dilluns, 16 de desembre del 2019


ROMANOS 10: 17

“Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”
La Iglesia católica con su ecumenismo exagerado, a pesar que mantiene que es la Iglesia instituida por Jesús, y que es el camino de salvación, afirma que todas las religiones tienen algo de verdad y que los fieles de las religiones no cristianas también pueden obtener la salvación. La Iglesia católica no es la verdadera porque niega lo que Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14: 6). La doctrina apostólica sigue la misma enseñanza. Cuando Pedro y Juan comparecieron ante el Sanedrín  para dar cuenta de autoridad  con que predicaban y hacían milagros, con valentía respondieron: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos” (Hechos 4: 12). No existen diversos caminos de salvación, solamente hay uno y este es JESÜS. Cuando la Iglesia católica habla de evangelizar no significa lo mismo que enseña la Biblia que afirma que evangelizar consiste en anunciar la salvación de los pecadores,  exclusivamente por la fe en Jesús muerto y resucitado.
El texto que sirve de base a esta meditación afirma: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”. Así que, ni el Corán, ni los libros sagrados de otras religiones pueden despertar la fe que salva. Es muy taxativo. Excluye a todos los libros sagrados que no sean las Escrituras cristianas. Descarta  asimismo a los judíos porque en su creencia exclusiva del Antiguo Testamento, no atienden a toda la Palabra de  Dios, con lo cual excluyen a Jesús que es el único Nombre que puede salvar. Solamente una parte de la Biblia no sirve para salvar. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en  justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 16,17).
El hombre no puede ir a espigar fuera de la Viña del Señor esperando encontrar lo que únicamente se halla en la Palabra de Dios que ha sido inspirada por el Espíritu Santo. Sus hojas contienen la Verdad eterna para salvación del hombre. En otros textos pueden encontrarse verdades pero no la Verdad que es Jesús.


SALMO 36: 2

El impío “se lisonjea por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida”
El texto que comentamos da respuesta a la pregunta que nos hacemos a menudo: ¿Por qué las personas persisten en sus fechorías sabiendo que están mal? Porque piensan  “que su iniquidad no será hallada y aborrecida”. Erróneamente creen que sus malas acciones no las sabrá nadie. Puede ser posible que los hombres no lleguen a conocerlas nunca porque se ha tenido la precaución de mantenerlas ocultas. Como no quieren reconocer la existencia del Dios de la Biblia que conoce las intenciones del corazón,  piensan que con su astucia permanecerán ignoradas para siempre. Ello hace que se lisonjeen de sus fechorías. Todos nos hemos encontrado en la condición que denuncia el texto que  comentamos.
Dios ha sido y sigue siendo muy paciente con nosotros esperando el momento en que nos sentemos a reflexionar en nuestra condición. La paciencia de Dios la ilustra el padre del hijo pródigo. Desde el momento en que el hijo coge la herencia y se marcha a un país lejano malgastando viviendo disolutamente los bienes recibidos, el padre, diariamente otea la lejanía esperando ver  al hijo arrepentido que aparece en el camino.
El padre de la parábola indiscutiblemente representa a Dios que desde el inicio de la Historia, cuando en Adán decidimos abandonar la casa del Padre, Él no se ha cansado de enviar al mundo a sus siervos los profetas para invitar a los hijos pródigos a que se arrepientan de sus pecados y regresen al Hogar abandonado. Jesús recuerda que los mensajeros de las Buenas Noticias no fueron bien recibidos. A pesar de ello siguió enviándolos hasta que a su debido tiempo envió a su Hijo unigénito a morir por sus hijos pródigos. Unos pródigos lo mataron porque no querían saber nada de Él. Porque su  presencia denunciaba la impiedad de que se lisonjeaban. Ignoraban, pero, que al sr levantado en la cruz como si fuese un malhechor  hicieron que se cumpliese el  proyecto eterno del Padre de atraer a los pecadores a Él. Uno de los pródigos que colgaba en una cruz a su lado, reconoció que era el Salvador  y, humildemente se dirigió a Él para decirle: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23: 42). Gran gozo hubo en el cielo porque un hijo que se había perdido había regresado a la casa del Padre


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