dilluns, 6 de maig del 2019


JEREMÍAS 36.2

Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las cosas que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones”
“Vino esta palabra del Señor a Jeremías diciendo” (v.1). ¿Qué le dice el señor al profeta? Que escriba todas las cosas que le ha dicho contra Israel y contra Judá y contra todas las naciones. ¿Es que el Señor se complace en hacer mal a las personas? ¿Es que el Señor está siempre airado contra los pecadores? De ninguna de las maneras. En el v.3 el Señor por la pluma del profeta expone el propósito que persigue de expresar su ira  contra Israel, Judá y todas las naciones. ¿Con qué finalidad? “Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepientan cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado” (v.8).
La Biblia nos presenta a Dios en términos antropomórficos, es decir, como si fuera un ser humano con sentimientos. El ser humano es creación de Dios, hecho a imagen y semejanza suya, es decir santo. El pecado hiere la niña del ojo de Dios. Le duele. Sí, Dios sufre viendo que el pecado del hombre lo lleva a su eterna condenación. Con corazón dolorido nos hace llegar por medio de Jeremías lo que piensa hacer con nosotros. En el versículo 8 antes mencionado nos dice el Señor que gracias a la amenaza de castigo los receptores del mensaje se arrepentirán cada uno de su maldad y les perdonará su pecado. ¿Consigue el propósito la amenaza? Baruc, el escriba al servicio de Jeremías escribió en un pergamino las palabras que el profeta le dictaba  y las leyó al pueblo. Los funcionarios del rey se llevaron el pergamino y se lo leyeron. ¿Cómo reaccionó el monarca al oír el mensaje de Dios? El texto nos lo dice: “Cuando  Jehudá había oído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había” (v.23). Sigue diciendo el texto: “Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que oyeron todas estas palabras” (v. 24). Al finalizar el período de gracia que el Señor les concede, se cumplió la sentencia. ¿Qué haremos nosotros con las palabras que Dios nos ha hablado? ¿Las echaremos simbólicamente en el fuego del brasero en señal de que no queremos saber nada de lo que Dios nos dice? Si es esta nuestra reacción, que no queremos saber nada de Dios, en su momento tendremos que oír de sus labios, aun cuando no nos va a gustar: “Echadlos al fuego eterno que quema y no consume.


ISAÍAS 55:7

“Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, del cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”
¿Por qué muchas personas no pueden llegar a entender que Dios existe y que no está ausente en medio de los graves problemas de toda índole que amenazan con destruirnos? ¿Por qué son tantas las personas que dicen que si Dios existe, por qué permite todas las crueldades que se cometen diariamente? ¿Por qué permite situaciones de dolor extremo? ¿Por qué consiente situaciones y más situaciones que nos hacen desgraciados? Ante todo tenemos que aceptar, si no lo hacemos, peor para nosotros, que todos los males que nos agobian son la consecuencia de que en Adán desobedecimos el mandato de Dios de no comer el fruto del árbol prohibido. Dios avisó de las consecuencias de la infracción. Desobedecimos y recogemos lo que hemos sembrado. Si sembramos vientos cosechamos tempestades. No tenemos derecho a quejarnos. En vez de reconocer nuestra transgresión airados alzamos los puños contra el cielo y vociferamos rencor contra Dios por lo que permite suceda.
El profeta como instrumento de la misericordia de Dios, una vez más invita al hombre al arrepentimiento: “Deje el impío su camino”, es decir, su comportamiento externo, el fruto de un corazón perverso. El profeta  como instrumento de Dios transmite el sentir de quien le ha enviado y no se queda en la periferia. Va a la raíz del problema del mal cuando escribe: “Y el hombre inicuo sus pensamientos”. ¿De dónde salen los pensamientos que se convierten en las crueldades que los medios de comunicación dan a conocer? Jesús dice que del corazón. ¿Qué dice la Biblia al respecto? “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4: 28). El autor del proverbio nos invita a que examinemos nuestro corazón. Hay maneras y maneras de hacer el examen. Si lo hacemos comparándonos con lo que hacen los otros lo exculparemos de pecado y no dudaremos en declararlo inocente. Si la comparación se hace con la Palabra de Dios, el resultado de la investigación será: CULPABLE. No habrá motivo de autocomplacencia, sino la imperiosa necesidad de arrepentimiento. Será entonces cuando la persona estará en condiciones de “volverse al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro que es amplio en perdonar”. Resultado: pecado perdonado y el goce de la paz de Dios que supera la comprensión humana.


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