NI FRIO NI CALIENTE
<b>Ni frío ni caliente es igual a
pasota</b>
El apóstol Juan escribe a las siete iglesias
de Asia, actual Turquía. A la de Laodicea le dice: “Yo conozco tus obras, que
no eres frio ni caliente. ¡Ojalá fueses frio o caliente! Pero por cuando eres
tibio, y no frio ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3: 15,16).
Es una acusación a la indiferencia. Denuncia que los cristianos de la iglesia
de Laodicea eran tibios. Todo les estaba bien. No querían complicarse la vida.
Este asunto no me concierne, decían. Es
el pastor quien debe encargarse de poner orden en la iglesia. Los problemas de
la congregación a mí no me afectan. Digan lo que digan todo me está bien.
Debido a la tibieza o pasotismo de los fieles de Laodicea, la denuncia del
Señor les dice: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad, y no sabes que tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo”
(v.7). Creer que uno lo tiene todo y que no necesita nada es ignorar la
conveniencia de recibir la reprimenda que cayó sobre la iglesia de Laodicea. Es
un regaño muy duro que debería hacernos reflexionar a los cristianos y a los
ciudadanos del siglo XXI. Tendríamos que aprender del Maligno: No hace fiesta
los fines de semana. Desconoce qué es hacer puente. No duerme. Siempre
vigilando. No se cansa de sembrar cizaña ni se distrae del trabajo yendo a
beber agua fresca del botijo. Siempre
dispuesto a asaltar a aquellos que viviendo en zona de confort no son ni fríos
ni calientes. Son tibios. Así que caen en a indolencia. Están faltos de sentido
crítico. Fertilizan sus almas para que a través de ellas el Maligno pueda
perpetrar todas las fechorías que
maquina.
El maligno tiene un instrumento muy
poderoso en sus manos para mantenernos en situación acrítica: la publicidad.
Trabaja con el propósito de hacernos sentir ricos. Lo consigue. Creemos ser una
sociedad opulenta. Incluso algunos que dependen de la ayuda social se pueden
permitir el lujo de tirar en el contenedor alimentos que no les apetecen. La
publicidad nos hace sentir más ricos de lo que realmente somos. Es una realidad
el mensaje del tango; Quien tiene un peso quiere tener dos, el que tiene dos
aspira a cuatro… Jamás se tiene bastante. Somos ricos como los cristianos de
Laodicea que ignoraban que eran desventurados, miserables, pobres, ciegos y
desnudos. No somos ni chicha ni limonada.
Esta situación nos lleva a la denuncia
que hace <b>Géraldine Schwarz, escritora
franco-alemana que nos advierte que la indiferencia puede llevarnos a
cometer crímenes contra la humanidad o genocidios. A la pegunta que el
periodista <b>Marc Bassets</b>
le hace: ¿Su abuelo fue una víctima de la historia?, la escritora responde:
“No. Creo que no somos víctimas de la historia, sino que debemos tener un papel en la historia. Para
que una democracia funcione es indispensable que las personas se den cuenta de
que tienen responsabilidades: Comprometerse, participar en la sociedad civil y
también demostrar capacidad de discernimiento. La historia puede ayudarnos a identificar a los demagogos como
<b>Salvini y Orbán</b>, que se parecen a los de hace un siglo,
difundir el miedo, inventar enemigos o chivos expiatorios, haciéndonos perder
los puntos de referencia difuminando la frontera entre lo verdadero y lo falso
y difundiendo teorías de la conspiración. El objetivo es que el pueblo no crea
en nada para manipularlo e invertir los valores”.
¿Cómo puede conseguirse que la población
no sea indiferente a la política, a la religión, no permaneciendo adormecida
para hacer análisis ponderados de la realidad, que no esté entretenida en el
consumismo y en el espectáculo permanente? ¿Dónde se encuentra la respuesta?
Solamente hay una: la Biblia y el Personaje central que es Jesús el Hijo de Dios encarnado. Jesús
es la luz que ilumina el corazón y hace desaparecer la oscuridad que nos
extravía y lleva a defenestrarnos. Fuera de Él no existen puntos de referencia
que nos señalen el camino en las diferentes encrucijadas de la vida. Por el
hecho de vivir en una sociedad que se considera cristiana hemos oído hablar de
Jesús, pero ignoramos quién es. Es el Gran Desconocido. Debido a ello la
sociedad se encuentra en un caos en que no se encuentra solución a los eternos
conflictos sociales existentes porque el Maligno se mueve a sus anchas
utilizando a las personas acríticas para realizar sus propósitos criminales.
Mientras prefiramos permanecer en la cuneta o escondernos en el burladero, no
creamos que nos vayamos a liberar de nuestras responsabilidades. El Señor del
universo conoce todo lo que hacemos y lo que dejamos de hacer. Un día tendremos
que comparecer ante Él para darle cuenta de todo lo que hayamos hecho durante
la travesía por este mundo. ¿Cómo podremos exculparnos de haber sido tibios cuando deberíamos haber
sido ardientes en el compromiso social?
Octavi
Pereña i Cortina