LA HISTORIA SE REPITE
<b>Ima Sanchís</b> le
pregunta a <b>Pere Portabella<b>, director de cine y político: ¿Qué
ha entendido del ser humano? El político responde: “Todas las especies se
adaptan al cambio excepto nosotros. Somos instintivamente depredadores”. Este
concepto que el director de cine tiene del ser humano no gusta a mucha gente
que lo consideran bueno por naturaleza y
culpan al entorno de su perversidad. Si no existiese el instinto depredador en
el ser humano no se hubiesen cometido los genocidios que se han cometido a lo
largo de la historia hasta nuestros días. No se sabría nada de campos de
exterminio. Ignoraríamos la existencia de campos de reeducación de disidentes
políticos como los que constan en China y Corea del Norte. La aplicación de la
tortura para hacer confesar delitos que únicamente se encuentran en las mentes
de los torturadores. Los gulags soviéticos…
<b>Víctor-M. Amela</b> le dice a <b>Martí Domínguez</b>
entomólogo y periodista de manera afirmativa: No reincidiremos en esta
barbarie, refiriéndose a los crímenes cometidos en la Alemania nazi. Parece ser
que el reportero dude de que una situación parecida se pueda volver a repetir
en nuestros días. <b>Martí Domínguez</b> le tiene que recordar que
“biólogos, físicos, sicólogos…Sí. El nazismo dio soporte a la ciencia, porque
financió sus departamentos en universidades…Y los científicos colaboraron a
favor de la salud y la felicidad de los alemanes, hablaban del higienismo
social, de eliminar individuos de <i>razas inferiores</i> ¡Y
ayudaban a hacerlo!”!
¿De qué manera los científicos ayudaron a
la felicidad y a la salud de los alemanes? <b>Martí Domínguez</b>,
explica: “Unos defendían el <i>labensraum</i> (espacio vital), el
derecho natural del pueblo alemán a más territorio. Otros el
<i>labensborn</i> (fuente de vida), granjas de recién nacidos:
Mujeres arias se dejaban embarazar…por oficiales de las SS. Entregaban a los
niños arios a familias nazis, y niños rubios
en países eslavos. Y el doctor <b>Asperger</b> gaseó a niños
<i>inferiores</i>”.
Volvamos a la duda que tiene
<b>Amela</b> de que hoy se vuelva a producir algo tan cruel como lo
que se produjo durante el nacismo. El “¿No?” con el que comienza la respuesta
de <b>Martí Domínguez</b>, el entomólogo y periodista le está
diciendo: ¿Estás seguro? Si la cultura nazi fomentó el genocidio y la cultura
de la guerra, ¿crees que la nuestra evitará que se repita? Quien avisa no es
traidor. El entomólogo se explica: “Aconsejo estar muy atentos para evitar que
una idea te ilumine…y entres en una espiral hacia un solo punto de luz, igual
que las polillas hacia la luz de una bombilla”. Para evitar quemarnos como lo
hace la polilla cuando entra en contacto con la bombilla encendida, tenemos que
alejarnos cuanto más lejos mejor de las ideas totalitarias que nos encandilan
con las promesas de imposible cumplimiento
y que destruyen a quienes no las comparten. No tenemos que olvidar nunca
lo que <b>Portabella</b> dice: los seres humanos somos
instintivamente depredadores. ¿Qué hace que nos comportemos peor que las
bestias?
El engendro de la bestia se produce en el Edén, con la desobediencia de Adán a la
prohibición de Dios de que moriría si comiese el fruto del árbol prohibido.
Desobedeció y murió espiritualmente en el acto. Físicamente vivió 930 años y
murió. A pesar de que por la misericordia de Dios nació de nuevo como hijo de
Dos por adopción, el germen de la muerte ha permanecido vivo en toda su
descendencia. El primer acto que evidencia que el ser humano es portador del
instinto depredador fue el asesinato de Abel, hijo de Adán, por su hermano
Caín.
La radiografía que la Biblia hace del
hombre como portador del instinto depredador lo hace con estas palabras: “Y vio
el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo
designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el
mal” (Génesis 6:5). Las crónicas describen con detalle la perversidad humana
manifestada en las guerras para dominar a los pueblos vecinos. Los genocidios
cometidos durante la colonización de pueblos considerados inferiores y
desgraciadamente los infligidos en el
nombre de Cristo.
El instinto depredador del hombre tiene
un origen a lo largo de la historia. He aquí como lo describe el apóstol Pablo:
“Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto. Porque las cosas invisibles
de Él, su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa” (Romanos 1: 19,20). La creación habla del Creador que por su
palabra hizo los cielos y la tierra, hecho que hace que el ateísmo sea inexcusable.
Prosiguiendo su relato el apóstol dice que los hombres cambiaron la gloria de
Dios por imágenes consideradas artísticas, hecho que hace que Dios deje al
hombre sometido al libre albedrio. Dejado el hombre en esta condición, que se
considera libertad, le lleva a cometer las maldades que el alma sin freno le incita a realizar:
“Toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de
envidia, homicidios, contiendas, engaños, malignidades, murmuradores,
detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores
de malos, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural,
implacables, sin misericordia” (vv.29-31). Esta descripción que hace el apóstol
Pablo del hombre alejado de Dios es lo que <b>Pere Portabella<b>
denomina instinto depredador del hombre, que estando en activo, hace que la
historia se repita y que el hombre no aprenda de sus tropiezos.
Octavi
Pereña i Cortina