¿QUIÉN PERDONA LOS PECADOS?
<b >Para alcanzar una autentica paz
de conciencia se tiene que tener la seguridad de que los pecados han sido
perdonados</b>
“El Concilio de Trento se pronunció contra los reformadores declarando que Cristo
comunicó a los apóstoles y a sus legítimos sucesores la potestad de perdonar y
retener los pecados con el propósito de que se reconciliasen nuevamente con
Dios los fieles que cayeron en pecado después del bautismo. Este poder de
perdonar pecados no abraza solamente el de predicar el Evangelio del perdón de
los pecados, como era la interpretación que daban los reformadores, sino además
la potestad de perdonar realmente los pecados” (Dz904.913).
El escándalo de la pederastia que destapan los medios de comunicación que
tienen fundamento ha obligado al papa Francisco a tomar medidas drásticas que
en un principio solamente se aplicarán en el Vaticano. Al lado de los artículos
de prensa se han añadido los viñetistas
en sus críticas a la Iglesia católica.
Accidentalmente cayó en mis manos un
ejemplar del diario ARA en donde en la Contra aparece una viñeta de Farreres.
El escenario es un monasterio, ¿una alusión al de Montserrat afectado también
por la pederastia eclesiástica? En un segundo plano tres monjes escondidos
detrás de una columna observan atentamente. En primer plano, quien debe ser el
prior conversa con un matrimonio. El hombre muestra la foto de quien debe ser
un obispo con un niño. El prior les dice: “La persona que ustedes acusan de
estas cosas terribles murió hace tiempo en la paz del Señor”. El hombre
responde: “Es lo que tiene de bueno esta religión: te arrepientes de todo en el
último momento y quedas perdonado”. La mujer añade: “Después te pueden hacer
santo”.
La Iglesia católica se equivocó cuando
decidió rechazar el poder de perdonar los pecados únicamente con la predicación del Evangelio que era la
interpretación de los reformados añadiendo a ello la potestad de perdonar
realmente los pecados. Empezando con Lutero que lo único que perseguía era la
reforma de la Iglesia para llevarla a la sencillez evangélica. No lo consiguió
Lutero como tampoco todos los intentos previos.
Hasta el día de hoy no ha empezado a reformarse. El concilio de Trento
que definió el dogma católico cerró la puerta a la posibilidad de una auténtica
reforma.
La Contrarreforma católica consistió en
un maquillaje para mantener intacta la fuente de la corrupción denunciada por
los reformadores debido a su auto
divinización al auto concederse el poder de perdonar realmente los pecados que es una facultad exclusiva de Dios por la
fe en el Nombre de su Hijo Jesús.
La decisión católica de seguir
conservando el poder de perdonar realmente los pecados lo que consiguió fue
empequeñecer a Dios y agigantar al hombre. Eso consiguió que en vez de edificar
a los fieles sobre “el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la
principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio bien
coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien
vosotros sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 20-22).
La Iglesia católica al dejar de
edificarse sobre el cimiento de la Palabra de Dios representada en las
enseñanzas proféticas y apostólicas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo, lo hace sobre la arena. A pesar que la Iglesia católica
alardea de ser una de las tres religiones monoteístas, de hecho es politeísta,
pues con la multitud de santos y vírgenes que adoran, a Dios el Padre y su Hijo
Jesucristo se han convertido en objetos
de mera decoración. Como dice Jesús una casa construida sobre un
cimiento tan inestable como lo es el politeísmo no puede resistir los embates
satánicos. La prueba de ello es la corrupción que aflora.
La Iglesia católica debería retornar a la
enseñanza de los reformadores que no es otra cosa que enseñar la Biblia que es la Palabra de Dios: Los
pecadores son perdonados exclusivamente por la fe en el Nombre de Jesús. Si no
lo hace, Dios seguirá siendo un Dios pequeño y el hombre se hace grande al intentar usurpar el lugar
que le corresponde a Él.
Enalteciendo el poder de Dios de perdonar
el pecado, el salmista escribe: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu
misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más i más de mi maldad y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis
rebeliones, y mi pecado está siempre presente delante de mí. Contra ti, contra
ti sólo he pecado, y he hecho la malo delante de tus ojos. Para que sea
reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre… Purifícame con hisopo
y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve” (Salmo51: 1-5,7).
Una iglesia que enseñe a sus feligreses a
confesar sus pecados a Jesús para que se los perdone y camine en novedad de
vida con el poder del Espíritu Santo, jamás será escarnecida con viñetas del estilo mencionado en este
escrito.
Octavi
Pereña i Cortina
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