SALMO 36:1
“La
iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus
ojos”
David observaba lo que sucedía a su
alrededor. Contempla lo que hacen y lo que dicen las personas de su entorno.
Llega a una conclusión sin matices: “La iniquidad del impío me dice al corazón:
No hay temor de Dios delante de sus
ojos”. Esta sentencia no significa que desde la perspectiva humana no hubiese buenas
personas. Como hoy. Redacto el borrador de este comentario el lunes 19 de
diciembre de 2019. En el día anterior se celebró la ya tradicional Marató de
TV3. Este año dedicada a las enfermedades minoritarias. Hasta el día de hoy se
han recaudado nueve millones de euros. El importe indica que existen en
Catalunya miles de personas que sienten el dolor ajeno. Ello no quita la
veracidad del texto que comentamos: No hay temor de Dios delante de los ojos de
los impíos. Los impíos son personas que no han hecho las paces con Dios por la
fe en el Nombre de Jesús. Humanamente hablando hay millones de excelentes
personas que están enemistadas con Dios. Por ello están bajo el dominio de
Satanás que es el padre de mentira y que es homicida desde el principio. Estas
características satánicas con más o menos intensidad se manifiestan en estas buenas personas que
Dios considera necias porque en su corazón dicen que no hay Dios. “No hay temor
de Dios delante de sus ojos” como dice el texto que comentamos.
Estas buenas personas lo son porque la
misericordia de Dios impide que la maldad de sus corazones se exprese con su
máxima intensidad. Esta bondad aparente hace que quienes la manifiesten se
consideren buenas personas. Que no tienen temor de Dios, lo cual les impide acudir
a Jesús que es el Medico del alma que con su sangre derramada en la cruz del
Gólgota les limpie todos sus pecados que les son ocultos.
Los creyentes en Cristo a pesar de seguir
siendo pecadores, Dios los considera justos, personas buenas de verdad, que han
sido transformadas en árboles buenos que dan frutos buenos a los ojos de Dios.
Los justos no son personas ciegas ignorantes de la maldad que se esconde en sus
corazones. Este conocimiento de la realidad las impulsa a suplicar setenta
veces siete el perdón de sus pecados a Jesús que es su Salvador. De ahí que a
cada día que transcurre se van asemejando más a Jesús. Este proceso de
santificación perdurará todo el tiempo que estén aquí en la Tierra. El temor de
Dios las guardará durante el peregrinaje temporal. En el día de la resurrección
alcanzarán la perfección a que han sido llamados.
DEUTRONOMIO 32: 1-4
“Escuchad,
cielos, y hablaré, y oiga la tierra los dichos de mi boca. Gozará como lluvia
mi enseñanza, destilará como rocío mi razonamiento, como llovizna sobre la
tierra, y como las gotas sobre las plantas, porque el Nombre del Señor
proclamaré, engrandeced a nuestro Dios, Él es la Roca, cuya obra es perfecta,
porque todos sus caminos son rectitud”
Vivimos unos tiempos de máxima
incertidumbre. El panorama político mundial es un caos. La situación empeora.
No debe extrañarnos. Ciegos guiando a ciegos todos ellos terminan cayendo en el
pozo. Jesús ya anunció que a medida que se vaya acercando el fin del tiempo las
cosas irán de mal a peor. En medio de las espesas tinieblas espirituales que
impiden ver un futuro esperanzador, un rayo de luz atraviesa la oscuridad que
devuelve la esperanza en quienes la han perdido. Dios habla a quienes tienen
oídos para oír. “Escuchad, cielos, y hablaré oiga la tierra los dichos de mi
boca”. Dios no está ausente como algunos dicen. Dios se interesa por el
bienestar de los hombres. ¿Nos comportaremos como los israelitas que ante los
profetas que les hablan en Nombre de Dios, respondían: No escucharemos?
Debido al contumaz rechazo de Dios por
nuestra parte, la Tierra se convierte en un inhóspito desierto. Las naciones se
dan cuenta de que es urgente tomar medidas para frenar el cambio climático que
se acelera y amenaza nuestra supervivencia. Pero los hombres en su necedad no
atienden a la voz de Dios que los llama al arrepentimiento. La Tierra ha sido
maldecida por Dios debido a nuestro pecado, y al llamado de Jesús: ”Arrepentíos
que el reino de los cielos se ha acercado”, respondemos: No nos arrepentiremos.
La Tierra a pasos agigantados corre hacia su destrucción. El antídoto contra el
cambio climático que nos amenaza con
hambrunas, terremotos, inundaciones y otras catástrofes, nos lo ofrece
Dios cuando nos pregunta: ¿Gozará como lluvia mi enseñanza, destilará como
rocío mi razonamiento, como llovizna sobre la hierba, y como las gotas sobre
las plantas”? La respuesta que le damos es: “No oiremos”. El fracaso de la
cumbre celebrada en Madrid en diciembre
del 2019 para tratar el cambio climático, es la respuesta de Dios a nuestro “no
oiremos”. Para los creyentes en Jesús que hoy sufren las consecuencias de una
sociedad que niega la existencia de Dios, tienen la esperanza de que el paraíso
de Edén perdido por el pecado de Adán, el día de la resurrección lo recuperarán y gozarán de la presencia de Dios.
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