dilluns, 24 d’abril del 2017

JUECES 8:23

“Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará, el Señor señoreará sobre vosotros”
El señor jamás se desentiende de su pueblo. A pesar que éste hizo “lo malo ante los ojos del Señor” (Jueces 6:1), y Madián oprimía a Israel, lo que Madián hacía con Israel era poner su dedo en el ojo el Señor. El Ángel del Señor se le apareció a Gedeón  y le dijo: “El Señor está contigo, varón esforzado y valiente…Y mirándole el Señor le dijo: “Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?” (Jueces 6: 12-14). Los israelitas habiendo visto que Gedeón los había liberado del yugo de Madián, le pidieron que fuera su señor. A la petición Gedeón respondió: “No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará, el Señor señoreará sobre vosotros”. Estas palabras tienen un gran parecido con las que años más tarde los israelitas le dijeron al profeta Samuel: “Constitúyenos sobre nosotros un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8.5). Esta petición no le gustó al profeta. El Señor le dijo: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí han desechado, para que no reine sobre ellos” (v. 7).
En tiempo de Gedeón el pueblo no quiso que el Señor fuese su Rey. En la época de Samuel volvió a suceder lo mismo. La historia de Israel es un rosario de rechazos  de Dios como Rey. El rechazo llegó a su zénit en Jesús cuando presentado ante Pilato y éste como era Pascua y tenía la costumbre de indultar a un prisionero les dice a los sacerdotes y al pueblo: “¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?” (Marcos 15:9), respondieron: “Crucifícale, crucifícale”. Como nación Israel rechazó a su Rey.
“Bienaventurada es la nación cuyo Dios (Rey) es el Señor” (Salmo 33:12).
El Roto, en una de sus viñetas presenta a un hombre frente de un muro negro que dialoga consigo mismo. “tranquilo, vivimos en la era de las comunicaciones”, y se responde: “¡Sí, menos mal!”. El dibujante refleja la situación en que vive el mundo actual. La humanidad está envuelta de unas espantosas tinieblas espirituales porque sin disimulo rechaza a Jesús el Hijo de Dios para que gobierne sobre ella. Prefiere a las tinieblas antes que al Hijo porque prefiere las tinieblas antes que la luz de Dios.
Desde el principio de la Historia, con Adán a la cabeza, el hombre ha preferido las tinieblas a la luz, por ello, las cosas, como individuos y como naciones las cosas nos han ido de mal a peor. Sin Dios los problemas humanos no tienen solución. Dios en su misericordia, como la tuvo con Adán, por fe cubre a algunas personas con la sangre de su Hijo Jesús, se les abren los ojos y la luz de Cristo inunda sus corazones, expulsando las espesas tinieblas espirituales que sus corazones almacenaban. A partir de entonces caminan sin tropiezos por el sendero que los conduce hasta la presencia del Señor sentado en su trono.


JUECES, 16:20

“Pero él no sabía que el Señor ya se había apartado de él”
A pesar que Sansón fue un juez de Israel cuyo nombre aparece en la galería de los héroes de la fe, su nacimiento fueun milagro. Su madre era estéril. El Ángel del Señor anunció el nacimiento del niño diciéndole que sería “nazareo”, un apartado para el Señor. La madre y el hijo tenían que cumplir los votos del nazareo (números 6: 1-27).  “Todo el tiempo de su nazareato, será santo para el Señor” (v. 8). El nazareo era una persona de dedicación a tiempo completo al Señor. “y el niño creció, y el Señor lo bendijo. Y el Espíritu del Señor empezó a manifestarse en él” (Jueces 13: 24,25).
Pronto empezó a manifestarse que algo no funcionaba bien en Sansón: “Yo he visto en Timmat una mujer de los hijos de los filisteos, os ruego que me la toméis por mujer”, les dijo a sus progenitores. A pesar que sus padres le avisaron de lo incorrecto de su decisión, Sansón dijo a su padre: “Tómame esta mujer, porque ella me agrada” (14: 2,3).
Yendo con sus padres hacia la casa de la mujer escogida, Sansón mató un león. De regreso de la casa de la mujer, Sansón se apartó del camino   “para ver el león muerto. En él vio “un enjambre de abejas y un panal de miel” (v.8). Comió miel y la compartió  con sus padres, cosa que no podía hacerse sin posterior purificación. Más tarde se llegó a una ramera de Gaza ((16:1).
Al final su muy conocida relación con Dalila. El texto se explaya relatando la relación con ella. La mujer, sobornada por los filisteos, insiste en que le descubra el secreto de su fuerza. Al final “le descubrió, pues,  todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza le llegó navaja, pues soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuese rapado mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré como todos los hombres” (16: 17). Dalila hizo que Sansón se durmiese sobre sus rodillas  “y llamó a un hombre quien le rapó las siete trenzas de su cabeza” (v.19). Dalila lo despertó al grito de “¡Sansón los filisteos contra ti!” Sansón ya no pudo escaparse como en las ocasiones anteriores, porque “no sabía que el Señor ya se había apartado de él”. “Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza, y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel” (v. 21).
Si el relato acabase aquí daría la impresión que no había esperanza para Sansón. El texto sigue diciendo. “y el cabello de su cabeza empezó a crecer, después que fue rapado” (v. 22). El crecimiento del cabello es una señal que la comunión con Dios se restableció. La historia de Sansón pone de manifiesto que no se pierde la condición de hijo de Dios. También nos enseña que al hijo rebelde Dios tiene que disciplinarle para que vuelva en sí y se arrepienta de sus pecados. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, paro después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitaos” (Hebreos 12: 11). En esta época en que la Iglesia se caracteriza por su descarrío, ¡cuán necesario es que el Señor discipline a quienes se consideran hijos de Dios!
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DISCIPLINA

<b>La ausencia de disciplina convierte a la sociedad en un zarzal que dificulta la buena convivencia</b>
Dos hechos ocurridos el mismo día. El uno en Barcelona por un joven de 24 años que junto con su amigo que gravó en video la gamberrada de darle un puntapié a una mujer que estaba parada en un paso cebra haciéndola caer en el suelo, produciéndole un esquince en la pierna. El otro sucedió en Lleida. Un niño de 14 años lanzó una piedra a una mujer que estaba esperando para subir en el ascensor que hay en la plaza del Escorxador, produciéndole una herida que precisó de 10 puntos de sutura para cerrarla. Estos dos hechos solamente son la punta del iceberg de la violencia que se da diariamente en el mundo. El hecho de que se produzcan estos actos de violencia indeseables  se debe a que algo no funciona en la educación que se imparte a los niños.
“La educación sin religión” escribió C. S. Lewis, profesor universitario inglés, “por útil que sea sirve más bien para hacer del hombre un diablo más astuto”. Cuando cito a Lewis no lo hago en el sentido que apruebo el deseo del gobierno de Madrid de que se enseñe religión en la escuela pública.  Me refiero a la necesidad que tienen los padres de hacerse suyos los principios éticos que se conservan en las páginas de la Biblia en espera de que se descubran para aplicarlos en la educación de los niños. Estos principios tan valiosos para la formación de los niños para que se conviertan en adultos amantes del bien se pierden porque a pesar de que la Biblia es el best seller más vendido a la vez es el menos leído por lo que las perlas educativas que contienen sus páginas se pierden en el olvido.
En el caso de Mario, el joven de Talavera de la Reina  que  utilizó las piernas de una mujer como si fuesen pelotas de fútbol pretendiendo imitar la violencia de Pepe, el jugador del Madrid y que su amigo inmortalizó en un video que al colgarlo en la red  parece ser que ha dado la vuelta al mundo, sentían poco respeto por las personas. La fechoría parece ser que fue premeditada a pesar de que en su declaración Mario dijo que estaba borracho. La borrachera no le exime de su responsabilidad.
No hay regla sin excepción. De una educación esmerada en la que no le falta una sana educación religiosa puede salir un hijo que sea un perfecto granuja. Pero el problema actual no reside en una educación esmerada, todo lo contrario, sino en una educación descuidada que se despreocupa de la formación de los hijos y traspasa la responsabilidad a la escuela pública o concertada. Dicha despreocupación tiene sus consecuencias. Desatender la obligación que los padres tienen de educar a sus hijos paga un precio muy elevado ya que en muchos casos junto a un hijo delincuente suelen encontrarse padres excesivamente permisivos que no frenaron las inclinaciones de sus hijos a hacer el mal. La pregunta que nos es lícita hacer es: Los padres de los protagonistas de las salvajadas descritas, ¿abortaron las primeras manifestaciones agresivas haciéndoles ver que la violencia jamás es recomendable.
El titular de prensa dice: “Condena europea a Francia por las zurras y los bofetones a los niños”. En letra pequeña se lee: “El Consejo de Europa quiere penalizar aquello que el 80% de los franceses aprueba”. Encuentro muy apropiado que se quiera extirpar la crueldad que en muchos casos se ejerce a los niños y que se penalice dicho comportamiento, pero una zurra bien dada en el momento oportuno porque los razonamientos no sirven puede evitar que el hijo se convierta en un pequeño dictador que sea la vergüenza de sus padres y en la adolescencia se convierta en un peligro social. La irresponsabilidad educativa de los padres explica las excesivas conductas antisociales de adolescentes y preadolescentes.
“la necedad está ligada en el corazón del muchacho, mas la vara de la corrección la alejarán de él” (Proverbios 22:15). Textos parecidos a este pueden hacer pensar que la Biblia aprueba la violencia educativa.  Aparecen otros que limitan el uso de la vara para disciplinar: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza, mas no se apresure tu alma a destruirlo” (Proverbios 19:18). “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos,  sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6.4).
Se ha llegado a un consenso de que la educación permisiva no es buena para los hijos y que la disciplina debe  entrar a formar parte de la educación. La Biblia se hace eco del desagrado que produce la palabra <i>disciplina</i> pero también nos informa de sus beneficios: “Y habéis oído la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina el Señor, ni desmayes cuando res reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos habéis sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los reverenciábamos. ¿Por qué no obedecemos mucho mejor al padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de sus santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitaos” (Hebreos 12. 5-11). No nos vendría mal a pesar de la imperfección humana una dosis más grande de disciplina en la educación de los hijos.


Octavi Pereña i Cortina

dimarts, 18 d’abril del 2017

EL PAPA SE CONFIESA

<b>El narcisismo religioso no tiene la aprobación de Dios</b>
Un breve comentario lleva por título <i>Los pecados del  papa Francisco</b>, firmado por <i>El País Semanal</i> ocupa una breve columna a la derecha de una fotografía a dos páginas que refleja el esplendor del Vaticano. Un guardia de seguridad de pié al lado de una puerta de mármol rodeada de dos colosales esculturas, me imagino de mármol de Carrara. A la izquierda de la fotografía un imponente confesionario apoyado a una columna de mármol gris. Arrodillado y dando la espalda al lector, el papa Francisco confesándose. Esto es la puesta en escena de la clausura del curso anual de la Penitenciaria Apostólica en que se forman los confesores de la Iglesia católica. Finalizado el acto, el papa se “dirigió al confesionario de la basílica de San Pedro en el Vaticano, se arrodilló, y allí mismo ante las cámaras, predicó con el ejemplo, pidiendo perdón por los pecados del papa”, dice el texto.
Un breve párrafo de la homilía que el papa Francisco pronunció ante los sacerdotes    asistentes al curso para perfeccionamiento de confesores, dice: “Un confesor que reza sabe muy bien que él mismo es el primer perdonado. No se puede perdonar en el Sacramento, sin ser consciente de haber sido perdonado antes”. Este texto que acompaña a la imagen de la confesión papal da para mucho. La primera pregunta que me hice al leerlo fue, ¿qué significa: “un confesor que reza sabe muy bien que él mismo es el primer perdonado”? La pegunta que nació en mi mente fue: ¿a quién se debe rezar? Los doctores que tiene la Iglesia nos dirán: a Cristo y a la Virgen en la multitud de calificativos y de representaciones plásticas, a los santos en infinidad de imágenes. El mandamiento es bien claro: “no tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás…” (Éxodo 20: 3-5).
Se tiene que saber muy bien a quien se reza para que uno tenga el pleno convencimiento de que ha sido perdonado. Los salmos, que son plegarias, quienes las hacen se dirigen a una persona en concreto: Yahvé, que es Jesús del Nuevo Testamento, que por ser Dios es el único que tiene poder de perdonar pecados (Mateo 9:1-8). Si uno clama al Señor como enseña la Biblia tiene conciencia de haber sido perdonado porque el Espíritu Santo le confirma el perdón. ¿Qué necesidad tiene una persona  que ha sido perdonada por Dios que un hombre ratifique el perdón? Ninguna. Además, la confesión auricular no la autoriza Dios.
En Mateo 6 Jesús nos enseña a no hacer las cosas para ser vistos por los hombres. “De otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (v. 1). Jesús dirigiéndose a los fariseos que  les gustaba hacer actos de piedad en público para parecer justos ante los hombres, les dice: “¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mateo 23: 25,26). Cuánto más esté uno alejado de Jesús más necesita hacer un espectáculo de la fe que no tiene. ¿Qué es sino una desobediencia al principio que cuando hagas algo “no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha? (Mateo 6:3). Cuando el papa Francisco para acreditar que se confiesa cada quince días con un sacerdote, como él dice, convoca a los reporteros gráficos que lo retraten para así todo el mundo sepa que lo hace, ¿no quebranta el principio dado por Jesús? El papa ya ha recibido la recompensa: Sus seguidores alabarán su humildad.
El apóstol Pablo refiriéndose a la humillación a que se sometió Jesús para salvar al pueblo de Dios de sus pecados, escribe: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó Él ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2. 5-8).
Jesús en el contexto del lavamiento de los pies de sus discípulos, dice. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13.15). La humildad de Jesús es el modelo que debemos imitar: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). El tiro de gracia que Jesús lanza contra el narcisismo religioso lo hace en la parábola del <i>fariseo y el publicano</i>.
El fariseo ponía cara triste para hacer creer que ayunaba. Además se ponía de pie en las plazas para airear la fe que decía tener. Pues bien, el fariseo de la parábola, como buen representante de su secta, sube al templo a orar: “El fariseo puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la  semana, doy diezmos de todo lo que gano”. Este fariseo oraba de pie en un lugar céntrico del templo para que todos los fieles asistentes pudiesen verlo.
La actitud del publicano era totalmente distinta. El publicano era un cobrador de impuestos al servicio de Roma. Era una persona despreciada por los judíos y marginado socialmente. Era un paria. Pues bien, esta persona considerada un indeseable, “estando lejos, estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios se propicio a mí pecador”. Jesús que observa las interioridades de los corazones de ambos oradores, dicta sentencia: “Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro (el fariseo), porque cualquiera que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18: 9-14).
Octavi Pereña i Cortina


JUAN 11:25

“Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
Entre los incrédulos la doctrina de la resurrección es motivo de burla. ¿Cómo es posible que un cuerpo muerto, descompuesto y comido por los gusanos pueda levantarse y vivir? La naturaleza que muestra sabiduría, no porque ella sea sabia por sí misma, sino porque refleja la sabiduría de Dios que la gobierna, explica claramente que la doctrina de la resurrección  no es para desdeñarla sino para ser tomada en consideración.
“¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”, son preguntas que el apóstol Pablo pone en boca de los corintios. Preguntas que asimismo nos hacemos nosotros. El apóstol Pablo considera necios a quienes piensan que la resurrección de los muertos es algo imposible. Visionando un campo de trigo explica como es posible que sembrando granos de trigo a su debido tiempo aparezca un espléndido trigal que ha multiplicado con creces la semilla sembrada.
“Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano, pero Dios le da el cuerpo como Él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo” (1 Corintios 15: 36-38). Para que nuestros ojos puedan deleitarse contemplando un trigal de espigas doradas a punto de su recolección, es preciso que previamente cada grano sembrado se cubra de tierra, se pudra y del pudrimiento nazca el brote que se convertirá en un tallo acompañado de espigas. Si la cosa es así en el campo de las plantas, ¿por qué no pude suceder algo parecido en el campo del cuerpo humano?
“Porque así como en Adán todos muren, también en Cristo todos serán vivificados” (v.22). El Cristo resucitado  en el tercer día de su fallecimiento es el poder de Dios que retorna a la vida a los murtos. Sin la resurrección de Cristo no existe la resurrección de los muertos. Resucitan con cuerpos espirituales, como el de Cristo resucitado, para no volver a morir jamás. Una consideración a tener en cuenta: Existe resurrección de vida y resurrección de muerte. Una existencia eterna para los primeros gozando de la presencia de Dios, en un entorno en el que no habrá sufrimiento, ni nada que empañe la felicidad plena. Para los segundos, la Biblia los sitúa en un rechinar de dientes, de fuego que consume y no destruye, “sufriendo pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1.9).
Rechazar la realidad que nos aguarda no la hace desaparecer. Negar el Holocausto nazi no quita que existió. Los que vivimos nos encontramos en una bifurcación del camino. El de la derecha nos conduce al reino de Dios, a la vida eterna. El de la izquierda al Reino de Satanás, a la muerte eterna. Todavía no se ha sellado el destino eterno. Todavía disponemos de tiempo para decidir entre la vida o la muerte eterna. Tú decides.


  MARCOS 10:17

“Al salir Él para seguir su camino vino uno corriendo, e hincada la rodilla delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?”
El joven rico es una ilustración de la parábola del sembrador. Jesús le dice a este joven que vino corriendo a Él, “e hincada la rodilla delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?” Jesús le dice: Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. Cuando Jesús le cita los mandamientos que conoce, el joven que busca “heredar la vida eterna” dice: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud”. Ante tanta seguridad mostrada, Jesús se lo mira con amor y le dice: “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sígueme tomando tu cruz”. Al escuchar las exigencias de Jesús, el joven que decía manifestar interés en heredar la vida eterna, reacciona así: ”Pero él afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. El texto nos dice que Jesús mirando a su alrededor dijo a sus discípulos. “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de los cielos los que tienen riquezas” (Marcos 10: 17-23).
Vayamos a la parábola del sembrador que esparce la simiente que cae en distintos tipos de suelo. Una parte de la simiente “cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron”. Jesús explica el significado que tiene la simiente que cayó entre espinos. “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y placeres de la vida, y no llevan fruto” (Lucas 8: 7,14).
El sembrador siembra la Palabra de Dios a diestro y a siniestro. No hace acepción de personas, pues todas ellas necesitan escuchar el Evangelio de la salvación. Gracias a la siembra indiscriminada de la Palabra de Dios, personas de diversa índole creen en ella y entran a formar parte de la membresía de una iglesia local. Se bautizan, participan regularmente en los cultos. Los hermanos ven en ellas personas que prometen. Al cabo de un cierto tiempo la espiritualidad de estos conversos languidece. Poco a poco se van alejando de la iglesia hasta que llega el día que desaparecen del todo. ¿Qué ha pasado? Sencillamente que no eran verdaderos cristianos. Hubo una conversión, sí, a los valores éticos de la Palabra de Dios, pero no a Cristo que hace del pecador una nueva criatura. Como el joven rico cumplen los mandamientos, o a ellos les parece que lo hacen, pero tomar la cruz y seguir a Jesús es pedir demasiado. “Muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20: 16). En muchas ocasiones no se precisa que la iglesia ejerza disciplina. Quienes no son del Señor se autoexcluyen de la fraternidad cristiana para volver al mundo del que aparentemente se habían apartado.
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dilluns, 10 d’abril del 2017

ACUERDO ENTRE ALMA Y CUERPO

<b >La unidad de la persona: cuerpo y alma continuará mañana en el día de la resurrección</b>
Después de cincuenta años de relacionarse con su cuerpo, <b>Luz Gabás</b> termina diciendo en su escrito <i>Querido cuerpo</i>: “Sin embargo, ahora tengo la sensación de que algo está cambiando. Nuestros caminos comienzan a separarse. Yo aún deseo la luna, la noche, el baile y la hoguera, pero tú quieres el sol, el día, el paseo, la manta. Te estás volviendo perezoso, pálido, azulado. Te me estás arrugando. Tienes palpitaciones y sudores. Te estás acobardando. Yo soy joven y tú no. Y no lo puedo soportar. Tenía que decírtelo. Perdóname.
Te he sido fiel, querido mío, aunque en más de una ocasión te hubiera cambiado por otro – más joven, más tostado, menos grueso, con huesos más finos. – A partir de ahora, si hemos de continuar juntos hasta la muerte, no sé cómo nos vamos a entender. De verdad, no quisiera que esto fuera el final de nuestra larga y fructífera relación, pero sinceramente ignoro cómo lo vamos a solucionar. Te amo cuando me amas, te odio cuando me dueles. Y me duele decirte. Y por esto sufro. Mucho.
Me gustaría conocer tu opinión. ¿Es sólo cosa mía o tú también percibes estas diferencias? ¿Podremos de algún modo salvarlas? Por favor sé sincero. Espero tu respuesta.
Con todo mi amor Luz”
El problema  que <b>Luz Gabás</b> plantea en su escrito, algunos intentan solucionarlo de manera drástica con la muerte física: Separación eterna de cuerpo y alma. Pero esta solución no satisface porque todos como <b>Luz Gabás</b>, a pesar de las batallas mantenidas a lo largo de la vida, amamos a nuestro  cuerpo. Lo consideramos parte de nuestra individualidad y por esto nos cuesta aceptar que la muerte nos separará para siempre.  Esta separación es un insulto a aquellos que, a pesar de que sea de manera inconsciente, se les hace muy doloroso el divorcio eterno. Quienes por motivos filosóficos creen que la muerte es la libertad del alma y que con liberarse del cuerpo pierde la identidad uniéndose a un absoluto nubloso, ya les va bien. Los otros, esperamos algo mejor. Aquí entra en  escena la doctrina cristiana de la resurrección de los muertos. Quienes creen que su destino es la unión con el absoluto impersonal forman equipo con los antiguos atenienses que cuando oyeron que el apóstol Pablo les hablaba de la resurrección de los muertos, la Biblia dice: “Algunos se burlaban y otros decían: ya te oiremos acerca de esto otra vez” (Hechos 17: 32). A quienes nos cuesta perder nuestra identidad prestamos atención para saber qué es esto de la resurrección.
Jesús deja claro que el secreto de la resurrección se encuentra en Él: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aun cuando muera vivirá” (Juan 11.25). Estas palabras Jesús las dijo a Marta, la hermana de Lázaro que ya hacía cuatro días que había fallecido, a quien acto seguido lo levantaría de la tumba. Quitada la piedra que cerraba la puerta del sepulcro, Jesús dijo con voz fuerte: “¡Lázaro, sal fuera!” (v.43). El difunto obedeció la orden de Jesús y “salió, atadas las manos y los pies con vendas y el rostro envuelto en un sudario” (v. 44). Esta no es la resurrección a la que se refiere Jesús cuando dice: “Yo soy la resurrección y la vida”. Lázaro, en la hora establecida por Dios  volvió a morir. Su cuerpo duerme bajo tierra comido por los gusanos y sus huesos, convertidos en polvo, fertilizante para las plantas, esperando la resurrección que acaecerá  en el día final, que va precedida por la resurrección de Jesús al tercer conforme a las Escrituras. Resurrección que acredita que es cierto que Él es “la resurrección y la vida”.
El apóstol Pablo inspirado por Dios es el encargado de darnos una pincelada de como será la resurrección del día final: “Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con Él. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”                  (1 Tesalonicenses 4: 16-18).
Estas palabras el apóstol Pablo dan respuesta a la pregunta que <b>Luz Gabás</b> le hace a su cuerpo. Con la resurrección en Cristo los conflictos entre el cuerpo y el alma, porque el pecado es el causante de ello, ya no será. Entre el cuerpo glorificado en la resurrección y el alma existirá harmonía perfecta por toda la eternidad.
Octavi Pereña i Cortina


GÉNESIS 6.9

“Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé”
“Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra…Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de sus corazones era de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 1-5). Algunos ven en los “hijos de Dios” los descendientes por la línea de Set y las hijas de los hombres que eran hermosas, descendientes de los otros hijos de Adán y Eva. Ven en ello “matrimonios mixtos” de creyentes con no creyentes, condenaos en la Biblia, con lo cual al desaparecer el testimonio de la verdad “la maldad de los hombres era mucha en la tierra”. La situación de la humanidad en tiempos de Noé no tiene nada que envidiar con la nuestra, pues en nuestros días también hay mucha “maldad en la tierra”.
La paciencia de Dios con respecto a la maldad tiene un límite. El pueblo de Israel que salió de la esclavitud egipcia no pudo entrar en la Tierra Prometida hasta que la maldad de los amorreos que vivían en ella no colmase el vaso. Dios es paciente con los hombres para no descargar su ira hasta que dice: ¡Basta! El texto dice. “Y se arrepintió Dios de haber hecho el hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (v.6). Dios es sensible y le duele ver la maldad de los hombres. Cuando ya no puede más y haciendo uso de su justicia es cuando ejecuta la sentencia irreversible: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado…pues me arrepiento de haberlos hecho”. ¡Qué grande no debía ser la maldad de los hombres para que Dios que es amor dijese: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado”!
De entre la multitud de malvados “Noé halló gracia ante los ojos dl Señor” (v.8). El versículo 9 dice: “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé”. Que Dios reconociese a Noé como justo, no significa que fuese sin pecado. A través de sus antepasados le llegó el testimonio de que Dios perdona el pecado de los hombres que creen que sus pecados son perdonados a través del derramamiento de sangre. La sangre de los animales que sacrificaban sus antepasados no perdonó sus pecados, pero creyendo en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que representaban los animales sacrificados, sí obtuvo Noé el calificativo de justo, de que caminaba con Dios.
En medio de la maldad imperante en nuestra generación, rayos de la luz divina llegan a la tierra que transportan el mensaje del perdón de Dios por la fe en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es así que en medio de una sociedad que solamente piensa en hacer el mal aparecen personas que como Noé Dios las llama justas y que caminan con Él.

ISAÍAS 43. 4

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable y yo te amé”.
Para celebrar el 80 aniversario de Winston Churchill el Parlamento británico encargó al pintor Graham Sutherland que pintara un retrato del reconocido político. Se dice que Churchill le preguntó al artista cómo le iba a pintar: “¿Cómo un querubín o un bulldog?” A Churchill le gustaban estas percepciones que el pueblo tenía de él. El pintor le respondió que lo pintaría tal como le veía. A Churchill no le gustó la obra. Sutherland pintó al político sentado en una butaca con su característica mala cara, no mu favorecida, pero real.  Después de la entrega oficial del retrato, Churchill lo guardó en el sótano de su casa, para después con mucha discreción sr destruido.
De manera parecida a Churchill todos nosotros nos hemos hecho una imagen de nosotros mismos que no se ajusta a la realidad y que deseamos que los demás nos vean como nosotros nos imaginamos ser. Este propósito no se consigue. De la misma manera que Graham Sutherland pintó a Churchill con su expresión adusta, las otras personas, por más que intenten disimularlo para ser correctamente políticos, nos ven  con todos nuestros defectos de carácter. Tal vez durante un cierto tiempo conseguimos engañarlos con nuestra careta de “hipócrita” que nos ponemos, pero más pronto o más tarde se descubre la verdad de lo que somos.
No debemos olvidar que Dios conoce nuestros pensamientos más íntimos, incluso antes de haberlos elaborado. El señor conoce los detalles más insignificantes de nuestro mal carácter. De ser sinceros, confesaríamos que en nosotros no hay nada bueno. Si Dios fuese Sutherland, el rostro  con que nos pintaría reflejaría la maldad que se esconde en lo profundo de nuestra alma debido al pecado. Pareciéndonos a Churchill guardaríamos la pintura en el sótano de nuestras casas, para más tarde, para más tarde con la máxima discreción, destruirla. Pero no podemos hacerlo.

Ya que a Dios no se le puede engañar, no seamos necios. Intentar esconder nuestra fealdad con pieles de animales como lo probaron Adán y Eva, sin conseguirlo: “Dios tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5). “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad”                                     (Salmo 32: 5). Ante Dios quitémonos nuestra careta de hipócrita  que nos hemos puesto y reconozcamos nuestro pecado. Como Dios lo hizo con Adán y Eva, lo hará con nosotros, cubrirá nuestro pecado con la sangre de su Hijo Jesús y se iniciará el proceso de santificación que no cesará hasta que no se haya completado del todo. Cuando haya finalizado, compareceremos ante Él sin ninguna mancha ni arruga. Seremos perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto. Llegado a este punto, la nueva criatura que somos en Cristo Jesús no deseará esconder el rostro que refleja la gloria de Dios.

dissabte, 1 d’abril del 2017

RECUPERAR LA HONORABILIDAD

<b>Una sentencia judicial no puede manchar la honorabilidad de una persona si Dios la ha declarado justa por la fe en Jesús</b>
<b>Pau Molins</b>, abogado de la infanta <b>Cristina</b> se ha planteado interponer un recurso de casación ante el Tribunal Supremo “para demostrar que nunca tenía que haber sido juzgada”, y esclarecer cualquier duda sobre su honorabilidad. En una entrevista televisiva <b>Pau Molins</b> dijo que el hipotético recurso pediría el derecho al olvido para intentar eliminar las imágenes de la infanta durante el juicio. El letrado dijo: “Lo quiere hacer por sus hijos, pero aún  tiene dudas”. Con el hipotético recurso,  el abogado dijo que la infanta desearía “esclarecer cualquier tipo de sombra sobre su honorabilidad”.
El juicio de la infanta y de su marido <b>Urdangarin</b> fue muy mediático debido a los personajes encausados. Las imágenes del juicio se han colgado en la red y han dado la vuelta al mundo. Es imposible retirarlas de la circulación. Insensateces de adolescencia y de madurez, hacen que las imágenes colgadas tengan un efecto bumerang inesperado y no deseado. La infanta <b>Cristina</b> debería asumir la posibilidad que en el futuro, en el momento menos deseado, puedan reaparecer las imágenes que desearía hubiesen sido borradas del todo.
La infanta <b>Cristina</b> absuelta en el juicio por el <i>caso Nóos</i> desearía “esclarecer cualquier tipo de sombra sobre su honorabilidad”. Desconozco si la infanta, a pesar de haber sido absuelta, es corresponsable de los delitos financieros por los que ha sido declarado culpable su marido. Si lo fuese, recuperar la  honorabilidad legal no le devolvería la honorabilidad a su alma pecadora. Esta pérdida es una carga muy pesada para todos los seres humanos. Todos sin excepción”, incluso los miembros de la realeza, no son exentos de pecado: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3. 23). Ni los monarcas a los que a su nombre les acompaña el calificativo <i> “santo”,</i> ni los presidentes que tienen el título de <i>Muy Honorable</b >, son honorables.
De las criaturas de Dios, solamente Adán y Eva, por muy poco tiempo, fueron personas “santas” y “muy honorables”. Tan pronto pecaron perdieron la honorabilidad en que habían sido creadas, se deshonraron a los ojos de Dios. Dado que todos los seres humanos somos descendientes de Adán, todos hemos pecado. Desde el momento de la concepción llevamos colgada la etiqueta “deshonrado”. Aun cuando sea inconscientemente tenemos conciencia de la degradación con que nos ha castigado Dios y pretendemos neutralizarla con títulos pomposos, dando nombre a nuestras propiedades, siendo benefactores de la Iglesia haciendo méritos…Cuanto más se haga para lavar la deshonra más desgraciados nos encontramos, nos hemos subido en la rueda del hámster. Trabajo inútil y fatigoso el intento de recuperar por nuestros medios la honorabilidad perdida. “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo el Señor Dios”                                         (Jeremías, 2: 22). Quién podrá decir: “yo he limpiado mi corazón, limpio soy de mis pecado?”   (Proverbios 20:9). Nadie, es la respuesta. Solamente Dios puede hacer que el ser humano recupere la honorabilidad perdida en el Edén. ¿Cómo se las arregla?
La sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7). Desde el momento en que Dios mata a unos animales con las pieles de los cuales tapa la vergüenza que sentían los transgresores de la Ley, Dios nos enseña que sin derramamiento de sangre es imposible que el ser humano pueda quitarse de encima el pecado que le roba la honorabilidad en que fue creado. La sangre de los animales sacrificados no borra el pecado, es un símbolo que nos lleva a otro lugar. Sin perder tiempo Dios enseña a nuestros primeros padres hacia donde deben dirigir la mirada para recuperar la honorabilidad perdida con su desobediencia a su Ley.
Dirigiéndose Dios a la serpiente, instigadora indirecta de la desobediencia de Adán, le dice: “Por haber hecho esto” (tentar a Eva a pecar y a través de ella a Adán de quien procedemos todos), “maldita serás entre todas las bestias y entre todos los  animales del campo, sobre tu pecho te arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya, ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el talón” (Génesis 3: 14,15). Estas palabras proféticas, la primera profecía anunciada la dijo Dios directamente, sin mediación  humana, en el mismo instante en que comienza la historia de la humanidad manchada por el pecado. Nos anuncian como el ser humano deshonrado por el pecado puede recuperar la honorabilidad perdida. Señalan que el Redentor sería descendiente de Eva. El desarrollo generacional nos lleva a Nazaret en donde la virgen María acepta ser concebida por el Espíritu Santo para gestar a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, que en la cruz del Gólgota heriría en la cabeza a la serpiente, para redimir a los hombres de su pecado.
Por la fe en Jesús y gracias a su muerte a favor de los pecadores se produce el milagro de convertirse el pecador en un hijo de Dios, coheredero con Jesús de los bienes celestiales. El perdón de Dios convierte la deshonra del pecado en honorabilidad, regalo de Dios que ningún tribunal humano podrá arrebatar.
Octavi Pereña i Cortina


ÉXODO 20: 8

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo”
Occidente  abandona a Dios y Dios abandona Occidente. Uno de los síntomas de que Occidente ha abandonado a Dios es el descuido deliberado de acordarse del día del Señor. Las iglesias, en domingo están prácticamente vacías. Entre los pocos asistentes a los cultos muchos de ellos lo hacen de manera legalista, con el propósito de cumplir con el precepto dominical.
El domingo es fiesta, sí, pero bares y cafeterías abren. Los espectáculos funcionan. Las actividades del ocio arrastran a multitudes. Fuerzas antidominicales  ejercen presión para que los comercios  tengan permiso para abrir en domingo. Para superar la crisis económica se va exigiendo a los comerciantes  que levanten las persianas de sus establecimientos en domingo para que circule el dinero. Se está pidiendo que el domingo estivo desaparezca y los establecimientos permanezcan abiertos los 365 días del año.
La deshumanización que se hace del ser humano hace que el hombre se convierta en una máquina de hacer dinero. El domingo cristiano festivo para ser dedicado  a la adoración colectiva de Dios, desaparece y, en su lugar se levanta un altar dedicado al dios dinero para adorarle.
Los políticos, los comerciantes, los adoradores del dinero, nunca tienen suficiente. El hombre tiene que trabajar más, sin descanso. Es la ley del mercado. Se tiene que trabajar más con salarios más bajos. El abandono de Dios tiene repercusiones sociales.
Tommy Manning, que fue miembro del equipo norteamericano de atletas de montaña escribió un artículo titulado “Los días de descanso son importantes para los atletas” en que enfatiza el principio que los atletas profesionales a veces ignoran: El cuerpo necesita tiempo de descanso para rehacerse después del ejercicio, dice: “Psicológicamente, las adaptaciones que ocurren como resultado del entrenamiento solamente suceden durante el descanso. Esto significa que el descanso es tan importante como el entrenamiento”.
Manning ha descubierto el principio que Moisés legisló a la salida de la esclavitud de Egipto. “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. El hombre necesita el día de reposo no para dedicarlo al ocio, sino a Dios. Solamente en Dios encuentra el ser humano sentido para su vida. Recibe fuerzas para enfrentarse a los problemas diarios. Recupera la humanidad que el materialismo le ha robado. Para salir del callejón sin salida al que le ha metido el ateísmo. La evidencia de que el hombre se vuelve a Dios  es la recuperación del domingo para dedicarlo a la adoración pública de Dios nuestro Salvador. En el descanso que otorga el Señor del sábado, el hombre encuentra las fuerzas  que necesita para no abandonar en su carrera hacia el Reino de Dios.


JOSUÉ 14:8

“Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo, pero yo cumplí siguiendo al Señor mi Dios”
La Tierra Prometida se está repartiendo entre las tribus. Caleb reclama a Josué la tierra que Moisés le prometió, la que sus pies habían hollado sería para él y su posteridad.
Al regreso del viaje de inspección que Moisés encargó a los representantes de las  tribus, Josué y Caleb, defendieron la posibilidad de conquistar la Tierra Prometida si emprendían la conquista con la ayuda el Señor que los había sacado de la esclavitud de Egipto.
El texto que comentamos es muy importante tenerlo en cuenta porque imparte instrucciones para la iglesia de hoy que se encuentra en terreno hostil. Satanás es el Dios de este mundo, siendo sus huestes superiores en número a las de Dios. Satanás con su poder y utilizando a los temerosos, intenta minar la fe del pueblo de Dios para que regrese a la esclavitud de Egipto, el mundo. Los cobardes que pululan por las iglesias persiguen que los hijos de Dios tengan miedo y abandonen la lucha y regresen al mundo que habían abandonado el día que creyeron en Jesús como su Salvador. En aquel día dieron la espalda al mundo con todos los placees sensuales que representa y pusieron la mirada en Jesús “el Autor y perfeccionador de la fe”. En tanto tengamos puesta nuestra mirada en Él, como Caleb “cumpliremos siguiendo al Señor”.
Josué fue el compañero de Caleb que al regreso del viaje de inspección también defendió que si permanecían en el Señor la victoria sería suya porque es más fuerte el que está con ellos que el que está en su contra. Al final de sus días Josué antes de partir para estar con el Señor, dijo estas palabras que deberían estar gravadas en nuestros corazones: “Y si mal os parece servir al Señor, escogeos hoya quien sirváis, si a los dioses que sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, pero yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24: 15).
Los pusilánimes, los cobardes, son instrumentos de Satanás para entorpecer la marcha de los hijos de Dios hacia la Tierra Prometida eterna. Los tales crearán dificultades y pondrán obstáculos en el camino para que los verdaderos hijos de Dios abandonen la carrera, pero igual que Josué y Caleb, los valientes deben decir con ellos: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.
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