dilluns, 12 de juny del 2017

JOB 1:22

“En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”
En un espacio de tiempo, tal  vez todo sucedió en el mismo día, murieron a filo de espada los siervos de Job que estaban labrando. Fuego de Dios cayó del cielo que consumió a pastores y ovejas. Los caldeos  robaron sus camellos y mataron a los pastores que los cuidaban. Un gran viento sopló contra la casa en la que se encontraban los hijos de Job banqueteando, murieron todos ellos. Job no lo sabía, nosotros sí, porque en aquel momento Job desconocía toda la historia. Ignoraba que todas las desgracias acontecidas en tan poco tiempo sucedieron porque Dios permitió a Satanás que las hiciera. En este momento de profundo dolor, “en todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”.
Algún comentarista atribuye a Moisés la autoría del libro de Job y que lo escribió con el propósito de alentar a los israelitas en la dura servidumbre en Egipto. Sea cierto o no que Moisés escribió el libro de Job, lo que sí es verdad es que es un libro muy adecuado para confortar al pueblo e Dios en el infortunio. En la actualidad el mundo está inmerso en una vorágine de despropósitos que hace que sean muchísimas las personas que se preguntan: “Si Dios existe, ¿Por qué permite todas las barbaridades que acontecen? Los cristianos que tenemos la Biblia como palabra de Dios y que es objeto de nuestra meditación diaria, sabemos que muchos de los desastres que acontecen son juicios de Dios para castigar a quienes le han abandonado y viven en pecado. No debemos olvidar nunca que Dios es justo y que da a cada uno según se merecen sus obras, a pesar que desde nuestro punto de vista, que desconocemos los detalles, nos pueda parecer excesivo.
La otra razón por la que ocurre lo que sucede, no debe olvidarse nunca, es que el diablo, el dios de este siglo, padre de mentira y homicida desde el principio, es semejante a un perro encadenado que tiene libertad de movimiento hasta donde se lo permite la longitud de la cadena. El diablo puede hacer daño, sí, pero no todo el que su maldad le impulsaría a hacer si Dios no hubiese limitado la longitud de la cadena.
Durante todo el tiempo, que será hasta la venida de Jesús en su gloria, en el que el dios de este mundo gozará de libertad vigilada, el mal seguirá haciendo de las suyas. Los designios de Dios seguiremos ignorándolos. Lo que sí sabemos es que a pesar de desconocerla, la voluntad de Dios se cumple inexorablemente y, como decimos en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”                           (Mateo 6:9).
Teniendo un conocimiento más completo de lo que sucede y del origen de los males que padecemos, y que Dios no ha perdido el control de su creación, que todo conduce a que los propósitos de Dios se cumplan, debemos hacer nuestras las palabras: “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”

 

JOB 9: 20

“Si yo me declarase justo, me condenaría mi boca, si dijese que soy perfecto, esto me haría inicuo”
Las palabras de Job que comentamos manifiestan un profundo conocimiento de su condición. Es muy difícil, es como buscar una aguja en un pajar, encontrar una persona que sin recelo alguno se declare pecador. La razón se debe a que el diablo, que es padre de mentira, que es el dios de este siglo y padre espiritual de una infinidad de personas, hace que estas mientan sobre sí mismas. Las sutilezas satánicas hacen que los hombres no reconozcan lo que realmente son. Cuando las personas se miran por la mañana en el espejo y comparan su rostro con la extrema fealdad de su padre el diablo, se consideran poco hermosas y se esfuerzan en semejarse más a la imagen de belleza espiritual que el diablo les inculca.
El diablo es un ser espiritual y como tal es invisible, que posee a personas a las que encumbra en la sociedad, las celebritis, sus hijos se fijan en ellas, deseando imitar su forma de vida. Su manera de vestir, tatuajes, drogas, sexo, divorcios, amor al dinero,…En general, las personas son como como ovejas que se las lleva al matadero. No en vano el diablo es homicida desde el principio. En tanto el hombre como individuo y como sociedad siga imitando el modelo de conducta diabólica, los problemas que nos hunden en las profundidades del abismo, no desaparecerán.
Job al mirarse en el espejo al asearse por la mañana se compara con otro modelo. Contempla la imagen de Jesús, imagen del Dios invisible, el Dios tres veces santo, justo, amoroso, inmaculado. Ante tal contraste no puede por menos que decir: “Si yo me declarase justo, me condenaría mi boca, si dijese que soy perfecto, esto me haría inicuo”. Job, el hombre declarado justo por la fe en el Mesías que tenía que venir, al mirarse en el espejo contempla la fealdad de su alma. Reconoce el pecado que hay en él lo cual le lleva a intensificar sus súplicas implorando el perdón de Dios y que la sangre de Jesús vertida en la cruz del Gólgota le limpie todos sus pecados, incluidos aquellos de los que no tiene conciencia. Este entrar a diario en el baño para mirarse en el espejo y comparándose en Jesús el modelo de Hombre perfecto le hace ver las muchas manchas y arrugas que afean su alma. Suplica el perdón del Señor y cada vez que una súplica brota de sus labios una arruga pierde profundidad y una mancha intensidad. Cada día al mirase en el espejo y comparándose con Jesús comprueba que su imagen va asemejándose un poco más al Modelo. Hoy no. Mañana sí, comprobará que todas sus arrugas y manchas habrán desaparecido. Reproducirá la imagen gloriosa de Jesús.


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