JOSUÉ, 1: 8
“Nunca
se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche
meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está
escrito, porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te irá bien”
Es cierto que estas palabras forman parte
de la exhortación que Dios le hizo a Josué al tomar las riendas como máximo
dirigente encargado de introducir al pueblo de Israel en la Tierra Prometida.
Por lo tanto no nos excusemos con que estas palabras van dirigidas a un alto
personaje político. Que los dirigentes políticos y religiosos las tendrían que
tener en cuenta, es incuestionable. Si lo hicieran, tanto la política como la
religión funcionarían de otra manera.
El texto bíblico que es la base de esta
meditación, por el mero hecho de encontrarse en la Biblia, se encuentra a
disposición de todos los hombres y en concreto de aquellos encumbrados en la
política y la religión. Esta meditación tiene una difusión muy limitada y va
dirigida a unas pocas personas anónimas que forman parte de la membresía de las
iglesias para que consideren que el texto bíblico que comentamos va dirigido a ellas.
“Nunca se apartará de tu boca este libro
de la Ley”. Josué no tenía conocimiento de la Ley que tenemos nosotros. En
aquella época solamente existían los cinco libros de Moisés. Hoy disponemos de
todo el Antiguo Testamento y del Nuevo, es decir, toda la revelación de Dios
que tiene que ser motivo de nuestra reflexión y obediencia. No tenemos que
descartar nada en nuestro esfuerzo de meditación. Si se excluyen pasajes porque
no nos gustan, no reconocemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17), el resultado será debilidad espiritual debido
a no nutrir el alma con el pan y el agua que le proporcionan salud. No se
tendrán convicciones profundas lo cual enturbiará el testimonio cristiano.
“Sino que de día y de noche meditarás en
él”, el libro de la Ley. No debe entenderse día y noche como si no tuviésemos
nada más que hacer. Debemos tomarlo en el sentido que tenemos que redimir el
tiempo. Que después de cumplir con nuestras obligaciones diarias, lo mejor del
tiempo libre que nos quede debemos dedicarlo a la meditación de la Ley de Dios.
Ello requiere una programación del tiempo disponible. No sería un estorbo
señalar unos espacios determinados para dedicarlos a la meditación de la Ley de
Dios. ¿Diré un disparate si se ganan unos minutos por la mañana levantándonos
un poco antes de emprender las tareas diarias? El desayuno espiritual será una
fuente de energía que levantará el ánimo a lo largo de toda la jornada.
SALMO 110: 5
En Lucas 8: 4-15 se narra la parábola del
sembrador pero únicamente la semilla que cayó en buena tierra dio fruto porque “Tú pueblo se te ofrecerá voluntariamente
en el día de tu poder”
El sembrador que sale a sembrar parte de
la semilla cae en distintos tipos de suelo: cae junto el camino, sobre la
piedra, entre espinos. Por diversas causas no dan fruto. Únicamente la que
cae en buena tierra “nació, y llevó
fruto a ciento por uno”. Los discípulos no entienden el significado de la
parábola y le piden a Jesús que se lo explique. He aquí la explicación que el
Maestro da respecto a la semilla que cae en buena tierra: “Mas la caída en
buena tierra, estos son los que con corazón bueno y resto retienen la palabra
oída, y dan fruto con perseverancia” (v.15).
¿Qué es lo que hace que un corazón duro
como la piedra que no tiene ni una grieta en que se pueda introducir una semilla,
que pueda brotar sí, pero marchitarse muy pronto por falta de humedad, y se
convierta en buena tierra que es “un corazón bueno y recto que retiene la
palabra oída y da fruto con perseverancia? Pienso que la respuesta a la
pregunta nos la da el texto que tenemos como base de la meditación: “Tu pueblo
se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”. Siendo suelo del camino
endurecido al ser pisoteado por los hombres, de piedra, o infectada de espinos,
en donde las semillas brotan pero no llegan a dar fruto. El poder de Dios
convierte la tierra estéril en buena apta para dar fruto abundante. Esta es la razón por la que uno aquí, otro allá, y
otro acullá responde con fe al mensaje de salvación que el sembrador de la
palabra siembra en corazones de piedra.
No es cuestión de que la semilla quiera
brotar y convertirse en espiga dorada cargada de abundante trigo. El problema
radica en si el día de la siembra es el día del poder de Dios. Si es así,
entonces el oyente se ofrece voluntariamente a Dios. Sin presiones provenientes
del exterior, el oyente que es buena tierra responde al llamado de Dios: “He
aquí tu siervo”. Una vez germinado el grano y producido el nuevo nacimiento que
le convierte en un hijo de Dios, el grano que ha germinado crece, crece, crece
hasta convertirse en una espiga cargada de abundante grano. El día del poder de
Dios es el comienzo de un peregrinaje de perfeccionamiento espiritual hasta
alcanzar la perfección a la que han sido llamados por Dios. Sed perfectos como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. La perfección no se alcanzará aquí en la tierra se obtendrá
en el día de la resurrección. El poder de Dios guardará el trigo hasta la
eternidad.
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