ROMANOS 10: 17
“Así
que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”
La Iglesia católica con su ecumenismo
exagerado, a pesar que mantiene que es la Iglesia instituida por Jesús, y que
es el camino de salvación, afirma que todas las religiones tienen algo de
verdad y que los fieles de las religiones no cristianas también pueden obtener
la salvación. La Iglesia católica no es la verdadera porque niega lo que Jesús
dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al
Padre, sino por mí” (Juan 14: 6). La doctrina apostólica sigue la misma
enseñanza. Cuando Pedro y Juan comparecieron ante el Sanedrín para dar cuenta de autoridad con que predicaban y hacían milagros, con
valentía respondieron: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro
Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos” (Hechos 4:
12). No existen diversos caminos de salvación, solamente hay uno y este es
JESÜS. Cuando la Iglesia católica habla de evangelizar no significa lo mismo
que enseña la Biblia que afirma que evangelizar consiste en anunciar la
salvación de los pecadores,
exclusivamente por la fe en Jesús muerto y resucitado.
El texto que sirve de base a esta
meditación afirma: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de
Dios”. Así que, ni el Corán, ni los libros sagrados de otras religiones pueden
despertar la fe que salva. Es muy taxativo. Excluye a todos los libros sagrados
que no sean las Escrituras cristianas. Descarta
asimismo a los judíos porque en su creencia exclusiva del Antiguo
Testamento, no atienden a toda la Palabra de
Dios, con lo cual excluyen a Jesús que es el único Nombre que puede
salvar. Solamente una parte de la Biblia no sirve para salvar. “Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra” (2 Timoteo 3: 16,17).
El hombre no puede ir a espigar fuera de
la Viña del Señor esperando encontrar lo que únicamente se halla en la Palabra
de Dios que ha sido inspirada por el Espíritu Santo. Sus hojas contienen la
Verdad eterna para salvación del hombre. En otros textos pueden encontrarse
verdades pero no la Verdad que es Jesús.
SALMO 36: 2
El impío “se lisonjea por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será
hallada y aborrecida”
El texto que comentamos da respuesta a la
pregunta que nos hacemos a menudo: ¿Por qué las personas persisten en sus
fechorías sabiendo que están mal? Porque piensan “que su iniquidad no será hallada y
aborrecida”. Erróneamente creen que sus malas acciones no las sabrá nadie.
Puede ser posible que los hombres no lleguen a conocerlas nunca porque se ha
tenido la precaución de mantenerlas ocultas. Como no quieren reconocer la
existencia del Dios de la Biblia que conoce las intenciones del corazón, piensan que con su astucia permanecerán ignoradas
para siempre. Ello hace que se lisonjeen de sus fechorías. Todos nos hemos
encontrado en la condición que denuncia el texto que comentamos.
Dios ha sido y sigue siendo muy paciente
con nosotros esperando el momento en que nos sentemos a reflexionar en nuestra
condición. La paciencia de Dios la ilustra el padre del hijo pródigo. Desde el
momento en que el hijo coge la herencia y se marcha a un país lejano
malgastando viviendo disolutamente los bienes recibidos, el padre, diariamente
otea la lejanía esperando ver al hijo
arrepentido que aparece en el camino.
El padre de la parábola indiscutiblemente
representa a Dios que desde el inicio de la Historia, cuando en Adán decidimos
abandonar la casa del Padre, Él no se ha cansado de enviar al mundo a sus
siervos los profetas para invitar a los hijos pródigos a que se arrepientan de
sus pecados y regresen al Hogar abandonado. Jesús recuerda que los mensajeros
de las Buenas Noticias no fueron bien recibidos. A pesar de ello siguió
enviándolos hasta que a su debido tiempo envió a su Hijo unigénito a morir por
sus hijos pródigos. Unos pródigos lo mataron porque no querían saber nada de
Él. Porque su presencia denunciaba la
impiedad de que se lisonjeaban. Ignoraban, pero, que al sr levantado en la cruz
como si fuese un malhechor hicieron que
se cumpliese el proyecto eterno del
Padre de atraer a los pecadores a Él. Uno de los pródigos que colgaba en una
cruz a su lado, reconoció que era el Salvador
y, humildemente se dirigió a Él para decirle: “Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino” (Lucas 23: 42). Gran gozo hubo en el cielo porque un hijo
que se había perdido había regresado a la casa del Padre
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