MATERIALISMO INSENSATO
<B>Ser corto de vista en el campo
del espíritu tiene consecuencias eternas</b>
Una viñeta de <i>El Roto</i>
ilustra muy bien la actualidad: Una madre sentada en la mesa con sus dos hijos.
Uno de ellos le pregunta: “Mami, ¿qué es el vacío existencial? La respuesta que
recibe de su madre no puede ser más clarificadora por su sencillez: “Pues que tenemos muchas cosas”. ¿Cuál es la causa
de desear muchas cosas? Se debe a que las cosas nos satisfacen momentáneamente
y nos producen una sensación de felicidad. ¿A qué precio? Este deseo incontrolado de poseer alguien lo ha
denominado: <i>Ley Barbie</i>: “Los accesorios que se consideran
opcionales se hacen imprescindibles creando necesidades que antes no se
tenían”. Las cosas materiales tienen fecha de caducidad. Por buenas que sean
llega el momento que se estropean y la decepción que ocasiona lleva a tener que
comprar otra a la que le llega también el día de su entierro. Un nuevo
desencanto seguido del deseo compulsivo de adquirir un nuevo juguete. Esto
produce el efecto hámster: Una rotación continua que no lleva a ninguna parte.
Se persigue una satisfacción saludable y se encuentra el vacío existencial.
Saboreamos miel y delectamos agrura. Como más bien equipada esté nuestra Barbie
favorita más decepcionados quedamos cuando se rompe. Los bienes materiales no
dan sentido a la vida. La sensación de bienestar que proporcionan es de corta
duración, lo cual provoca la necesidad de nuevas sensaciones cada vez más
intensas para producir el mismo efecto de sentirse bien. Al final, como
cualquier otro tipo de droga el cuerpo y el alma se marchitan. En vez de
encontrar el paraíso uno se hunde en un infierno. Esta es la triste realidad
del materialismo compulsivo.
Alguien ha dicho que el materialismo
explica el espiritismo y los movimientos llamados espiritualistas que impulsan
a buscar sentido a la vida por caminos equivocados. Impulsan a querer llenar el
vacío existencial que aceleran la rotación de la rueda del hámster. Vueltas y
más vueltas que no llevan a ninguna parte.
Joanie Yoder habiendo escapado del materialismo
esclavizador, escribe: “Entonces, un día, el Espíritu de Dios me abrió los ojos
con una perturbadora revelación: el materialismo no consiste únicamente en
tener cosas, también desearlas. ¡Fui
culpable de materialismo! Dios me hizo ver mi desencanto por esto: ¡Un
ídolo en mi corazón! En aquel día me arrepentí de tan sutil pecado. Dios volvió
a entronizarse en mi corazón como su
trono correcto. No es necesario decir que le siguió un gozo interno que no se
basaba en cosas sino en Él”.
Un día un hombre destaca de entre la
multitud pidiéndole a Jesús que hiciese de intermediario para partir la
herencia con su hermano. Jesús que conocía las intenciones escondidas en su
corazón, le dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee” (Lucas 12:15). Jesús
que por ser Dios conocía los pensamientos más íntimos que había en el corazón.
Jesús, dirigiéndose a la multitud
concentrada, especialmente en aquellos que tenían oídos para escuchar, les
relata la parábola del rico avaro, aquel hombre que derribaba almacenes para
hacerlos más grandes con el propósito de
poder almacenar muchos más bienes. El afán acaparador de aquel hombre solamente
tenía un motivo, poder decir a su alma:
“Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe,
regocíjate” (v.19). El hombre de la parábola como todos los materialistas de
todas las épocas solamente piensa en gratificar el cuerpo, complacer todos sus deseos. La parábola
finaliza con las palabras que Jesús dirige a aquel hombre que pensaba que la
vida era muy corta y como dudaba que hubiese un más allá en el que siguiese
existiendo, se dice a sí mismo: Come, bebe, date todos los placeres que puedas,
la vida es muy corta. Mañana moriré y cuando la muerte llegue y todo se haya
acabado, me habré dado dentro de mis posibilidades, la gran vida. Dejaré este
mundo plenamente satisfecho. Pero Jesús por el hecho de haber venido a este
mundo procediendo de las mansiones celestiales sabe lo que ignoran los
mortales. Se dirige a aquel hombre que estaba totalmente equivocado: “Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma, y todo lo que has previsto, ¿de quién
será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (vv.
20,21).
Palabras de Jesús merecedoras de ser
atendidas: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni l orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo
6: 19-21). ¿Tiene el lector oídos para escuchar las palabras de Jesús? Por
haber venido Jesús aquí en la tierra de las mansiones celestiales conoce la
realidad de lo que hay en el mundo que para nosotros hoy es invisible. No las
eche en saco roto. Quiera el Señor que pueda decir con el salmista: “Porque
este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre, Él nos guiará aún más
allá de la muerte” (Salmo 48: 14).
Octavi
Pereña i Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada