dimarts, 18 d’abril del 2017

JUAN 11:25

“Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
Entre los incrédulos la doctrina de la resurrección es motivo de burla. ¿Cómo es posible que un cuerpo muerto, descompuesto y comido por los gusanos pueda levantarse y vivir? La naturaleza que muestra sabiduría, no porque ella sea sabia por sí misma, sino porque refleja la sabiduría de Dios que la gobierna, explica claramente que la doctrina de la resurrección  no es para desdeñarla sino para ser tomada en consideración.
“¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”, son preguntas que el apóstol Pablo pone en boca de los corintios. Preguntas que asimismo nos hacemos nosotros. El apóstol Pablo considera necios a quienes piensan que la resurrección de los muertos es algo imposible. Visionando un campo de trigo explica como es posible que sembrando granos de trigo a su debido tiempo aparezca un espléndido trigal que ha multiplicado con creces la semilla sembrada.
“Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano, pero Dios le da el cuerpo como Él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo” (1 Corintios 15: 36-38). Para que nuestros ojos puedan deleitarse contemplando un trigal de espigas doradas a punto de su recolección, es preciso que previamente cada grano sembrado se cubra de tierra, se pudra y del pudrimiento nazca el brote que se convertirá en un tallo acompañado de espigas. Si la cosa es así en el campo de las plantas, ¿por qué no pude suceder algo parecido en el campo del cuerpo humano?
“Porque así como en Adán todos muren, también en Cristo todos serán vivificados” (v.22). El Cristo resucitado  en el tercer día de su fallecimiento es el poder de Dios que retorna a la vida a los murtos. Sin la resurrección de Cristo no existe la resurrección de los muertos. Resucitan con cuerpos espirituales, como el de Cristo resucitado, para no volver a morir jamás. Una consideración a tener en cuenta: Existe resurrección de vida y resurrección de muerte. Una existencia eterna para los primeros gozando de la presencia de Dios, en un entorno en el que no habrá sufrimiento, ni nada que empañe la felicidad plena. Para los segundos, la Biblia los sitúa en un rechinar de dientes, de fuego que consume y no destruye, “sufriendo pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1.9).
Rechazar la realidad que nos aguarda no la hace desaparecer. Negar el Holocausto nazi no quita que existió. Los que vivimos nos encontramos en una bifurcación del camino. El de la derecha nos conduce al reino de Dios, a la vida eterna. El de la izquierda al Reino de Satanás, a la muerte eterna. Todavía no se ha sellado el destino eterno. Todavía disponemos de tiempo para decidir entre la vida o la muerte eterna. Tú decides.


  MARCOS 10:17

“Al salir Él para seguir su camino vino uno corriendo, e hincada la rodilla delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?”
El joven rico es una ilustración de la parábola del sembrador. Jesús le dice a este joven que vino corriendo a Él, “e hincada la rodilla delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?” Jesús le dice: Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. Cuando Jesús le cita los mandamientos que conoce, el joven que busca “heredar la vida eterna” dice: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud”. Ante tanta seguridad mostrada, Jesús se lo mira con amor y le dice: “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sígueme tomando tu cruz”. Al escuchar las exigencias de Jesús, el joven que decía manifestar interés en heredar la vida eterna, reacciona así: ”Pero él afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. El texto nos dice que Jesús mirando a su alrededor dijo a sus discípulos. “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de los cielos los que tienen riquezas” (Marcos 10: 17-23).
Vayamos a la parábola del sembrador que esparce la simiente que cae en distintos tipos de suelo. Una parte de la simiente “cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron”. Jesús explica el significado que tiene la simiente que cayó entre espinos. “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y placeres de la vida, y no llevan fruto” (Lucas 8: 7,14).
El sembrador siembra la Palabra de Dios a diestro y a siniestro. No hace acepción de personas, pues todas ellas necesitan escuchar el Evangelio de la salvación. Gracias a la siembra indiscriminada de la Palabra de Dios, personas de diversa índole creen en ella y entran a formar parte de la membresía de una iglesia local. Se bautizan, participan regularmente en los cultos. Los hermanos ven en ellas personas que prometen. Al cabo de un cierto tiempo la espiritualidad de estos conversos languidece. Poco a poco se van alejando de la iglesia hasta que llega el día que desaparecen del todo. ¿Qué ha pasado? Sencillamente que no eran verdaderos cristianos. Hubo una conversión, sí, a los valores éticos de la Palabra de Dios, pero no a Cristo que hace del pecador una nueva criatura. Como el joven rico cumplen los mandamientos, o a ellos les parece que lo hacen, pero tomar la cruz y seguir a Jesús es pedir demasiado. “Muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20: 16). En muchas ocasiones no se precisa que la iglesia ejerza disciplina. Quienes no son del Señor se autoexcluyen de la fraternidad cristiana para volver al mundo del que aparentemente se habían apartado.
                     http://octaviperenyacortina22.blogspot,com



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