dilluns, 5 de juny del 2017

LUCAS 24. 45

“Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras”
Jesús ya había resucitado. La tumba estaba vacía. Las mujeres habían dado testimonio de la resurrección del Maestro. Las dudas persistían. “Dos de ellos”, regresaban a Emaús comentando los eventos del día. Jesús se pone a su lado y les dice: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciese estas cosas, y que entrara en su gloria?” (vv. 25,26). Al llegar a destino e invitado Jesús a cenar, en el momento en que  Jesús bendijo la mesa “les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron” (v.31)
Poco después, los dos ciegos a los que Jesús abrió los ojos, estando comentando con los discípulos lo que les había sucedido en Emaús, Jesús se presentó en la sala en que se encontraban reunidos los discípulos y “les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras”.
Dan fe de la sepultura y resurrección de Jesús al tercer día conforme a las Escrituras una nube de testigos. Pablo lo relata así: “Y se apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo, después a todos los apóstoles, y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15: 5-8).
¿Te acuerdas del dubitativo Tomás que no creía el testimonio de los otros discípulos? Al encontrarse cara a cara con Jesús, éste le dice: “Porque me has visto, Tomás, creíste, bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Hoy nos encontramos en una situación parecida a la de Tomás de no ver a Jesús físicamente, y con él decimos a quienes nos hablan de la resurrección de Jesús: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (v. 25). Cuando leemos en los evangelios los relatos de la muerte y resurrección de Jesús, no los creemos. Decimos que son cuentos de hadas hasta que el Espíritu Santo “nos abra el entendimiento para que comprendamos las Escrituras”.
La salvación es obra de Dios. Como cristianos no hemos recibido el encargo de perdonar pecados, ni de dar vida a  los muertos. Pero antes de ascender Jesús al cielo, dijo a los suyos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…” (Mateo 27: 18-20). Cumplamos el mandato de predicar el Evangelio “y el Señor añadirá cada día a la iglesia los que tienen que ser salvos” (Hechos 2:47).


JOB 1:5

“Y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme el número de todos ellos (hijos). Porque decía  Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días”
Noticias publicadas recientemente: “Absuelto un padre de maltratar a su hija durante una discusión en que le quitó el móvil”. “Imputados en un año diecinueve adolescentes de Lleida por maltratar a sus padres”. Las noticias a menudo tienen a los adolescentes como protagonistas. La cosa viene de años.  Proverbios trata ampliamente el problema juvenil. Los primeros versículos del salmo 78 son un recordatorio que se hace a Israel de la responsabilidad que tienen los padres de educar a sus hijos en los caminos del Señor para que sean personas de bien en la adolescencia y después cuando sean adultos y adquieran responsabilidades en la sociedad. Fuera de la educación basada en la Biblia no existe una educación idónea para cambiar la naturaleza pecadora de los niños y convertirlos en personas que deban ser constantemente vigiladas. El resultado de la educación laica que hoy se imparte en familia y en las escuelas es bien notorio. Los ejemplos citados solamente son una muestra de lo que sucede a diario. Job vivió años antes de que la Ley de Dios se escribiese, la transmisión se hacía  vía oral, de padres a hijos. Job es un ejemplo a seguir.
Los padres, generalmente son los últimos en darse cuenta del comportamiento incorrecto de sus hijos. En más de una ocasión se da el caso de que cuando al hijo se le ha castigado en la escuela  por su comportamiento incívico, los padres salen en defensa del hijo acusando al maestro sancionador de ver con mal  ojo a su hijo, llegando incluso a la violencia, no solamente verbal, a veces incluso física. Loa padres sobreprotejadores  de los hijos no suelen ser buenos educadores.

¿Qué nos enseña el texto que comentamos sobre la educación de los hijos? Job, como hombre de Dios que fue, era consciente de la condición pecadora del hombre, incluyendo a sus hijos. De ahí que madrugando “ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos”. Comenzaba la jornada interesándose por cada uno de sus hijos porque: “habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones”. La intercesión de Job por sus hijos no era casual. Sin caer en las vanas repeticiones farisaicas, era rutinaria. Era una costumbre diaria: “De esta manera hacía todos los días”. Por lo que sabemos, Satanás era enemigo de su familia. La mejor manera de proteger a sus hijos de las artimañas satánicas era proteger a sus hijos con toda la armadura de Dios. Ello requiere un trabajo persistente: “Y se levantaba de mañana  y ofrecía holocaustos conforme el número de todos ellos”  

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