dilluns, 27 d’abril del 2020


ARREPENTIMIENTO

<b>El arrepentimiento a Dios proporciona la paz que sobrepasa la comprensión humana</b>
Una de las viñetas de EL ROTO muestra a un ángel cubriendo su rostro con una mascarilla mirando hacia la Tierra. El texto dice: ”¡Os traigo un mensaje!”. Desde la Tierra el mensajero recibe la respuesta. “Vale, pero mejor déjalo a la puerta”.
Ignoro si el mensaje que transmite la viñeta se debe a que su autor posee conocimientos bíblicos o es fruto de sus razonamientos. Lo que sí es cierto es que el trastorno que produce la explosión del coronavirus no mueve a los hombres a levantar sus ojos hacia el cielo para preguntarle a Dios si la pandemia tiene algo que ver con ellos.
Los estamentos eclesiásticos  dan respuesta al mensaje que llega desde los cielos con el humanismo cristiano tan propio de la doctrina católica, respuesta que no da tranquilidad a quienes sufren las consecuencias de la pandemia.
Desconozco si el lector ha visto el video del Papa que difunde diariamente TV13. Da pena y más cuando en la primera quincena de abril de 2020 se celebró la llamada Semana Santa, que en principio tendría que servir para recordar que el niño nacido en Belén, al que se le puso por Nombre Jesús “porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 21) y que llegado el cumplimiento del tiempo, como sustituto de los pecadores murió en la cruz para perdón de los pecados y fue resucitado al tercer día como garantía de que quienes creen Él también serán resucitados con cuerpos semejantes al del Resucitado.
En este tiempo de tanta confusión religiosa sería aconsejable que prestásemos atención a las palabras que el apóstol Pedro dirigió a las autoridades religiosas que le pedían explicaciones de cómo había curado a un mendigo cojo: “Sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que en el Nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los murtos, por Él este hombre está en vuestra presencia sao. Este Jesús es la Piedra repudiada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 10-12).
Volvamos al video del Papa y a su plegaria intercesora a favor de los afectados por el  veneno del coronavirus: “Bajo tu protección nos acogemos, santa María Madre de Dios, no rechaces las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, mas bien líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa, bendita”. En esta plegaria papal brilla por su ausencia el Nombre Jesús que según el profeta “se llamará Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno y Príncipe de paz” (Isaías 9: 6). Muchos de los que hoy se consideran cristianos, persuadidos por los “edificadores” rechazan “la Piedra reprobada”. Ello tiene sus consecuencias para los que abandonando al Todopoderoso creador del cielo y de la Tierra adoran a ídolos mudos que tienen ojos que no ven, oídos que no oyen, piernas que no andan y que tienen que ser transportados.
En el Antiguo Testamento contiene  muchas referencias a las terribles consecuencias que se tienen que soportar los que  dan la espalda a Dios y adoran a los que no son dioses. Citaré una. “Y vino palabra del Señor a Jehú (profeta) contra Baasa (rey de Israel), diciendo: Por cuanto yo te levanté del polvo y te puse por príncipe sobre mi pueblo Israel y has andado en el camino de Jeroboam” (con Reboam, hijo de Salomón, Israel se dividió en dos: Judá e Israel. Jeroboam fue el primer rey del nuevo Israel. Para evitar que el pueblo acudiese a Jerusalén para adorar a Dios en el templo construido por Salomón, esculpió dos becerros de oro que instaló en los dos extremos del país), “y has hecho pecar a mi pueblo Israel, provocándome a ira con tus pecados, he aquí yo borro la posteridad de Baasa, y la posteridad de su casa”.  (1 Reyes 16: 1-3). Convertir la gloria del Dios eterno a semejanza de ídolos, sean d la clase que sean, siempre despierta la ira de Dios.
El apóstol Pedro dirigiéndose a la multitud que “alababa a Dios” al contemplar el milagro realizado dijo: “Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3: 19). En los mensajes que transmiten por los medios de comunicación quienes tienen la posibilidad de hacerlo no aparece ni por casualidad la palabra “arrepentimiento”. Es como si no existiese en el diccionario. El contenido de dichos mensajes está centrado en el esfuerzo humano: “Unidos venceremos”. Nos consideramos dioses  y no necesitamos para nada la ayuda de Dios. Carecemos de humildad para reconocer nuestras limitaciones. Tropezamos dos veces con la misma piedra, dice el refrán. Necesitamos un mensaje que nos llegue del cielo. No le digamos al que lo envía: “Vale, pero mejor déjalo en la puerta”. “Pon oh Señor”, dice el salmista “temor en ellos, conozcan las naciones que no son sino hombres” (Salmo 9: 20). En nuestro engreimiento creemos que podemos con todo. Lo cierto es que vamos de fracaso en fracaso.
“Feliz aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios, Él hizo los cielos y la Tierra, el mar y todo lo que en él hay, que guarda verdad para siempre, que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos, el Señor libra a los cautivos…” (Salmo 146: 5-9).
Octavi Pereña i Cortina




1 SAMUEL 15: 24

“Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado porque he quebrantado el mandamiento del Señor y sus palabras, porque temí a pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado”
La confesión de Saúl es parecida al arrepentimiento que se hace en nombre de santa Bárbara cuando truena. La declaración del rey es correcta si fuese sentida. Es parecida a las peticiones de perdón que hacen las personas públicas cuando sus fechorías son descubiertas. ¿Se arrepentirían si siguiesen siendo secretos? Estos arrepentimientos ficticios los condena Jesús aplicando a los sacerdotes, escribas y fariseos las palabras del profeta Isaías: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrina mandamientos de hombres” (Mateo 15: 8,9).
Jesús considera “hipócritas” (v.7) a quienes practican un cristianismo de labios y que creen que basta con ser ritualistas, cumplir con los preceptos que enseña la Madre Iglesia y conformarse con la confesión ideada por el padre Sett Holmes, que los conductores sin necesidad de descender de sus vehículos puedan confesarse  en el confesionario “Drive thru” . Confesión a la carta la ideada por el padre.
Los fariseos acusaron de blasfemo a Jesús porque según ellos solamente Dios puede perdonar pecados., Era cierto lo que dijeron, (Lucas 5: 21). Jesús para demostrar que es Dios y que por lo tanto es Dios, dice a los fariseos que le acusaban de blasfemo: “¿Qué es más fácil decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó enseguida, y tomando su lecho, salió delante de todos” (Marcos 2: 9-12).
La confesión auricular es un engaño porque el hombre no puede perdonar pecados. Es un atributo exclusivo de Dios. Facilita que los perdonados por el confesor acudan una y otra vez al confesionario. Quedan en paz con la Iglesia, pero no con Dios.
Una mujer atrapada cometiendo adulterio es conducida ante Jesús con el propósito de que la condene. Jesús pone en un aprieto a los acusadores de la mujer, teniendo que abandonar el escenario abochornados. Se quedan solos Jesús y la mujer. Jesús le dice a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban?  ¿Ninguno te condenó?  Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno, vete, y no peques más” (Juan 8. 3-11).
Jesús que conoce las intenciones del corazón no se le puede dar gato por liebre  como hacen los confesantes a sus confesores.


2 SAMUEL 11: 27

“Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos del Señor”
¿Qué fue lo que hizo David que desagradó al Señor? El monarca cometió adulterio e indirectamente mató a Urias el esposo de la mujer ultrajada en el vano intento de mantener secreto el pecado cometido. Pero a Dios para quien las tinieblas son como la luz del día no le pasó desapercibida la infamia cometida en el dormitorio real.
David era un hijo de Dios y el Señor como Padre que ama a su hijo desobediente tiene que reprenderle. Con esta finalidad envía al profeta Natán, quien por medio de una parábola hace que David reconozca su pecado. Natán le dice al adúltero: “Tú eres aquel hombre…Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste y tomaste a la mujer de Urias para que fuese tu mujer…Entonces dijo David a Natán: Pequé contra el Señor. Y Natán dijo a David: También el Señor ha remitido tu pecado: No morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos del Señor, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá… (2 Samuel 12. 1-23). Aun cuando el pecado le fue perdonado el hijo murió y la espada siempre estuvo en la casa de David.
En nuestros días cuando no se tiene en cuenta al Rey del universo y no hay Ley, y cada uno hace lo que mejor le parece, se allana el terreno para sensualidad sin freno y la lujuria se desborda, “No codiciarás a la mujer de tu prójimo” da la sensación de que este mandamiento se haya borrado del Decálogo. No es así, sigue vigente y acusando a los infractores. Siguiendo el ejemplo de David son muchos quienes cometen a escondidas el pecado sexual. No solamente las “manadas” que como lobos feroces se lanzan contra sus presas para satisfacer la lujuria de las bajas pasiones. Hombres de cuello blanco perteneciendo a la realeza, a la política, a la Iglesia, al arte, tal vez no con la brutalidad con que lo cometen las “manadas”, eso sí, guiados por la lujuria cometen pecado sexual. Cuando se descubren sus fechorías, más pronto o más tarde siempre se descubren, llegado este momento, cuando ya no se puede negar la infamia, que no se había cometido el delito, que no pueden negar su pecado, “piden perdón a sus víctimas”. A las víctimas se les tiene que pedir perdón  y éstas a su  vez tienen que perdonar a sus agresores. El Señor dice que debe ser así. Pero no es todo. El ciclo no se ha completado. El violador o el adúltero no hacen la confesión que hizo David: “Pequé contra el Señor”. Pedir perdón al hombre no perdona el pecado que se ha cometido ante Dios.

Su pecado no es perdonado y como en el Reino de Dios no tiene cabida el pecado, a pesar de que altos cargos de la Iglesia presidan los funerales  y se les alaben sus bondades y que con su bendición emprenden el viaje al Reino de Dios. Las puertas del mismo permanecerán cerradas porque en el Reino de Dios no tiene cabida nada inmundo. Mal despertar al descubrir que el perdón eclesiástico ha servido para conducirlos al abismo infernal.



dimecres, 22 d’abril del 2020

PERSONAS NORMALES: CRÍMENES HORRIPILANTES

<b >¿Pueden personas normales convertirse en Eichmanns?</b>
Una experiencia que quizás nos ayudará a comprender a naturaleza humana. Es un poco extensa pero merece la pena transcribirla.
En el año 1960 el servicio secreto israelí diseñó el atrevido secuestro de <b>Adolf Eichmann</b>, uno de los cerebros del Holocausto. Después de atraparlo en su escondrijo suramericano se le condujo a Israel para ser juzgado.
Iniciado el proceso, los acusadores llamaron a declarar como testigos a antiguos prisioneros de los campos nazis de exterminio. Uno de ellos fue <b>Yehiel Dimur</b> que milagrosamente consiguió escapar de Auschwitz. Cuando fue llamado a testificar  miró fijamente al hombre que se encontraba confinado dentro de una cabina de vidrio a prueba de balas, que había matado personalmente a sus amigos y supervisado la muerte de millones de personas. Cuando se encontraron los ojos de ambos, los de la víctima y los del verdugo, se miraron fijamente. La sala guardó un silencio sepulcral debido a la tensión del momento. Nadie estaba preparado para ver lo que iba a suceder a continuación: <b> Yehiel Dimur</b> se puso a gritar y a llorar. Se desplomó. ¿Fue  vencido por el odio…por los terribles recuerdos…por el mal que <b>Eichmann</> había ocasionado? No. Más tarde explicó en una entrevista televisiva la causa de su desplome. Fue al ver que <b>Eichmann</> no era la demoníaca personificación del mal, como esperaba. Más bien era un hombre normal como cualquier otro. En aquel instante <b>Dimur</b> comprendió la aterradora realidad de que el pecado y el mal son la condición humana. “Tuve miedo de mí mismo” dijo  “<b>Dimur</b>, “me di cuenta de que yo era capaz de hacer lo mismo que él”
La sorprendente declaración de <b>Dimur</b> impulsó a <b>Mike Vallace</b>, presentador del programa a girar la cámara y, dirigiéndose a la audiencia le hizo la más dolorosa de las preguntas: “¿Cómo fue posible que un hombre pudiese hacer lo que hizo <b>Eichmann</b>? ¿Quizás era una cosa todavía más terrorífica…era un hombre normal?”.
¿Cómo fue posible que Judas, el discípulo de Jesús que por treinta monedas de plata cometiese la traición más horrible de la historia? El texto bíblico nos da la respuesta: “¿No os he elegido a vosotros les dice (Jesús), y uno de vosotros es un diablo?” (Juan 6: 70). Jesús escoge como discípulo suyo a una persona que ya sabía que le traicionaría. La condición moral de Judas únicamente la conocía Jesús. Para los otros. era una persona normal, considerada buena y más si se tiene en cuenta que era un discípulo de Jesús. El clímax de la maldad latente que se escondía en el alma de Judas se hizo evidente “cuando cenaban, como el diablo ya se había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, para que le entregase” (Juan 13: 2). A los ojos de los otros discípulos Judas era una bellísima persona, pero en el fondo era un malvado, hasta que los ojos vieron la buena pieza que era, cuando, la perversidad que se escondía en su corazón le llevó a cometer la Gran Traición.
El corazón del hombre no puede permanecer vacío. Es como un vaso: si está lleno de agua no lo está de aire. Si no hay agua el aire ocupa el espacio vacío. El alma tampoco puede permanecer vacía. Si no la llena Dios lo hace el diablo. Y, el maligno la lleva a convertir en dioses las cosas creadas, convirtiendo el Dios incorruptible en una imagen de hombre corruptible la llamada Semana Santa lo expone a las mil maravillas. La sustitución del Dios eterno por dioses de fabricación humana tiene sus consecuencias: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños, malignidades, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, sin misericordia” (Romanos 1. 28-31).
La pregunta que <b>Mike Vallace</b> a la audiencia: “¿Cómo es posible que un hombre hiciese lo que hizo <b>Eichmann</b>? ¿O quizás era una cosa todavía más terrorífica…era un hombre normal?”, nos debería mover a preguntarnos: Si una persona normal sin Dios como lo era Judas, a pesar de su religiosidad, lo llevó a cometer la Gran Traición, ¿debería extrañarnos que una persona normal como lo era <b>Eichmann</b> cometiese el genocidio que cometió? Si en el corazón de una persona se introduce el diablo la posibilidad de hacer daño no tiene límite.
Octavi Pereña i Cortina


SALMO 37: 8

“Deja la ira y desecha el enojo, no te excites en manera alguna a hacer lo malo”
No te dejes arrastrar por los sentimientos. Sofócalos. Los sentimientos no deben marcar nuestra conducta sino la Palabra de Dios: “Engañoso es el corazón  más que todas las cosas, y perverso, quién lo conocerá?  Yo el Señor que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17: 9,10). Los sentimientos por ser fruto de la naturaleza caída del hombre son pecaminosos y nos inducen a pecar.
En cierta ocasión Jesús dijo a sus oyentes: “No lo que entra en la boca contamina al hombre, mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre…Pedro le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús le dijo: ¿También vosotros sois sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado a la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contaminan al hombre” (Mateo 15: 11- 20). Jesús nos enseña que tenemos que cuidar el corazón y la mejor manera de hacerlo es cree que es engañoso más que todas las cosas y que la única manera de limpiarlo es permitiendo que la sangre de Jesús lo limpie de toda su maldad. La buena voluntad de desechar  las malas intenciones del corazón no sirve para ganar la batalla contra nuestra innata tendencia a hacer lo malo.
El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Éfeso les dice: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad” (4: 22-24).
Para abandonar los sentimientos de ira, enojo…primero tenemos que habernos “despojado del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”. Es una manera de decir que hemos nacido de nuevo, lo cual significa que se es guiado por el Espíritu Santo. Sin el nacimiento del Espíritu es totalmente imposible despojarnos del viejo hombre. El hombre carnal no siente necesidad de luchar contra sus pasiones pecaminosas. Solamente la persona guiada por el Espíritu siente la necesidad de deshacerse de las pasiones del viejo hombre.
¡Cuán necesario es que no apaguemos al Espíritu viviendo de manera que lo contristemos!


PROVERBIOS 12: 23

“El hombre cuerdo encubre su saber, mas el corazón de los necios publica la necedad”
“De la abundancia del corazón habla la boca”.  Bla, bla, bla, es lo que a menudo sale de nuestra boca y de las plumas de los comentaristas. Todos anhelamos que el mundo conozca nuestras verdades y lo queremos  porque deseamos que conozcan nuestro saber que es superior al de las otras personas. Tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de hablar y de escribir.
“El hombre cuerdo cubre su saber”. No proclama a los cuatro vientos el saber almacenado a lo largo de los años, comparable a lo que hacen las hormigas que infatigablemente almacenan durante el verano el alimento que necesitarán en invierno. El texto que comentamos no está diciendo que  el saber almacenado deba guardarse en un cajón permitiéndose que se cubra de polvo y telarañas, sin que nadie pueda beneficiarse de ello.  Hacerlo de manera sensata, sí. Otra muy distinta hacerlo es como lo hacen los necios que se alaban de su sabiduría.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119: 115) “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Salmo 119: 9). Estos dos textos nos dicen con claridad la importancia que tiene que las personas conozcan la Palabra de Dios, para su conversión o para madurar en la fe. No compartiendo la Palabra nos pondremos al lado de Satanás que no desea que los pecadores se conviertan a Jesús y que los creyentes den buen testimonio de la fe.  La juventud de nuestros días es un problema. Son impetuosos. Desobedientes a los padres, incívicos, violentos, sexualmente desorientados, fanfarrones. ¿Cómo podrán corregir sus caminos equivocados si desconocen la Palabra de Dios que la lámpara que alumbra sus caminos, si no hay nadie que la proclame?
Si Tenemos miedo de compartir la Palabra por lo que puedan decir de nosotros. Que se nos rechace en nuestro círculo de amistades y se nos considere fanáticos por declararnos cristianos, o que se considere la fe que confesamos como reliquia de un pasado que no puede coexistir en nuestro mundo tan avanzado tecnología y científicamente, Recordemos las palabras de Jesús: “¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo de la medida de grano o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? (Marcos 4: 21). A pesar del espectacular avance tecnológico y científico de nuestros días , Los hombres  siguen estando envueltos en tinieblas espirituales. Densas tinieblas espirituales oscurecen su camino. Los que nos hemos convertido a Cristo nos hemos transformado en la luz del mundo. No podemos meterla en la medida de grano, ni debajo de la cama. Tenemos que ponerla en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa.



diumenge, 12 d’abril del 2020


VICTORIA SOBRE LA MUERTE

<b>Si Cristo no ha resucitado los hombres más desgraciados son los cristianos</b>
Para algunos la meta de sus vidas es llegar a la vejez en buen estado de salud, fallecer sin sufrir  y procurar que sus familiares no padezcan. Se entiende que la muerte es el final de la carrera. Otros que temen la muerte se preguntan porque este final no deseado no se pueda eludir. <b>Pere Serret Besa</b>, escribe: “A pesar de todos los avances existentes todavía estamos lejos de entender cuáles son los principales factores del envejecimiento y cómo podríamos atenuar sus efectos”. La muerte espanta y se quisiera conseguir hacerla desaparecer. Este deseo llevó a los antiguos egipcios a mejorar las técnicas de momificación para preservar de la corrupción a los cuerpos  de los muertos. Algunos de estos momificados actualmente siguen estando momificados. El elevado coste para conservar los cuerpos  ha sido estéril porque no ha proporcionado la vida eterna.
Con el progreso tecnológico ha llegado la criogenia que estudia la producción de frio a temperaturas muy bajas. Dicha técnica ha sustituido la momificación. A los muy ricos que fallecen se los congela con técnicas especiales para hacerlos revivir cuando los avances médicos encuentren la solución a las enfermedades que les han producido la muerte. Si de aquí a mil años el mundo sigue existiendo tal como es hoy los cadáveres congelados, de no ser que se haya producido algún apagón energético, seguirán rígidos, sin vida.
Además de las técnicas de conservación debe añadirse la leyenda de la fuente de la eterna juventud, nacida del explorador español <b>Juan Ponce de León</b> que se supone tenía la manía de encontrar la fuente de donde manase el agua milagrosa. Las leyendas no tienen nada que ver con la realidad. <b>Gemma Marfany</b> cita el hallazgo de una antigua tablilla de barro sumeria que explica la epopeya de <b>Guilgemeix</b> príncipe sumerio que busco por todo el mundo la planta de la eterna juventud, para terminar dándose cuenta que su manía era imposible de conseguir. Aquiles hubiese sido inmortal si siendo un niño al ser sumergido por su sirvienta en el agua que da inmortalidad no lo hubiese cogido por el talón, impidiendo que esta parte de su cuerpo fuese mojada por el agua milagrosa. Según la mitología, al ser adulto murió porque una flecha hizo blanco en esta parte desprotegida. Todos tenemos un talón de Aquiles  por donde se introducirá la muerte: “Está establecido que los hombres mueran una sola vez” (Hebreos 9: 27). Después de la muerte, ¿qué? El texto termina diciendo: ”Y después de esto el juicio”. Esto significa que el alma que ha dejado el cuerpo sigue existiendo hasta el día de la resurrección.
En el contexto de la resurrección de Lázaro Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11: 25,26). A continuación Jesús dijo a Marta, hermana del difunto: “¿Crees esto”? Muerte y resurrección son inseparables. Son las dos caras de la vida eterna que Jesús da a quienes creen en Él.
Cuando el apóstol Pablo se dirigió a los atenienses reunidos en el Areópago y les habló de la resurrección de los muertos, se burlaron de él. Hoy sucede lo mismo pero debe hablarse de ello porque es el secreto de la vida eterna que muchos desean disfrutar pero no saben dónde encontrarla.
Si Jesús es un mito como las divinidades griegas y romanas, Jesús no ha existido. Pero nació en Belén de Judea y murió en la cruz del Gólgota. Al tercer día fue resucitado. Es con esta certidumbre que el apóstol Pablo habla de la resurrección: “Si no hay resurrección de los muertos, Cristo tampoco ha resucitado…Porque si los muertos no son resucitados, Cristo tampoco ha sido resucitado…si Cristo no ha sido resucitado…(los cristianos) somos los más dignos de compasión de todos los hombres. Pero es totalmente cierto que Cristo ha sido resucitado de entre los muertos primicias de los que durmieron (los muertos) es hecho” (1 Corintios 15:13, 16, 17, 19, 20). La resurrección de Jesús es un hecho histórico del que dan fe testigos oculares.
Basándonos en este hecho explicaremos en qué consiste la resurrección. El apóstol Pablo compara la resurrección del cuerpo con la siembra de un grano de trigo que antes de brotar la planta la simiente tiene que descomponerse: “Necio, lo que tú siembras  no se vivifica, si no muere antes” (v.36). “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria. Se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (vv. 42-44). “Pero esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (v.50). “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está oh muerte, tu aguijón?  ¿Dónde oh sepulcro tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley” (vv. 54-56).
Cuando un equipo gana un campeonato sus seguidores celebran con entusiasmo su victoria. Nosotros los cristianos también celebramos la victoria que hemos conseguido por la fe en Dios y en su Hijo muerto y resucitado: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (v. 57).
Octavi Pereña i Cortina



JOSUÉ, 1: 8

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te irá bien”
Es cierto que estas palabras forman parte de la exhortación que Dios le hizo a Josué al tomar las riendas como máximo dirigente encargado de introducir al pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Por lo tanto no nos excusemos con que estas palabras van dirigidas a un alto personaje político. Que los dirigentes políticos y religiosos las tendrían que tener en cuenta, es incuestionable. Si lo hicieran, tanto la política como la religión funcionarían de otra manera.
El texto bíblico que es la base de esta meditación, por el mero hecho de encontrarse en la Biblia, se encuentra a disposición de todos los hombres y en concreto de aquellos encumbrados en la política y la religión. Esta meditación tiene una difusión muy limitada y va dirigida a unas pocas personas anónimas que forman parte de la membresía de las iglesias para que consideren que el texto bíblico que comentamos  va dirigido a ellas.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley”. Josué no tenía conocimiento de la Ley que tenemos nosotros. En aquella época solamente existían los cinco libros de Moisés. Hoy disponemos de todo el Antiguo Testamento y del Nuevo, es decir, toda la revelación de Dios que tiene que ser motivo de nuestra reflexión y obediencia. No tenemos que descartar nada en nuestro esfuerzo de meditación. Si se excluyen pasajes porque no nos gustan, no reconocemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17), el resultado será debilidad espiritual debido a no nutrir el alma con el pan y el agua que le proporcionan salud. No se tendrán convicciones profundas lo cual enturbiará el testimonio cristiano.
“Sino que de día y de noche meditarás en él”, el libro de la Ley. No debe entenderse día y noche como si no tuviésemos nada más que hacer. Debemos tomarlo en el sentido que tenemos que redimir el tiempo. Que después de cumplir con nuestras obligaciones diarias, lo mejor del tiempo libre que nos quede debemos dedicarlo a la meditación de la Ley de Dios. Ello requiere una programación del tiempo disponible. No sería un estorbo señalar unos espacios determinados para dedicarlos a la meditación de la Ley de Dios. ¿Diré un disparate si se ganan unos minutos por la mañana levantándonos un poco antes de emprender las tareas diarias? El desayuno espiritual será una fuente de energía que levantará el ánimo a lo largo de toda la jornada.


SALMO 110: 5

En Lucas 8: 4-15 se narra la parábola del sembrador pero únicamente la semilla que cayó en buena tierra dio fruto porque “Tú pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”
El sembrador que sale a sembrar parte de la semilla cae en distintos tipos de suelo: cae junto el camino, sobre la piedra, entre espinos. Por diversas causas no dan fruto. Únicamente la que cae  en buena tierra “nació, y llevó fruto a ciento por uno”. Los discípulos no entienden el significado de la parábola y le piden a Jesús que se lo explique. He aquí la explicación que el Maestro da respecto a la semilla que cae en buena tierra: “Mas la caída en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y resto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (v.15).
¿Qué es lo que hace que un corazón duro como la piedra que no tiene ni una grieta en que se pueda introducir una semilla, que pueda brotar sí, pero marchitarse muy pronto por falta de humedad, y se convierta en buena tierra que es “un corazón bueno y recto que retiene la palabra oída y da fruto con perseverancia? Pienso que la respuesta a la pregunta nos la da el texto que tenemos como base de la meditación: “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder”. Siendo suelo del camino endurecido al ser pisoteado por los hombres, de piedra, o infectada de espinos, en donde las semillas brotan pero no llegan a dar fruto. El poder de Dios convierte la tierra estéril en buena apta para dar fruto abundante. Esta  es la razón por la que uno aquí, otro allá, y otro acullá responde con fe al mensaje de salvación que el sembrador de la palabra siembra en corazones de piedra.
No es cuestión de que la semilla quiera brotar y convertirse en espiga dorada cargada de abundante trigo. El problema radica en si el día de la siembra es el día del poder de Dios. Si es así, entonces el oyente se ofrece voluntariamente a Dios. Sin presiones provenientes del exterior, el oyente que es buena tierra responde al llamado de Dios: “He aquí tu siervo”. Una vez germinado el grano y producido el nuevo nacimiento que le convierte en un hijo de Dios, el grano que ha germinado crece, crece, crece hasta convertirse en una espiga cargada de abundante grano. El día del poder de Dios es el comienzo de un peregrinaje de perfeccionamiento espiritual hasta alcanzar la perfección a la que han sido llamados por Dios. Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. La perfección  no se alcanzará aquí en la tierra se obtendrá en el día de la resurrección. El poder de Dios guardará el trigo hasta la eternidad.  





diumenge, 5 d’abril del 2020


DEUTERONOMIO 12:29

“Porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad que os da el Señor vuestro Dios
La conquista de la Tierra Prometida está a punto de empezar. Durante los cuarenta años de travesía por el desierto, la meta estaba lejos, ahora los ojos de los israelitas  la contemplarán y los pies  pronto la pisarán. Entiendo que la  Tierra Prometida es una figura del Reino de Dios eterno porque tenía que ser una teocracia perfecta. El gobierno de Dios. Meta que jamás se alcanzó porque el pecado siempre hizo de las suyas. Los verdaderos hijos de Abraham que tenían puestos los ojos en el Invisible que esperaban el pleno cumplimiento de la promesa no la obtuvieron porque el reino de Dios, en un aspecto es presente, pero la plena instauración es futura.
Lo que fue una realidad para los verdaderos israelitas, los auténticos hijos de Abraham, lo es también para los verdaderos cristianos que hemos sido convertidos en templo del Espíritu Santo. Anhelamos disfrutar del pleno reposo. A pesar de que Jesús dijo a los suyos: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la soy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27). Es cierto que la paz que Jesús da a los suyos anida en los corazones de quienes creen en Él, pero  no la poseen al cien por cien. Aun cuando la sangre de Jesús limpia todos nuestros pecados, lo cierto es que seguimos siendo pecadores que con el apóstol Pablo tenemos que confesar: “Lo que no quiero hacer esto hago”. Hasta el día de la resurrección no será extirpado el pecado que perdura en nuestra carne y, sea “sorbida la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54). “La carne ni la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (v. 56).
Los verdaderos cristianos como los verdaderos hijos de Abraham no encontraron el verdadero reposo cuando entraron en la Tierra Prometida, nosotros que estamos en la carne y que ya somos ciudadanos del reino de Dios tampoco disfrutamos del pleno reposo. De alguna manera no seremos ciudadanos del Reino de Dios de pleno derecho  hasta que no llegue el día de la resurrección. En aquel día cuando el pecado habrá sido extirpado de nosotros, la muerte vencida, la corrupción revestida de incorrupción, no gozaremos plenamente la paz de Dios. Caminamos por fe, no por vista.


LUCAS 10:3

“Id, he aquí yo os envió como corderos en medio de lobos”
Estando Jesús con sus discípulos junto al pazo de Jacob, les dijo: “He aquí os digo: Alzad vuestros ojos  y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 3:35). Con estas palabras Jesús no se dirige exclusivamente a sus discípulos, también lo hace a nosotros  para que abramos los ojos para que miremos a nuestro alrededor, cercano y lejano, y nos demos cuenta de la gran necesidad que tienen las personas de creer en Jesús.
En el contexto del texto que meditamos Jesús además de sus doce discípulos escoge a otros setenta que envía de dos en dos delante de Él a toda ciudad y lugar  en donde él tenía que ir , y les dijo: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos, por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies (v.2).
¿Cómo es el campo al que Jesús envía a sus discípulos a segar su mies? El texto que sirve de base a esta meditación nos lo dice con toda claridad: “Yo os envío como corderos en medio de lobos”. El mundo en el que nos encontramos y al cual tenemos que evangelizar no es un vergel que respira paz y tranquilidad, sino un desierto en donde manadas de lobos aúllan hambrientos en busca de sus presas. Es un símil que nos alerta de lo difícil que va ser para los enviados a segar puedan realizar su tarea evangelizadora.
Podemos caer en el error de creer que quienes Jesús envía a segar la mies tienen que tener poderes de supemen o superwomen. Nada de eso. Son personas normales, frágiles como vasijas de barro que se rompen con suma fragilidad. Que pueda darse personas enviadas a  realizar tareas especiales necesitadas de dones adecuados a la especialización de la tarea, sin duda alguna. Pero estas personas escogidas para tarea extraordinarias no dejan de ser vasijas de barro fácilmente rompibles.  Es al pueblo de Dios en general al que Jesús le dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 18-20). El segador, vaso frágil, fácilmente rompible se fortalece en el Señor.