PROVERBIS 30:20
“El proceder de la mujer adúltera es así: Como corre y
limpia su boca y dice: no he hecho maldad”
El texto nos
habla de la purificación por agua. En este caso es la mujer adúltera, pero es
aplicable a cualquier tipo de pecado. Ducharse después de una buena comilona
regada con vinos de alto bouquet no borra el pecado de adulterio que es
condenado por la Ley de Dios. El humo por hondo que se produzca tarde o
temprano sale a la superficie. El pecado por más escondido que se cometa tarde
o temprano sale a la luz para vergüenza de quienes lo cometen. Con los
documentos de Panamá que han salido a la luz pública muchas personas “honorables” han visto perdida su honorabilidad
porque sus nombres han aparecido en los montones de documentos que se han hecho
públicos.
A pesar de que
el pene del hombre no deja rastro en la mujer, el adulterio sigue siendo
condenado por Dios y el limpiarse la boca no quita el regusto de corrupción con
el que el pecado impregna al pecador. Cuando Jesús perdona a la mujer cogida en
flagrante acto de adulterio, le dice: “Ve
y no peques más”. No le dice lávate con agua perfumada con olor de rosas
para que la fragancia del perfume haga desaparecer el olor de muerte de tu
pecado. Yo te perdono, le dice Jesús. Pero el perdón del Señor no acaba aquí “Ve y no peques más”. El perdón el señor está condicionado a que
la persona perdonada no persista en su pecado.
Hoy, el pecado
sexual ha perdido su gravedad. De la misma manera que Satanás engañó a Adán y
Eva haciéndoles creer que su pecado de desobediencia no tendría consecuencias
terribles para ellos. Todo lo contrario que serían como Dios. ¿Quién es el que
dice que serían como Dios? Aquel mismo
ángel que quiso destronar a Dios y que fue apartado de su presencia.
El adulterio el
diablo nos lo presenta como la liberación de tabúes impuestos por la religión.
Liberaos de la coerción que os impone Dios y seréis felices. En su insensatez
los hombres y las mujeres se creen el engaño satánico y no se dan cuenta que su
necedad los convierte en ovejas que son conducidas al matadero para morir.
El adulterio,
sea cual sea el eufemismo que se emplee para suavizar la fuerza que tiene la
palabra, no puede impedir que el adulterio sea adulterio a los ojos de Dios y
si los adúlteros no toman la decisión de no pecar más, Jesús, el Juez supremo
con la ley de Dios a la vista dictará sentencia. Para Dios “honroso es el matrimonio y el lecho sin mancilla…y a los adúlteros los
juzgará Dios” (Hebreos 13: 4), y, ¿cuál será la sentencia inapelable que
dictará el Juez supremo? “No heredaréis
el reino de Dios” (1 Corintios 6:9). En otras palabras: condenación eterna
PROVERBIOS 27:19
“Como en el agua el rostro
corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre”
Las aguas
tranquilas y cristalinas del lago reflejan, no con la nitidez de un espejo, el
rostro de quien se mira en ellas. Reproducen la cara de la persona que se mira
en ellas, no la faz de otra persona.
El corazón es el
espejo del hombre interior. Mirando atentamente a su corazón uno puede entender
lo que hay en el interior de todas las personas. Con matices peculiares de cada
persona. Mirando atentamente a su propio corazón se comprende que todas las
personas han nacido siendo pecadores. En algunos casos el corazón ha llegado a
tal extremo de perversión que no osamos ni a mencionar sus fechorías. Otros
corazones sólo muestran arruguitas que podríamos denominarlas pecados veniales. Estos corazones santitos no pueden enorgullecerse de su
bondad porque el hecho de haber infringido la Ley de Dios en un punto, les hace
responsables de haberlos infringido todos (Santiago 2:10).
Si somos de los
que vemos en nuestro corazón manchitas aparentemente insignificantes, debemos
rechazar la tentación de considerarnos mejores que aquellos que tienen el
corazón cubierto de cicatrices y bultos que lo afean. Al final todos se
encontrarán apartados de la gloria de Dios abrasándose en las llamas infernales
porque la más mínima mota de pecado no puede estar en la presencia del Dos tres
veces santo.
Hay corazones de
una asquerosa fealdad porque han cometido crímenes horripilantes. Los hay que
su fealdad ha sido cubierta con una capa de barniz de honorabilidad porque
reflejan a las personas respetables que con sus estudios se han forjado una posición social honorable.
Pero el barniz de la honradez y de la respetabilidad no elimina lo que hay
debajo. Estas personas que han escalado posiciones sociales envidiosas para
quienes no hayan conseguido honores, a
los ojos de Dios están en el mismo nivel del criminal más peligroso: ambos no
han amado a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos.
Sea cual sea el
grado de degradación moral que hayamos alcanzado, mirémonos al espejo de
nuestro corazón y exclamemos: “Señor Jesús ten misericordia de mí que soy un
pecador.” La respuesta que recibiremos del Señor será: “Tu fe te ha salvado”. Y, al volver a mirar a nuestro corazón lo
veremos limpio y radiante. Sin la más mínima mancha ni arruga porque la sangre
de Jesucristo lo ha limpiado de todos sus pecados.
http://octavipdrenyacotina22.blogspot.com
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