CORRUPCIÓN AMENAZADORA
<b>La frase: “La religión es el
opio del pueblo” debería modificarse y decir: “La política es el opio del
pueblo”</b>
<b>Cristina Torrent</b>
inicia así su escrito <i>Democracias</i>: “Las democracias, el
gobierno del pueblo –o más concretamente de su mayoría- están pariendo
monstruos. La extrema derecha, el populismo, el autoritarismo se va extendiendo
como una epidemia, por todas partes. Un mal que no cesa de crecer y que se va
infiltrando por las grietas de las democracias occidentales. Gigantes con pies
de barro. ¿De dónde han salido sino los Trump, Putin, Conte o Balsonaro? De las
urnas. Por lo tanto nadie puede cuestionar su poder legítimo otorgado por los
electores. ¿O sí? No podemos olvidar que un nacional-socialista llamado Hitler
llegó al poder por la vía de las urnas, no estamos en los años treinta (del
siglo XX) pero la amenaza es real. La democracia del siglo XXI, sigue pariendo
y alimentando monstruos”. Pienso que lo que dice <b>Cristina
Torrent</b> no o puede decirse con más claridad. ¿Por qué las democracias
occidentales del siglo XXI, a pesar del nivel cultural alcanzado siguen
pariendo y alimentando monstruos? Nadie sabe dar respuesta a esa pregunta de no
ser que vaya a la Biblia a buscarla.
<b>El Roto</b> en una de sus
viñetas, que por cierto censuran con mucho acierto la actualidad, muestra la
cara horrorizada de un hombre. En el sombrero que lleva puesto está escrito con
letras rojas: SPY. Por encima de su cabeza le cae un montón de mierda. Da la
impresión de que <b>El Roto</b> estuviese anunciando lo que
sucedería en las puertas de los juzgados de algunas ciudades catalanas que por
la mañana aparecieron bloqueadas por montones de estiércol. <b>El
Roto</b> hace esta petición: “¡El alcantarillado del sistema está
reventando!¡Dejad de cagar!” ¿Cómo se puede dejar de cagar si la condición
humana la describe a la perfección el profeta Isaías con estas palabras: “Oíd
cielos, y escucha tú tierra, porque habla el Señor: Crié hijos, y los
engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí…Desde l planta del pie hasta la
cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga, no están
curadas ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1: 2-6). El profeta
describe la corrupción moral del pueblo de Israel, que puede aplicarse a cualquier
sociedad por ser intemporal, por haber abandonado a Dios. ¿No describen
<b>Cristina Torrent i El Roto</b> las consecuencias de haber
abandonado a Dios el mundo occidental? Ambos describen los efectos pero no la
causa de la corrupción. Avisan de la enfermedad moral del ser humano sin saber
qué remedio aplicar.
<b>Juan José Millas</b>
finaliza su escrito <i>Alcantarillados</i>, con estas palabras:
“Aquí solamente estamos Mariano y yo y Mariano no está”. Se habla mucho de las
alcantarillas del Estado cuando a la vista de lo que estamos conociendo,
deberíamos hablar del Estado de los alcantarillados”. La metástasis corruptora
debería hacernos reflexionar el proverbio: “La justicia exalta la nación, pero
el pecado es el oprobio de los pueblos” (Proverbios 14: 34).
Isaías que describe Israel como una
nación que “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana”, lo
invita a que escuche el aviso de Dios que cambiaría radicalmente el destino de
la nación: “Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que
está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y
vuelva al señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual
será amplio en perdonar” (Isaías 55: 6,7). La invitación del profeta no va dirigida únicamente a la élite
política y religiosa, la hace extensiva a toda la población pues toda ella es
culpable de la falta de justicia que se daba en los tribunales y en las
relaciones sociales. “Así dice el Señor: Guardad derecho, y haced justicia,
porque cercana está mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse”
(56: 1). La falta de la justicia es la ruina de la nación. Sabiéndolo es de
sabios rectificar. Deshacernos de la corrupción que nos llega a la nariz y que
está a punto de ahogarnos no conseguirá su propósito si colectivamente pedimos
perdón a Dios por nuestros pecados y cambiamos el rumbo de nuestro caminar. Es
una decisión que debe tomarse individualmente. Nadie puede tomarla por
nosotros.
Los políticos intentarán embaucarnos con
sus promesas de regeneración democrática. Sus promesas no son creíbles porque
carecen del poder de cambiar su naturaleza corrompida por el pecado, mucho
menos la de las otras personas. El hombre nuevo con una manera totalmente
distinta de hacer solamente puede conseguirlo Jesús que transforma los
corazones inclinados a hacer el mal por otros que vehementemente desean hacer
el bien. Cualquier promesa de regeneración política que no pase por la
conversión a Jesús está destinada al fracaso porque el ser humano no puede
cambiar su naturaleza corrupta de la misma manera que el leopardo no puede
borrar las manchas en su piel.
Octavi
Pereña i Cortina