dilluns, 19 de juny del 2017

SALMO 130: 1,2

“De lo profundo, oh Señor, a ti clamo. Señor, oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi suplica”
El salmo 130 es un poema muy corto, sólo tiene 8 versículos. Hay un dicho catalán que dice: “En el frasco pequeño está la buena confitura”.  El salmo 130 contiene mucha buena confitura de sana doctrina espiritual.
La plegaria del salmista brota de lo profundo de su corazón. Hambriento de Dios, dice: “Señor, oye mi voz, estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”. ¿Cuál es el secreto del fervor con el que el salmista suplica a Dios? “Jah, si miras a mis pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado” (vv.3, 4). El reconocimiento de pecado es esencial para poder mantener una buena relación con Dios. Adán y Eva pretendían tapar su pecado con unos delantales cosidos con hojas de higuera, pero se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del jardín. Sentían vergüenza de que Dios contemplara su desnudez. El salmista no esconde su pecado a Dios, confiesa su condición de pecador, fue concebido en pecado, toda su naturaleza está pervertida. “Pero en ti hay perdón para que sea reverenciado”. El perdón que el salmista recibe de Dios por la fe en el Mesías le hace buscar a Dios con más insistencia. Este anhelo lo describe con estas palabras: “Mi alma espera en el Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana” (v.6). El salmista utiliza un símil militar. El miedo que siente el centinela que le toca hacer guardia nocturna. Cualquier ruido le despierta miedo pensando que el enemigo se aproxima. Su alma está en vilo. Anhela desesperadamente la llegada del amanecer que con la luz que le acompaña despeje su miedo. La angustia de la noche se convierte en el sosiego que acompaña la luz. El miedo ha desaparecido, siendo reemplazado por la tranquilidad. El miedo del centinela debe convertirse en la confianza del hijo de Dios: “Esperé yo en el Señor, esperó mi alma, en su palabra he esperado”. El salmista nos viene a decir que nuestra relación con Dios no debe ser algo monótono, de rutina. Buscarle como si fuese un imperativo legal, forzado. Si no lo buscas por las buenas lo harás por las malas. El garrote de Dios te dará en las costillas. No. El anhelo del salmista es algo parecido “como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Salmo 49:1). El bramido el ciervo clamando por las aguas durante una larga sequía nace de lo profundo de su ser. Cuerpo, alma y espíritu, todo el ser del salmista tiene sed de Dios.
Lector amado: Espera en el Señor “porque en el Señor hay misericordia, y abundante redención en Él, y Él redimirá a Israel (a ti) de todos sus pecados” (vv. 7,8).
Que la misericordia del Señor te haga sentir la sed profunda del ciervo que te haga bramar por Jesús, en el deserto de este mundo, que es el agua viva que tu alma necesita con urgencia beber.


PROVERBIOS 13. 10

“Ciertamente la soberbia concebirá contienda, pero son sabios los que se dejan aconsejar”
Una palabra actual que engloba: Soberbia, orgullo, presunción…, es narcicismo. Si el rey Saúl viviese hoy formaría equipo con las  estrellas del espectáculo, del deporte, de la política. El narcicismo está más extendido de lo que creemos: abraza a todas las clases sociales.
Saúl, en un principio no había desarrollado el virus del narcicismo. Llegado el momento en que el profeta Samuel tenía que presentarle públicamente como el primer rey de Israel, “le buscaron pero no fue hallado”. El pueblo se preguntaba si aún no había venido. El Señor les dice: “He aquí que él está escondido entre el bagaje” (1 Samuel 10:27). No se atrevía a manifestarse en público.
Empezó a descubrirse el narcicismo latente en Saúl a partir del momento en que David entra en el escenario público. Debido a la victoria sobre Goliat y las victorias que obtenía en la lucha contra los filisteos, David “era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl”. El vaso derramó el narcicismo latente cuando al regreso victorioso de Saúl de sus campañas bélicas, era recibido con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Las mujeres que le recibían con cánticos clamorosos, decían: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”. Las aclamaciones de las mujeres no agradaron a Saúl: “Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: a David le dieron diez miles, y a mí miles, no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David”. Directamente y por medio de intermediarios Saúl intentó en diversas ocasiones deshacerse de David.
La historia de Saúl tal como nos la cuenta la Biblia es un ejemplo de la veracidad de lo que enseña el texto que comentamos. El narcicismo de Saúl tuvo funestas consecuencias políticas: perdió a uno de sus mejores soldados por medio del cual obtenía brillantes victorias y, su reinado acabó muriendo en combate en una humillante derrota. “Ciertamente la soberbia concebirá contienda”.
El narcicismo también se encuentra agazapado en las iglesias en espera de la oportunidad para manifestarse. El narcicismo cristiano no se descubre en tanto no aparezcan críticos al comportamiento pastoral. En el momento en que el Señor, con la Biblia en la mano, levanta críticos a la política eclesiástica, el narcicismo aparece con virulencia. El narcicismo interfiere en el crecimiento espiritual de los creyentes porque los saúles que hay en las iglesias no pueden soportar la presencia de davides que les quiten brillo. Debido a ello las iglesias languidecen porque a la savia nueva que aporta Jesús, el Señor de la iglesia, no se le da la bienvenida que se merece y se la rechaza porque según dicen los saúles atentan contra la autoridad eclesiástica


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