada cómo reaccionaron los saduceos al confirmar Jesús que la resurrección de los muertos es un hecho respaldado por las Escrituras: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, como le habló Dios en la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos, así que vosotros mucho erráis”         (vv. 26,27).

Como reaccionaron los saduceos a las palabras de Jesús poco importa. .Lo que sí nos interesa saber es que se dará una diferencia abismal con respecto al matrimonio: “En la resurrección ni se casarán n, ni se darán en matrimonio, sino serán  como los ángeles que están en los cielos” (v. 25). Como el número de los redimidos es limitado por la elección  efectuada por Dios antes de la fundación del mundo, el número de los ciudadanos del reino de los cielos es completo. El matrimonio como medio de multiplicación de la raza humana aquí en la tierra no sirve en el reino de los cielos. Quienes se hayan casado más de una vez el problema de las esposas no se lo llevarán. Los ciudadanos del reino de Dios son asexuados.