GÉNESIS 6.9
“Noé, varón justo, era perfecto en sus
generaciones, con Dios caminó Noé”
“Y aconteció que cuando comenzaron los
hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra…Y vio el Señor que la maldad
de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos
de sus corazones era de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 1-5). Algunos
ven en los “hijos de Dios” los descendientes por la línea de Set y las hijas de
los hombres que eran hermosas, descendientes de los otros hijos de Adán y Eva.
Ven en ello “matrimonios mixtos” de creyentes con no creyentes, condenaos en la
Biblia, con lo cual al desaparecer el testimonio de la verdad “la maldad de los
hombres era mucha en la tierra”. La situación de la humanidad en tiempos de Noé
no tiene nada que envidiar con la nuestra, pues en nuestros días también hay
mucha “maldad en la tierra”.
La paciencia de Dios con respecto a la
maldad tiene un límite. El pueblo de Israel que salió de la esclavitud egipcia
no pudo entrar en la Tierra Prometida hasta que la maldad de los amorreos que
vivían en ella no colmase el vaso. Dios es paciente con los hombres para no
descargar su ira hasta que dice: ¡Basta! El texto dice. “Y se arrepintió Dios
de haber hecho el hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (v.6). Dios es
sensible y le duele ver la maldad de los hombres. Cuando ya no puede más y
haciendo uso de su justicia es cuando ejecuta la sentencia irreversible: “Raeré
de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado…pues me arrepiento de
haberlos hecho”. ¡Qué grande no debía ser la maldad de los hombres para que
Dios que es amor dijese: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que
he creado”!
De entre la multitud de malvados “Noé
halló gracia ante los ojos dl Señor” (v.8). El versículo 9 dice: “Noé, varón
justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé”. Que Dios
reconociese a Noé como justo, no significa que fuese sin pecado. A través de
sus antepasados le llegó el testimonio de que Dios perdona el pecado de los
hombres que creen que sus pecados son perdonados a través del derramamiento de
sangre. La sangre de los animales que sacrificaban sus antepasados no perdonó
sus pecados, pero creyendo en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,
que representaban los animales sacrificados, sí obtuvo Noé el calificativo de
justo, de que caminaba con Dios.
En medio de la maldad imperante en
nuestra generación, rayos de la luz divina llegan a la tierra que transportan
el mensaje del perdón de Dios por la fe en Jesús, el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo. Es así que en medio de una sociedad que solamente piensa
en hacer el mal aparecen personas que como Noé Dios las llama justas y que
caminan con Él.
ISAÍAS 43. 4
“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste
honorable y yo te amé”.
Para celebrar el 80 aniversario de
Winston Churchill el Parlamento británico encargó al pintor Graham Sutherland
que pintara un retrato del reconocido político. Se dice que Churchill le
preguntó al artista cómo le iba a pintar: “¿Cómo un querubín o un bulldog?” A
Churchill le gustaban estas percepciones que el pueblo tenía de él. El pintor
le respondió que lo pintaría tal como le veía. A Churchill no le gustó la obra.
Sutherland pintó al político sentado en una butaca con su característica mala
cara, no mu favorecida, pero real.
Después de la entrega oficial del retrato, Churchill lo guardó en el
sótano de su casa, para después con mucha discreción sr destruido.
De manera parecida a Churchill todos
nosotros nos hemos hecho una imagen de nosotros mismos que no se ajusta a la
realidad y que deseamos que los demás nos vean como nosotros nos imaginamos
ser. Este propósito no se consigue. De la misma manera que Graham Sutherland
pintó a Churchill con su expresión adusta, las otras personas, por más que
intenten disimularlo para ser correctamente políticos, nos ven con todos nuestros defectos de carácter. Tal
vez durante un cierto tiempo conseguimos engañarlos con nuestra careta de
“hipócrita” que nos ponemos, pero más pronto o más tarde se descubre la verdad
de lo que somos.
No debemos olvidar que Dios conoce
nuestros pensamientos más íntimos, incluso antes de haberlos elaborado. El
señor conoce los detalles más insignificantes de nuestro mal carácter. De ser
sinceros, confesaríamos que en nosotros no hay nada bueno. Si Dios fuese
Sutherland, el rostro con que nos
pintaría reflejaría la maldad que se esconde en lo profundo de nuestra alma
debido al pecado. Pareciéndonos a Churchill guardaríamos la pintura en el
sótano de nuestras casas, para más tarde, para más tarde con la máxima
discreción, destruirla. Pero no podemos hacerlo.
Ya que a Dios no se le puede engañar, no
seamos necios. Intentar esconder nuestra fealdad con pieles de animales como lo
probaron Adán y Eva, sin conseguirlo: “Dios tú conoces mi insensatez, y mis
pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5). “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi
iniquidad”
(Salmo 32: 5). Ante Dios quitémonos nuestra careta de hipócrita que nos hemos puesto y reconozcamos nuestro
pecado. Como Dios lo hizo con Adán y Eva, lo hará con nosotros, cubrirá nuestro
pecado con la sangre de su Hijo Jesús y se iniciará el proceso de santificación
que no cesará hasta que no se haya completado del todo. Cuando haya finalizado,
compareceremos ante Él sin ninguna mancha ni arruga. Seremos perfectos como
nuestro Padre celestial es perfecto. Llegado a este punto, la nueva criatura
que somos en Cristo Jesús no deseará esconder el rostro que refleja la gloria
de Dios.
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