dilluns, 26 de novembre del 2018


CORRUPCIÓN AMENAZADORA

<b>La frase: “La religión es el opio del pueblo” debería modificarse y decir: “La política es el opio del pueblo”</b>
<b>Cristina Torrent</b> inicia así su escrito <i>Democracias</i>: “Las democracias, el gobierno del pueblo –o más concretamente de su mayoría- están pariendo monstruos. La extrema derecha, el populismo, el autoritarismo se va extendiendo como una epidemia, por todas partes. Un mal que no cesa de crecer y que se va infiltrando por las grietas de las democracias occidentales. Gigantes con pies de barro. ¿De dónde han salido sino los Trump, Putin, Conte o Balsonaro? De las urnas. Por lo tanto nadie puede cuestionar su poder legítimo otorgado por los electores. ¿O sí? No podemos olvidar que un nacional-socialista llamado Hitler llegó al poder por la vía de las urnas, no estamos en los años treinta (del siglo XX) pero la amenaza es real. La democracia del siglo XXI, sigue pariendo y alimentando monstruos”. Pienso que lo que dice <b>Cristina Torrent</b> no o puede decirse con más claridad. ¿Por qué las democracias occidentales del siglo XXI, a pesar del nivel cultural alcanzado siguen pariendo y alimentando monstruos? Nadie sabe dar respuesta a esa pregunta de no ser que vaya a la Biblia a buscarla.
<b>El Roto</b> en una de sus viñetas, que por cierto censuran con mucho acierto la actualidad, muestra la cara horrorizada de un hombre. En el sombrero que lleva puesto está escrito con letras rojas: SPY. Por encima de su cabeza le cae un montón de mierda. Da la impresión de que <b>El Roto</b> estuviese anunciando lo que sucedería en las puertas de los juzgados de algunas ciudades catalanas que por la mañana aparecieron bloqueadas por montones de estiércol. <b>El Roto</b> hace esta petición: “¡El alcantarillado del sistema está reventando!¡Dejad de cagar!” ¿Cómo se puede dejar de cagar si la condición humana la describe a la perfección el profeta Isaías con estas palabras: “Oíd cielos, y escucha tú tierra, porque habla el Señor: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí…Desde l planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga, no están curadas ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1: 2-6). El profeta describe la corrupción moral del pueblo de Israel, que puede aplicarse a cualquier sociedad por ser intemporal, por haber abandonado a Dios. ¿No describen <b>Cristina Torrent i El Roto</b> las consecuencias de haber abandonado a Dios el mundo occidental? Ambos describen los efectos pero no la causa de la corrupción. Avisan de la enfermedad moral del ser humano sin saber qué remedio aplicar.
<b>Juan José Millas</b> finaliza su escrito <i>Alcantarillados</i>, con estas palabras: “Aquí solamente estamos Mariano y yo y Mariano no está”. Se habla mucho de las alcantarillas del Estado cuando a la vista de lo que estamos conociendo, deberíamos hablar del Estado de los alcantarillados”. La metástasis corruptora debería hacernos reflexionar el proverbio: “La justicia exalta la nación, pero el pecado es el oprobio de los pueblos” (Proverbios 14: 34).
Isaías que describe Israel como una nación que “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana”, lo invita a que escuche el aviso de Dios que cambiaría radicalmente el destino de la nación: “Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuelva al señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55: 6,7). La invitación del  profeta no va dirigida únicamente a la élite política y religiosa, la hace extensiva a toda la población pues toda ella es culpable de la falta de justicia que se daba en los tribunales y en las relaciones sociales. “Así dice el Señor: Guardad derecho, y haced justicia, porque cercana está mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse” (56: 1). La falta de la justicia es la ruina de la nación. Sabiéndolo es de sabios rectificar. Deshacernos de la corrupción que nos llega a la nariz y que está a punto de ahogarnos no conseguirá su propósito si colectivamente pedimos perdón a Dios por nuestros pecados y cambiamos el rumbo de nuestro caminar. Es una decisión que debe tomarse individualmente. Nadie puede tomarla por nosotros.
Los políticos intentarán embaucarnos con sus promesas de regeneración democrática. Sus promesas no son creíbles porque carecen del poder de cambiar su naturaleza corrompida por el pecado, mucho menos la de las otras personas. El hombre nuevo con una manera totalmente distinta de hacer solamente puede conseguirlo Jesús que transforma los corazones inclinados a hacer el mal por otros que vehementemente desean hacer el bien. Cualquier promesa de regeneración política que no pase por la conversión a Jesús está destinada al fracaso porque el ser humano no puede cambiar su naturaleza corrupta de la misma manera que el leopardo no puede borrar las manchas en su piel.
Octavi Pereña i Cortina




dilluns, 19 de novembre del 2018


LA PLAGA DEL DIVORCIO

<b>El divorcio se le considera un ejercicio de libertad cuando en realidad es un camino hacia la destrucción moral</b>
“Cada cinco minutos se rompe un matrimonio en España, país con la tasa más elevada de Europa en rupturas y la más baja en nupcialidad. Uno de cada siete matrimonios se rompe antes del quinto aniversario. Se producen siete rupturas por cada diez matrimonios (Son cifras del último informe sobre nupcialidad y ruptura del Instituto de Política Familiar elaborado con datos del Instituto Nacional de Estadística) ¡Terrible!
Las estadísticas son frías. Detrás de ellas se encuentran personas con nombres y apellidos. No números del DNI o de la Seguridad Social. Acierta <b>Eduardo Herfelder</b>, presidente del Instituto de Política Familiar cuando escribe: “Es que estamos hablando de dramas familiares, de fracasos personales, dolor humano…No debe olvidarse nunca que detrás de cada persona que se divorcia existe un conflicto para resolver y un drama familiar”. <i>Un conflicto para resolver</i>, a mi parecer es el quid de la cuestión. Las personas espiritualmente hablando están muertas. El drama del divorcio no se debe a los cambios sociales que se producen y que han llevado al crecimiento del individualismo, al hecho de que la mujer haya entrado en el campo laboral con lo que se da menor dependencia económica del marido y de que se sea menos tolerante. El problema real es: ¿Cómo son las personas que se casan? Parece ser que el porcentaje de divorcios es el mismo entre las personas que han pasado por la vicaría, por el juzgado, o que se limitan a vivir juntas para no tener que pasar por los formalismos sociales. Las personas que han formalizado un matrimonio legal son más responsables de su fracaso que las que no lo han hecho. Lo que incrementa la responsabilidad de los <i>legalistas</i> es que en el momento de contraer matrimonio, sea religioso o civil, es que ha existido un juramento de fidelidad mutua mientras vivan y el compromiso de ayudarse mutuamente en la prosperidad y en el infortunio. El juramento se ha roto. El pacto se ha quebrantado, sea por conveniencia mutua  o porque uno de los conyugues lo rompe unilateralmente. No importa. El drama está servido. Como dice el siquiatra <b>Luís Rojas Marcos</b>. “En las diligencias de divorcios alguien sale siempre malparado. Con independencia de las motivaciones que llevan a los matrimonios a separarse, la verdad es que no existen separaciones amistosas. La ruptura de las parejas es una de las experiencias más amargas que puede sufrir las personas”. <b>Mariela Michelene</b>, escribe: “No se puede evitar el dolor, es como alguien cercano muere. En una ruptura también se da la pérdida de un ser querido de forma concreta y real. Pierdes la rutina de esta persona, el presente y el futuro”. Y la experiencia de una divorciada: “Antes no había apreciado lo que es ser madre sola, yo estoy en una situación muy afortunada porque no tengo problemas económicos. Es duro pasar por una separación y a la vez ser madre, realmente duro” (<b>Chantelle Haughton</b>).
Volvamos a los <i>fracasos personales</i>. ¿Por qué hay tantos? La imagen del hombre (macho y hembra) perfecto, sin fisuras emocionales se rompió en el paraíso con el pecado de Adán. Antes de la desobediencia  las relaciones de Adán y Eva no tenían encontronazos. Mantenían plena sintonía. Era algo parecido a una sinfonía sin notas discordantes. Tan pronto como el pecado se introdujo en sus vidas se manifestó el desacuerdo. Se reprocharon mutuamente la responsabilidad de la tragedia. ¿Qué se encuentra en el ser humano que provoca los divorcios? Esto es lo que hay en los corazones de los hombres y mujeres que se unen en matrimonio: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia…enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, …envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosa semejantes a estas…” (Gálatas 5: 19-21). Unas personas que convivan con estas características personales, ¿por qué debe extrañarnos que no se soporten y decidan divorciarse”. Si no fuese por la gracia de Dios que de alguna manera frena el impulso pasional, ningún matrimonio acabaría bien.
En cierta ocasión unos fariseos (grupo religioso) se le acercaron a Jesús con el propósito de probarlo. Le dijeron: “Si era lícito para un hombre repudiar a su mujer”. Jesús les respondió: “¿Qué mandó Moisés?” Le respondieron: “Moisés permitió escribir un acta de divorcio, y de repudiar”. Luego Jesús expone la razón por la que Moisés autorizó el divorcio: “Debido a la dureza de vuestro corazón, os escribió este mandamiento”. Pero Dios, les dice Jesús, no acepta esta permisividad: “Desde el inicio de la creación Dios los hizo varón y hembra. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne, así que  no son ya  más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10: 2-9). Ante la plaga de divorcios que tanto   dolor aporta, ¿ha unido Dios para siempre a quienes en la ceremonia nupcial se les dice: “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre? Evidentemente no.
Las características que cita Gálatas 5 que hemos leído dice que son obras de la carne, que son realizadas por personas que no se han convertido a Cristo. Dicho de otra maneras poseen “corazones de piedra” En cambio, los conversos a Cristo que son guiados por el Espíritu Santo y que tienen “corazones de carne”, su peculiaridad es: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5.22, 23). Son como la noche y el día. La carne y la piedra no tienen nada en común. Una pareja que manifiesta el fruto del Espíritu no es perfecta. Se les presentarán situaciones difíciles que crearan tensiones, como tienen a Jesús  a su lado las tensiones se dulcificarán. Marido y mujer juntos pedirán perdón al Señor  por su parte de culpabilidad, lo cual hará que se vacíe la mochila de la discordia lo cual hará que el viaje sea más llevadero.  
Octavi Pereña i Cortina



1 SAMUEL 28: 6,7

“Y consultó Saúl al Señor, pero el Señor no le respondió…Entonces, Saúl dijo a sus sirvientes: Busquemos a una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte” 
Quim Monzó comentando los engaños de Sylvia Browne, una de las videntes más prestigiosas del mundo, dice: “Mucha gente no puede entender como sus libros encabezan las listas de los más vendidos. Aun ahora, estas dos semanas tras su muerte, en Amazón se venden como rosquillas. ¿Por qué? Pues porque, a parte de algunas excepciones, la gente es básicamente burra, dicho sea con todo respeto”.
Maimónides, el filósofo judío nacido en Córdova tiene algo que decir al respecto: “Atribuimos poderes sobrenaturales a los astros y a los signos de zodíaco “no son sino farsa y engaño”. Aconseja: “No te pase por la cabeza hacer caso a las locuras de astrólogos y exorcistas. Todas estas cosas ni tan solo merecen que las escuche un hombre de bien y mucho menos creídas”. Refiriéndose a las fábulas de los curanderos, Maimónides escribió: “Estas cosas no son más que engaños y mentiras con las que los antiguos idólatras embaucaron a muchos pueblos ganándolos así para unas falsas doctrinas, y no está bien que los hijos de Israel, que son un pueblo intelectualmente superior a los otros, crea también semejantes vanidades ni que crean que les pueden aportar algún beneficio”.
La Biblia es muy clara respecto al tema que comentamos:
        “Porque los terafines han dado vanos oráculos, y los adivinos han visto mentira, han hablado sueños vanos, y vano es su consuelo, por lo cual el pueblo vaga como ovejas, y sufre porque no tiene pastor” (Zacarías 10:6).
Consultar a los distintos medios de adivinación no aporta sabiduría a quienes los examinan. El Señor considera a sus seguidores como ovejas extraviadas que no tienen pastor.
        “Y a la persona que atienda a encantadores o adivinos, para prostituirse tras ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona, y la cortaré de entre su pueblo” (Levítico 20:6).
Consultar a encantadores o adivinos significa no tener en cuenta Dios que es la luz que el ser humano necesita para que ilumine su camino y así pueda sortear los peligros que se presentarán en su recorrido.
La conversión a Cristo corta los lazos que unen a las prácticas ocultistas porque libera del dominio de Satanás, el señor de las tinieblas, que las promueve. Por la predicación de Pablo, los efesios que creyeron en Jesús “venían confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos, y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata” (Hechos 19: 18,19). La luz y las tinieblas no pueden ir juntas en una misma persona. Debe escogerse o la una o la otra.

GENESIS 16: 2

“Y Abram escuchó la voz de Sarai”
“Luego vino a él (Abram) palabra del señor diciendo: No te heredará éste (el damasceno Eliezer), sino un hijo tuyo será tu heredero” (15:4). Abram creyó al Señor “y le fue contado por justicia” (v.6). A pesar que Abram se acercaba a los cien años y Sarai había perdido la costumbre de las mujeres, creyó  en la palabra de Dios. Pero, ¡ay el pero! ¡Con cuanta facilidad las dudas se presentan para desobedecer al Señor!
Los tiempos los establece el Señor, no el hombre. La impaciencia se apodera de nosotros y en vez de hacer las cosas bien las hacemos mal y tenemos que pagar las consecuencias. La ley del matrimonio dice. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2: 24).
Abram i Sarai estaban sujetos a la ley del matrimonio que dice: “¿Acaso ignoráis, hermanos, (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entretanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta a la ley del marido mientras éste vive, pero si el marido muere ella queda libre de la ley del marido, si en vida del marido  se une a otro hombre será llamada adúltera, pero si su marido mure, es libre de esa lay, de tal manera que si se une a otro hombre, no será adúltera” (Romanos 7: 1-3). Esta ley puede aplicarse perfectamente al marido.
La impaciencia de Sarai para que se cumpliese la promesa del Señor de que tendrían un hijo condujo a Abram a cometer adulterio con Agar la sirvienta de Sarai. La Biblia no nos dice nada al respecto, pero es de suponer que Abram tuvo que aguantar el lloriqueo de su esposa hasta el punto que descuidó que era la cabeza de ella y se sometió a su voluntad infringiendo la ley de Dios. El pecado es pecado sea quien sea la persona que lo cometa. Del arrepentimiento de Abram no se nos dice nada, pero sí el de David que fue amonestado por el profeta Natán de haber cometido adulterio con Betsabé. A resultas de la reprensión, el adúltero escribió el salmo 51 en el que confesa públicamente el pecado cometido en privado.
El filósofo romano Seneca dijo de aquella lejana época: “A un adulterio se le llama matrimonio”. Nuestro tiempo no se distingue en nada al de aquella lejana época. ¿Cuántos adulterios se cometen hoy en día si se tiene en cuenta la ley del matrimonio que para instrucción nuestra registra la Biblia?




dilluns, 12 de novembre del 2018


ROMANOS 14: 19

“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”
El capítulo 14 de Romanos pienso que debería ser n texto leído con cierta frecuencia porque trata el tema de las relaciones humanas. Debe tenerse en cuenta su contenido porque creo que  muchos desacuerdos se resolverían pacíficamente  y las relaciones humanas no sufrirían debido a los puntos de vista distintos.
Las diferencias de opinión si no van engrasadas con el amor de Dios pueden dar lugar a desavenencias que afecten a las relaciones personales que no son propias de cristianos y que a la vez afean el testimonio que tenemos que dar en un mundo que no se caracteriza precisamente en amar al prójimo.
Dada nuestra naturaleza pecadora, a pesar de que la sangre de Cristo nos haya limpiado todos nuestros pecados y que los ha arrojado en el fondo del mar y no se acuerda de ellos, lo cierto es que seguimos siendo pecadores que caminamos hacia la perfección que caracteriza al Padre celestial. Amarnos los unos a los otros a menudo deja mucho que desear. Por ello el arrepentimiento es necesario para obtener el perdón de Dios y de la misma manera que Él perdona nuestros muchos pecados tenemos que perdonar al hermano que motivado por el desacuerdo haya podido pecar contra nosotros.
Hasta que no llegue el día que nuestros ojos contemplarán la gloria de Dios y hayamos alcanzado la perfección a la que somos llamados, nuestras imperfecciones actuales nos juegan muchas malas pasadas. Mientras no hayamos alcanzado la plena salvación y arrastremos el pecado que permanece vivo en nuestros corazones, durante nuestro peregrinaje terrenal “sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. Es una labor que tenemos que cultivar con mucho esmero pues es muy probable que nuestra conducta pueda interferir la paz que debe existir entre hermanos en Cristo. El arrepentimiento debe formar parte de nuestra dieta cristiana diaria.


SALMO 4: 8

“En paz me acuesto y duermo, porque solamente Tú me haces vivir confiado”
Vivimos en la época de los ansiolíticos, los fármacos que se utilizan para combatir la ansiedad y, con ello el desasosiego existente en el alma, los productos que nos ayudan a conciliar el sueño. Se dice que muchos de dichos fármacos  son inocuos, que pueden tomarse sin temor alguno. Lo cierto es que estos medicamentos son adictivos. Tal vez no lo sean tanto como otras drogas, pero lo son. Lo que sí es cierto es que estos fármacos únicamente tratan los síntomas pero no la causa que produce la ansiedad y el insomnio.
La sociedad actual con la masificación del ateísmo, la necedad de decir que Dios no existe se encuentra desprotegida contra los trastornos del alma. Sin Dios el alma se ha convertido en un mar tempestuoso que agita todavía más la ansiedad y el insomnio que le acompaña. El profeta Isaías describe la tempestad que sacude en lo íntimo del alma, con estas palabras: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Isaías 57: 20,21). El profeta limita la ansiedad y el insomnio a los impíos. La razón de ello se debe a que cuando la ansiedad que lleva al insomnio aparece no saben a dónde ir en busca del remedio. Solución: las pastillas que fabrican las farmacéuticas.
Calmar la tempestad del alma únicamente puede hacerlo Jesús que es el Médico del alma. Sin Él nos sentimos abandonados y no sabemos en dónde acudir para encontrar la paz necesaria. Los sanos, los que creen que no  tienen ningún problema espiritual,  no tienen necesidad del Médico que cura sus dolencias espirituales. Los que se dan cuenta de la enfermedad de su alma son quienes irán al Facultativo que perdona los pecados y restaura el alma. Tenemos que ser conscientes de nuestra dolencia espiritual e ir a Jesús para que la cure.  ¿Lo hacemos? Dejaremos que los tabúes contra la religión y contra Dios, que son  de instigación satánica,  nos impidan acudir a Jesús para que cure la dolencia de nuestra alma?
En Mateo 6: 25-34, el texto en el que Jesús enseña a que  nos fijemos en las aves del cielo y en los lirios del campo, nos dice que sin que tengan que hacer nada Dios cuida de ellos, provee sus necesidades. Con ello nos insta a que pongamos la mirada en Él, a que creamos en Él, porque únicamente de Él nos viene el socorro que necesitamos. Si tenemos presente el cuidado que el Creador tiene de la creación, ¿no va a cuidar de nosotros que nos ha creado a su imagen y que en Jesucristo su Hijo nos da vida eterna?
Si Dios cuida de los impíos que le maldicen, ¿cómo no va a cuidar de sus hijos? ¿Tendrá que decirnos: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?”, como dijo a sus discípulos cuando la tempestad los cogió navegando con la barca por el Mar de Galilea? Como somos personas de poca fe, digámosle: “¡Auméntanosla, Señor!




DEPREDADORES SEXUALES

<b>Las mujeres siempre encontraran en su camino felinos agazapados dispuestos a destruirlas en sus garras sedientas de sexo</b>
La reincidencia de <b>Tomás Pardo  Caro</b> al secuestrar a una mujer de 52 años, agredirla sexualmente y abandonarla dejándola casi muerta, resucita el papel que debe jugar la justicia en estos casos.
El editorial de La Vanguardia (2/11/2016), dice. “La finalidad de los centros penitenciarios no puede ser otra que la rehabilitación de los internos y su posterior reinserción social. Por lo tanto, parece conveniente que aprovechen su estancia entre rejas para participar en programas de recuperación que los alejen del delito. En algunos casos serán programas efectivos…Pero en otros, desgraciadamente, no obtendrán buenos resultados. En estos últimos casos, fracasados los protocolos de recuperación, los condenados deben salir de la prisión, al menos no antes de haber cumplido las penas que se les hayan impuesto. Y una vez las hayan cumplido, deben estar sometidos a mecanismos de control que permitan tenerlos localizaos a toda hora y, en la medida de lo posible, prevenir la comisión de nuevos acosos”.
La vanguardia se hace suya la filosofía de la Consejería de Justicia y de Instituciones Penitenciarias de la Generalitat de Catalunya de que pueden rehabilitar a los delincuentes a su cargo. Esto es una utopía porque el hombre no puede rehabilitar a otro hombre. Jesús hace diana cuando dice: “¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿No  caerán ambos en el hoyo?” (Lucas 6:39). En el momento en que Instituciones Penitenciarias asume la responsabilidad de rehabilitar delincuentes, asume el papel de ciego que guía a otro ciego, ambos, ineludiblemente caerán en el hoyo.
¿Qué papel debe asumir el Gobierno y en concreto el Departamento de Instituciones Penitenciarias? Su papel debe centrarse en lo que el apóstol Pablo dice deben jugar   las autoridades a las que se debe obedecer. Afirma: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo dispuesto por Dios resiste, y los que resisten acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres pues no temer a la autoridad? Haz l bueno y tendrás alabanza de ella” (Romanos 13: 1-3). El concepto “soberanía popular” es una falacia. Es el resultado de la sedición contra Dios  que pretende destronarlo. Todos los intentos han fracasado, fracasan y fracasarán. Dios sigue sentado en su trono celestial riéndose de la vanidad humana.
Dios delega parte de su autoridad suprema en las autoridades delegadas para que administren los asuntos temporales  según los principios de su justicia. Las autoridades romanas del tiempo de Pablo no eran un modelo  de a seguir. A pesar de ello gobernaban por delegación de Dios. Como las actuales. A pesar de su imperfección el apóstol reconoce que la autoridad “es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (v.4). De esta autoridad delegada por Dios que desea matarle debido a su fe en Cristo, el apóstol desea zafarse de ella  apelando a otra autoridad delegada: la romana. La autoridad humana “es un servidor de Dios para tu bien”. Debe defender a los ciudadanos de los depredadores sexuales o económicos. Hoy, lo que nos interesa son los depredadores sexuales. Debe distinguirse quien toca el culo de una mujer en una aglomeración, o quien dice un piropo grosero, de quien con premeditación y alevosía piensa en perjudicarla.
La reincidencia  de b>Tomás Pardo Caro</b> da la razón a <b> Josh Brown</b>, jugador de rugbi de los Giants, cuando tiene la valentía de decir: “He tomado decisiones para usar y abusar de las mujeres desde los 7 años. He objetivado a las mujeres, y jamás me he preocupado por el mal y el dolor que les he ocasionado. Mi capacidad de conectar emocionalmente con otras personas es cero. Mis niveles de empatía también eran cero…Me convertí en un acosador y física y verbalmente hice daño a Molly (su ex). Me veía como si fuese Dios y ella mi esclava. Era portador de un aplastante sentimiento de propiedad  y ponía el dinero por encima de Dios y lo utilizaba como un instrumento de poder”
A la hora de dictar sentencia se debe juzgar según la gravedad de los hechos.
Las autoridades tienen dos tareas a realizar: la protección integral de los ciudadanos y castigar a quienes la amenazan. Hay delitos que pueden seguir el protocolo establecido a la hora de conceder permisos y de acortar la pena por buen comportamiento. Pienso que otros delitos, como el de <b>Tomás Pardo Caro</b> deben pagar con la pena máxima que establece la ley. Es una utopía creer que la perversidad de una persona como la que comentamos pueda borrarse con planes de reinserción social que no afectan al alma. Es un trabajo que debe hacerse muy bien y el único que puede garantizar hacer un buen trabajo de limpieza espiritual es si el depredador sexual atraviesa la puerta estrecha de la fe en Cristo. A pesar del perdón de Dios, depredadores sexuales que se han convertido a Cristo en los Estados Unidos en donde existe la pena de muerte, reconocen la gravedad de sus fechorías y aceptan la sentencia de pena de muerte. Han recibido el perdón de Dios, pro tienen que pagar aquí en la tierra el  castigo que su pecado se merece. Las autoridades no pueden perder de vista sus responsabilidades de proteger a sus ciudadanos, y en este caso a las mujeres,  de los depredadores sexuales. Si para hacerlo debe revisarse el Código Penal y endurecer las penas de los delitos sexuales, por el bien de la justicia, hágase lo antes posible.
Octavi Pereña i Cortina


dimarts, 6 de novembre del 2018


HABLAR CHAPUCERO

<b>”Sin leña se apaga el fuego, y en donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Proverbios 26: 20) </b>
El arco parlamentario está saturado de un hablar grosero que daña los oídos sensibles. <b>El Roto</b>, en muchas ocasiones refleja en sus viñetas la actualidad. En la que ahora comento esboza el rostro  con una boca enorme abierta con la lengua que sobresale. Yo lo interpreto como el fuego que vomitan las entrañas de la persona. El texto que acompaña la imagen es muy breve: “La afonía de la razón genera el grito”. <b>El Roto</b> al diseñar  esta viñeta pienso que no estaba pensando en el griterío que en las manifestaciones se lanza contra los políticos, sino en las vergonzosas y chapuceras intervenciones de los políticos en el Congreso de Diputados. <b>El Roto</b> culpa a la “afonía de la razón” como la causante de las refriegas parlamentarias que en vez de calmar los ánimos los avivan convirtiendo sus bocas en cráteres que vomitan la lava y el fuego que engendran sus entrañas. Sea en sede parlamentaria o en mítines para atraer votos disparan improperios contra sus oponentes con el propósito de esconder la carencia de proyectos  para mejorar la situación del país y para que los posibles votantes perciban la perversidad de los otros. Esta acción política que persigue el descrédito de los otros es incendiaria y si las llamas prenden y los bomberos no llegan a tiempo, un fuego incipiente quema un gran bosque. Del incendio, tanto los unos como los otros salen con quemaduras.
El sinónimo de “afonía de la razón” es el “corazón del hombre”, el espacio espiritual en donde se incuban los pensamientos  que se convierte en palabras y éstas en acciones. La degradación extrema a que se llega en el uso de la palabra  no se curará haciendo que la Filosofía sea una materia escolar de obligado estudio, ni la religión tradicional que adoptan multitudes sirven sanear el lenguaje. La restauración del lenguaje requiere la sustitución del corazón actual que es la fuente de las palabras malsonantes que se convierten en hechos asquerosos, por uno nuevo del cual broten palabras distintas con hechos distintos que sean bien recibidos.
Jesús es muy claro al afirmar que las palabras groseras que suenan tan mal  y que a diario se escuchan no se debe a un agente externo que las fabrica: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que pueda contaminar, pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre” (Marcos 7: 15). Poco después el Señor dice a sus discípulos: “¿También vosotros estáis sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar? (v.18). No vayáis a buscar vuestro hablar chapucero fuera de vosotros. No culpéis a nadie sino a vosotros mismos: “Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos…Los hurtos, las avaricias, las maldades los engaños, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (vv. 21-23).
El apóstol Pablo escribe estas palabras que deberían hacernos reflexionar a todos: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4: 29). Es un mensaje dirigido a unas personas que han creído en Jesús, que han nacido de nuevo, que son hijos de Dios y hermanos de Jesús, que son guiados por el Espíritu Santo a hacer las obras que tienen que caracterizar  a los verdaderos cristianos. A pesar de que todavía no han alcanzado la perfección a la que son llamados, la recomendación apostólica “que ninguna palabra corrompida alga de vuestra boca”, solamente  puede dirigirse a personas que verdaderamente hayan creído en Jesús y que por la dirección del Espíritu Santo a que están sujetos hace posible  que puedan expresar ”la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Solamente los verdaderos cristianos son sensibles a las palabras malsonantes que nacen   en los corazones malos  que producen  pensamientos perversos y que se convierten en obras que degradan a los hombres y que hacen daño al prójimo. Durante el peregrinaje por este mundo los verdaderos discípulos de Jesús velan para que no salgan de sus bocas ninguna palabra corrompida y se esfuerzan para que las que salgan sean para edificación y beneficio de quienes las escuchen.
Abandonemos los legalismos religiosos y filosóficos que no conduce a hacer nuevas personas a quienes los practican. Lo que la sociedad necesita urgentemente es escuchar el mensaje claro y sencillo de la Palabra de Dios que no esté corrompido por las tradiciones religiosas  porque es la levadura que leuda la masa y que hace posible que el corazón malo, de piedra, según la Biblia, en uno bueno predispuesto a decir aquello que sirve para el bien del otro. Si Jesús no reina en los corazones de las personas no debe extrañarnos que las democracias occidentales caminen hacia las dictaduras.  La proliferación de mensajes incendiarios de políticos alertan del peligro.
Octavi Pereña i Cortina



1 TIMOTEO 2: 5

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”
La Iglesia católica ha añadido a mediados de octubre de 2018 dos nuevos santos en el santoral: el papa Pablo VI y el arzobispo Romero. Refiriéndose a estos supuestos santos Joan-Enric Vives, arzobispo de Urgell, dice: “Dos nuevos intercesores que nos ayudan a acertar el camino del compromiso evangélico “inquietante”, porque la Iglesia viva y predique con más coherencia el Evangelio de Jesús y practique la opción preferencial por los pobres”.
Dudo que la exaltación de los dos nuevos supuestos santos sirva para que la Iglesia católica “predique con más coherencia el Evangelio de Jesús”. En primer lugar porque los supuestos santos son personas que han fallecido y que los hombres, por sus servicios prestados a la Iglesia premian con el título de santos. La Biblia que debe ser la plomada que señala si se edifica correctamente la Iglesia, no está de acuerdo con el modelo de santidad católico. La Biblia señala como santos a personas vivas que habiendo creído en Jesús como a su único y suficiente Salvador, la sangre de Jesús los ha limpiado todos sus pecados (1 Juan 1:7), y recibido la santificación del Espíritu (1 Pedro 1:2) que por la obediencia se van acercando cada día más a la belleza de Jesús, el modelo a imitar. Los santos, según la Biblia son personas vivas, no fallecidas, con sus defectos, que no han alcanzado todavía la perfección del Padre que pide Jesús. Lo confirma la Biblia cuando el apóstol Pablo escribiendo a la iglesia en  Éfeso escribe: “A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso” (1:1). Más claridad imposible.
Otro factor que no ayuda a la Iglesia católica “a acertar el camino del compromiso evangélico” es que los difuntos a los que la Iglesia hace santos es el culto a los muertos, practica totalmente prohibida en la Sagradas Escrituras. La Iglesia católica fabrica santos que medien ante Dios para que “viva y predique con más coherencia el Evangelio de Jesús”. ¿Cómo se puede predicar con más coherencia el evangelio de Jesús si se le roba el honor de ser el único Mediador entre Dios y los hombres? El culto a los muertos es de inspiración satánica que persigue que los hombres no crean en Jesús y así se salven. El incienso que se alza ante las estatuas de santos y vírgenes no es agradable a los ojos de Dios y su fragancia no llega ante su presencia. Es una gran responsabilidad que el papa hasta el último sacerdote tienen ante Dios por enseñar doctrinas que no se ajustan a la verdad del Evangelio: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido  ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación: porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11,12).


JONÁS 4: 2

“Y oró al Señor y dijo: Ahora, Señor, ¿no es acaso lo que yo decía estando aun en la tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis, porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tarde en enojarte, y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal”
Jonás recibe el encargo de ir a Nínive, la capital del imperio asirio para que predicase un mensaje de arrepentimiento. Pero no quiere cumplir la orden del Señor y embarca en una nave con destino a Tarsis. Pero el Señor sabía en todo momento en donde se encontraba el profeta desobediente. El Señor levanta una fuerte tormenta que para aplacarla Jonás tiene que ser lanzado al mar. La tempestad se calma y un gran pez que el Señor había preparado para la ocasión engulle el profeta. Al cabo de tres días siguiendo las instrucciones de Dios, el pez lanza a  tierra al profeta. Andando Jonás llega a Nínive y predica el mensaje de arrepentimiento encargado por el Señor. El pueblo se arrepiente y el profeta se enoja contra Dios por no haber destruido Nínive. El texto que comentamos es la oración de Jonás quejándose  contra Dios por haber sido misericordioso con los ninivitas.
La oración refleja el racismo que siempre existió en el corazón de los israelitas. El orgullo de raza enturbiaba su alma. Ellos eran el pueblo escogido por Dios y según ellos ningún gentil tenía derecho a entrar a formar parte del pueblo elegido, a pesar de los muchos textos que dicen lo contrario. Su obcecación les hacía olvidar que entre los antepasados de David, el gran rey de Israel se encontraban dos mujeres gentiles: Rahab, la prostituta de Jericó y Rut la Moabita.
Cuando el apóstol Pablo  fue detenido y acusado de haber introducido gentiles en el templo y el tribuno le permitió dirigirse a la multitud, ésta le escuchó hasta el momento que se refirió al mandato de Jesús: “Vé, porque yo te enviaré lejos  a los gentiles” (Hechos 22: 21). Al oír estas palabras  gritaron: “Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva” (v.22).
El testamento que Jesús dejó a los discípulos y a nosotros es: Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28: 19). Debido al pecado la tendencia racista la llevamos incluso los cristianos grabada en nuestro corazón. Jesús nos ordena hacer discípulos a todas las naciones. Hoy no es necesario salir de nuestro país para cumplir el mandato de Jesús de anunciar el evangelio a todas las naciones porque con la migración las naciones vienen a nosotros. Que no hagamos como Jonás que rehuyamos su presencia para no tener que anunciarles la misericordia de Dios en la persona de Jesús y tengamos que ser amonestados por nuestra dureza de corazón.
¿Ha leído el lector el libro de Jonás? Es muy corto. Si no lo ha hecho no retrase su lectura.