dilluns, 13 de març del 2017

JEREMIAS 22:17

Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para oprimir y para agravio”
El Señor manda a Jeremías que vaya a ver al rey de Judá y que le transmita lo que le va a decir. Lo que el profeta tiene que comunicar no sólo va dirigido al monarca, también a todo el pueblo.
Un mandamiento que debe ser obedecido sin demora: “Haced juicio y justicia, librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar” (v.3). Este texto, ¿no escribe al dedillo a nuestra sociedad? El abandono de Dios tiene de inmediato unas consecuencias en la sociedad. La justicia que debe ser la característica del pueblo de Dios da paso a la injusticia que reproduce la maldad satánica. El refrán popular acierta cuando dice: “De tal palo tal astilla”, es decir los hijos se asemejan a los padres.
Israel es un retrato de nosotros: desobedeció a Dios, no escuchó su voz que le llegaba por medio de los profetas, ni por su Hijo. La justicia de Dios dejó de manifestarse en su pueblo. Jesús con mucho acierto dice a los judíos de su tiempo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44). El retrato que pinta Jesús de los judíos de su tiempo, ¿no es una descripción exacta del nuestro? La imagen que describe Jesús de una sociedad sin Dios se pretende retocarla, embellecerla con bla, bla, bla, que no lleva a ninguna parte. Hoy se ha puesto de moda la palabra posverdad con la que se define  que la sociedad actual es mentirosa. Pero se rehúye decir claramente que lo es. Se pretende edulcorarla para que no sea tan dura y no descubra nuestro pecado. A pesar de ello la mentira brota por todas partes y no hay manera de erradicarla porque está enraizada en lo más profundo de nuestro corazón. Aquí, ni la sicología, ni la educación tienen nada que hacer. Jeremías es contundente al decir: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer el bien, estando habituados a hacer el mal?”  (13: 23).
Israel se ha caracterizado siempre por su desobediencia a Dios y a su Palabra. Jesús dice a continuación de referirse al diablo como “padre de mentira”: “y a mí, porque os he dicho la verdad, no me creéis” (Juan 8:45). Así sigue siendo. En tanto los gobernantes y el pueblo en general no crean en Jesús y mientras no presten  atención a su Palabra para obedecerla, los graves problemas que aquejan a nuestra sociedad, que son consecuencia de ser hijos del diablo y no de Dios, no desaparecerán jamás. Por la fe en Jesús Dios se convierte en nuestro Padre celestial y las obras de nuestro Padre celestial desearemos hacer. Con nuestra conversión a Cristo contribuimos a hacer el mundo un poco mejor.


SALMO 106: 33

“Porque hicieron rebelar su espíritu, y habló precipitadamente con sus labios”
Durante la travesía por el desierto, en dos ocasiones Dios por medio de Moisés hizo brotar agua de la peña. En ambos casos fue en respuesta a las murmuraciones del pueblo contra Moisés. En el primer caso Dios mandó a Moisés  que golpeara con su vara a la peña para que brotara agua abundante (Éxodo 17: 1-7). En la segunda ocasión ordenó a Moisés que hablara a la peña para que diese el agua que el pueblo necesitaba (Números 20.8). Lleno de ira Moisés dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir agua de la peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó a la peña con su vara dos veces” (Números 20. 10,11).
En este segundo caso Moisés desobedeció a Dios. Tenía que hablarle a la peña, no golpearla con su vara. Las murmuraciones infundadas del pueblo contra Moisés “hicieron rebelar su espíritu, y habló precipitadamente con sus labios”. El mal comportamiento del prójimo no es una excusa para dejarnos llevar por la ira. Quienes irritaron a Moisés por su incredulidad no entraron en la Tierra prometida, sus huesos quedaron esparcidos a lo largo del recorrido por el desierto. Quienes dejados llevar por la ira como lo hicieron Moisés y su hermano Aarón fueron responsables de su pecado y culpables ante Dios. El juez justo dictó sentencia: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis  esta congregación en la tierra que les he prometido” (números 20.12).Aarón no entró en la Tierra Prometida, siendo enterrado en la cumbre del monte Hor. Moisés, por la misericordia del Señor se le permitió ver la Tierra Prometida desde la cumbre del monte Nebo, en donde fue enterrado.
Dios aborrece el pecado hasta el extremo que para deshacerlo le costó la vida de su Hijo Jesús. Cierto es que la sangre de Jesús limpia todos nuestros pecados. El perdón inmerecido de Dios no justifica nuestro pecado. El que por gracia seamos salvos no significa que podamos pecar alegremente. Esta forma de pensar no la autoriza la Biblia. Nos enseña a vivir en santidad en semejanza del Dios santo. El apóstol Pablo denuncia nuestra alegría pecaminosa cuando escribe a los Romanos: “¿Qué pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? (Romanos 6: 1,2)
               http://octaviperenyacortina22.blogspot.com


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada