SALMO 130: 1,2
“De lo profundo, oh Señor, a ti clamo. Señor, oye mi
voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi suplica”
El
salmo 130 es un poema muy corto, sólo tiene 8 versículos. Hay un dicho catalán
que dice: “En el frasco pequeño está la buena confitura”. El salmo 130 contiene mucha buena confitura
de sana doctrina espiritual.
La
plegaria del salmista brota de lo profundo de su corazón. Hambriento de Dios,
dice: “Señor, oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”.
¿Cuál es el secreto del fervor con el que el salmista suplica a Dios? “Jah, si
miras a mis pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón,
para que seas reverenciado” (vv.3, 4). El reconocimiento de pecado es esencial
para poder mantener una buena relación con Dios. Adán y Eva pretendían tapar su
pecado con unos delantales cosidos con hojas de higuera, pero se escondieron de
la presencia de Dios entre los árboles del jardín. Sentían vergüenza de que
Dios contemplara su desnudez. El salmista no esconde su pecado a Dios, confiesa
su condición de pecador, fue concebido en pecado, toda su naturaleza está
pervertida. “Pero en ti hay perdón para que sea reverenciado”. El perdón que el
salmista recibe de Dios por la fe en el Mesías le hace buscar a Dios con más insistencia.
Este anhelo lo describe con estas palabras: “Mi alma espera en el Señor más que
los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana” (v.6). El
salmista utiliza un símil militar. El miedo que siente el centinela que le toca
hacer guardia nocturna. Cualquier ruido le despierta miedo pensando que el
enemigo se aproxima. Su alma está en vilo. Anhela desesperadamente la llegada
del amanecer que con la luz que le acompaña despeje su miedo. La angustia de la
noche se convierte en el sosiego que acompaña la luz. El miedo ha desaparecido,
siendo reemplazado por la tranquilidad. El miedo del centinela debe convertirse
en la confianza del hijo de Dios: “Esperé yo en el Señor, esperó mi alma, en su
palabra he esperado”. El salmista nos viene a decir que nuestra relación con
Dios no debe ser algo monótono, de rutina. Buscarle como si fuese un imperativo
legal, forzado. Si no lo buscas por las buenas lo harás por las malas. El
garrote de Dios te dará en las costillas. No. El anhelo del salmista es algo parecido
“como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh
Dios, el alma mía” (Salmo 49:1). El bramido el ciervo clamando por las aguas
durante una larga sequía nace de lo profundo de su ser. Cuerpo, alma y
espíritu, todo el ser del salmista tiene sed de Dios.
Lector
amado: Espera en el Señor “porque en el Señor hay misericordia, y abundante
redención en Él, y Él redimirá a Israel (a ti) de todos sus pecados” (vv. 7,8).
Que
la misericordia del Señor te haga sentir la sed profunda del ciervo que te haga
bramar por Jesús, en el deserto de este mundo, que es el agua viva que tu alma
necesita con urgencia beber.
PROVERBIOS 13. 10
“Ciertamente la
soberbia concebirá contienda, pero son sabios los que se dejan aconsejar”
Una
palabra actual que engloba: Soberbia, orgullo, presunción…, es narcicismo. Si
el rey Saúl viviese hoy formaría equipo con las
estrellas del espectáculo, del deporte, de la política. El narcicismo
está más extendido de lo que creemos: abraza a todas las clases sociales.
Saúl,
en un principio no había desarrollado el virus del narcicismo. Llegado el
momento en que el profeta Samuel tenía que presentarle públicamente como el
primer rey de Israel, “le buscaron pero no fue hallado”. El pueblo se
preguntaba si aún no había venido. El Señor les dice: “He aquí que él está
escondido entre el bagaje” (1 Samuel 10:27). No se atrevía a manifestarse en
público.
Empezó
a descubrirse el narcicismo latente en Saúl a partir del momento en que David
entra en el escenario público. Debido a la victoria sobre Goliat y las
victorias que obtenía en la lucha contra los filisteos, David “era acepto a los
ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl”. El vaso derramó
el narcicismo latente cuando al regreso victorioso de Saúl de sus campañas
bélicas, era recibido con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Las
mujeres que le recibían con cánticos clamorosos, decían: “Saúl hirió a sus
miles, y David a sus diez miles”. Las aclamaciones de las mujeres no agradaron
a Saúl: “Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: a
David le dieron diez miles, y a mí miles, no le falta más que el reino. Y desde
aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David”. Directamente y por medio de
intermediarios Saúl intentó en diversas ocasiones deshacerse de David.
La
historia de Saúl tal como nos la cuenta la Biblia es un ejemplo de la veracidad
de lo que enseña el texto que comentamos. El narcicismo de Saúl tuvo funestas
consecuencias políticas: perdió a uno de sus mejores soldados por medio del
cual obtenía brillantes victorias y, su reinado acabó muriendo en combate en
una humillante derrota. “Ciertamente la soberbia concebirá contienda”.
El
narcicismo también se encuentra agazapado en las iglesias en espera de la
oportunidad para manifestarse. El narcicismo cristiano no se descubre en tanto
no aparezcan críticos al comportamiento pastoral. En el momento en que el
Señor, con la Biblia en la mano, levanta críticos a la política eclesiástica,
el narcicismo aparece con virulencia. El narcicismo interfiere en el
crecimiento espiritual de los creyentes porque los saúles que hay en las
iglesias no pueden soportar la presencia de davides que les quiten brillo.
Debido a ello las iglesias languidecen porque a la savia nueva que aporta Jesús,
el Señor de la iglesia, no se le da la bienvenida que se merece y se la rechaza
porque según dicen los saúles atentan contra la autoridad eclesiástica
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