dilluns, 27 de març del 2017

MATEO 13:33

“El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”
Las parábolas son historias terrenales con significado espiritual. Son una manera sencilla de hacer comprender los misterios que Dios ha revelado para bien de los hombres. Me ha movido a comentar la parábola de la levaduras unas palabras de Martín Lutero: “Yo predicaré, enseñaré, escribiré, pero no forzaré a nadie, porque la fe necesita nacer libremente, sin coerción…Y mientras yo dormía, o bebía cerveza con mis amigos Phillip Malanchton y Nicholas von Amsdorf, la Palabra de Dios incomodaba fuertemente al papado…Yo nada hice, la Palabra lo hizo todo”.
La enseñanza que Jesús transmite al pronunciar la parábola de la levadura es necesario que se recupere en nuestros días. La salvación de las personas desde el inicio hasta el final es obra de Dios. La única intervención humana en la salvación es la de los creyentes que actúan como portavoces de Dios: “por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he enseñado…” (Mateo 28: 19,20). Enseñar no es imponer, es compartir el conocimiento que se tenga en algún tema, en nuestro caso, compartir la salvación que Dios concede al hombre por la fe en Jesucristo. No se puede machacar al interlocutor con la letra de la Biblia, porque si a la letra de la Palabra le falta el Espíritu Santo que le da vida y poder, el mensaje transmitido es estéril. Si se machacona a las personas con la letra de la Palabra el resultado es todo lo contrario de lo que se pretende.
¿Qué hace una mujer que quiere obsequiar a los suyos con una exquisita tarta? Con todo esmero prepara la pasta con los ingredientes que la receta o la experiencia recomienda, sin olvidar la levadura correspondiente. Es poca la cantidad de levadura que se pone en la pasta, pero suficiente para que una vez horneada la tarta resulte agradable a la vista y sabrosa al paladar.
Los ingredientes que forman parte de la tarta evangelizadora es la Palabra de Dios, pero si le falta el Espíritu Santo, cuando se hornea la masa, el resultado es una tarta desagradable a la vista y al paladar. Cuando a la letra de la Biblia le acompaña la levadura que es el Espíritu Santo, el resultado es una tarta, una iglesia santa que glorifica a Dios en un mundo que le desprecia. Cuando se deja hornear la letra de la Biblia con la dosis de Espíritu Santo, y no se interfiere el trabajo de horneado con las presiones humanas, el resultado será una iglesia viva a la que cada día se le irán añadiendo los que tienen que ser salvos (Hechos 2:47).


MATEO 16: 16

“Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente”
Jesús y sus discípulos se encuentran en la región de Cesarea de Felipo, zona salpicada de templos dedicados a la diversidad de dioses y diosas paganos. Una zona altamente paganizada. En un ambiente tan cargado de tinieblas espirituales Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres es el hijo del Hombre?” (v.13). Responden dando los nombres de algunos profetas. Si la pregunta nos la hiciesen hoy a nosotros diríamos: un comunista, un filántropo, un gurú. Jesús no se conforma con saber lo que los hombres dicen de Él. Pregunta directamente a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que yo soy” (v. 15). El impulsivo Pedro, responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente” (v.16).
Lo que dice Jesús de la respuesta de Pedro debe hacernos reflexionar:”Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te le reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (v.17). No debemos perder de vista que la fe es un regalo de Dios. La fe que declara que Jesús es el hijo de Dios viviente, no es de fabricación humana. Se puede decir esta declaración de manera intelectual: los cristianos dicen que Jesús es el Hijo de Dios. Ellos lo creen pro yo no. Le podemos también preguntar a un cristiano: ¿Quién crees que es Jesús? Nos podrá responder diciendo: “Los evangelios dicen que Jesús es el Hijo del Dios viviente” Pero Jesús no quiere saber lo que dicen las personas ni lo que dice el Evangelio de Él, desea saber lo que los cristianos creemos de Él. Si le respondemos con fe verdadera. “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente”, esta declaración no es de fabricación humana, sino que es revelación del Padre por el Espíritu Santo. Si creemos que es el Padre quien revela a los hombres que Jesús es el Hijo de dios viviente, esta declaración debería afectar nuestra manera de evangelizar.
A menudo empleamos presión para conseguir confesiones de que Jesús es el Hijo de Dios viviente. Si la confesión no es la consecuencia  de que el Espíritu Santo la ha revelado en el corazón del que la hace, cuando el nuevo creyente se le bautiza y entra a formar  parte de la membresía de la iglesia, se admite a un no creyente a pesar de que de labios diga que Jesús es el Hijo del Dios viviente. Este tipo de evangelización es muy peligrosa porque se da la entrada al mundo en la iglesia,  con lo cual el testimonio de la misma deja mucho que desear. Si el mundo entra en la iglesia Jesús se marcha de ella. La luz y las tinieblas no pueden ir juntas
Las palabras de Jesús a Pedro: ”Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te le reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”, deben ser motivo de mucha reflexión
                        http://octaviprenyacortina22.blogspot.com


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