ACUERDO ENTRE ALMA Y CUERPO
<b >La unidad de la
persona: cuerpo y alma continuará mañana en el día de la resurrección</b>
Después de cincuenta años
de relacionarse con su cuerpo, <b>Luz Gabás</b> termina diciendo en
su escrito <i>Querido cuerpo</i>: “Sin embargo, ahora tengo la
sensación de que algo está cambiando. Nuestros caminos comienzan a separarse.
Yo aún deseo la luna, la noche, el baile y la hoguera, pero tú quieres el sol,
el día, el paseo, la manta. Te estás volviendo perezoso, pálido, azulado. Te me
estás arrugando. Tienes palpitaciones y sudores. Te estás acobardando. Yo soy
joven y tú no. Y no lo puedo soportar. Tenía que decírtelo. Perdóname.
Te he sido fiel, querido
mío, aunque en más de una ocasión te hubiera cambiado por otro – más joven, más
tostado, menos grueso, con huesos más finos. – A partir de ahora, si hemos de
continuar juntos hasta la muerte, no sé cómo nos vamos a entender. De verdad,
no quisiera que esto fuera el final de nuestra larga y fructífera relación,
pero sinceramente ignoro cómo lo vamos a solucionar. Te amo cuando me amas, te
odio cuando me dueles. Y me duele decirte. Y por esto sufro. Mucho.
Me gustaría conocer tu
opinión. ¿Es sólo cosa mía o tú también percibes estas diferencias? ¿Podremos
de algún modo salvarlas? Por favor sé sincero. Espero tu respuesta.
Con todo mi amor Luz”
El problema que <b>Luz Gabás</b> plantea en
su escrito, algunos intentan solucionarlo de manera drástica con la muerte
física: Separación eterna de cuerpo y alma. Pero esta solución no satisface
porque todos como <b>Luz Gabás</b>, a pesar de las batallas
mantenidas a lo largo de la vida, amamos a nuestro cuerpo. Lo consideramos parte de nuestra
individualidad y por esto nos cuesta aceptar que la muerte nos separará para
siempre. Esta separación es un insulto a
aquellos que, a pesar de que sea de manera inconsciente, se les hace muy
doloroso el divorcio eterno. Quienes por motivos filosóficos creen que la
muerte es la libertad del alma y que con liberarse del cuerpo pierde la
identidad uniéndose a un absoluto nubloso, ya les va bien. Los otros, esperamos
algo mejor. Aquí entra en escena la
doctrina cristiana de la resurrección de los muertos. Quienes creen que su
destino es la unión con el absoluto impersonal forman equipo con los antiguos
atenienses que cuando oyeron que el apóstol Pablo les hablaba de la
resurrección de los muertos, la Biblia dice: “Algunos se burlaban y otros
decían: ya te oiremos acerca de esto otra vez” (Hechos 17: 32). A quienes nos
cuesta perder nuestra identidad prestamos atención para saber qué es esto de la
resurrección.
Jesús deja claro que el
secreto de la resurrección se encuentra en Él: “Yo soy la resurrección y la
vida, quien cree en mí, aun cuando muera vivirá” (Juan 11.25). Estas palabras
Jesús las dijo a Marta, la hermana de Lázaro que ya hacía cuatro días que había
fallecido, a quien acto seguido lo levantaría de la tumba. Quitada la piedra
que cerraba la puerta del sepulcro, Jesús dijo con voz fuerte: “¡Lázaro, sal
fuera!” (v.43). El difunto obedeció la orden de Jesús y “salió, atadas las
manos y los pies con vendas y el rostro envuelto en un sudario” (v. 44). Esta
no es la resurrección a la que se refiere Jesús cuando dice: “Yo soy la
resurrección y la vida”. Lázaro, en la hora establecida por Dios volvió a morir. Su cuerpo duerme bajo tierra
comido por los gusanos y sus huesos, convertidos en polvo, fertilizante para
las plantas, esperando la resurrección que acaecerá en el día final, que va precedida por la
resurrección de Jesús al tercer conforme a las Escrituras. Resurrección que
acredita que es cierto que Él es “la resurrección y la vida”.
El apóstol Pablo
inspirado por Dios es el encargado de darnos una pincelada de como será la
resurrección del día final: “Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con Él. Por tanto, alentaos los unos a los otros con
estas palabras” (1
Tesalonicenses 4: 16-18).
Estas palabras el apóstol
Pablo dan respuesta a la pregunta que <b>Luz Gabás</b> le hace a su
cuerpo. Con la resurrección en Cristo los conflictos entre el cuerpo y el alma,
porque el pecado es el causante de ello, ya no será. Entre el cuerpo
glorificado en la resurrección y el alma existirá harmonía perfecta por toda la
eternidad.
Octavi Pereña i Cortina
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