LUCAS 24. 45
“Entonces
les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras”
Jesús ya había
resucitado. La tumba estaba vacía. Las mujeres habían dado testimonio de la
resurrección del Maestro. Las dudas persistían. “Dos de ellos”, regresaban a
Emaús comentando los eventos del día. Jesús se pone a su lado y les dice: “¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciese estas cosas, y que entrara en su
gloria?” (vv. 25,26). Al llegar a destino e invitado Jesús a cenar, en el
momento en que Jesús bendijo la mesa
“les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron” (v.31)
Poco
después, los dos ciegos a los que Jesús abrió los ojos, estando comentando con
los discípulos lo que les había sucedido en Emaús, Jesús se presentó en la sala
en que se encontraban reunidos los discípulos y “les abrió el entendimiento
para que comprendiesen las Escrituras”.
Dan
fe de la sepultura y resurrección de Jesús al tercer día conforme a las
Escrituras una nube de testigos. Pablo lo relata así: “Y se apareció a Cefas, y
después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez de
los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo,
después a todos los apóstoles, y al último de todos, como a un abortivo, me
apareció a mí” (1 Corintios 15: 5-8).
¿Te
acuerdas del dubitativo Tomás que no creía el testimonio de los otros
discípulos? Al encontrarse cara a cara con Jesús, éste le dice: “Porque me has
visto, Tomás, creíste, bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan
20:29). Hoy nos encontramos en una situación parecida a la de Tomás de no ver a
Jesús físicamente, y con él decimos a quienes nos hablan de la resurrección de
Jesús: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en
el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (v. 25).
Cuando leemos en los evangelios los relatos de la muerte y resurrección de
Jesús, no los creemos. Decimos que son cuentos de hadas hasta que el Espíritu
Santo “nos abra el entendimiento para que comprendamos las Escrituras”.
La
salvación es obra de Dios. Como cristianos no hemos recibido el encargo de
perdonar pecados, ni de dar vida a los
muertos. Pero antes de ascender Jesús al cielo, dijo a los suyos: “Por tanto,
id, y haced discípulos a todas las naciones…enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado…” (Mateo 27: 18-20). Cumplamos el mandato de predicar
el Evangelio “y el Señor añadirá cada día a la iglesia los que tienen que ser
salvos” (Hechos 2:47).
JOB 1:5
“Y
se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme el número de todos ellos
(hijos). Porque decía Job: Quizá habrán
pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta
manera hacía todos los días”
Noticias
publicadas recientemente: “Absuelto un padre de maltratar a su hija durante una
discusión en que le quitó el móvil”. “Imputados en un año diecinueve
adolescentes de Lleida por maltratar a sus padres”. Las noticias a menudo
tienen a los adolescentes como protagonistas. La cosa viene de años. Proverbios trata ampliamente el problema
juvenil. Los primeros versículos del salmo 78 son un recordatorio que se hace a
Israel de la responsabilidad que tienen los padres de educar a sus hijos en los
caminos del Señor para que sean personas de bien en la adolescencia y después
cuando sean adultos y adquieran responsabilidades en la sociedad. Fuera de la
educación basada en la Biblia no existe una educación idónea para cambiar la
naturaleza pecadora de los niños y convertirlos en personas que deban ser
constantemente vigiladas. El resultado de la educación laica que hoy se imparte
en familia y en las escuelas es bien notorio. Los ejemplos citados solamente
son una muestra de lo que sucede a diario. Job vivió años antes de que la Ley
de Dios se escribiese, la transmisión se hacía
vía oral, de padres a hijos. Job es un ejemplo a seguir.
Los
padres, generalmente son los últimos en darse cuenta del comportamiento
incorrecto de sus hijos. En más de una ocasión se da el caso de que cuando al
hijo se le ha castigado en la escuela
por su comportamiento incívico, los padres salen en defensa del hijo
acusando al maestro sancionador de ver con mal
ojo a su hijo, llegando incluso a la violencia, no solamente verbal, a
veces incluso física. Loa padres sobreprotejadores de los hijos no suelen ser buenos educadores.
¿Qué
nos enseña el texto que comentamos sobre la educación de los hijos? Job, como
hombre de Dios que fue, era consciente de la condición pecadora del hombre,
incluyendo a sus hijos. De ahí que madrugando “ofrecía holocaustos conforme al
número de todos ellos”. Comenzaba la jornada interesándose por cada uno de sus
hijos porque: “habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado
contra Dios en sus corazones”. La intercesión de Job
por sus hijos no era casual. Sin caer en las vanas repeticiones farisaicas, era
rutinaria. Era una costumbre diaria: “De esta manera hacía todos los días”. Por
lo que sabemos, Satanás era enemigo de su familia. La mejor manera de proteger a
sus hijos de las artimañas satánicas era proteger a sus hijos con toda la
armadura de Dios. Ello requiere un trabajo persistente: “Y se levantaba de
mañana y ofrecía holocaustos conforme el
número de todos ellos”
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