dilluns, 10 d’abril del 2017

GÉNESIS 6.9

“Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé”
“Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra…Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de sus corazones era de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 1-5). Algunos ven en los “hijos de Dios” los descendientes por la línea de Set y las hijas de los hombres que eran hermosas, descendientes de los otros hijos de Adán y Eva. Ven en ello “matrimonios mixtos” de creyentes con no creyentes, condenaos en la Biblia, con lo cual al desaparecer el testimonio de la verdad “la maldad de los hombres era mucha en la tierra”. La situación de la humanidad en tiempos de Noé no tiene nada que envidiar con la nuestra, pues en nuestros días también hay mucha “maldad en la tierra”.
La paciencia de Dios con respecto a la maldad tiene un límite. El pueblo de Israel que salió de la esclavitud egipcia no pudo entrar en la Tierra Prometida hasta que la maldad de los amorreos que vivían en ella no colmase el vaso. Dios es paciente con los hombres para no descargar su ira hasta que dice: ¡Basta! El texto dice. “Y se arrepintió Dios de haber hecho el hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (v.6). Dios es sensible y le duele ver la maldad de los hombres. Cuando ya no puede más y haciendo uso de su justicia es cuando ejecuta la sentencia irreversible: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado…pues me arrepiento de haberlos hecho”. ¡Qué grande no debía ser la maldad de los hombres para que Dios que es amor dijese: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado”!
De entre la multitud de malvados “Noé halló gracia ante los ojos dl Señor” (v.8). El versículo 9 dice: “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé”. Que Dios reconociese a Noé como justo, no significa que fuese sin pecado. A través de sus antepasados le llegó el testimonio de que Dios perdona el pecado de los hombres que creen que sus pecados son perdonados a través del derramamiento de sangre. La sangre de los animales que sacrificaban sus antepasados no perdonó sus pecados, pero creyendo en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que representaban los animales sacrificados, sí obtuvo Noé el calificativo de justo, de que caminaba con Dios.
En medio de la maldad imperante en nuestra generación, rayos de la luz divina llegan a la tierra que transportan el mensaje del perdón de Dios por la fe en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es así que en medio de una sociedad que solamente piensa en hacer el mal aparecen personas que como Noé Dios las llama justas y que caminan con Él.

ISAÍAS 43. 4

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable y yo te amé”.
Para celebrar el 80 aniversario de Winston Churchill el Parlamento británico encargó al pintor Graham Sutherland que pintara un retrato del reconocido político. Se dice que Churchill le preguntó al artista cómo le iba a pintar: “¿Cómo un querubín o un bulldog?” A Churchill le gustaban estas percepciones que el pueblo tenía de él. El pintor le respondió que lo pintaría tal como le veía. A Churchill no le gustó la obra. Sutherland pintó al político sentado en una butaca con su característica mala cara, no mu favorecida, pero real.  Después de la entrega oficial del retrato, Churchill lo guardó en el sótano de su casa, para después con mucha discreción sr destruido.
De manera parecida a Churchill todos nosotros nos hemos hecho una imagen de nosotros mismos que no se ajusta a la realidad y que deseamos que los demás nos vean como nosotros nos imaginamos ser. Este propósito no se consigue. De la misma manera que Graham Sutherland pintó a Churchill con su expresión adusta, las otras personas, por más que intenten disimularlo para ser correctamente políticos, nos ven  con todos nuestros defectos de carácter. Tal vez durante un cierto tiempo conseguimos engañarlos con nuestra careta de “hipócrita” que nos ponemos, pero más pronto o más tarde se descubre la verdad de lo que somos.
No debemos olvidar que Dios conoce nuestros pensamientos más íntimos, incluso antes de haberlos elaborado. El señor conoce los detalles más insignificantes de nuestro mal carácter. De ser sinceros, confesaríamos que en nosotros no hay nada bueno. Si Dios fuese Sutherland, el rostro  con que nos pintaría reflejaría la maldad que se esconde en lo profundo de nuestra alma debido al pecado. Pareciéndonos a Churchill guardaríamos la pintura en el sótano de nuestras casas, para más tarde, para más tarde con la máxima discreción, destruirla. Pero no podemos hacerlo.

Ya que a Dios no se le puede engañar, no seamos necios. Intentar esconder nuestra fealdad con pieles de animales como lo probaron Adán y Eva, sin conseguirlo: “Dios tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5). “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad”                                     (Salmo 32: 5). Ante Dios quitémonos nuestra careta de hipócrita  que nos hemos puesto y reconozcamos nuestro pecado. Como Dios lo hizo con Adán y Eva, lo hará con nosotros, cubrirá nuestro pecado con la sangre de su Hijo Jesús y se iniciará el proceso de santificación que no cesará hasta que no se haya completado del todo. Cuando haya finalizado, compareceremos ante Él sin ninguna mancha ni arruga. Seremos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto. Llegado a este punto, la nueva criatura que somos en Cristo Jesús no deseará esconder el rostro que refleja la gloria de Dios.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada