dilluns, 9 de desembre del 2019


ISAÍAS 43: 11

“Yo soy el Señor, y fuera de mí no hay quien salve”
El texto que comentamos es una declaración de Dios que no da lugar a dudas. No existen diversos medios de salvación. Cada reconocimiento de un nuevo camino de salvación, según el Dios de la Biblia, es falso. Según este Dios fuera de Él no hay quien salve a los pecadores. Los hombres pueden negar que Jesús sea el único camino al Padre porque “en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 12). Dicha negación no expulsa a Jesús del escenario. Sigue siendo “la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (v.11). Lo es porque con su muerte y resurrección  destruyó el aguijón de la muerte que es el pecado.
El papa Francisco en la homilía que pronunció el 1 de octubre  de 2019, en la apertura del mes de las misiones dijo mucho sobre el bautismo que no coincide con lo que la Biblia dice al respecto: “Esta vida (la sacramental) se nos concede en el bautismo, el cual nos otorga el don de la fe en Jesucristo, el Vencedor del pecado y de la muerte”. El apóstol Pablo desmiente la opinión del papa de que la fe se nos concede en el bautismo, cuando, escribiendo a los cristianos en Roma, dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”  (Romanos 10:17). Cuando Jesús iba a ascender a los cielos  recordó a la iglesia incipiente  cuál sería su misión en un mundo envuelto de tinieblas espirituales: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones. Las iglesias locales tienen como principal objetivo predicar del Evangelio para que los perdidos, por el don de la fe que el Espíritu Santo concede a los elegidos, puedan creer  en el único Nombre bajo los cielos, dado a los hombres, en que puedan ser salvos”. A partir de este momento en que las personas son salvas por la fe en el Nombre de Jesús es cuando deben bautizarse en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28: 19).
La tarea de las iglesias no finaliza con hacer discípulos y bautizarlos. El encargo de Jesús prosigue: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (v.20).
Como la voluntad del diablo es introducirse en el seno de las iglesias camuflado de ángel de luz, la responsabilidad de los pastores es recordar una y otra vez a los fieles que fuera de Jesús no existe salvación posible y que el bautismo es el testimonio del bautizado que ha creído en Jesús muerto y resucitado. La salvación es por fe, no por obras, para que nadie se vanaglorie. Muchos bautizados no entrarán en  el Reino de Dios porque el agua bautismal no ha limpiado sus pecados. Tengamos la certeza de que la sangre de Jesús nos haya limpiado todos nuestros pecados.


JEREMÍAS 8:8

“¿Cómo decís nosotros somos sabios, y la Ley del Señor está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado la pluma mentirosa de los escribas”
El Señor por medio del profeta Jeremías dice a los israelitas: ¿Cómo os atrevéis a decir que sois sabios? ¿Cómo podéis afirmar  que la Ley del Señor está con vosotros? Es una afirmación categórica la que la que a continuación escribe el profeta: “Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas”. Los escribas que eran los encargados de copiar metódicamente la Ley que guardaban cuidadosamente los sacerdotes, en vez de transcribir la verdad de Dios la convertían en mentira. Los escribas contribuyeron a la destrucción de Israel con la propagación de la mentira. Los cristianos tenemos que convertirnos en atalayas de nuestra propia salvación porque en las iglesias el diablo se encarga de colocar a sus lacayos que se presentan con la apariencia de ángeles de luz con el propósito de torcer el camino de los elegidos de Dios.
Los sacerdotes y escribas del antiguo Israel presumían de tener a Dios a su lado. Era una presunción de aquellos que tenían el Nombre de Dios en los labios pero no en el corazón. Honrar a Dios de labios no significa que la Verdad vaya a salir de sus bocas. Por ello, los cristianos tenemos que ser precavidos y atesorar la Palabra de Dios en nuestros corazones que sirva de escudo que impida que los dardos de fuego de Satanás no hagan diana en nuestros corazones y nos dañen.
  Conociendo las artimañas de Satanás no debemos dejarnos seducir por las palabras dulces como la miel  que proclaman sus lacayos y contrastar con la Palabra de Dios la veracidad de lo que se diga desde el púlpito y de los departamentos de enseñanza de las iglesias. Cada cristiano es responsable de su propia salvación, debe vigilar que nada que no sea la verdad de Dios penetre en su mente y en su corazón. Debemos comportarnos como los cristianos de Berea que contrastaban con las Escrituras si lo que el apóstol Pablo decía era cierto o no.
Cada cristiano tiene que convertirse en atalaya de su propia persona y de los demás. Debe por tanto adquirir el serio compromiso de velar por la pureza doctrinal que se enseñe en la iglesia. Israel fue desechado por permitir que la mentira contaminara a la mayoría del pueblo. Las florecientes iglesias de Asia (hoy Turquía)  y las del norte de África, son hoy un vago recuerdo de un pasado glorioso. No permitamos que la mentirosa pluma de los escribas emponzoñe la vida de los cristianos de hoy. Las muestras de la ira de Dios hacia a un Israel infiel no las detalla la Biblia para llenar papel. Se han escrito para enseñanza nuestra, para que no caigamos en el mismo error que el pueblo de Dios infiel del pasado.



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