dissabte, 30 de maig del 2020


SALMO 69: 6

“No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor de los ejércitos, no sean confundidos por mí los que te buscan oh Dios de Israel”.
Con el coronavirus haciendo de las suyas por todo el mundo un oleaje de incertidumbre se expande por doquier.  El futuro es tan incierto que ha incrementado la religiosidad popular que consiste en la adoración a santos, vírgenes que como dice la Biblia tienen ojos que no ven, oídos que no oyen, manos que no ayudan, pies que no los acercan a nosotros. Las imágenes que son obra de artesanos no son nada más que obras artísticas de más o menos calidad. Las imágenes diseñadas por los artistas nada pueden hacer para ayudarnos a salir de nuestra incertidumbre. ¿Podemos pensar que las obras que han fabricado los artistas vayan a tener un poder espiritual superior a sus creadores?
El texto que comentamos afirma que los que confían en el Señor no serán “avergonzados ni confundidos”. Es hora de que los que confían en ídolos despierten de su necedad y se vuelvan al Dios vivo.
El profeta Isaías, a los que se sienten avergonzados y confundidos por la inoperancia de los ídolos, les dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas…Inclinad vuestro oído, y venid a mí, oíd y vivirá vuestra alma…Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano…” (Isaías 55: 1-13). El profeta Isaías inspirado por el Espíritu santo hace una invitación a “todos los sedientos”, “Inclinad vuestro oído, y mirad a mí, oíd y vivirá vuestra alma”. El amor de Dios clama  que no dejemos pasar la oportunidad de inclinar nuestros oídos a su voz suplicante. Tal vez no volvamos a oírla nunca más y así perdamos la oportunidad de que nuestra alma viva por no haber bebido el agua viva que es Jesús.
El Señor Jesús que conoce a la perfección la condición humana, nos dice: “Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 34). Jesús puede darnos este mensaje de ánimo porque el Padre celestial que cuida a las aves del cielo y viste a los lirios con su belleza a pesar de que sea perecedera, sabe todo lo que necesitamos, ¿no cuidará de nosotros hombres de poca fe?


2 CRONICAS 9: 7

“Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos y que están siempre delante de ti, y oyen tu sabiduría”
La reina de Saba oyó la fama de Salomón. Viajó a Jerusalén para conocer al famoso rey la sabiduría del cual se había extendido por todo el mundo. Viendo la reina la gloria que envolvía a Salomón, cuando se entrevistó con él, le dijo: “Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría, pero yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto, y he aquí que ni aun la mitad de tu grandeza, de tu sabiduría me había sido dicha, porque tú superas la fama que yo había oído” (vv. 5,6). La sorpresa que la reina de Saba se llevó cuando comparó lo que había oído sobre Salomón con lo que vio, puede contrastarse con lo que la samaritana contó sobre Jesús a sus conciudadanos y la sorpresa que se llevaron los samaritanos cuando hablaron con Jesús: “Y decían a la mujer: ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente Éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4: 42). El encuentro con Jesús produjo un gran gozo que no puede compararse con los gozos que producen las cosas temporales, por magníficos que puedan ser.
Cuando Jesús dijo a sus oyentes que no se afanasen y resalta su preocupación por el vestir, les dice: “Considerad los lirios del campo, como crecen, no trabajan ni hilan, pero os digo: que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Mateo 6: 28,29).
Cuando algunos escribas y fariseos le pidieron una señal para que pudieran creer en Él les refirió la historia de Jonás que estuvo “en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12: 39,40). Jesús compartía con ellos el corazón del Evangelio que era Él mismo ya que fuera de Él no hay salvación posible porque no hay ningún otro Nombre dado a los hombres en que puedan salvarse. Poniendo Jesús el testimonio de la reina de Saba que se esforzó en ser testigo de la gloria de Salomón, Jesús dice: “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (v. 42).
Los hombres se sacrifican para poder asistir a los conciertos que dan los ídolos del momento, de gloria muy efímera. A la hora de prestar atención a Jesús, el Salvador del mundo se comportan como el populacho que fue testigo de los milagros que hizo Jesús que testificaban de su poder y gloria eternos.  A la hora de la verdad gritaban enfervorizados: “Crucifícale”, “crucifícale”.



LA TRAVESIA DEL DESIERTO

<b>Vivir en una sociedad amenazada por la pandemia del coronavirus es parecido a una travesía por el desierto</b>
Los políticos cuando atravesamos un desierto como lo estamos haciendo hoy debido a la pandemia con tantas incógnitas que despejar, para tranquilizarnos nos dicen que conocen el camino para salir del laberinto y conducirnos hasta un oasis donde podremos descansar de las penalidades del viaje. Nos engañan. Están tan perdidos como lo estamos nosotros. Unos titulares de prensa ponen en duda  que los dirigentes políticos sepan hacia dónde ir:
“Las nuevas directrices de Jhonson  sumergen a los británicos en la confusión”
“García Egea ve al gobierno sumido en el caos, sin rumbo, sin criterio, sin ningún tipo de indicador”.
“Sindicatos, docentes, familias, critican la capacidad de las autoridades”
“Solamente el 34% de los franceses aprueba la gestión del Gobierno durante la crisis” (del coronavirus).
<b>Leopoldo Abadía</b>, divulgador económico escribe: “En diciembre terminé un libro en donde lo anticipaba. Ahora, únicamente le he añadido algunas páginas. La humanidad está angustiada, oscura, perdida, sin referentes”.
<b>Víctor-M. Amela entrevista a <b>Leopoldo Abadía</b>, si usted mandase en España, ¿qué haría? Respuesta: “Unir a los cuatro mejores técnicos que hay en España en Economía, Sanidad, Ciencia, Educación y les daría la papeleta”. El periodista hurga: ¿No confía en el gobierno actual? El divulgador económico responde: “Visto el escaso respeto a la verdad de estos chicos que nos gobiernan, me cuesta, lo siento”. El reportero sigue hurgando: ¿Qué le gustaría ver en este mundo nuevo que ahora irrumpe? <b>Abadía</b> responde: “Ética, buenas personas y competentes al frente de las empresas”.
Al final de la entrevista <b>Leopoldo Abadía</b> ingenuamente cita a <b>Swami Shantamritamenla Puri</b>: “A pesar de que no puedes escoger dónde nacer, ni tus padres, ni tu raza, ni tu posición social, sí que puedes escoger ser buena persona”. Desgraciadamente la utopía de <b>Leopoldo Abadía</b> de encontrar buenas personas que cojan las riendas de los gobiernos, de las instituciones, de las familias, no se encuentran porque no las hay. Debajo de la apariencia de buena persona se esconde el virus del pecado que impide que las personas en general sepan tomar decisiones correctas para que puedan salir derechas de las crisis que se presentan con tanta frecuencia en este mundo salpicado por el pecado. Se puede escoger desear ser buena persona pero la condición humana lo impide en su plenitud.
<b>Immanuel Kant</b> hace esta descripción de la bondad humana: “Uno no puede librarse de cierta indignación al observar la actuación de la humanidad en el escenario del gran teatro del mundo. Haciendo balance del conjunto se diría que ha sido maquinado por una locura y una vanidad infantiles e incluso con frecuencia por una maldad y un afán destructivo así mismo pueriles de manera que al fin y al cabo el hombre no sabe qué idea hacerse sobre tan envanecida especie”. Debe abandonarse el humanismo endiosado y reconocer que el hombre es un ser caído incapaz de conseguir que sus decisiones hagan diana y se busque en Jesús que es la “luz del mundo” para que nos guie en nuestra travesía por el desierto.
Pueden parecernos  palabras muy sentidas pero que no hacen diana fueron las que dijo <b>Alessandro Lequio</b> a raíz de la muerte de su hijo Álex: “Eres y siempre serás mi luz y mi centro”. “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14: 12) En general es lo que está sucediendo. Tropezamos infinidad de veces en la misma piedra y no aprendemos la lección. Nos comportamos como el borracho que al despertar de su embriaguez se dice: “Me hirieron, mas no me dolió, me azotaron mas no lo sentí, cuando despierte aun lo volveré a buscar” (Proverbios 23: 35). Deberíamos aprender del salmista que se pregunta: “¿De dónde vendrá mi socorro?” El mismo da la respuesta: “Mi socorro viene del Señor que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121: 1,2)
Jesús se refiere al ciego que guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo (Mateo 15: 14). Comportémonos como los ciegos de los evangelios que le pedían a Jesús: “Ábrenos los ojos”. Una promesa que no debe olvidarse de Jesús: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene no lo echo fuera” (Juan 6: 37). Estos escogidos de Dios son los que perseveran en su palabra y no son oyentes olvidadizos, sino que le siguen de cerca. Esto creyentes no son cristianos domingueros sino practicantes de las enseñanzas de Jesús. A estos creyentes el Señor los compara “a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y golpearon contra aquella casa, y no cayó porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7: 24,25). No es así con los cristianos que se consideran “creyentes no practicantes” que se parecen “a un hombre que edificó su casa sobre la arena, y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó y fue grande su ruina” (vv. 26,27).
Construimos la carretera pero las tormentas “Gloria” destruyen la construcción una y otra vez. Jamás el Presidente puede cortar la cinta inaugural.
Octavi Pereña i Cortina



diumenge, 24 de maig del 2020


EL SIGNIFICADO DE LA PAZ

<b>”No hay paz para los malos, dice el Señor</b>
El título de este escrito es el mismo que lleva el cuento escrito por <b >Paulo Coelho</b>, publicado con el propósito “que los niños lo lean en compañía de sus padres durante el confinamiento”. Es pues un relato de entretenimiento que distorsiona el significado de la paz.
“Érase una vez un rey que gobernaba un reino en donde todo el mundo era feliz, a pesar de que los reinos vecinos vivían en un estado de guerra permanente”.
“Es peligroso vivir rodeados de guerra”, pensó el rey preocupado. “Un día se pueden cansar de luchar entre ellos y atacarnos. ¿Cómo les podemos enseñar a nuestros vecinos la importancia de la paz?”
Un día que el rey estaba  sentado en la orilla de un lago, pasó un barquero al que le preguntó: “¿Se te ocurre cómo podríamos enseñar a nuestros vecinos la importancia de la paz?” El barquero le respondió: “Como todos hablan idiomas diferentes no sé si nos podríamos entender”. Después de un rato de pensar en las palabras del barquero al rey se le acudió la idea de consultar a sus súbditos: “Quien consiga crear un cuadro sobre la paz recibirá diez monedas de oro”. Finalizado el plazo establecido por el rey y estimulados por la recompensa todo el mundo pintó un cuadro siguiendo las bases del concurso establecidas por el rey.
Escogida la pintura “el cuadro viajó hacia muchos reyes, y uno a uno todos comprendieron el mensaje del rey, y la paz llenó sus corazones”. Colorín colorado y este cuento ha terminado. No creo que el lector crea la enseñanza que aporta el cuento de <b >Paulo Coelho</b>. No es nada más que una moraleja.
La paz no es precisamente una ausencia de guerra. A lo largo de la historia las naciones han firmado tratados de paz. Los cañones han dejado de vomitar fuego, pero en los países pacificados sus ciudadanos siguen resentidos, descontentos y el odio sigue aflorando en sus corazones lo cual genera nuevos conflictos. Siguiendo la táctica de las “fake news” los gobernantes dicen que han aprendido la lección y que esta ha sido la última guerra. Pero las guerras estallan de acá a acullá motivadas por fabricantes y traficantes de armas que no quieren perder su negocio. La paz verdadera se la tiene que ir a buscar en otro lugar.
Jesús en el llamado Sermón de la Montaña, entre otras cosas, dijo: “Felices los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5: 9). Pacificador, en el verdadero sentido de la palabra no lo es cualquier persona que tenga a flor de labios la palabra paz. A pesar de no estar en época navideña, recordar el nacimiento de Jesús es bueno hacerlo en cualquier época del año. El profeta Isaías que anunció la encarnación del Hijo de Dios lo hizo con estas palabras: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su Nombre…Príncipe de Paz” (9:5,6). Quienes creen en Jesús  como a su Señor y Salvador poseen su Espíritu y, éste va formando en ellos la imagen de Jesús lo cual los convierte en personas felices porque en ellas se forma el carácter pacificador de Jesús, el Príncipe de Paz, se va formando en ellos. Los creyentes en Cristo se convierten en pacificadores y la paz se extiende en nuevas personas que asimismo creen en el Príncipe de Paz.
Nuestra sociedad mayormente está formada por persona, agnósticas, ateas, incrédulas, es decir, por personas no regeneradas que no saben lo que es “el camino de la paz” (Romanos 8: 17). Esta multitud, codo a codo con <b >Paulo Coelho</b> enseña a los niños “el significado de la paz” que no tiene nada que ver con el sentido que le da la Biblia. La enseñanza de <b >Paulo Coelho</b> es una fábula que jamás aportará paz genuina.
El papa Pablo VI promulgó que en el primer día del año se celebrase el día de la paz, con estas palabras: “Nos dirigimos a todos los hombres  de buena voluntad para exhortarlos a celebrar el día de la paz en todo el mundo, en el primer día del año civil, 1 de enero de 1968.
Han transcurrido 52 años desde que se promulgó la celebración del día de la paz en todo el mundo. Por lo que se ve no se han encontrado hombres de buena voluntad que se encarguen de llevar la paz en el mundo. Guerras y rumores de guerra a doquier. No está al alcance de hombre instaurar la paz verdadera.
De pacificadores, al decir de Jesús, siempre han sido una minoría. Estas minorías que han vivido a lo largo de la historia serán .los ciudadanos del Reino de Dios eterno, en el que el pecado que es el  causante de todos los males que nos afligen no habrá lugar en él. Quienes hoy son pacificadores a la vez que pecadores, son pacificadores muy imperfectos. Cuando se establezca el Reino de Dios eterno, estos pacificadores hoy defectuosos, habrán sido desposeídos de la más mínima mácula de pecado. Entonces y solamente entonces existirá una sociedad que vivirá en perfecta paz.
Octavi Pereña i Cortina





HECHOS 16: 34

“Y llevándonos a su casa, les puso la mesa, y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”
Pablo y Silas están encarcelados en la cárcel de Filipos, magullados por los azotes recibidos y los pies en el cepo. ¿En qué estado se encontraban los encarcelados? Se encontraban en una situación inmejorable: “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían” (v.25). Un hecho insólito sucedió: “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudieron: i al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (v. 26). El terremoto afectó únicamente el edificio de la cárcel. El carcelero saltó de la cama  a ver lo que había ocurrido. Al ver las puertas abiertas pensó que los presos se movían a sus anchas “pensando que los presos habían huido” (v. 27), decidió suicidarse. Nadie se había movido del sitio que ocupaba. El comportamiento de Pablo y de Silas impulsó al carcelero a decirles: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? (v.30). La inesperada respuesta que recibió fue: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas, y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (vv. 31-33). La conversión produce un cambio en las personas que creen en Jesús. Rompe las barreras que separan al carcelero de los prisioneros, entre judíos y gentiles. El amor reemplaza al odio.
La conversión de carcelero y de su familia no fue por obra de magia. El comportamiento de Pablo y Silas fue el resultado de unas obras que Dios de antemano  había preparado para que hiciesen. La mano de Dios se manifestó en todo el asunto.
El salmo 110 nos da la clave de la conversión el carcelero y de su familia: “El Señor enviará desde Sion el  arca de su poder, domina en medio de tus enemigos. Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, y en la hermosura de tu santidad. Desde el seno de la aurora. Tienes el rocío de la juventud. Juró el Señor, y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (vv. 2-4).
Toda la escena gira entorno de la salvación de una familia de gentiles. El poder de Dios hizo que Pablo y Silas magullados por los azotes glorificasen el Nombre de Jesús. El poder de Dios provocó el terremoto. El poder de Dios hizo que Pablo y Silas maltratados por los azotes, glorificasen su Nombre. El poder de Dios preparó los corazones del carcelero y de su familia para que creyesen el mensaje que transmitían  Pablo y Silas. El poder de hizo que el carcelero y su familia se gozaran por haber creído en Dios.
¡Pidámosle al Señor que su poder se manifieste en nuestros días!


PROVERBIOS 14: 13

“Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría es congoja”
La tristeza es un sentimiento permanentemente arraigado en lo profundo del corazón. Con el propósito de espantar este mal que tantos disgustos ocasionan a no pocas personas, los humanos han inventado los pasatiempos, las comedias… Todo con el propósito de hacer reír a las personas que están tristes. Es un negocio muy lucrativo el del espectáculo. Tan necesitado está el ser humano de ser feliz que alguien tuvo la ocurrencia de inventar la risoterapia. Juntarse un grupo de personas para reír a carcajadas para expulsar la tristeza. Le sigue torturando el alma.
El texto que comentamos es claro “aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría es congoja”. Los medios artificiales de espantar la tristeza fracasan estrepitosamente porque afectan únicamente a los sentidos y dejan al alma sin curar.
La tristeza es una de las consecuencias del pecado. El pecado aleja al hombre de Dios. Crea un abismo infranqueable entre Dios y el hombre. Los medios artificiales creados por el hombre para unirse con Dios son como pasarelas que a mitad de camino se rompen. ¡Todo mi gozo en un pozo!
El hombre es tan insensato que no cesa de golpearse la cabeza contra un muro. Se comporta como el borracho que a pesar de las alucinaciones que le provoca el alcohol, al despertar vuelve a ingerir el veneno etílico. Al final acaba siendo una piltrafa.
El remedio eficaz contra la tristeza se encuentra en Jesús. La sangre que el Señor derramó en la cruz del Gólgota limpia todos los pecados y allana el camino para que el hombre pueda presentase ante Dios y disfrutar del gozo que no se marchita. Ello no quita que no se vayan a pasar situaciones críticas que producen tristeza, pero no quitan el gozo del alma. En el momento de escribir este comentario estamos inmersos en la terrible pandemia del coronavirus. La congoja embarga los corazones. A los creyentes en Cristo les puede afectar a su cuerpo, pero no a su alma.
Jesús es la garantía de que el gozo permanece en la adversidad cuando dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10: 27, 28). Aun en medio de los temporales que nos abordan, “Jesús es mi Pastor. En lugares de delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor a su Nombre” (Salmo 23: 1-3).
David en el salmo que entonó al entronizar el arca en Jerusalén, entre otras cosas dijo: “Gloriaros en su santo Nombre, ALEGRESE el corazón de los que buscan al Señor” (1 Crónicas 16 10).



diumenge, 10 de maig del 2020


PODER JUDICIAL -2

<b>Quien quiere administrar justicia  huya  del amiguismo</b>
El 64% de los españoles dice que no confía en el sistema judicial. Únicamente el 39% cree en la independencia  de los tribunales y de los jueces. Ética, objetividad e imparcialidad son las tres ramas imprescindibles en democracia para que la ciudadanía no pierda la confianza en la justicia.
Con el estallido del coronavirus se oyen voces que dicen que cuando la pandemia desaparezca, nada seguirá igual. Se harán las cosas de distinta manera. Eso no se lo creen ni los mismos que lo afirman. En medio de la plaga nos damos cuenta de que quienes guían el país no han cambiado sus maneras de gobernar. Es que no pueden hacerlo. Se lo impide su condición humana. “¿Mudará el etíope (la persona de color) su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer el bien, estando habituados a hacer el mal?” (Jeremías 13. 23). Los buenos propósitos de cambiar no sirven cuando se toca la naturaleza humana. “Genio y figura hasta la sepultura”.
Algunos, amparándose en Romanos 13:1 defienden la obediencia servil a la autoridades. Esta inviolabilidad no la defiende la Biblia. Un caso que exponen las Sagradas Escrituras cristianas de que las autoridades no son intocable es éste: “Y Josafat (rey de Judá) puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares: Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor del Señor, mirad lo que hacéis, porque con el Señor nuestro Dios no hay injusticia ni acepción de persona, ni admisión de cohecho” (Jeremías 14: 4-7). Este texto muestra cómo debe interpretarse Romanos 13: 1. “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.
Las autoridades en general y los jueces en particular han recibido de Dios autoridad delegada. Para entender dicha delegación tenemos que ir al Decálogo que se encuentra en Éxodo 20. Los primeros versículos exponen esta declaración: “Yo soy el Señor tu Dios” (v.2), enfatiza la autoridad suprema. En el versículo 12 Dios delega autoridad en el cimiento social que es la familia: “Honra a tu padre y a tu madre”. En Efesios 6 dice: “Hijos obedeced a vuestros padres porque esto es justo” (v.1). Nos remite a Éxodo 20: 12 cuando dice: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa” (v.2). También especifica cómo deben ser las relaciones entre conyugues: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor: Porque el marido es cabeza de la mujer, así  como Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es su Cuerpo y Él es su Salvador” (Efesios 5. 21-23). La anarquía no es buena filosofía para gobernar una sociedad por pequeña que sea como lo es el ente familiar. La política de hacer cada uno lo que mejor le arezca no es la más indicada para gobernar una sociedad, de ahí el caos que existe en nuestros días. A medida que el núcleo familiar  se ensancha convirtiéndose en infinidad de núcleos familiares, se precisa que se regule la relación entre ellos. Aquí entran en escena las autoridades que como muy dice Romanos 1: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.
Vayamos a los jueces que también son autoridad: “Mirad lo que hacéis porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor del Señor, mirad lo que hacéis, porque con el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho”.
Que el 64% de los españoles no confíen en el sistema judicial y únicamente un 39% lo haga con la independencia de tribunales y jueces, precisa que se pregunten si cuando administran justicia lo hacen como representantes de Dios o lo hacen movidos por el temor al hombre. De dar una respuesta correcta depende de que los españoles confíen o no en el sistema judicial.
Octavi Pereña i Cortina



PROVERBIOS 28:9

“El que aparta su oído para no oí la Ley, su oración también es abominable”
El cristianismo no es una religión de domingueros que se visten con sus mejores galas, aun cuando puedan ser muy sencillas, para asistir al culto. Dios no mira la apariencia externa de las personas, sino el corazón. El proverbio que comentamos es una advertencia para aquellos que entienden la religión como algo externo que sirve para agradar a aquellos  que se congregan.
Quienes asisten al culto tienen que hacerlo con el firme propósito de escuchar la predicación de la Palabra de Dios. Aquí se presentan dos cuestiones que tienen que tratarse. Primero, que el predicador tiene que ser un verdadero siervo de Dios. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia, los predicadores no son personas verdaderamente convertidas a Jesús, sino a la religión cristiana. Como poseen corazones incircuncisos se quedan en las formas del cristianismo y les falta el Espíritu que inspiró a los siervos de Dios escogidos para escribir las Sagradas Escrituras. Estos predicadores pertenecen al extenso grupo de “creyentes” que denuncia el profeta Isaías cuando escribe: “Este pueblo se acerca a mí con su boca y con sus labios me honora, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (29: 13). A pesar de que en sus predicaciones utilizan la letra de la Palabra de Dios lo hacen carentes del Espíritu que vivifica los corazones de los oyentes. Enseñan letra muerta que no llega a los corazones: se olvidan de recordar a los asistentes que son pecadores y que únicamente por la fe en el Nombre de Jesús obtendrán la salvación. Los predicadores tienen que ser sistemáticos en que los pecadores tienen que arrepentirse a Dios y abandonar los pecados. Con demasiada frecuencia las iglesias se convierten en clubes sociales a las que se asiste para pasar un rato agradable.  Sin ningún interés por lo espiritual.
La iglesia perfecta no existe, pero si la preside un verdadero  siervo de Dios que predica la Palabra sin añadir ni quitar nada de ella, es muy posible que los asistentes no serán de aquellos que apartan su oído para no oír la Ley, con lo que sus  oraciones sean abominables a Dios. Si no se hace así el texto lo deja bien claro su religiosidad “es abominable” a los ojos de Dios.
Si no existe iglesia perfecta tampoco existen creyentes perfectos. Todos tenemos que arrepentirnos de no tener oídos para oír. Que el arrepentimiento sea sincero para que se produzca un avivamiento espiritual que vaya seguido de la conversión de muchos pecadores.


HECHOS 15: 9

“Habiendo purificado sus corazones por la fe”
El conflicto que tuvo que resolverse en el concilio celebrado en Jerusalén, persiste en nuestros días: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis salvaros” (v.1). Es la eterna discusión: salvación por obras o por fe. El hombre no puede pagar el precio de su salvación. Es tan elevado su coste que el pecador no puede hacer méritos suficientes para pagarlo. Ayunos, peregrinaciones, indulgencias, mortificaciones corporales, confesiones auriculares, intercesiones de vírgenes y santos, que han acumulado méritos de sobras que pueden compartirlos con quienes los invocan…La salvación por obras es un invento satánico con el propósito de desvirtuar la salvación únicamente por la fe en Jesús. Satanás apela al orgullo humano que le hace pensar que con sus limitadas fuerzas puede apagar la ira del Dios eterno. Aun cuando se hiciese un sinfín de obras meritorias no  se podría pagar el precio de la salvación. Es clara la declaración: “Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia sois salvos…Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe”  (Efesios 8: 4-9).
Esforzarse en ganar la salvación es un esfuerzo inútil que provoca frustración y no otorga la paz de Dios que supera la comprensión humana. Sí que tenemos que hacer obras que acrediten la salvación alcanzada en Cristo: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v.10). Es muy clarificador este texto: si las obras que se hacen para glorificar a Dios son de fabricación humana, ¿cómo pudo Dios prepararlas de antemano para que anduviésemos en ellas? En este sentido sí que tenemos que sudar para hacer buenas obras.
Tenemos que indagar cuáles son las buenas obras “que Dios preparó de antemano” para que las realizáramos. Aquí entra en acción la humildad que también es regalo de Dios para que pacientemente estemos involucrados en el proceso de descubrirlas. La oración es un requisito imprescindible  que contribuye a localizar las obras que Dios ha preparado de antemano para que anduviésemos en ellas. Por cierto, ¿cómo está el lector de oración? Verdad que el lector desayuna, almuerza y cena y en algunos casos añade la merienda? La oración es una de las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que el lector ande en ella y le ayude a descubrir todas las obras que tiene preparadas para ti. Si practicas la lectura  y la meditación de la Biblia, Dios te habla. Si oras, hablas con Él. Así es como se mantiene una comunicación fluida con Él y recibes las fuerzas necesarias para ir haciendo las buenas obras que el Señor de antemano ha preparado para ti, a medida que las vayas descubriendo.




dilluns, 4 de maig del 2020


MIEDO VENCIDO

<b>”Los miedos imaginarios son peores que los reales” (Shakespeare)</b>
“La vida real es horrible. Mi padre hacía terror estéticamente bonito, pero el mundo es realmente feo, peor que una película de terror. He visto cien veces la película de mi padre<i>Profundo rosso</i> y sigo chillando, pero lo que es realmente horrífico es hacia dónde va el mundo. Parece que al poder le interese que la gente tenga miedo, porque paraliza y es una manera de controlarnos” (<b>Asia Argento</b>, actriz).
Desde la aparición del terrible coronavirus, el miedo está a flor de piel. El Roto, en una de sus viñetas dice: “El miedo es un microscopio que lo agranda todo”. En otra viñeta muestra a dos hombres huyendo de unos negros nubarrones que los persiguen. Uno de ellos dice al otro. “¡Corre que viene!” “Qué? Pregunta el otro. “¡El miedo!”, responde el primero.
“Permitidme decir que mi creencia más firme es que de la única cosa de la que tenemos que tener miedo, es el miedo, nefasto, no razonable, injustificado temor que paraliza los esfuerzos que se necesitan para convertir la retirada en un avance” (Franklin D. Roosevelt). Jesús que luchó contra el miedo que existe desde el principio, que hace ver fantasmas inexistentes en el horizonte, dijo: “Hombres de poca fe” a su auditorio. Los incrédulos se preocupan por lo “¿qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos vestiremos?” (Mateo 6: 31). Vosotros tenéis que saber que si el Padre celestial se preocupa de que a las aves no les falte comida y viste de belleza a los lirios, “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Baste a cada día su propio mal” (v. 34).
La preocupación desmesurada por el futuro, prójimo o lejano, se debe a que nos sentimos desamparados, perdidos, solos, sin punto de referencia al que agarrarnos con fuerza para enfrentarnos al futuro con tranquilidad y serenidad.
Tenemos que ir al origen de la Historia para descubrir el inicio del miedo que nos atenaza y que nos impulsa a vivir con angustia e inquietud permanente.
La primera vez que aparece la palabra <i>miedo</i> en la Biblia es después de que Adán y Eva hubiesen comido el fruto del árbol prohibido y se escondiesen de la presencia de Dios. Éste dirigiéndose a Adán, le dice: “¿Dónde estás?” El hombre le responde: “He escuchado tu voz en el jardín, y he tenido MIEDO porque estoy desnudo, y me he escondido” (Génesis 3,10). “El miedo es la emoción más antigua y más fuerte de la humanidad” (<b>H. P. Lovecraft</b>). El origen del miedo se encuentra en el hecho de que la relación íntima con Dios se ha roto. Con el sacrificio que Dios hace de unos animales con las pieles de los cuales cubrió la desnudez que avergonzaba a nuestros primeros padres, simbólicamente está anunciando la muerte de Jesús en la cruz y que la sangre derramada limpia todos nuestros pecados. Ahora Dios deja de ser un Ente irreal, fabuloso, para convertirse por la fe en Jesús en un Ser real y cercano. Esta proximidad es la que permite al ser humano invocarle en los momentos de necesidad. Se convierte en la Roca que es el cimiento para edificar una vida estable y que no se tambalee en las vicisitudes de la vida, que son muchas.
Testigos de que el perdón de los pecados lleva a la convicción de que Dios es un Ser real, muy cercano y misericordioso:
“Busqué al Señor, y Él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34: 4).
“En el día que temo, yo en ti confio. En Dios alabaré su palabra, en Dios he confiado, no temeré, ¿qué puede hacerme el hombre?” (Salmo 56: 3,4).
“Alzaré mis ojos al que habita en los cielos, ¿de dónde me llega el socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121: 1).
Al Dios del Antiguo Testamento a quien nadie vio jamás se hace visible en la persona de Jesús que muestra el corazón misericordioso del Dios Invisible: “La paz o dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo  la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).
Con el amor propio de Dios misericordioso, Jesús que vino a la tierra para ser el Camino que conduce al Padre celestial, invita a todos aquellos a los que el pecado les ha inoculado el virus del miedo: “venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera la carga” (Mateo 11: 28-30).
Octavi Pereña i Cortina



SAMUEL 16: 4

“Entonces el rey dijo a Siba: He aquí sea tuyo todo lo que tiene Mefi-boset”
Absalón hijo de David se rebela contra su padre. El rey, precipitadamente tiene que huir para salvar su vida y la de su familia. Siba que administra las propiedades de Mefi-boset le lleva a David alimentos. David le pregunta a Siba sobre Mefi-boset, hijo de  Saúl, lisiado debido a una caída, David lo acogió en su casa, comiendo cada día en su mesa. Siba le dice que Mefi-boset se ha quedado en Jerusalén esperando recuperar el trono. David, sin pararse a pensar e indagar si son ciertas las acusaciones de Siba contra su señor, le dice a Siba: “Sea tuyo todo lo que tiene Mefi-boset”. Quizás por la premura del tiempo, por la situación difícil en 2 que se encontraba, el rey no tuvo en cuenta lo que dice el proverbio: “Mas el que abre mucho los labios tendrá necesidad” (Proverbios 13:5)
Prosigue la huida. Al final las tropas del rey David y las del hijo rebele se enfrentan en el campo de batalla. La victoria es para David. El hijo rebelde muere en el encuentro. Se inicia el regreso a Jerusalén. Al llegar cerca de la ciudad, Mefi-boset, con aspecto descuidado se presenta ante David. Éste le dice: “¿ Por qué no fuiste conmigo?  ”Mefi-boset le responde: “Rey señor mío, mi siervo me engañó, pues tu siervo había dicho: enalbárdame  un asno, y montaré  en el e iré  al rey, porque tu siervo es cojo…” Nuevamente el rey habla sin reflexionar, impetuosamente, sin indagar si la razón está de parte de Siba o de Mefi-boset, dijo: “¿ Para qué  más palabras? Ya he determinado que tú Siba os dividáis las tierras” (2 Samuel 19: 25-30). Un pecado condujo al otro. Si fue injusto al  ceder las propiedades de Mefi-boset a Siba también lo fue al dividirlas entre ambos. Como dice el proverbio: “El que mucho abre sus labios tendrá calamidad”.


HECHOS 4: 29

“Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra”
Los apóstoles Pedro y Juan suben al templo a la hora de la oración y se encuentran con un tullido que pedía limosna. Pedro, dirigiéndose al mendigo le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy, en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, levantate y anda” (Hechos 3:6). Aprovechando la oportunidad los apóstoles predican a Jesucristo como Autor de la curación. Mientras estaban hablando al pueblo, “vinieron sobre ellos los sacerdotes  con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñaran al pueblo, y enseñaran en Jesús la resurrección de los muertos , y les echaron mano, y los pusieron a la cárcel…”(Hechos 4: 1-3).
Al día siguiente los apóstoles comparecieron ante el Sanedrín para que respondiesen: “¿Con qué potestad, habéis hecho vosotros esto?” (v.7). el apóstol Pedro lleno del Espíritu Santo respondió: “Sea notorio a todos vosotros, y al pueblo de Israel que el Nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis, y a quien Dios resucitó de los muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia” (v. 10).
El Sanedrín se pregunta. “¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto señal ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar” (v. 16). A pesar de la notoriedad de la curación y de que el poder de Dios obraba en las vasijas de barro que eran Pedro y Juan, las autoridades religiosas que tenían ojos para ver y no veían y oídos para oír que eran sordos, no se percatan de su ceguera: “Para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este Nombre. Y llamándolos, les intimidaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en  el Nombre de Jesús” (v.18). La respuesta enfatica de los apóstoles: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (vv. 19,20). Ante la valiente respuesta de Pedro y Juan, la reacción del Sanedrín, impotente ante la realidad  de la que habían sido testigos, fue esta: “Entonces los amenazaron y los soltaron no habiendo ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho” (v. 21).
Liberados los apóstoles se reúnen con la iglesia para explicar lo sucedido. Habiendo escuchado el relato, en vez de lamentarse por lo ocurrido, ”alzaron unánimes la voz a Dios en oración, diciendo: …Y ahora Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el Nombre de tu santo Hijo Jesús. Y cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios2 (vv. 24-31).