dilluns, 13 de maig del 2019


SALMO 52: 7

“He aquí al hombre que no puso a Dios por su fortaleza, sino que confió en la maldad de sus riquezas, y se mantuvo en su maldad”
El salmo 52 lo escribe David teniendo en cuenta a “Doeg edomita que dio cuenta a Saúl diciéndole: David ha venido a casa de Ahimelec”. David rodeado de su séquito manifestó el odio que sentía hacia David y porque su hijo Jonatán estuviese al lado del prófugo.  Doeg dio cuenta al rey Saúl en  este consejo que David había estado hablando con el sacerdote Ahimelec. El resultado de esta denuncia fue el asesinato de “ochenta y cuatro varones  que vestían efod de lino” (1 Samuel 22: 18) y toda la población de Nob. A la vista de este trasfondo histórico podemos comprender la dureza de las palabras que David escribe en este salmo que comentamos.
El contexto de este salmo es perfectamente transportable a la situación política de nuestros días. “Por qué te jactas de maldad, oh poderoso?” (v.1). “Agravios maquina tu lengua, como navaja afilada hace engaño, amaste el mal más que el bien, la mentira más que la verdad. Has amado toda suerte de palabras perniciosas, engañosa lengua” (vv. 2-4).
Las duras palabras que escribe David refiriéndose a Doeg, ¿no pueden aplicarse a muchos políticos que en los mítines sus  lenguas vomitan amenazas y mentiras más que la verdad? En la campaña electoral que condujo a la votación del 28 de abril de 2019, los oídos de las personas se hartaron de oír proclamas incendiarias contra los adversarios políticos. Parece ser que las difamaciones que se pronuncian durante los períodos electorales no tienen consecuencias penales para quienes las dicen.
Pero Dios es justo y da a cada uno lo que sus obras se merecen. Muchos políticos creen que porque son poderosos son intocables porque se encuentran bajo la protección del Estado y el apoyo del poder judicial. Si Dios no existiese podrían cantar victoria con todos los apoyos humanos que tienen. Dios no ha muerto. No es una invención de los hombres como algunos dicen porque creen que así no tendrán que dar cuentas al Ser supremo. Dios es el eterno y todopoderoso Señor de la creación y del hombre. Es paciente a la hora de ajustar cuentas. Cuando lo hace, la sentencia es inapelable. Para el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, sino que se mantuvo en la maldad de sus riquezas, y se mantuvo en su maldad”, he aquí lo que David dice que Dios va a hacer con él: “Por tanto, Dios te destruirá para siempre, te asolará, y te arrancará de tu morada, y te destruirá de la tierra de los vivientes” (v.5).

SALMO 116: 3,4

“Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del sepulcro, angustia y olor había yo hallado. Entonces invoqué el Nombre del señor diciendo: Oh Señor, libra ahora mi alma”
La muerte está presente de modo permanente en nuestro mundo. Se lucha contra ella con medios ineficaces. A pesar de los esfuerzos sigue bien viva.  Son indiscutibles los progresos que se hacen en el campo de la medicina, especialmente en Occidente. Los avances consiguen alargar el promedio de vida, pero no vencer a la muerte. Siempre sale victoriosa. No lo olvidemos.
Por cierto, creando un nuevo problema: ¿Cómo poder seguir pagando las pensiones? Podemos estar tranquilos: la muerte no será vencida por medios humanos. Dada la condición humana, ¿qué sucedería si el hombre consiguiese vencer a la muerte? Dejemos de especular. Nos guste o no tenemos que enfrentarnos a ella. Lo razonable y sensato sería aceptar su existencia. Declaraciones como: “La muerte es muy injusta”. Oponiéndonos a ella dando cabezazos contra la pared, además de no eliminarla, nuestra actitud empeora nuestra salud mental lo cual representa una sobre carga muy difícil de llevar.
Ante la enfermedad, que es el preludio de la muerte, el salmista describe perfectamente los sentimientos que nacen en el alma y que los medicamentos más novedosos y “eficaces” son incapaces de borrar: “Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del sepulcro, angustia y dolor había yo hallado”. Desconozco qué clase de lector lee este comentario. Si es ateo, aun cuando pueda ser un ferviente religioso, ante la enfermedad irreversible que mantiene a uno postrado en el lecho, sin esperanza de recuperar la salud, se encuentra totalmente desprotegido, abandonado, aun cuando tenga a sus familiares a su alrededor, sin tener a su lado a alguien que en tan delicada situación pueda consolarle y darle esperanza cierta para el después que llegue la muerte inevitable.
El salmista se enfrenta al momento al que inevitablemente todos  tendremos que enfrentarnos no buscando consuelo en quienes están alrededor, sino que como hombre de fe su mirada está puesta en las alturas y dirigiéndose a Dios dice. “Oh señor, libra ahora mi alma”. El incrédulo, aun cuando pueda ser un ferviente religioso como lo demuestran las imágenes de vírgenes, santos y cristos que tiene a su lado, si no ha tenido  en cuenta al Señor en su camino, cuando llega el momento de abandonar este mundo para enfrentarse a la eternidad que le espera, no tiene a quien encomendarse. Cogiéndose a un hierro al rojo vivo,  confiará en las promesas, sin garantía de certeza, en la confesión auricular, la extremaunción, las oraciones por los difuntos. En todo ello no encuentra el consuelo y esperanza que necesita. El salmista exclama: “Oh Señor, libra ahora mi alma”. En ti que moriste por mí en el Gólgota derramando tu sangre preciosa para limpiarme todos mis pecados, tengo la certeza que le diste al malhechor que  colgaba a tú lado en la cruz: “hoy estarás conmigo en el paraíso.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada