dilluns, 12 de setembre del 2016

JOEL 2:13

“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, porque misericordioso es y clemente, tarde para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”
El versículo que precede al que encabeza este comentario dice. “Por eso, pues, ahora, dice el Señor: convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, lloro y lamento” ¿Desea el lector saber con certeza si es salvo o no, si cuando muera irá a la presencia de Dios por toda la eternidad? La prueba del algodón sirve para descubrir si un espacio determinado es limpio o no. Si al frotar el algodón descubrimos que queda impoluto sabemos que aquella zona está limpia. Pues bien, la prueba del algodón por lo que respecta a nuestras vidas muestra la suciedad espiritual que hay en ellas. Este descubrimiento no debe entristecernos pues es la evidencia de que estamos en el buen camino. Jesús no vino a buscar a personas que se creen justas, sino pecadores al arrepentimiento. Si creemos en Jesús como a nuestro Señor y Salvador, cuando Dios pasa el algodón por nuestras almas, como sale impoluto, sin ninguna muestra de pecado, tenemos la seguridad de que somos salvos.
Los versículos que comentamos del profeta Joel evidencian que el Señor busca a pecadores para darles vida eterna. ¿Es consciente el lector de que es pecador? Enhorabuena si lo reconoce porque ello le permitirá hacer caso al llamamiento que el señor hace a Israel por medio de su siervo Juan el Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3.2). Jesús, el amigo de los pecadores, al principio de su ministerio dice. “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17)
El mensaje de Joel está en la misma línea de lo predicado por el Bautista y por Jesús, e insta a sus oyentes a que rasguen sus corazones, no sus vestiduras, a que se conviertan al Señor de corazón, lamentando su pecado. Si no hay lamento por el pecado, significa que se consideran personas justas por naturaleza, no entrarán en el reino de los cielos porque en ellos no hay cabida para nadie que no haya sido justificado por la fe en el Nombre de Jesús. Les ocurrirá lo que el rey Agripa le dijo el apóstol Pablo cuando éste le instó a creer “Por poco me persuades a ser cristiano”. Agripa no se había convertido a Cristo. Parecía ser cristiano, pero no lo era. Estaba cerca del reino de Dios pero no había atravesado la puerta estrecha que le conducía a él.
¿Qué es el Señor para ti, lector amado? ¿El Nombre de Jesús es el nombre de un personaje famoso que no afecta para nada a tu vida? ¿Es para ti un nombre que fluye de tus labios pero que no nace de tu corazón como ocurre cuando alguien estornuda? Si es así, eres casi cristiano, pero no lo eres. Joel te dice a ti que eres casi cristiano: “Y todo aquel que invoca el Nombre del Señor será salvo” (v.32). ¿Invocas el Nombre del Señor lamentando tu pecado y agradeciéndole su perdón?


PROVERBIOS 19:21

“Muchos  proyectos hay en el corazón del hombre, mas el consejo el Señor se cumplirá”
¡Cuántos proyectos no se han cumplido! ¡Cuántos proyectos se han iniciado y a mitad de camino los hemos abandonado! Esta realidad que contrastamos diariamente en nuestras vidas pone de manifiesto nuestra fragilidad. Nos creemos muy importantes cuando realmente somos nada. Nos cuesta aceptarlo y ello en perjuicio de nuestra salud síquica y lo que es más importante, espiritual. Si los planes no salen como hemos proyectado nos rebelamos ante el fracaso. De no aceptarlo a las buenas, no nos tocará más remedio que aceptarlo a las malas con todos los perjuicios que comporta darnos cabezazos contra la realidad.
Un refrán popular, que como muchos de ellos contienen una buena dosis de sabiduría, dice. “El hombre propone, pero Dios dispone”. Nos viene a decir que en nuestros proyectos siempre debemos tener presente  a Dios y su voluntad. “Mas el consejo de Dios siempre se cumplirá”.
La carta de Santiago nos enseña a poner nuestros proyectos en las manos del Señor: “¡Vamos ahora! Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos y ganaremos, cuando no sabéis lo que será mañana” (4: 13,14). El escritor sagrado nos alerta: “Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un  poco de tiempo y luego se desvanece” (v.14). Debemos aprender a reconocer nuestra insignificancia y que no controlamos el tiempo. ¿Verdad que ignoramos los imprevistos que se pueden presentar, no ya mañana, sino dentro de unos pocos minutos? En todos nuestros proyectos siempre debemos tener presente: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (v.15), es decir, que se haga la voluntad del Señor.
Desconocemos el futuro más inmediato. Ignoramos si nuestros planes son los más convenientes, Debido a nuestra ignorancia nuestros propósitos siempre deben ir acompañados de “hágase la voluntad del señor”, porque ello es reconocimiento de nuestra pequeñez y que estamos dispuestos a reconocer el señorío de Cristo en nuestras vidas.
Un ejemplo de fracaso rotundo por no tener en cuenta el hombre a Dios en sus caminos fue el intento de construir una ciudad y una torre  no haciendo caso a la voluntad de Dios conocida que quería que los hombres se expandiesen por toda la tierra. ¿Qué nos dice la Escritura? “Así los esparció el Señor des de allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (Génesis 11.8). El consejo de Dios prevaleció sobre el proyecto de los hombres.
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