EL VIRUS
QUE CORROMPE A LAS NACIONES
<b>¿Existe vacuna
contra el virus de la corrupción?</b>
<b>Antonio Muñoz
Molina</b> finaliza su escrito <i> La otra pandemia</i> así:
“No sé, sinceramente qué podemos hacer los ciudadanos normales, los no
contagiados de odio, los que quisiéramos ver
la vida política regida por los mismos principios de pragmatismo y
concordia por los que casi todo el mundo se guía en la vida diaria. Nos ponemos
la mascarilla, guardamos distancias, salimos poco, nos lavamos las manos, hacemos
nuestro trabajo lo mejor que podemos. Si no hacemos algo más esta gente (los
políticos) va a hundirnos a todos”.
El autor del escrito que
menciono creo que hace una crítica muy sensata de la situación política,
sanitaria y educativa actual. Termina su realista escrito manifestando su
impotencia ante la caótica situación actual que
se desborda provocando que tanto la clase política y la ciudadana anden
a tientas para no darse cabezazos contra un muro.
“A cada momento”, dice
<b>Antonio Muñoz</b>, “la política española se va volviendo más y
más tóxica que el virus de la pandemia. El aumento de los contagios y las
muertes los hemos visto agravados por el espectáculo cochambroso de la
discordia política, de la ineficacia aliada al sectarismo de la irresponsabilidad
frívola que poco a poco va mutando en negligencia criminal. La política
española es tan destructiva como el virus. Contra el virus llegará la vacuna e
irán mejorando los tratamientos paliativos, contra el veneno español de la baja
política no parece que haya remedio”. La situación actual, política, social y
económica de España la describe muy bien
<b>Antonio Muñoz</b> al decir “si no hacemos algo más esa
gente va a hundirnos a todos”.
<b>Antonio
Muñoz</b> ve así el panorama español: “El buen gobierno, la justicia
social, necesitan lo primero de todo de una administración honesta y eficiente.
Las mejores intenciones naufragan en la nada o en el despropósito si no hay
estructuras eficaces y flexibles y funcionarios capaces que las mantienen en marcha”.
Se dice de
<b>Diógenes</b>, el filósofo griego que iba por la calle a pleno
sol llevando un candil encendido. Alejandro el Grande que lo vio, se extraña de
este comportamiento tan peculiar. Se le acerca y le dice: “¿Por qué vas por la
calle con un candil encendido?” La respuesta que le da el sabio es “Busco un
hombre”. Esta respuesta pone de relieve que en siglo IV a.C. ya tambaleaban las
estructuras políticas. Bamboleaban anteriormente y seguirán haciéndolo en el futuro. El hombre
en su condición de ser caído ha perdido la noción de qué es la justicia y se
comporta de manera totalmente opuesta a la Ley de Dios.
“La justicia” (resumiendo
consiste en comportarse a la manera de Dios),”enaltece a la nación, pero el
pecado es el oprobio de los pueblos” (Proverbios 14: 34). La Biblia nos habla
de personas justas. Estas personas no son seres perfectos. Son hombres y
mujeres cuyos pecados han sido perdonados
y lavados por la sangre de Jesús derramada en la cruz y que por la fe en
su Nombre se han convertido en personas nuevas. No son perfectos. Han nacido de
nuevo por el Espíritu Santo cuya presencia los impulsa a abandonar el
comportamiento injusto que los dominaba antes de la conversión a Cristo. Se
sienten motivados a hacer aquello que le place al Dios totalmente justo. Yendo
por la calle a plena luz del sol no van a encontrarse con ningún hombre ni con
ninguna mujer que arregle el desbarajuste social que nos lleva a la miseria. Los cristianos tienen
que salir a la calle no a buscar personas justas que nos saquen del lodazal en
que estamos metidos, sino proclamando el Evangelio de Jesús que es la luz del
mundo. Cada persona que cree en Jesús,
resplandece en su corazón la luz de Dios, resplandor que le hace ver lo
que realmente es. Este conocimiento con la ayuda del Espíritu Santo facilita
abandonar lo que se era antes de la conversión a Cristo e impulsa a vivir la
ética de la Ley de Dios. Estos son los hombres y mujeres que nos ayudarán a
salir del peligro en que nos encontramos si se cree el mensaje de la Biblia de
la cual son heraldos.
Abandonar la política que
es tanto o más destructiva que el Covid-19 en un mundo maldecido por Dios
debido al pecado de Adán no se conseguirá ni que toda la humanidad estuviese
formada por personas verdaderamente convertidas a Jesús. Que mejoraría mucho la
condición en que nos encontramos, evidentemente. Pero una sociedad que reuniese
esta condición no sería la ideal porque la justicia no brillaría en todo su
esplendor.
Si una cosa tenemos que
aprender de la Historia es que las naciones, los imperios, nacen y la
corrupción los destruye. Los nacionalismos exacerbados se envuelven con
banderas para intentar esconder la corrupción que hay en ellos. El intento no
funciona: “el pecado es el oprobio de los pueblos”.
Nabucodonosor rey de
Babilonia vio en un sueño una estatua de grandes dimensiones de aspecto
terrible. El profeta Daniel interpreta el significado de la descomunal imagen.
A partir del imperio babilónico otros imperios nacerán y desaparecerán
sucesivamente hasta el fin del tiempo: “Y en los días de estos reyes el Dios
del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino
dejado a otro pueblo, desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él
permanecerá para siempre. De la manera que viste que del monte fue cortada una
piedra, no con mano la cual desmenuzó (la estatua). El gran Dios ha mostrado al
rey (Nabucodonosor) lo que ha de acontecer en lo porvenir, y el sueño es
verdadero y fiel la interpretación” (Daniel 2: 1-45). Esta es la esperanza del cristiano:
ser ciudadano del reino de Dios eterno en done la justicia resplandecerá en
todo su esplendor y. “enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos, y que no
habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor porque las primeras
cosas pasaron” (las que ocurren en el mundo actual) (Apocalipsis 21: 4).
Octavi Pereña i Cortina
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