HABLAR CHAPUCERO
<b>”Sin leña se apaga el fuego, y
en donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Proverbios 26: 20) </b>
El arco parlamentario está saturado de un
hablar grosero que daña los oídos sensibles. <b>El Roto</b>, en
muchas ocasiones refleja en sus viñetas la actualidad. En la que ahora comento esboza
el rostro con una boca enorme abierta
con la lengua que sobresale. Yo lo interpreto como el fuego que vomitan las
entrañas de la persona. El texto que acompaña la imagen es muy breve: “La
afonía de la razón genera el grito”. <b>El Roto</b> al diseñar esta viñeta pienso que no estaba pensando en
el griterío que en las manifestaciones se lanza contra los políticos, sino en
las vergonzosas y chapuceras intervenciones de los políticos en el Congreso de
Diputados. <b>El Roto</b> culpa a la “afonía de la razón” como la
causante de las refriegas parlamentarias que en vez de calmar los ánimos los
avivan convirtiendo sus bocas en cráteres que vomitan la lava y el fuego que
engendran sus entrañas. Sea en sede parlamentaria o en mítines para atraer
votos disparan improperios contra sus oponentes con el propósito de esconder la
carencia de proyectos para mejorar la
situación del país y para que los posibles votantes perciban la perversidad de
los otros. Esta acción política que persigue el descrédito de los otros es
incendiaria y si las llamas prenden y los bomberos no llegan a tiempo, un fuego
incipiente quema un gran bosque. Del incendio, tanto los unos como los otros
salen con quemaduras.
El sinónimo de “afonía de la razón” es el
“corazón del hombre”, el espacio espiritual en donde se incuban los
pensamientos que se convierte en
palabras y éstas en acciones. La degradación extrema a que se llega en el uso
de la palabra no se curará haciendo que
la Filosofía sea una materia escolar de obligado estudio, ni la religión
tradicional que adoptan multitudes sirven sanear el lenguaje. La restauración
del lenguaje requiere la sustitución del corazón actual que es la fuente de las
palabras malsonantes que se convierten en hechos asquerosos, por uno nuevo del
cual broten palabras distintas con hechos distintos que sean bien recibidos.
Jesús es muy claro al afirmar que las
palabras groseras que suenan tan mal y
que a diario se escuchan no se debe a un agente externo que las fabrica: “Nada
hay fuera del hombre que entre en él, que pueda contaminar, pero lo que sale de
él, eso es lo que contamina al hombre” (Marcos 7: 15). Poco después el Señor
dice a sus discípulos: “¿También vosotros estáis sin entendimiento? ¿No
entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar?
(v.18). No vayáis a buscar vuestro hablar chapucero fuera de vosotros. No
culpéis a nadie sino a vosotros mismos: “Porque de dentro del corazón de los
hombres salen los malos pensamientos…Los hurtos, las avaricias, las maldades
los engaños, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la insensatez. Todas
estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (vv. 21-23).
El apóstol Pablo escribe estas palabras
que deberían hacernos reflexionar a todos: “Ninguna palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar
gracia a los oyentes” (Efesios 4: 29). Es un mensaje dirigido a unas personas
que han creído en Jesús, que han nacido de nuevo, que son hijos de Dios y
hermanos de Jesús, que son guiados por el Espíritu Santo a hacer las obras que
tienen que caracterizar a los verdaderos
cristianos. A pesar de que todavía no han alcanzado la perfección a la que son
llamados, la recomendación apostólica “que ninguna palabra corrompida alga de vuestra
boca”, solamente puede dirigirse a
personas que verdaderamente hayan creído en Jesús y que por la dirección del
Espíritu Santo a que están sujetos hace posible
que puedan expresar ”la que sea buena para la necesaria edificación, a
fin de dar gracia a los oyentes”. Solamente los verdaderos cristianos son
sensibles a las palabras malsonantes que nacen
en los corazones malos que
producen pensamientos perversos y que se
convierten en obras que degradan a los hombres y que hacen daño al prójimo. Durante
el peregrinaje por este mundo los verdaderos discípulos de Jesús velan para que
no salgan de sus bocas ninguna palabra corrompida y se esfuerzan para que las
que salgan sean para edificación y beneficio de quienes las escuchen.
Abandonemos los legalismos religiosos y
filosóficos que no conduce a hacer nuevas personas a quienes los practican. Lo
que la sociedad necesita urgentemente es escuchar el mensaje claro y sencillo
de la Palabra de Dios que no esté corrompido por las tradiciones religiosas porque es la levadura que leuda la masa y que
hace posible que el corazón malo, de piedra, según la Biblia, en uno bueno
predispuesto a decir aquello que sirve para el bien del otro. Si Jesús no reina
en los corazones de las personas no debe extrañarnos que las democracias
occidentales caminen hacia las dictaduras.
La proliferación de mensajes incendiarios de políticos alertan del
peligro.
Octavi
Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada