dilluns, 24 de setembre del 2018


¿SON ÚTILES LAS RELIGIONES?

<b>El sincretismo religioso conduce a no creer en nada</b>
En el escrito <i>”Servicio de las religiones en la sociedad</i>, <b>Lluís Martínez Sistach</b>, arzobispo emérito de Barcelona escribe sobre el valor que las religiones aportan a la sociedad, en estos términos: “Las tradiciones religiosas consiguen la articulación de una conciencia de aquello que nos falta. <b>Habermas</b> en su obra <i>Entre naturalismo y religión</i> exhorta a no anular estas tradiciones en las actuales sociedades secularizadas”. Según el arzobispo, las religiones contribuyen a humanizar la humanidad deshumanizada: “Las personas religiosas si son coherentes con su fe, constituyen una llamada a la espiritualidad, a la trascendencia, una invitación a aquello que es profundamente humano. El mundo se hace más humano gracias a los estados de opinión creados por las religiones a favor de todo aquello que es humano”.
El arzobispo da por hecho que el ser humano es bueno por naturaleza y que esta bondad expresada en la práctica religiosa humaniza a la humanidad deshumanizada. Pero Dios no comparte el concepto que el clérigo tiene del hombre. He aquí el punto de vista que Dios tiene del hombre que desciende de Adán: “como está escrito No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es  su garganta,  con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios, su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran a derramar sangre, quebranto y desventura hay en sus caminos, y no conocen camino de paz” (Romanos 3: 10-17). Ante este panorama tan sombrío, ¿puede esperarse algo bueno de las religiones que son de fabricación humana? Los practicantes pueden recubrirse con una capa de moralidad, de legalismo, que les impulsa a realizar, desde el punto de vista humano, obras relativamente buenas, eso sí, siempre contaminadas de pecado, hecho que impide que las religiones puedan humanizar a las sociedades deshumanizadas.
Sin los cristianos, sigue diciendo el arzobispo, nuestras ciudades “serían ciudades con muchas carencias desde el punto de vista de la espiritualidad, la conciencia social, la atención a los pobres y marginados, a los ancianos, a los enfermos, a la enseñanza, a la cultura, etcétera, admitiendo que hay muchas realidades eclesiales que también prestan su valioso servicio en estos campos”. Cierto, señor arzobispo, pero no debe olvidar que el ser humano ha sido creado para Dios. A usted, en su escrito solamente le interesan las relaciones sociales, y de las verticales, ¿qué tenemos que hacer con ellas que son las más importantes y que sin ellas el religioso tradicionalista no puede ser levadura que humanice a la sociedad deshumanizada? La buena obra que se hace en Nombre   de Jesús, a pesar de que es muy deficiente debido al pecado es la que el Señor convierte en sal que esparcida entre los hombres sirve de protección contra la corrupción y es la que el creyente en Cristo se lleva con él a la eternidad.
Los cristianos, si en verdad queremos contribuir a humanizar a la sociedad estamos obligados a anunciar el Evangelio, no otro evangelio, pues se anuncian muchos evangelios que no son Evangelio. Para poder proclamar las Buenas Noticias de la salvación por la fe en Cristo, ante todo tenemos que ser verdaderos cristianos. Si no lo somos, a pesar de que podamos considerarnos <i>creyentes practicantes</i>, ¿cómo anunciaremos a Aquel en quien no creemos? El cristianismo sin Cristo se convierte en una más de las religiones que operan en el mercado de la espiritualidad. Proclamaremos una moral parecida a la que se predica en nombre  de un dios desconocido. Lo  cierto es que el dios de las diversas religiones no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Debido a que muchos de los llamados cristianos no creen en Cristo, son cristianos de tradición porque han nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Practican tradiciones paganas revestidas de una capa de cristianismo, pero Cristo está ausente en sus vidas. Con este cristianismo de pacotilla es totalmente imposible leudar a la masa social  para humanizarla.
A los cristianos tradicionales la Biblia les dice que andan en la carne y esta andadura consiste en: adulterio, fornicación, lascivia, idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, herejías, envidias, homicidios, borracheras orgías                                      ” (Gálatas 5: 19-21). No puede negarse que este comportamiento se manifiesta en el cristiano tradicional, el de feria. También existe un pueblo cristiano minoritario formado por personas que verdaderamente han creído en Jesús como a su Salvador y que son guiados por el Espíritu Santo. La característica de estos cristianos es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv.22, 23). ¿Se manifiestan en los cristianos tradicionales esta manifestación del Espíritu Santo en las personas que han creído en Jesús? ¿De qué sirve una religión tradicional?
Octavi Pereña i Cortina




PROVERBIOS 7: 2

“Guarda mis mandamientos y vivirás, y mi Ley como las niñas de tus ojos”
Amar a Dios sobre todas las cosas es la primera parte  del Gran Mandamiento de las misma manera que lo hace el Decálogo.
El clamor de Dios dirigido al lector está impregnado de un profundo amor: “Hijo mío, guarda mis razones, y  atesora contigo mis mandamientos, guarda mis mandamientos y vivirás” (vv.1,2). La recompensa de guardar los mandamientos de Dios es la vida, que significa mucho más que la mera existencia física, implica la vida eterna que Jesús da a quienes creen en Él. La vida que promete la obediencia a los mandamientos de Dios consiste en restablecer la relación con Dios que se había roto con el pecado. Obediencia que no es fruto de la propia justicia sino de la justicia de Dios en Jesús.
El texto de Proverbios que comentamos nos dice cómo, de qué manera debemos guardar los mandamientos de Dios. Con el cuidado que se protege “las niñas de tus ojos”. Los ojos son muy sensibles. Una simple mota de polvo los irrita intensamente. La exposición a la luz brillante del sol obliga instantáneamente a cerrar los ojos para mitigar la molestia. El autor de Proverbios nos viene a decir que con la espontaneidad con que cerramos los ojos ante cualquier molestia, con la misma presteza tenemos que estar dispuestos a guardar los mandamientos de Dios porque su desobediencia nos somete a la autoridad del diablo que es el enemigo de nuestras almas. De la misma manera que Adán y Eva perdieron las delicias del paraíso, nosotros perdemos las delicias de tener a Dios como a nuestro Amigo.
El escritor sagrado nos alienta a que escribamos los mandamientos de Dios en la tabla de nuestro corazón, a que llamemos a la Sabiduría nuestra parienta. ¿Por qué el autor de Proverbios pone tanto énfasis a que el lector guarde los mandamientos de Dios? La razón es muy simple: la obediencia nos protege del pecado y hace resaltar uno muy concreto: “Para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras”. El diablo nos engaña haciéndonos creer que cometemos pecado sexual si nos vamos a la cama con una mujer que no sea nuestra esposa. Jesús destroza este concepto al decir que el mero hecho de mirar a una mujer para codiciarla ya se ha cometido adulterio con ella. Los mandamientos de Dios nos protegen de tal peligro. Cuando en el ser humano no hay temor de Dios el corazón está desprotegido y los engaños de Satanás nos inducen al pecado sexual. Al tener el corazón desprotegido por haber descuidado el escudo de la fe, los dardos de fuego del maligno hacen diana en el corazón. El desenfreno sexual de nuestros días se debe a que no se guarda la Ley de Dios con el mismo anhelo con que protegemos nuestros ojos contra estímulos externos que los dañan.


ISAÍAS 30: 10

“Que dicen a los videntes: No veáis, y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentira”
Asiria ya era una amenaza para Israel porque habiendo abandonado al Señor que había sido su Libertador se habían vuelto a Egipto en busca de ayuda. Desde los cielos le llega al pueblo rebelde un lamento de Dios: “¡Ay de los hijos que se apartan, dice el Señor, para tomar consejo, y no de mí, para cobijarse con cubierta, y no de mi Espíritu, añadiendo pecado a pecado” (v.1).
Cuando el pueblo se aparta de Dios el vacío se produce en el alma. El alma no puede permanecer vacía: o está llena de Dios o el diablo ocupa el vacío producido por la ausencia de Dios. El pueblo de Israel, y por extensión nosotros, nuestros corazones están vacíos de la presencia de Dios y es entonces cuando el espíritu inmundo que ha salido el hombre, cansado de vagar por lugares secos en busca de reposo y no hallándolo, se dice: “Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega la encuentra barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él, y entrando moran allí, y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Lucas 21: 24-26). Estas palabras de Jesús deberían alertarnos y despertar nuestra atención por el estado en que se encuentran nuestras almas. Si están vacías de Dios, nos damos cuenta de ello y pretendemos llenarlo con sexo, drogas, alcohol, riquezas… El espíritu inmundo que regresa al alma vacía viene acompañado de sietes espíritus peores que él se apoderan de nuestras almas. El aspecto que presenta la sociedad ¿no es la evidencia de que los hombres están poseídos por espíritus inmundos que les inducen a cometer las fechorías que contemplan nuestros ojos? Nos convertimos en enemigos de Dios y teniendo el mismo sentir que Israel pedimos a los videntes que no nos hagan ver lo que es justo y a los profetas que no nos anuncien lo que es recto, porque el mensaje de Dios ha dejado de ser dulce a nuestro paladar. El corazón que se ha endurecido rechaza la verdad de Dios encuentra deleite en las cosas halagüeñas que el malvado siembra en nuestros corazones. Las palabras mentirosas se han alojado en nuestros corazones de manera que ya no apreciamos la verdad de Dios. Lentamente nuestra salud espiritual se va deteriorando de no ser que Dios en su misericordia vuelva a nosotros, llame a la puerta de nuestro corazón pidiendo que le dejemos entrar. Si la abrimos, Jesús vuelve a tomar posesión de nuestro corazón, su sangre nos limpia de todos nuestros pecados con lo que recuperamos el gozo que el pecado había marchitado. Al recobrar el alma la plenitud de Dios, el espíritu maligno acompañado de los siete espíritus peores que él no tienen nada que hacer. No pueden contaminarla. No pueden marchitar el gozo del Señor.




¿SON ÚTILES LAS RELIGIONES?

<b>El sincretismo religioso conduce a no creer en nada</b>
En el escrito <i>”Servicio de las religiones en la sociedad</i>, <b>Lluís Martínez Sistach</b>, arzobispo emérito de Barcelona escribe sobre el valor que las religiones aportan a la sociedad, en estos términos: “Las tradiciones religiosas consiguen la articulación de una conciencia de aquello que nos falta. <b>Habermas</b> en su obra <i>Entre naturalismo y religión</i> exhorta a no anular estas tradiciones en las actuales sociedades secularizadas”. Según el arzobispo, las religiones contribuyen a humanizar la humanidad deshumanizada: “Las personas religiosas si son coherentes con su fe, constituyen una llamada a la espiritualidad, a la trascendencia, una invitación a aquello que es profundamente humano. El mundo se hace más humano gracias a los estados de opinión creados por las religiones a favor de todo aquello que es humano”.
El arzobispo da por hecho que el ser humano es bueno por naturaleza y que esta bondad expresada en la práctica religiosa humaniza a la humanidad deshumanizada. Pero Dios no comparte el concepto que el clérigo tiene del hombre. He aquí el punto de vista que Dios tiene del hombre que desciende de Adán: “como está escrito No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es  su garganta,  con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios, su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran a derramar sangre, quebranto y desventura hay en sus caminos, y no conocen camino de paz” (Romanos 3: 10-17). Ante este panorama tan sombrío, ¿puede esperarse algo bueno de las religiones que son de fabricación humana? Los practicantes pueden recubrirse con una capa de moralidad, de legalismo, que les impulsa a realizar, desde el punto de vista humano, obras relativamente buenas, eso sí, siempre contaminadas de pecado, hecho que impide que las religiones puedan humanizar a las sociedades deshumanizadas.
Sin los cristianos, sigue diciendo el arzobispo, nuestras ciudades “serían ciudades con muchas carencias desde el punto de vista de la espiritualidad, la conciencia social, la atención a los pobres y marginados, a los ancianos, a los enfermos, a la enseñanza, a la cultura, etcétera, admitiendo que hay muchas realidades eclesiales que también prestan su valioso servicio en estos campos”. Cierto, señor arzobispo, pero no debe olvidar que el ser humano ha sido creado para Dios. A usted, en su escrito solamente le interesan las relaciones sociales, y de las verticales, ¿qué tenemos que hacer con ellas que son las más importantes y que sin ellas el religioso tradicionalista no puede ser levadura que humanice a la sociedad deshumanizada? La buena obra que se hace en Nombre   de Jesús, a pesar de que es muy deficiente debido al pecado es la que el Señor convierte en sal que esparcida entre los hombres sirve de protección contra la corrupción y es la que el creyente en Cristo se lleva con él a la eternidad.
Los cristianos, si en verdad queremos contribuir a humanizar a la sociedad estamos obligados a anunciar el Evangelio, no otro evangelio, pues se anuncian muchos evangelios que no son Evangelio. Para poder proclamar las Buenas Noticias de la salvación por la fe en Cristo, ante todo tenemos que ser verdaderos cristianos. Si no lo somos, a pesar de que podamos considerarnos <i>creyentes practicantes</i>, ¿cómo anunciaremos a Aquel en quien no creemos? El cristianismo sin Cristo se convierte en una más de las religiones que operan en el mercado de la espiritualidad. Proclamaremos una moral parecida a la que se predica en nombre  de un dios desconocido. Lo  cierto es que el dios de las diversas religiones no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Debido a que muchos de los llamados cristianos no creen en Cristo, son cristianos de tradición porque han nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Practican tradiciones paganas revestidas de una capa de cristianismo, pero Cristo está ausente en sus vidas. Con este cristianismo de pacotilla es totalmente imposible leudar a la masa social  para humanizarla.
A los cristianos tradicionales la Biblia les dice que andan en la carne y esta andadura consiste en: adulterio, fornicación, lascivia, idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, herejías, envidias, homicidios, borracheras orgías                                      ” (Gálatas 5: 19-21). No puede negarse que este comportamiento se manifiesta en el cristiano tradicional, el de feria. También existe un pueblo cristiano minoritario formado por personas que verdaderamente han creído en Jesús como a su Salvador y que son guiados por el Espíritu Santo. La característica de estos cristianos es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv.22, 23). ¿Se manifiestan en los cristianos tradicionales esta manifestación del Espíritu Santo en las personas que han creído en Jesús? ¿De qué sirve una religión tradicional?
Octavi Pereña i Cortina



dilluns, 17 de setembre del 2018


ATEISMO

<b>”Una frase muy curiosa dice que no hay ateos en las trincheras y es cierto” (Lynsay Addario</b>, periodista)
<b>Martín Caparrós</b> en su escrito “El ateo específico” ataca a todas las religiones. No es necesario decir que la Iglesia católica no es exenta de su furia y con ella el cristianismo en general. “O sea que, a su lado (el Islam), el dios de los cristianos sería un abuelo bueno. Peo al dios de los cristianos se le cae la creta todo el tiempo. O Quizás no le guste llevarla, pobre diablo. En cualquier caso hace todo lo que puede       – dicen que es todopoderoso – para nosotros que sigue siendo el rey. Por eso contraataca con sus prelados, sus políticos, publicitarios varios. Y lo consigue: en estos últimos días argentinos, por ejemplo, la campaña despiadada de curas y más curas…”
Pienso que el escrito del señor <b>Caparrós</b> consiste en dar puñetazos al aire y si lo acierto lo adivino. Lo que está claro es que expresa una innegable animadversión hacia el cristianismo, no solamente por su condición de ateo declarado, también por el comportamiento de la jerarquía católica. El anticristianismo del señor <b>Caparrós</b> en parte se debe a la actitud indigna de alguna clerecía católica. Hace una evaluación incorrecta de los hechos pues culpabiliza a Dios de unos acontecimientos que los verdaderos culpables lo son unas personas que se dicen ser representantes de Dios en la Tierra y que monopolizan la verdad de Dios sin poseerla..
Jesús claramente considera hipócritas a aquellos religiosos que enseñan como si fuesen mandamientos de Dios preceptos humanos. Dice el Señor que conoceremos lo que son no por sus palabras sino por sus obras. El árbol se le conoce por el fruto que da. Un árbol malo de ninguna de las maneras puede dar buenos frutos. Si el señor <b>Caparrós</b> y todos los que piensan como él en vez de acusar a Dios con infundios se preocupasen en ir a los principios del cristianismo que se encuentran en la Biblia y reflexionasen en la Palabra de Dios, sin lugar a dudas se darían cuenta que las acusaciones que hacen a Dios no dan lugar a ello. Descubrirían que Dios no aprueba el comportamiento de aquellos que hablan en su nombre sin haber sido enviados a hacerlo.
El ser humano no se hace ateo, nace siéndolo por ser descendencia de Adán y persiste en su ateísmo a pesar de las evidencias que la creación aporta de su existencia. Como dice Einstein. “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia consigue abrir”. A pesar que el libro de la creación habla de la existencia de un Creador, los lectores de este libro extraordinario persisten en negar la evidencia de lo que leen. Por su condición de personas caídas en pecado el diablo les tiene puesta una venda en los ojos que les impide ver la realidad tal cual es. Esta  venda cae cuando por la gracia de Dios creen en Jesús como Señor y Salvador. A pesar del engaño satánico el ateísmo es responsabilidad de la persona que niega la existencia del Creador. En su día tendrá que dar cuenta de la decisión tomada.
Existe un ateísmo provocado por aquellas personas que hablan en Nombre de Dios sin haber sido enviadas a hacerlo. Con su hablar extraño que no se ajusta a la enseñanza bíblica  y con su proceder indigno que no se adapta a la santidad de Dios, interfieren en la búsqueda de aquellas personas que quieren saber quiénes son, por qué están aquí en la Tierra y desean descubrir lo que hay más allá de la muerte. He aquí la reprensión que reciben de Jesús quienes tienen su Nombre en los labios pero que sus corazones están muy lejos de Él: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del  mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero, ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo” (Mateo 18: 6,7).
Al inicio de su ministerio público Jesús pronunció este mensaje que es un recordatorio de las enseñanzas proféticas y que fue el núcleo de su enseñanza  y de los apóstoles que las transmitieron a la posteridad: “Arrepentíos porque el reino de los cielos sea acercado” (Mateo 4:17). Juan el Bautista que allanaba el camino para que la gente creyera en el Mesías que vendría detrás  de él también proclamaba un duro mensaje de arrepentimiento. “Y al ver que muchos de lo fariseos  y saduceos (los religiosos de la época) venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3: 7,8). Jesús “que no tenía necesidad que  nadie le diese testimonio del hombre, pues sabía lo que había en el hombre” (Juan 2: 25), con más autoridad que la de Juan el Bautista bien se le podrían poner en sus labios la palabras del Bautista dirigidas a los religiosos de hoy que con su comportamiento indigno ponen tropiezos en el camino de quienes buscan a Dios: “¡Generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced frutos dignos de arrepentimiento”.
En el momento en que los medios de comunicación denuncian la pederastia que corrompe a la Iglesia católica, la jerarquía se apresura a pedir perdón a los afectados  por los abusos cometidos contra ellos, pero se olvidan que ante todo deben pedir perdón a Dios porque las fechorías cometidas contra los desvalidos las han cometido contra Él. Hasta el momento no tengo constancia de que se haya hecho alguna declaración pidiendo a Dios perdón por los abusos cometidos contra niños indefensos.
Octavi Pereña i Cortina



1 CORINTIOS 4: 4

“Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por esto soy justificado, pero el que me juzga es el Señor”
Existen en la Biblia una diversidad de textos que tienen que ver sobre el concepto que uno tiene de sí mismo. He aquí una muestra:
        “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión” (Proverbios 16:2)
        “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión” (Proverbios 21: 2)
        “Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión” (Proverbios 26: 3)
        “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él” (Proverbios 26: 12)
        “Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia” (Proverbios 30:12)
        “No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Romanos 12: 16)
El profeta Jeremías da respuesta  a las preguntas que plantean estos textos citados: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, ¿quién lo conocerá? Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (17: 9,10). Salomón coincide con Jeremías cuando escribe: “Pero el Señor pesa los espíritus” (Proverbios 16: 2b).
Nuestros corazones endurecidos por el pecado pueden hacernos pensar que no tenemos “mala conciencia”, pero el Señor sabe que no somos justos: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos a una se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3: 10-12). A pesar de que el endurecimiento de nuestro corazón le impide ver lo engañosa que es nuestra opinión, Dios nos declara injustos y merecedores de la condenación eterna. Aun cuando creamos que por no tener mala conciencia de nosotros mismos nuestra opinión no nos declara justos ante Dios. Lo que nos declara justos ante Dios es la confesión de nuestros pecados, la fe en Jesús cuya sangre derramada en la cruz del Gólgota nos limpia de todos nuestros pecados (1 Juan 1: 7). Al final del tiempo, cuando todos sin excepción compareceremos ante el tribunal de Cristo, quienes aquí  en la Tierra hemos creído en Él, y hemos perseverado hasta el fin, de sus labios escucharemos la sentencia: INOCENTE. Quienes hoy hayan preferido dejarse guiar por sus conciencias pecadoras y no hayan hecho caso de las advertencias del Señor llamándolos al arrepentimiento, de los labios del Juez justo escucharán la sentencia: CULPABLE. Toda la eternidad consumiéndose en el fuego eterno que no destruye. Lector, hoy es el día de tu salvación. No lo desaproveches. Mañana puede que sea tarde.


SALMO 34: 19,20

“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ella le librará el Señor. Él guarda tus huesos, ni uno de ellos será quebrantado”
La vida del cristiano ni de quienes no lo son no se parecen en nada a como las agencias de publicidad presentan las vacaciones como un tiempo de máximo relax, gozando de paisajes paradisíacos como si no existiese el pecado y sus consecuencias en estos paisajes.
El salmista no idealiza ser cristiano, todo lo contrario, lo presenta tal cual es. Por descontado que el creyente en Cristo goza la paz que Jesús promete a quienes creen en Él. Pero es una paz que no está exenta de conflictos. “Muchas son las aflicciones del justo”. El salmista no intenta atraer a los pecadores con la imagen de un turista tumbado en una hamaca debajo de una sombrilla para protegerse de los ardores del sol hidratando su boca reseca sorbiendo un refresco. Si se intenta vender el cristianismo con este tipo de mensaje lo que se consigue es la frustración quienes creen este evangelio. En esperanza el convertido a Cristo ya goza del paraíso pero todavía no está en él. Con los ojos puestos en Jesús peregrina hacia la meta. La palabra peregrinación indica sufrimiento. El peregrino transita por caminos pedregosos bajo un sol tórrido que hace sudar a mares. Nada parecido a una hamaca, un parasol y un refresco en la mano.
La peregrinación hacia el paraíso eterno no se hace en solitario. En el peregrinaje el peregrino siempre va acompañado de Jesús que le sostiene en los momentos de desfallecimiento, lo vitualla con el pan de vida que es Él, y apaga su sed con el agua de vida que le da a beber, que es el mismo Jesús. El viaje no está exento de aflicciones, “pero de todas ellas lo libra el Señor”.
Si firmásemos una póliza de vida antes  de emprender un viaje de vacaciones a un paraíso terrenal, la compañía aseguradora nos aseguraría que todas las prestaciones están garantizadas, pero a la hora de la verdad, “las vacaciones de mi vida” van acompañadas de muchos inconvenientes que no hay póliza que pueda impedir su presencia. El señor, pero “guarda tus huesos, ninguno de ellos será quebrantado”. En el transcurso de la peregrinación se producen muchos accidentes, de todos ellos nos protege Jesús, el Buen Samaritano, que cuando nos encuentra tendidos en el camino, no pasa de largo, venda nuestra heridas, las cura con aceite y vino, carga con nosotros sobre sus hombros y nos lleva al mesón para ser atendidos. Una vez restablecidos reemprenderemos el viaje. Esta situación se repetirá a lo largo de nuestro peregrinaje hasta que lleguemos al paraíso celestial en donde´, el cuerpo revestido de incorruptibilidad y la muerte de inmortalidad, los sinsabores del peregrinaje terrenal serán cosa de un pasado. Olvidado, su recuerdo no enturbiará la plena felicidad que gozaremos entando en la presencia del Señor.


dilluns, 10 de setembre del 2018

JUAN 14: 1

“No se  turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en mí”
Un dilema: ¿Existen el infierno y el cielo? Tal vez no hay nada. Blaise Pascal, filósofo francés del siglo XVII ante esta duda escribió: “Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que no existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré cuando me hunda en la nada eterna, pero si existe algo, si existe alguien tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”. Quedémonos con las palabras de Albert Einstein: ”El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia consigue abrir”. Ante las evidencias de la existencia de Dios que aportan la exploración espacial como en el microcosmos que expone el microscopio, la Biblia considera necio a quien ante las evidencias persiste en negar la existencia de Dios. El Creador es mucho más que una Inteligencia nebulosa como los ateos llaman al Creador porque en su ateísmo y ante la evidencia de la Inteligencia creadora no se atreven a llamarla por su nombre: DIOS.
El Dios Creador no es el “dios desconocido” que adoraban los atenienses en el vano intento de no ofenderle en caso de que en su larga lista de divinidades se hubiesen olvidado de levantar un altar en su nombre. Según la Biblia Jesús es la revelación de Dios: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9. Quien ha creído en Jesús la incredulidad ha desaparecido de su vida y, por el Espíritu Santo que ha recibido se le permite dialogar con Dios. Por medio de la oración que es como los cristianos llamamos el dialogo con Dios, se nos permite presentar ante Él nuestra dudas, no con respecto a su existencia porque han desaparecido, sino en cuanto a los secretos de su divinidad. Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos son los nuestros (Isaías 56. 8). Ello quiere decir que Él se encuentra en el extremo de la escalera que une el cielo con la Tierra y nosotros vamos subiendo peldaño tras peldaño con mucha lentitud pero sin pausas. Poco a poco se va desvelando el misterio que le envuelve y muchas dudas se desvanecen. Por la Biblia sabemos que en el cielo hay un lugar para cada uno de los creyentes en Cristo. En la puerta del reservado hay una placa con nuestro nombre. Nadie podrá abrir la puerta para expulsarlo. Es el regalo que Jesús hace a aquellos que con su sangre ha limpiado todos sus pecados: “Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7). Que seamos pecadores, que lamentamos nuestros pecados, no debe hacernos olvidar que en Cristo Dios ha lanzado al fondo del mar todos nuestros pecados para no acordarse de ellos. El diablo puede intentar hacernos dudar que tengamos un lugar preparado para nosotros en el cielo. En la puerta del reservado para nosotros aparece escrito con la sangre de Jesús nuestro nombre.



HECHOS 17: 19, 20

“¿Podríamos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto”
Los atenienses creían que el apóstol Palo era un predicador de nuevos dioses “porque les anunciaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección” (v.18) Aparentemente estaban interesados en atender a lo que Pablo les anunciaba. Si tenemos en cuenta el espíritu ateniense que “en ninguna otra cosa se interesaban  sino en decir u oír algo nuevo” (v.21), no nos cogerá por sorpresa su reacción al anuncio de la resurrección y de lo que le acompaña. El mensaje de Pablo no intenta dejar a sus oyentes en el mismo estado en que se encuentran. Pretende traspasarlos de muerte a vida. Por eso debe hablarles con claridad. No puede consentir que se hagan cristianos conservando vivo su paganismo. Con la llegada del emperador Constantino y la conversión en masa de los paganos al cristianismo se cristianizaron las divinidades paganas. Así le ha ido a la cristiandad que en vez de ser la luz del mundo ha sido invadida por la oscuridad del paganismo.
Los atenienses adoraban una infinidad de dioses. Pablo les dice, siendo ”linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres” (v.29). Vivimos en un país católico estando envueltos en imágenes. Los católicos no han entendido el mensaje de Pablo a los atenienses. Dios pasa “por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (v. 30). No se puede mantener viva la idolatría. ¿Por qué? “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel Varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez” ((vv.31, 32). Los hombres no quieren saber nada de un Dios que exige responsabilidades. Los dioses de oro  y plata y de materiales preciosos no exigen responsabilidades. Estos dioses inertes dicen a sus adoradores: presentadnos ofrendas y vivid como os plazca. El Dios vivo y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos exige que abandonemos nuestro pasado pagano. El arrepentimiento es imprescindible y un andar en novedad de vida una obligación.
De entre la multitud de curiosos que se habían reunido en el Areópago ateniense para escuchar novedades “algunos creyeron, juntándose con  él, entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Damaris, y otros con ellos” (v.34).¿Qué hará el lector con sus ídolos? ¿Los abandonará o persistirá en la idolatría? Recuerda que Dios no puede considerar justo a aquel cuyos pecados no hayan sido lavados por la sangre  de su Hijo Jesús.



PEDERASTIA ECLESIÀSTICA

<b>Silencio “Es un ejemplo de la  cobardía y de la hipocresía de la Iglesia en su conjunto” (Matty, que sufrió abusos</b>
Refiriéndose al viaje del papa Francisco a Irlanda envuelto por una espesa nube de acusaciones de pederastia contra la Iglesia, el periodista <b>Rafael Ramos</b> escribe: “El papa Francisco no ha dicho literalmente <i>I am sorry</i>, ni ha establecido un tribunal para juzgar jerarquías eclesiásticas responsables de los abusos sexuales a menores y el posterior encubrimiento como piden las víctimas”. Estas palabras creo que resumen las montañas de información que se ha publicado al respecto. No existe ningún efecto sin una causa. ¿Cuál es la causa del alcantarillado que se esconde detrás de la falta de transparencia que se ha manifestado a lo largo de los años a la hora de tratar el escabroso tema de los abusos sexuales a menores, el tráfico de niños y la esclavitud a que se ha sometido a mujeres en centros de acogida tutelados por la Iglesia católica? A esta pregunta la respondo con otra pregunta: ¿Es cristiana la Iglesia católica?  Yo diría que no. A la Iglesia católica bien se le pueden aplicar las palabras que el Señor por medio del profeta Isaías dirige al pueblo de Israel que en teoría era el pueblo de Dios: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (29: 13).
Los mandamientos de hombres que enseñaron los falsos profetas del antiguo Israel hoy pueden resumirse en una sola palabra: <i>Tradición</i>. A lo largo del tiempo las costumbres religiosas se han convertido en leyes que se concentran en una sola palabra: <i>Tradición</i> que desgraciadamente ha llegado a obtener más autoridad que la Palabra de Dios. A pesar de que la Iglesia católica no niega que la Biblia sea la palabra de Dios y hace esporádicas declaraciones de que debe leerse, a la hora de la verdad es un Libro secuestrado puesto fuera del alcance de los fieles católicos. De hecho es la <i>Tradición</i> que gobierna en la Iglesia católica y, en palabras del profeta Isaías son mandamientos de hombres los que tienen la última palabra en la Iglesia católica. El hecho de que sean mandamientos de hombres los que marquen las directrices de la Iglesia católica  tiene sus consecuencias prácticas.
Los mandamientos de hombres que son la causa de todos los males que padece la Iglesia católica se transforman en el agua bautismal, sacramento, según la Iglesia católica, que borra el pecado original lo cual convierte supuestamente a los bautizados en hijos de Dios. La Biblia no lo enseña esto. El ángel que anunció a José que la concepción de María su esposa era fruto del Espíritu Santo, le dijo: “No tengas miedo de tomar  a María tu esposa, porque aquello que ha sido en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo y llamará su Nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1: 20,21). Confiados en la supuesta regeneración bautismal multitudes entran a formar parte de la Iglesia católica sin haber sido purificados por la sangre de Jesús que borra todos los pecados (1 Juan 1. 7). ¿Qué sucede?, que los fieles católicos no se han convertido en templos de Dios porque el Espíritu de Dios no habita en ellos                 (1 Corintios 3. 18). La consecuencia es que al no tener a Dios a quien invocar necesitan dioses de oro, plata…a los que clamar en el momento de necesidad. A eso se llama idolatría y evocar a falsos dioses, entre otras cosas conduce a la pederastia tan en boga en la Iglesia católica.
Algunos dicen que si los clérigos se casasen la pederastia descendería en intensidad. Eso no es verdad. En el mundo secular se dan muchos casos de pederastia. No.  Como enseña el apóstol Pablo, la pederastia se origina en el ateísmo. “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Y profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible…” (Romanos 1: 19-23). El apóstol detalla los efectos que la idolatría tiene en los seres humanos: “Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida por su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una  mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (vv.26-28). El apóstol nos da una explicación del porque la existencia del pecado sexual en sus más aberrantes manifestaciones.
Dejemos a un lado el comportamiento sexual desordenado de una parte de los ateos y centrémonos en la Iglesia: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como corresponde a santos, ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idolatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo eráis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor, andad como hijos de luz” (Efesios 5: 3-8).
El apóstol dice a los cristianos en Éfeso que antes de convertirse a Cristo eran unos desvergonzados, pero que ahora ya no lo son. La proliferación del pecado sexual en la clerecía y feligresía católica es una evidencia de que el agua bautismal no ha borrado el pecado original. Son los mismos perros con distinto collar. Ante los abusos sexuales cometidos, ¿se puede considerar que la Iglesia católica sea cristiana? Dejo que el lector dé la respuesta.
Octavi Pereña i Cortina


dijous, 6 de setembre del 2018

EXORCISTAS

<b>Desde tiempos inmemoriales se han practicado exorcismos. ¿Han sido eficaces para expulsar demonios?</b>
El anuncio del Vaticano de que todas las diócesis tienen que tener un exorcista oficial ha renovado el interés por el tema y se ha escrito mucho sobre él. Creo que <b>Pere Espinet i Coll</b> de Anglès, con motivo de la elección de mosén <b>Puig</b> como exorcista de Girona, define muy bien la filosofía católica sobre el tema. El redactor de una carta al director de La Vanguardia, expone. “El mosén exorcista es escogido por el obispo de la diócesis, cuando éste ve en él un hombre de Dios, fuerte de espíritu, sano, de una formación teológica  y espiritual sólida, y sobre todo que tenga bien presente que el poder de expulsar el diablo no viene de él, sino que es un transmisor de la Iglesia católica”. Cuando la Iglesia es grande se empequeñece a Dios. Según <b>Espinet</b>, ya que el exorcista tiene que ser “un hombre de Dios”, solamente puede ejercer su oficio si es “un transmisor de la Iglesia católica”, es decir, que el poder de expulsar demonios depende si uno está sujeto a la autoridad de la Iglesia. Nos encontramos con el problema de siempre. La Iglesia quiere tenerlo todo atado y bien atado. Los fieles antes que siervos de Dios deben serlo de la Iglesia. Ésta intenta que nadie se desligue de sus tentáculos. La Iglesia católica se convierte poseedora del  poder de Dios para expulsar demonios para distribuirlo entre sus súbditos fieles, a su antojo.
Según la Iglesia católica se dan cuatro evidencias de que nos encontramos ante un caso de posesión satánica: La blasfemia y la aversión de los símbolos religiosos, que es bastante normal entre las personas blasfemas, que son muchas. La facultad de descubrir el secreto de las cosas a distancia. Posesión de una fuerza física extraordinaria e inexplicable. Hablar o entender una lengua desconocida sin haberla estudiado. La manera de expulsar demonios de estas personas que manifiestan señales de estar poseídas es utilizando reliquias de santos, exposición de crucifijos, esparciendo agua bendita y siguiendo las instrucciones del Manual de exorcismos.
Limitar la posesión satánica teniendo en cuenta los aspectos externos indicados reduce mucho el número de los poseídos. Por engendramiento natural los recién concebidos llevan el sello del pecado original, pecado que no se borra con el agua bendita derramada sobre la cabeza del recién nacido. El pecado únicamente puede borrarlo la sangre de Jesús (1 Juan 1: 7). Por ello es tan importante tener en cuenta la orden que Jesús resucitado dio a sus discípulos poco antes de ascender a cielo para sentarse a la diestra del Padre desde donde intercede por su pueblo aquí en la Tierra: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la Tierra. Por tanto, id, y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 18-20).
En la conversación que Jesús mantuvo con Nicodemo, un dirigente de los judíos, le dijo que para ser un hijo de Dios no basta con ser un erudito en las Sagradas Escrituras. Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3: 3). De momento el erudito judío no entiende el significado de “nacer de nuevo”. ¿Cómo puedo regresar al vientre de mi madre para volver a n hacer?, se pregunta el sabio. No hombre, no, le dice Jesús, con la paciencia que le caracteriza lo coge de la mano y lo transporta al pasado cuando por el pecado del pueblo una plaga de serpientes hacía estragos entre ellos. Ante tan terrorífica situación “el pueblo vino a Moisés y dijo. Hemos pecado por haber hablado contra el Señor y  contra ti,  ruega al Señor que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo” (números 21:7). En respuesta a la plegaria intercesora de Moisés, el Señor le dijo: “Hazte una serpiente de bronce, y ponla sobre una asta, y cualquiera que fuere mordido y mirase a ella, vivirá” (v.8). Y así fue. Habiendo Nicodemo refrescado la memoria al recordar este episodio del éxodo de Egipto, Jesús le explica el significado que tenía la serpiente de bronce que curaba los efectos de las mordidas de las serpientes en quienes la miraban: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 14,15). Estas palabras condensan el Evangelio, las buenas noticias de salvación. La Gran Comisión que Jesús encargó a sus discípulos poco antes de ascender a los cielos contiene el poder de Dios para expulsar los demonios de las personas poseídas.
El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le hace esta reflexión: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, <i>y escapen del lazo del diablo en que están cautivos a la voluntad de él”</i>(2 Timoteo 2: 24-26). Cualquier cristiano que anuncia que Jesús es el Salvador se convierte en un exorcista en las manos de Dios que expulsa demonios de las personas que creen en Él. No es necesario que la Iglesia le autorice a predicar el Evangelio. El encargo de hacerlo lo recibe directamente de Jesús que lo envía a hacer discípulos en el lugar en que se encuentra.
Octavi Pereña i Cortina



1 CRÓNICAS: 15: 2

Entonces dijo David: el arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas, porque a ellos ha elegido el Señor para llevar el arca del Señor y le sirvan perpetuamente”
Cuando los filisteos devolvieron el arca por atreverse los hombres de Betsemes a mirar en su interior, el Señor hizo morir a los hombres que se atrevieron a hacerlo. Entonces enviaron mensaje a los habitantes de Quiriat-jearin diciendo: ”Los filisteos han devuelto el arca del Señor, descended, pues, y llevadla vosotros” (1 Samuel 6: 21).
David ya reina sobre Israel y dispone que el arca del Señor se traslade a Jerusalén porque es el lugar escogido por Dios  para morar entre su pueblo. El texto nos dice como se hizo el traslado: “Y llevaron el arca de Dios de la casa de Ahinadab en un carro nuevo, y Uza y Ahío guiaban el carro…Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió la mano al arca para sostenerla, porque los bueyes tropezaban. Y el furor del Señor se encendió contra Uza, porque había extendido su mano al arca, y murió allí delante de Dios…Y David temió a Dios aquel día, y dijo: ¿Cómo he de traer a mi casa el arca de Dios? Y no trajo David el arca a su casa en la ciudad de David, sino que la llevó a casa de Obed-edomgeteo” (1 Crónicas 13: 5-14).Aquí permaneció durante un tiempo hasta que el rey volvió a intentar llevarla a Jerusalén. “Vosotros que sois los principales padres de las familias de los levitas, santificaos vosotros y vuestros hermanos, y pasad el arca del Señor Dios de Israel al lugar que le he preparado” (1 Crónicas 15:12). Bien seguro que desde el momento en que el arca del Señor quedó depositada en la casa de Obed-edom hasta el presente, David reflexionó sobre lo sucedido. Sea que lo leyese en la copia del Libro de la Ley que tenía que tener en su casa para leerla cada día como enseñó Moisés o porque lo consultase con los profetas que le asesoraban, lo cierto es que al final el arca de Dios fue trasladada por los levitas tal como enseña la Ley.
Lo que nos ilustra el traslado del arca de Dios es que en la casa del Señor no puede hacerse nada prescindiendo de lo que enseñan las Sagradas Escrituras. Los fracasos y problemas que menudean en las iglesias, ¿no deben hacer pensar a sus pastores  y ancianos a qué se deben? De encontrase entre nosotros el sacerdote Elí, no tendría que corregirnos con las mismas palabras que le dijo al adolescente Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3: 10).



SALMO 90: 12

“Enséñanos de tal modo a contar nuestros día, que traigamos al corazón sabiduría”
¿Cómo podemos contar nuestros día a fin de que el corazón adquiera sabiduría divina? La sabiduría no se consigue en un solo día. Es un proceso que se inicia en el momento en que una persona por la fe en Jesús se convierte en un hijo de Dios. Es en esta condición cuando el temor al Señor da inicio al camino hacia la sabiduría. (Proverbios 1:7). Si no se cree en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo no puede darse el temor de Dios, porque, ¿cómo se puede sentir reverencia en un Dios en quien no se cree? ¿Cómo puede proporcionar sabiduría auténtica cuando se cree en un dios impersonal que solamente existe en la imaginación humana, un dios irreal, una pura fantasía?
En el momento de creer en Jesús se pone en marcha el reloj que nos enseña a contar nuestros días con sentido. La fe en Cristo pone ante los ojos espirituales un horizonte en que se contempla el día de la resurrección en que los redimidos por la sangre de Jesús derramada en la cruz del Gólgota alcanzarán la plena salvación iniciada en el momento de la conversión a Cristo.
No debemos olvidar que la salvación tiene dos fases. En el momento en que despierta la fe en Jesús el alma pasa de muerte a vida eterna. Esta vida no puede perderse porque la condición de hijo de Dios no tiene límite. Eternamente se es hijo de Dios. Pero hoy, estando todavía en la carne no se alcanza la perfección del Padre a la que somos llamados. Esta meta en el horizonte es la que enseña al creyente en Cristo a contar los días que traen al corazón la sabiduría divina.
A diferencia del incrédulo en que el objetivo es conseguir llegar al sepulcro en las mejores condiciones físicas posibles, siendo la oscuridad de la fosa lo que le espera, no es posible que contar los días le aporte sabiduría en su camino hacia el sepulcro. El creyente en Cristo tiene ante sus ojos la resurrección de vida. Es por ello que como corredor en una maratón se esfuerza en la carrera sin dejar de tener  los ojos puestos en Jesús que le da fuerza para llegar sin desfallecer a la meta. Alimenta su alma con la Palabra de Dios, profundiza en ella y así es como adquiere la sabiduría que lo hace verdaderamente sabio. A cada día que transcurre un átomo de la sabiduría divina se añade a su alma hasta que alcanzará su zenit en el día de la resurrección en que será semejante a Jesús porque sus ojos lo podrán contemplar en toda su gloria.