diumenge, 12 d’abril del 2020


JOSUÉ, 1: 8

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te irá bien”
Es cierto que estas palabras forman parte de la exhortación que Dios le hizo a Josué al tomar las riendas como máximo dirigente encargado de introducir al pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Por lo tanto no nos excusemos con que estas palabras van dirigidas a un alto personaje político. Que los dirigentes políticos y religiosos las tendrían que tener en cuenta, es incuestionable. Si lo hicieran, tanto la política como la religión funcionarían de otra manera.
El texto bíblico que es la base de esta meditación, por el mero hecho de encontrarse en la Biblia, se encuentra a disposición de todos los hombres y en concreto de aquellos encumbrados en la política y la religión. Esta meditación tiene una difusión muy limitada y va dirigida a unas pocas personas anónimas que forman parte de la membresía de las iglesias para que consideren que el texto bíblico que comentamos  va dirigido a ellas.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley”. Josué no tenía conocimiento de la Ley que tenemos nosotros. En aquella época solamente existían los cinco libros de Moisés. Hoy disponemos de todo el Antiguo Testamento y del Nuevo, es decir, toda la revelación de Dios que tiene que ser motivo de nuestra reflexión y obediencia. No tenemos que descartar nada en nuestro esfuerzo de meditación. Si se excluyen pasajes porque no nos gustan, no reconocemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17), el resultado será debilidad espiritual debido a no nutrir el alma con el pan y el agua que le proporcionan salud. No se tendrán convicciones profundas lo cual enturbiará el testimonio cristiano.
“Sino que de día y de noche meditarás en él”, el libro de la Ley. No debe entenderse día y noche como si no tuviésemos nada más que hacer. Debemos tomarlo en el sentido que tenemos que redimir el tiempo. Que después de cumplir con nuestras obligaciones diarias, lo mejor del tiempo libre que nos quede debemos dedicarlo a la meditación de la Ley de Dios. Ello requiere una programación del tiempo disponible. No sería un estorbo señalar unos espacios determinados para dedicarlos a la meditación de la Ley de Dios. ¿Diré un disparate si se ganan unos minutos por la mañana levantándonos un poco antes de emprender las tareas diarias? El desayuno espiritual será una fuente de energía que levantará el ánimo a lo largo de toda la jornada.


SALMO 110: 5

En Lucas 8: 4-15 se narra la parábola del sembrador pero únicamente la semilla que cayó en buena tierra dio fruto porque “Tú pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”
El sembrador que sale a sembrar parte de la semilla cae en distintos tipos de suelo: cae junto el camino, sobre la piedra, entre espinos. Por diversas causas no dan fruto. Únicamente la que cae  en buena tierra “nació, y llevó fruto a ciento por uno”. Los discípulos no entienden el significado de la parábola y le piden a Jesús que se lo explique. He aquí la explicación que el Maestro da respecto a la semilla que cae en buena tierra: “Mas la caída en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y resto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (v.15).
¿Qué es lo que hace que un corazón duro como la piedra que no tiene ni una grieta en que se pueda introducir una semilla, que pueda brotar sí, pero marchitarse muy pronto por falta de humedad, y se convierta en buena tierra que es “un corazón bueno y recto que retiene la palabra oída y da fruto con perseverancia? Pienso que la respuesta a la pregunta nos la da el texto que tenemos como base de la meditación: “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”. Siendo suelo del camino endurecido al ser pisoteado por los hombres, de piedra, o infectada de espinos, en donde las semillas brotan pero no llegan a dar fruto. El poder de Dios convierte la tierra estéril en buena apta para dar fruto abundante. Esta  es la razón por la que uno aquí, otro allá, y otro acullá responde con fe al mensaje de salvación que el sembrador de la palabra siembra en corazones de piedra.
No es cuestión de que la semilla quiera brotar y convertirse en espiga dorada cargada de abundante trigo. El problema radica en si el día de la siembra es el día del poder de Dios. Si es así, entonces el oyente se ofrece voluntariamente a Dios. Sin presiones provenientes del exterior, el oyente que es buena tierra responde al llamado de Dios: “He aquí tu siervo”. Una vez germinado el grano y producido el nuevo nacimiento que le convierte en un hijo de Dios, el grano que ha germinado crece, crece, crece hasta convertirse en una espiga cargada de abundante grano. El día del poder de Dios es el comienzo de un peregrinaje de perfeccionamiento espiritual hasta alcanzar la perfección a la que han sido llamados por Dios. Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. La perfección  no se alcanzará aquí en la tierra se obtendrá en el día de la resurrección. El poder de Dios guardará el trigo hasta la eternidad.  





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