CÓMO VE DIOS LA TIERRA?
< b>”Con el temor del Señor el
hombre se aparta del mal”</b>
<b>Pilar Rahola</b> comienza
su escrito <i>El odio</i> con estas palabras: “En una visita al
museo del holocausto de Washington, mi hijo Noé que entonces tenía trece años,
empezó a hacer preguntas sobre lo que estaba viendo, y cada respuesta mía se
remataba con un “¿por qué?” suyo, al que le seguía otro y otro, en una retahíla
que no tenía final. Parecía como si no hubiese ninguna explicación de su madre
que sirviese para entender aquello. Y así era, no había respuesta posible,
porque todo ello eran fragmentos inútiles de la gran respuesta que no podría
existir nunca. ¿Podemos explicar cómo
nace el mal, qué ingredientes de odio lo alimentan, cómo se construye su
relato, cómo atrapa a sus acólitos, de qué manera mata…pero al final de la
interrogación no podemos explicar su esencia más profunda. Millones de muertos
en cámaras de gas, niños, ancianos, familias enteras…quién responde al “¿por
qué?” final de mi hijo?” Más adelante la
periodista se hace esta pregunta: “¿Cómo se llega a esta oscuridad del alma?”
El “¿por qué?” del hijo de <b>Pilar Rahola</b> que la madre no sabe
dar respuesta, es el mismo ¿por qué? Que nos hacemos nosotros que también
ignoramos “¿cómo se llega a esta oscuridad del alma”?
¿Es insoluble el problema del mal?
¿Tenemos que quedarnos sin respuesta satisfactoria? Lo que nos impide resolver
nuestra duda es el prejuicio. Con razón nos sentimos desencantados de las
religiones. De esta cuestión ya la trata
Jesús cuando denuncia a los religiosos de su tiempo. El hecho de que
muchos religiosos sean unos farsantes no significa que no exista la Verdad que
ellos han distorsionado. Durante la farsa de juicio a la que Jesús fue sometido, Pilato, el gobernador romano,
le preguntó: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38). Desgraciadamente se marchó sin
esperar respuesta. Si el lector no es impaciente recibirá respuesta. La Verdad
no lo es la Iglesia católica que presume de ser la verdadera. La Verdad no lo
es ninguna de las muchas iglesias cristianas existentes en el mundo. La Verdad
en mayúscula es Jesús (Juan 14:6). Pues bien, este Jesús, por medio del
Espíritu Santo y mediante la instrumentalidad de unos hombres escogidos, ha
escrito el libro que se conoce como la Biblia. Si arrojamos a la cuneta los
prejuicios y lo abrimos encontraremos la
respuesta al origen del mal que no puede encontrarse en ningún otro lugar.
Descubriremos que el mal aparece antes de la creación del hombre con la
rebelión contra Dios de Lucifer y de los ángeles que le siguieron. A estos
rebeldes se les conoce con el nombre de Satanás y demonios que aparecen al
inicio de la historia en el momento en que Satanás poseyendo a una serpiente
tienta a Adán por medio de Eva a
rebelarse también contra Dios. La desobediencia de nuestro primer padre de
quien descendemos, es la causa de que toda su descendencia nazca enemistada con
Dios y el origen de la maldad en todos los seres humanos..
La primera manifestación del efecto Lucifer que menciona
<b>Walter Oppenheimer</b> es el asesinato de Abel por su hermano
Caín. Cuando se llega a la novena generación, la de Noé, así relata la Biblia
lo que Dios contempla desde el cielo: “Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que
todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal” (Génesis 6:5). “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y
estaba llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí estaba corrompida,
porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (vv.11, 12). Y
Dios que vio que de entre toda la humanidad
solamente había ocho personas justas, Noé y sus tres hijos y sus
esposas. Dios le dijo a Noé: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra
está llena de violencia a causa de ellos y he aquí yo los destruiré con la
tierra” (v.13). La sentencia fue el Diluvio Universal.
Cuando abrimos el periódico por la
mañana, ¿qué leemos? Refriéndose a las
malas noticia que describen los medios de comunicación, Walter Oppenheimer,
escribe: “¿Qué nos impulsa a cometer todos estos actos de violencia, tan
diferentes entre sí pero con denominador común: Una persona aparentemente
normal que se siente fuerte y ataca sin aparente motivo a otra que le parece
más débil? Quizás sea consecuencia de lo que el filósofo norteamericano definió
como el <i> efecto Lucifer</i>, la capacidad que tiene el ser humano de comportarse de forma
irracional, de pasar del bien al mal”. El <i> efecto Lucifer</i> es
la consecuencia de haber abandonado a
Dios y de no tenerlo en cuenta en nuestro andar por este mundo. Desconocer el
<i> efecto Lucifer</i> es la causa de que <b>Pilar
Rahola</b> no supiese dar respuesta a los insistentes “¿por qué?” que le
hacía su hijo y que nosotros tampoco lo sepamos”.
Octavi
Pereña i Cortina
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